sábado, 20 de julio de 2024

Veinticuatro horas de regalo

 

Viernes 19 de julio. Las vacaciones están cerca, pero todavía quedan muchos temas por cerrar. El día no comienza demasiado bien. Al encender el ordenador me aparece la temida pantalla azul de error (más tarde nos enteraremos de que ha habido una caída mundial de un sistema de Microsoft que afecta a muchas empresas, entre ellas la nuestra). Cuando llego a la universidad voy a la oficina del servicio informático, donde había otras dos personas con el mismo problema, y me dicen que tengo que esperar a que se restablezca el sistema, que a lo largo del día vaya probando a reiniciar el ordenador. Después de varios intentos de revivir el ordenador, cedo y, siguiendo una sugerencia de mi jefe, me pongo a leer un libro que me atrapa inmediatamente, El hoy es lo que importa: 10 hábitos para una vida y un mundo mejores. Su autor, Chris Lowney, fue novicio jesuita, tiene una dilatada trayectoria en empresa y es un reconocido experto en temas de liderazgo. [Véase una entrada anterior, Sobre líderes y liderazgo].

Voy a recoger y comentar aquí las principales enseñanzas del libro (me atrapó tanto que lo acabé). Punto de partida, primera invitación: “En lugar de pensar primero en una carrera o en un determinado objetivo financiero, decidir qué clase de persona quieres ser. Solo cuando sepas con absoluta claridad qué es lo que verdaderamente importa, estarás en condiciones de tomar las decisiones acertadas con respecto a tu carrera, tu estilo de vida, etcétera”. Eso sí, hay que ser muy conscientes de que tener claro lo importante no implica que lo elijamos día a día… Y más en un mundo VUCA (volatile -inestable, uncertain -incierto, confusing -confuso, ambiguous -ambiguo). A veces nos desviamos del camino. Sin embargo, hay una serie de hábitos (a cada uno de los cuales dedica un capítulo) que nos pueden ayudar a tener presentes nuestras prioridades:

  1.   Indicar el camino”. Cada día influimos en otras personas, constantemente lideramos con nuestro ejemplo. [En una ocasión a un amigo que me preguntó cómo se transmitían valores le di esa respuesta: “La única forma es con el ejemplo”].
  2. Mostrar siempre gran corazón”. “Se nos ha confiado un tesoro, hemos sido bendecidos con infinidad de dones, talentos, recursos y oportunidades” (p.37), y debemos desarrollarlos y ponerlos al servicio de grandes objetivos. Debemos correr cada carrera como si fuera la última…
  3. No ganes la carrera: Contribuye a la carrera (humana)”. Los seres humanos perdemos mucho tiempo, ilusión y energía comparándonos con otras personas. Alcanzada una cumbre siempre hay otra mayor. “Nunca podemos ganar el juego de ‘soy un ganador’” (p.46). Es mejor hacerte corresponsable de la parcelita del mundo que te corresponde.
  4.  Regala tus zapatos: Ayuda a alguien hoy”. Tendemos a pasar de largo ante quienes están en dificultades. Cada día tenemos posibilidades de hacer una diferencia para otra persona.
  5. Ahuyenta tus demonios interiores: Sé libre para lo que importa”. Nuestros demonios pueden tener distintas formas: apegos, malos hábitos, miedos profundos, codicia, etc. Y pueden hacer “una demostración de sus oscuros poderes en los peores momentos posibles: Cuando estamos al borde de importantes decisiones con respecto a nuestras relaciones, nuestros trabajos, o frente a graves dilemas morales” (p.58). Sin embargo, sólo podemos perseguir lo que importa si tomamos decisiones.
  6.  Cambia tu pequeña parte del mundo”. No podemos evitar o reparar todas las injusticias y el mal del mundo, pero sí podemos, cada día, hacer algo importante por otra persona.
  7. No dejes de subir y bajar la colina: Persevera”. “Algunos de tus planes no tendrán éxito; algunas personas te decepcionarán; incluso tú te sentirás decepcionado de ti mismo. Solo superarás los contratiempos construyendo tu propia resiliencia, aprendiendo a poner un pie delante del otro y subiendo y bajando las colinas de tu viaje por la vida” (p.75). En los buenos momentos tus hábitos se irán reforzando, y en los malos los hábitos desarrollados te ayudarán a perseverar. “Cuando nos proponemos un noble objetivo que sobrepasa nuestras escasas fuerzas, topamos con un impensable manantial de sentido, de paz y de valor” (p.77).
  8. Sé más agradecido”. El agradecimiento es algo que todas las tradiciones espirituales proponen. Una actitud agradecida es una inmejorable compañera de camino, da foco y sentido.
  9. Controla lo que es controlable: Escucha el susurro de la brisa”. Es importante distinguir aquello que podemos controlar de lo que no y concentrar nuestras energías en lo primero. “Ignacio de Loyola, el fundador de los jesuitas, escribió que la voz interior de la sabiduría espiritual le llega al alma ‘dulce, leve y suavemente, como gota de agua que entra en una esponja’ (EE-Ejercicios Espirituales, 335)” (p.93).
  10. Atiende a la necesidad que este mundo herido tiene de ‘guerreros felices’”, de personas entregadas a la tarea de hacer del mundo un lugar mejor, personas que no dejen de intentarlo a pesar de las dificultades.

Como última invitación una práctica, a modo de “aplicación sabiduría”, que contribuye a incorporar lo hábitos señalados, el examen ignaciano, o dicho de forma coloquial la “parada en boxes mental”.  Lowney explica esta práctica de forma que sirva para cualquier persona, con o sin convicciones religiosas. Se trata de parar toda actividad durante cinco minutos en dos momentos y, de forma sucesiva, dar los siguientes pasos: “1) Recuerda por qué te sientes agradecido. 2) ‘Amplia tu horizonte’. Es decir, no te centres en lo inmediato (…) céntrate en el panorama general. Rememora lo que básicamente te importa, tu razón de ser o tus objetivos más importantes para este año. Luego... 3) Revive las últimas horas. ¿Qué ha ocurrido en tu interior? ¿Qué puedes aprender de esas últimas horas que podría serte de utilidad para las horas que vienen a continuación?” (p.108).

A lo largo de la mañana practiqué, ahora me doy cuenta, alguno de los hábitos señalados. “Escuché el susurro de la brisa”, acepté que no podía hacer nada para acelerar la recuperación del ordenador y me entregué a una lectura que resultó muy gratificante. “Regalé mis zapatos”, ayudé a un amigo que necesitaba algo muy concreto. Y agradecí vivamente tanto a una amiga que respondió de corazón a una petición que le hice, como al “ángel” del servicio informático que me arregló el ordenador. Y me sentí profundamente alegre y en paz.

Parafraseando a Thich Nhat Hanh, cada día nos regala 24 horas en las que podemos vivir de forma que seamos felices nosotros y quienes nos rodean. ¿Qué vas a hacer con tu regalo?

 

Referencias:

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