Situación: Martes,
4 de mayo, sobre las 20:15. Autobús línea 75 con unas 30 personas dentro. Se
acerca a la parada de Pedro Martínez Artola 2, junto a la Comisaría de la
Ertzaintza de Zabalburu precedido por una furgoneta de este cuerpo. Frente a la comisaría hay varios coches
patrulla aparcados y la furgoneta maniobra a su derecha, invadiendo la parada e
iniciando una maniobra de aparcamiento marcha atrás. El autobús tiene que
frenar bruscamente al no poder librar ni la furgoneta, ni el coche patrulla
aparcado a su derecha. Un ertzaina se acerca al conductor y le dice que rebase
a la furgoneta para poder aparcar. El conductor, en un tono amable, le dice que
no puede hacerlo porque puede golpear a uno de los coches patrulla o a la
furgoneta. El espacio es muy justo para el autobús, a la derecha tiene los
coches patrulla y a la izquierda el murito de la entrada al parking. El agente
empieza a subir el tono y a imponer su autoridad con unas formas inapropiadas. Tres
agentes más salen de la furgoneta y uno de ellos ordena al conductor del autobús
que abra la puerta y le increpa repitiendo las instrucciones del primer agente.
El conductor se contiene e insiste en que es más fácil que la furgoneta suba un
poco más arriba (también podría haberse metido en la entrada del parking y
luego continuar la maniobra). El conductor, impotente, acaba haciendo lo que el
agente le dice y consigue pasar. El pasaje está alterado, las personas en la
parada también son testigos de la situación. El conductor antes de abrir la
puerta en la parada pide en voz alta al pasaje si alguien le puede dejar sus
datos. Me apresuro a darle los míos y los de mi marido y otra persona deja
también los suyos. De pie, vuelve a preguntar si alguien más le da los datos y
nadie responde.
Escribo estas líneas movida por la indignación y la solidaridad.
Indignación por varias razones. En primer lugar, porque ha sido una situación clara de mal uso del poder. El hecho de
llevar uniforme no legitima para hacer cualquier cosa. Pertenecer a un cuerpo
de policía da mucho poder y parafraseando a Spiderman: “Todo poder conlleva una
gran responsabilidad”. El Código Deontológico de la Policía del País Vasco (Ley 4/1992, de 17 de julio, de
Policía del País Vasco) señala que “El servicio público de policía se ejercerá
con absoluto respeto a la Constitución, al Estatuto de Autonomía y al resto del
ordenamiento jurídico, y al mismo incumbe cumplir los deberes que le impone la
Ley, sirviendo a la comunidad y protegiendo a todas las personas contra actos
ilegales que impidan el libre ejercicio de sus derechos y libertades (…) Los miembros de la Policía del País Vasco
actuarán con absoluta neutralidad política e imparcialidad, y evitarán
cualquier práctica abusiva o arbitraria”. En esta actuación he visto poco
servicio y mucha arbitrariedad. En segundo lugar, porque he percibido también cierto
corporativismo (RAE: En un grupo o
sector profesional, actitud de defensa a ultranza de la solidaridad interna y
los intereses de sus miembros). El resto de agentes presentes lejos de mediar y
ayudar a solucionar la situación han apoyado a su compañero. Una mala actuación
profesional va en demérito de la profesión que se ejerce y puede dañar la
imagen pública y la confianza de la ciudadanía. En tercer lugar, por la falta de compromiso e implicación de
las personas presentes. Quienes abusan de su poder se alimentan del miedo y
del silencio cómplice de muchas personas. Martin Luther King decía: "No me
preocupa tanto la gente mala, sino el espantoso silencio de la gente
buena".
En esta situación en mí ha podido más la solidaridad con la persona víctima de la situación, en clara inferioridad de poder. Podía sentir la rabia contenida del conductor ante la injusta situación. Su impotencia, su búsqueda casi infructuosa de apoyo, su decepción ante el silencio… ¿Quién nos asegura que un día no vamos a ser las víctimas en una situación así? Siempre es bueno recordar la regla de oro: “Haz a los demás lo que quieras que te hagan” / “No hagas a los demás lo que no quieres que te hagan”.