Cuando en junio del año pasado empecé la andadura de este blog lo hice con una entrada que llevaba por título Efecto Pigmalión. Ya entonces decía que volvería sobre el tema ya que me apasiona y soy una firme creyente del mismo. El propio título del blog,"Querer es poder. Creer es crear", es un reflejo de esta idea. [A quien quiera leer más sobre las profecías que se autocumplen le animo a leer el artículo Pigmalión en la gerencia]. Vuelvo hoy sobre el tema para contar una experiencia personal, que más bien son dos que se entrecruzan.
Por si alguien no lo sabe mi docencia de grado de los últimos años ha estado centrada en la Ética profesional. Me imagino alguno de los pensamientos/comentarios: "¿eso existe?"; "¿es posible la ética en el ámbito profesional?"; "los negocios son los negocios"; "la ética ¿no está reservada al ámbito personal?"... Llevo suficientes años impartiendo clase en este área como para no sorprenderme por ningún comentario... Bueno, para no faltar a la verdad, todavía soy lo suficientemente ingenua como para sorprenderme con alguno... Afortunadamente, me apasiona lo que hago y creo firmemente en lo que transmito...
Uno de los temas que trabajo en mi asignatura es el de la de profesión y la ética de las profesiones. Al comenzar este tema siempre empiezo haciendo un ejercicio para distinguir entre profesión y trabajo y los matices que rodean uno y otro concepto. Una de las cuestiones que siempre aparece es el de la vocación. ¿La profesión tiene que ver con la vocación? ¿Es exigible la vocación en el ejercicio profesional? Ante este debate me gusta mucho la postura de González Vila (2000) que argumenta que la profesionalidad es exigible pero no así la vocación y que concluye su artículo diciendo: "La profesionalidad constituye un bien en sí y una exigencia moral. No contrapongamos profesionalidad y vocación. Exijamos, exijámonos profesionalidad, e inyectemos, a la vez, sentido vocacional en nuestras tareas, desde motivaciones alimentadas por el amor" (p.53). No se ejerce igual cuando se hace desde la vocación, no se disfruta lo mismo, y eso es algo que la persona destinataria también distingue. Me gusta hablar de la profesión como vocación de servicio. Nunca debemos olvidar que no ejercemos la profesión en el vacío, sino que siempre está al servicio de las personas, de la comunidad, de la sociedad.
He hablado de la primera experiencia. La segunda es de mi vida personal. Mi hijo mayor, Xabier, es uno de esos alumnos que pueden ser, sé de lo que hablo, incómodos en el aula. Demasiado espontáneo, participativo en exceso, muy movido, hablador a destiempo... Encantador a veces, tremendamente impulsivo otras... Con esta descripción se puede uno imaginar que a menudo recibo llamadas del colegio porque su comportamiento no es el adecuado en un aula, aunque por otro lado, es 'de libro' en un adolescente. Recientemente recibí una llamada que a ninguna madre agrada. Mi hijo se había pegado en clase con un compañero. Un ataque de testosterona por ambas partes les había llevado a las manos. El tutor me llamó para comentármelo y decirme que al día siguiente decidirían en la reunión de tutores cuál sería la sanción, que podría ser entre tres y veinte días de expulsión, al tratarse de una falta grave. No daba crédito... Es lo último que una espera de su hijo. Yo lo único que quiero es que sean buenas personas y sean felices... Le comenté al tutor si no podían buscar una sanción que fuera educativa tipo: ir a clase con los pequeños, cuidar el comedor, limpiar el patio... Quedarse en casa a esa edad es un 'premio'. El tutor me dijo que él opinaba igual y que vería lo que se podía hacer. Al final convenció al equipo y la sanción consistió en que los dos implicados y el propio tutor asistieron al Primer encuentro de la red de jóvenes por la solidaridad organizado por Alboan. Xabier, a priori, no estaba muy animado para acudir pero a la vuelta su comentario, que no es poco, fue "mejor de lo que esperaba".
Da gusto encontrarse con profesionales de la educación con vocación de servicio y que ejercen, igual sin saberlo, el Efecto Pigmalión. ¡Gracias Roberto por creer en Xabier y por ver en él no lo que es sino lo que puede llegar a ser!
- González Vila, Teófilo (2000): “Vocación, profesión y Profesionalidad”. Acontecimiento: órgano de expresión del Instituto Emmanuel Mounier, n. 54, , pp. 49-53. Disponible en http://www.mounier.es/revista/pdfs/054049053.pdf [Consulta 03.04.2014]