[Entrada
publicada originalmente el 11.05.2010 en el Blog de Inteligencia Emocional de
EITB, desaparecido el 01.07.2024]
En estas líneas voy a compartir las enseñanzas que me llevé de la conferencia titulada “Inteligencia espiritual para un mundo nuevo”, impartida por Francesc Torralba el día 17 de febrero de 2010, enmarcada dentro del ciclo “¿Hacia una nueva era?” del Forum Deusto. El profesor Torralba es doctor tanto en Filosofía como en Teología; autor de numerosas publicaciones; actualmente es el director de la Cátedra Ethos de Ética Aplicada de la Universitat Ramon Llull. Inteligencia espiritual (Barcelona: Plataforma, 2010) es el título de su último libro.
¿Qué es la inteligencia espiritual? Howard Gardner al hablar de inteligencias múltiples (lingüística, lógico-matemática, espacial y visual, corporal-kinestésica, musical, interpersonal, intrapersonal, y naturalista) amplió el concepto tradicional de inteligencia. No basta con decir que alguien es inteligente, hay que matizar para qué es inteligente. Posteriormente Daniel Goleman popularizó, con gran eco incluso en el sistema educativo, el concepto de inteligencia emocional entendida como la capacidad de identificar emociones, expresarlas y canalizarlas (sobre todo las negativas, como pueden ser los celos o el rencor) de modo que no nos dañemos a nosotros mismos o a otros. A principios del s.XXI Zohar y Marshall introducen el concepto inteligencia espiritual (con gran repercusión en el ámbito anglosajón, centroeuropeo, EE.UU. y Canadá) para referirse a la capacidad que tiene el ser humano de elaborar un tipo de preguntas que tienen que ver con el sentido último de la existencia y que no se explican con las otras inteligencias. Hay que matizar que estamos hablando de trascendencia, que no hay que identificarlo con una adscripción religiosa, con la pertenencia a un credo concreto. Además, esta necesidad universal que se puede canalizar de diferentes formas, permanece latente y sólo se desarrolla por interacción. Se puede hacer un símil con la capacidad lingüística. Aprendemos la lengua materna por mímesis. Empieza a articularse dependiendo de estímulos externos. Aprendemos a hablar porque tenemos capacidad para ello y porque nos han animado y estimulado a hacerlo. Por mucho que nuestra madre hubiera hablado a una piedra ésta nunca hablaría. También hay que indicar que este tipo de inteligencia no va asociado necesario a la instrucción; no es propio ni exclusivo de élites.
¿Cuáles son los poderes de la inteligencia espiritual? El profesor Torralba destacó cuatro. 1) La búsqueda del sentido. El ser humano quiere vivir una vida con sentido, con significado. Forma parte de la condición humana hacerse preguntas del tipo: ¿Qué hacemos aquí? ¿Para qué estamos? ¿Qué podemos esperar?; lo que no significa que tengamos respuesta o que sólo haya una. 2) La capacidad de distanciamiento. La inteligencia espiritual permite tomar distancia de la realidad (separarse sin separarse físicamente) para la crítica, para los actos libres, para el humor. El ser humano, a diferencia del animal que está atrapado en el medio, es capaz de tener un mundo propio. 3) El asombro. La experiencia de maravillarse, de pasmarse ante la realidad es propiamente humana, y puede ser provocada por la naturaleza, el arte, una composición musical, un rostro, etc. 4) El sentido de pertenencia al Todo. La autonomía personal está sacralizada. La persona espiritualmente inteligente capta aquello que está por encima de particularidades y singularidades; tiene la capacidad de sentirse uno con el gran Todo; lo que contribuye a desarrollar relaciones más armónicas. Los grandes maestros destacan por esto.
¿Cómo se cultiva la inteligencia espiritual? El profesor Torralba subrayó cuatro vías. 1) La práctica asidua de la soledad. La soledad buscada es un ámbito fundamental para plantearse preguntas; ahí es donde uno se tutea a sí mismo; donde se plantean temas como la vocación, la llamada, el proyecto de vida. El problema es que a veces genera sensación de vértigo (“¿qué hago yo aquí?”). 2) El ejercicio del filosofar, del pensar y dar que pensar. Cuando uno filosofa surgen los interrogantes, el asombro, una comprensión más profunda de las cosas, la conexión con uno mismo, etc. 3) Lo espiritual en el arte. Hay música que transporta, que por unos instantes te lleva muy lejos, te separa del mundo. Lo mismo ocurre con la contemplación a fondo de cualquier manifestación del arte; da qué pensar; no te deja en un estado neutro, te hace trascender. 4) La experiencia de fragilidad. Una situación crítica, la enfermedad, el envejecimiento, la muerte cercana despiertan la pregunta por el sentido, activan la inteligencia espiritual que no tiene por qué ser confesional.
¿Cuáles son los beneficios de la inteligencia espiritual? El profesor Torralba resaltó tres. 1) Profundidad en la mirada, frente al lamento muy extendido de la banalidad y la superficialidad; de la cultura de “usar y tirar”; del “zapping”, del salto continuo de un estímulo a otro porque la repetición aburre. 2) La autodeterminación, que tiene que ver con pensarse, con hacer de la vida un proyecto; y que exige esfuerzo, audacia de ir contracorriente, y la capacidad de relativizar el influjo ajeno. 3) La calidad de las relaciones. “Sólo se ve bien con el corazón; Lo esencial es invisible a los ojos” (Saint-Exupéry). La inteligencia espiritual tiene reflejo en las relaciones sociales. Ayuda a superar la mirada centrada en lo externo; busca lo esencial en las relaciones; se refleja en la conversaciones, se expresa en palabras; supera los tópicos y las habladurías.
¿Y qué ocurre cuando la inteligencia espiritual está atrofiada? Quizá la consecuencia más grave es el vacío existencial, la carencia de sentido, que puede derivar en vandalismo, violencia, formas inadecuadas de evasión, conductas autodestructivas, adicciones, etc. Los grandes creadores y los grandes maestros son personas con una intensa vida espiritual que se refleja en las obras. Lo que dejamos a las generaciones futuras tiene que ver con el cultivo de la inteligencia espiritual.
Acabaré con el comentario que el profesor Torralba hizo ante una pregunta. En su opinión, el gran error del sistema educativo, y no es sólo propio de nuestro contexto, es que considera que el ser humano es tridimensional: es bio, es psico (aspectos mentales y emocionales) y es social ¿Y la dimensión espiritual?
¿Y usted qué opina?
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