lunes, 15 de julio de 2024

Un deber de gratitud: en memoria de Dionisio Aranzadi, s.j.

[Entrada publicada originalmente el 17.07.2008 en el Blog de Inteligencia Emocional de EITB, desaparecido el 01.07.2024]

Dice el refrán que “es de bien nacidos ser agradecidos”. Cuando todavía corren por mi ser las lágrimas por el amigo, ‘padre’, mentor... que se ha ido, emocionalmente siento la necesidad de compartir todo lo que de él he recibido y aprendido.

Conocí a Dionisio cuando estaba en el último año de carrera porque me dio clase de Ética empresarial (estudié Empresariales en la ESTE, Universidad de Deusto, San Sebastián). Desde entonces surgió una amistad que ha ido creciendo y consolidándose con los años y la vida compartida. Gracias a Dionisio descubrí y comencé el camino que me ha conducido a donde hoy estoy. Él me ‘inoculó’ el virus de la ética y el liderazgo, dos de los temas que le apasionaban y que yo he hecho míos.

Con su ejemplo he aprendido en primera persona la fuerza del Efecto Pigmalión, profecías que se autocumplen, y que es un pilar fundamental del liderazgo. Las personas reaccionamos según cómo los demás nos tratan y según lo que esperan de nosotros. Y funciona tanto en positivo como en negativo. Si recibimos mensajes de aliento: “Tú puedes con eso”, “Espero mucho de ti”... hacemos todo lo posible para no defraudar dichas expectativas e incluso superarlas. Pero eso también ocurre en sentido contrario. Si los mensajes que recibimos son del tipo: “Eres un desastre”, “No vas a llegar a ningún sitio”, “Qué calamidad” también, normalmente, actuamos de manera que el otro vea cumplidas sus expectativas (aunque también hay casos en los que mensajes de ese tipo sirven de revulsivo para sacar lo mejor de uno). Somos muchas las personas que hemos encontrado en Dionisio a nuestro mentor, a quienes nos ha dado una oportunidad, con quienes ha compartido su conocimiento, a quienes nos ha acompañado en el inicio de nuestra vida profesional y que hemos recibido de él esos mensajes que nos han hecho dar lo mejor de nosotras mismas. Hay un lema de Virgilio que hemos utilizado en más de una ocasión y que encarna lo que el efecto Pigmalión representa: “Possunt quia posse videntur” (Pueden porque creen que pueden). Dionisio nos ha hecho confiar en que podemos. 

De él también he aprendido la importancia de gestionar las emociones. En tantos momentos difíciles en los que acudí a él pidiéndole consejo me hacía ver que hay situaciones que no podía cambiar pero que sí podía cambiar lo que yo pensaba sobre las mismas, que mi actitud era fundamental y eso sí podía controlar.

Y por destacar una última lección (a sabiendas de que ha habido muchas más), gracias a él he comprendido el auténtico significado del lema “el valor es la persona”. Las personas son las que poseen el conocimiento, la experiencia, la creatividad, son, en definitiva, quienes hacen que las organizaciones avancen e innoven y por eso hay que respetarlas y cuidarlas.

Gracias por todo y hasta la vista.



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