martes, 16 de julio de 2024

Acompañar en la muerte de un hijo


[Entrada publicada originalmente el 19.11.2008 en el Blog de Inteligencia Emocional de EITB, desaparecido el 01.07.2024]

Estoy viviendo una de las experiencias más duras que recuerdo pero que no me dejará una mala huella, es más, la siento como un regalo.

Xabat nació hace poco más de seis meses, junto con su melliza Aintzira. Sus padres, Iñaki y Nerea, son unos buenos amigos míos. Xabat nació con una cardiopatía congénita. Sus padres únicamente se lo dijeron a sus respectivos padres y hermanos. Los demás sólo veíamos que Xabat tenía una manita con tres dedos nada más, que lloraba mucho, que estaba siempre en brazos de sus padres, que le costaba comer... No podíamos sospechar todo lo que había detrás. En más de una ocasión sus padres han oído cosas como: “le vais a malcriar teniéndole todo el rato en brazos” ante las que no cabía otra cosa que un suspiro y un pensamiento: “si tú supieras...”.

El día 11, martes, antes de que Xabat ingresara estuve con él y sus padres. Son de fuera y les había ofrecido mi casa. Sabíamos que existían riesgos, pero todo era esperanza, planes para cuando se recuperara, alivio porque iba a mejorar mucho, “será otro niño” les habían dicho...

El miércoles fue un día duro. "La intervención es un éxito en el 95% de las ocasiones" les comentó el cirujano. La operación fue larga, pero salió bien a pesar de algunas complicaciones. La madre me llamó emocionada e ilusionada, al igual que hizo con toda la familia que estaba viviendo la situación en la distancia. Pero en unas horas el estado de Xabat se complicó. Le tuvieron que volver a intervenir. Y esos padres estaban solos, con la única compañía de mi cuñado que es médico, en la UCIP viendo entrar y salir gente, prisas, gestos de preocupación, palabras extrañas, papeles que firmar... Y todo el día sin poder ver a su hijo hasta las 22.00. Cuando les fui a buscar para venir a casa ninguno de los tres teníamos palabras, compartíamos lágrimas y queríamos creer que las horas que llevaba estable eran un buen síntoma. Pasamos la noche pendientes del teléfono. Fue eterna. Si sonaba sabíamos lo que significaba...

El jueves por la mañana la situación se agravó y a las 15.15 murió. Cuando recibí la temida llamada de Nerea no sabía qué hacer ni qué decir. Cuando llegué al hospital estaban ellos solos con mi cuñado el médico en una sala. Las lágrimas y los abrazos es lo único que me salía. Ellos estaban perplejos y desconsolados. Yo tenía un batiburrillo de emociones y pensamientos: rabia porque es antinatural que se muera un hijo antes que un padre, porque parece injusto que se muera un niño tan pequeño; tristeza por Xabat, por sus padres, por sus hermanos; dolor, porque como madre me cuesta imaginar que pueda haber un dolor más intenso que el de la pérdida de un hijo; desconcierto porque parecía que en el hospital a nadie le importaban ya esos padres... No podía dejar de pensar tampoco en todo el personal sanitario. Por un lado parecen estar al margen del sufrimiento personal de la familia, pero por otro lado no tienen otro remedio que no implicarse demasiado porque no sería soportable tanto dolor, tantas personas con historias difíciles, tanta cercanía a la muerte.

Y ahora sólo cabe acompañar a esa familia en el duelo, recorrer con ellos el difícil camino de la aceptación de la situación y el de la recuperación de la ilusión.

Siempre veré tu última sonrisa... Hasta la vista Xabat. Gracias Iñaki y Nerea por dejarme estar con vosotros en estos momentos.


DECÁLOGO PARA EL ACOMPAÑANTE

[Adaptado de PANGRAZZI. Arnaldo (2004): La pérdida de un ser querido. Un viaje dentro de la vida. San Pablo: Madrid] 

1.     Familiarizarse con el proceso de duelo

El miedo obstaculiza el crecimiento humano porque nos lleva a evitar situaciones que ponen de manifiesto nuestra desazón y vulnerabilidad. La superación va ligada a la disposición a acercarse al dolor y familiarizarse con el proceso de duelo.

2.     Evitar frase hechas

La incomodidad ente el duelo ajeno nos puede llevar a recurrir a expresiones tópicas que no ayudan y pueden herir o desconcertar [“Mejor así”, “Trata de olvidar”, “Dios lo ha querido”...]

3.     Dar lugar a los desahogos

La persona en duelo lo que más necesita son amigos comprensivos que sepan dar lugar al que sufre, que no busquen ser protagonistas y que escuchen.

4.     Valorar la presencia

La presencia es don, incluso en el silencio. Muestra cercanía cuando faltan las palabras.

5.     Mantener los contactos

Muchas veces una vez pasado el funeral se acaba la solidaridad. En las semanas siguientes es cuando más se agudiza el vacío y cuando más necesidad hay de apoyo y de proximidad humana.

6.     Cultivar los recuerdos

Recordar a la persona amada es un consuelo para los supervivientes, da significado a su relación, a su dolor, es terapéutico.

7.     Estimular a elegir

Toda elección es un progreso. El que ayuda a elegir permite al misterio de la vida que siga desvelándose.

8.     Respetar la diversidad de reacciones

El duelo es una experiencia universal pero que se vive de modo muy personal. Las reacciones ante él son múltiples. Un acompañamiento eficaz requiere respetar dos condiciones básicas: 1) cada cual recorre su camino para la aceptación; 2) cada uno marcha a su velocidad.

9.     Ser símbolos de esperanza

Ser símbolo de esperanza supone ayudar a quien está de luto a desasirse progresivamente de los apegos del pasado para mirar hacia el futuro.

10.  Movilizar los recursos comunitarios

La responsabilidad de asistir a quien está de duelo no debe recaer sólo en los familiares o amigos, debe implicar a todo el tejido comunitario.

No hay comentarios:

Publicar un comentario