[Entrada publicada
originalmente el 25.03.2009 en el Blog de Inteligencia Emocional de EITB,
desaparecido el 01.07.2024]
“Navegar sin naufragar por el
mundo de las emociones requiere una brújula. Porque no basta con amar: hay que
amar de forma incondicional. No basta con escuchar: hay que escuchar
atentamente. No basta con llorar: hay que aprender a superar el dolor. No basta
con intentar resolver los problemas de quienes amamos: hay que ayudarles a
responsabilizarse y a sobreponerse a los obstáculos” (p. 15)
“Todos los comportamientos no
son aceptables, pero todas las emociones y los deseos lo son” (p.41)
Punset,
Elsa (2008): Brújula para navegantes emocionales. Madrid: Aguilar
En estas líneas voy a compartir algunos de los aprendizajes que he obtenido de la lectura del libro de Elsa Punset, que me parecen básicos para la educación en el ámbito familiar.
Construir
un hogar exige mucho más que los ladrillos, telas, materiales y muebles que
tanto tiempo dedicamos a escoger. La clave del éxito de un hogar está en
construir con buenos ladrillos emocionales, que nunca son fruto del azar y que no
siempre conocemos ni manejamos.
En la adolescencia te pasas mucho tiempo diciendo que tal y tal cosa nunca las harás cuando tengas tu casa y tu familia. Y cuando llega el momento te ves repitiendo una y otra vez aquellas conductas que tanto rechazabas, junto con otras que veías como positivas. Hemos heredado patrones emocionales de nuestros progenitores, que tenían su sentido y explicación en unas circunstancias y en unas personas que no somos nosotros. Debemos “aprender a desaprender” dichos patrones y es posible porque, como demuestra la ciencia, la plasticidad del cerebro es muy grande. De esta manera podemos recuperar nuestra propia brújula emocional. Y lo podemos hacer a cualquier edad.
Una base esencial para las relaciones humanas, y más en el caso de adultos-niños, es la autenticidad por dos razones fundamentales:
- Porque ellos perciben a los demás de forma directa e intuitiva, ya que todavía no han aprendido a comunicarse desde el disimulo y la desconfianza.
- Porque aprenden por imitación, consciente o inconsciente. Siempre me han hecho mucha gracia frases como: “cuando seas padre comerás huevos” o “haz lo que digo, no lo que hago”.
En la familia debemos educar en la solidaridad, tanto hacia dentro como hacia fuera de la misma. Los niños necesitan saber que los adultos se preocupan por ellos y por lo demás, y esto es algo que también se aprende por el ejemplo. Yo tengo grabado a fuego cientos de gestos que he visto en mi casa, ayudas desinteresadas y no siempre correspondidas.
Y siempre debemos tener presentes los obstáculos que dificultan la convivencia y la educación y cuyos efectos pueden ser muy dañinos y duraderos. A veces tenemos expectativas sobre el otro que no nos dejan ver quién es en realidad. También debemos tener cuidado de no humillar con burlas o comentarios aparentemente inofensivos. Debemos evitar las etiquetas, tanto negativas (“es que es muy torpe“) como las supuestamente positivas (“es siempre tan formal“), ya que dan una imagen rígida de la persona. Las comparaciones siempre son negativas y perjudiciales. ¡Cuántas veces comparamos a un hijo con otro, o con un primo, o con un compañero…! Y tampoco podemos olvidar que las críticas constantes debilitan el esfuerzo de las personas. El esfuerzo merece respeto y apoyo.
Teniendo en cuenta lo mencionado anteriormente podremos construir desde una base sólida unas relaciones sanas y de apoyo y crecimiento.
¿Y usted cómo construye su hogar?
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