[Entrada publicada originalmente el 08.03.2009 en
el Blog de Inteligencia Emocional de EITB, desaparecido el 01.07.2024]
El lema de la campaña de Emakunde para el Día Internacional de las mujeres de 2009 reza: “Mujeres en huelga”. El cartel es impactante y gráfico. Muestra la que sería la realidad de muchos hogares si las mujeres estuvieran en huelga: neveras tristes y vacías. Y supongo que si se viera el resto de la casa seguramente habría ropa tirada, camas sin hacer... desorden generalizado. A mí me suele hacer mucha gracia cuando en las encuestas te preguntan: “¿es usted el cabeza de familia?”. A lo que yo siempre respondo: “¿Qué entiendes por cabeza de familia? ¿Quién más dinero gana? ¿Quien lleva la intendencia de la familia? ¿Quien toma las decisiones importantes? ¿Quien más tiempo dedica a la familia y al hogar?...”
El cartel también aporta un dato que es llamativo, aunque estemos acostumbrados a él: “El 75% de las tareas domésticas y de cuidado es realizado por las mujeres”. La mayoría de las estrategias de conciliación son estrategias privadas y a cargo de las mujeres [véase Emakunde, 2007] y hay que repetirlo hasta que, ojalá, no sea necesario.
Al leer la interpelación “¿Qué pasaría si las mujeres hicieran huelga? Entra y danos tu visión” lo primero que me ha venido a la cabeza es mi madre. Mi madre representa a una generación bastante olvidada y no suficientemente valorada ni en el ámbito social ni en el familiar. Pertenece a esa generación de mujeres que siempre ha estado cuidando de otros y que ha hecho del cuidar el sentido de su vida. Nació en una familia con muchos hijos e hijas en las que unos atendían a otros, todos aportaban al sostenimiento de la familia y la solidaridad era una cuestión de supervivencia. Cuando se casó pasó a encargarse de su marido y de sus hijas, y sin muchos de los “grandes inventos” de los que hoy gozamos: lavadora-secadora, pañales desechables, lavavajillas, ultracongeladores, teléfonos móviles, etc. Además, siempre tenía tiempo para ayudar a una vecina enferma, un familiar hospitalizado u otra madre “en apuros”.
Cuando nosotras ya empezábamos a valernos por nosotras misma, le tocó dedicarse a sus mayores, más o menos cercanos. Y cuando esa fase ya había terminado empezaron a llegar los nietos. ¿Qué hubiera sido de mí sin mi madre? Gracias a ella, y por justicia debo decir que también a mi padre enfermo, yo he podido desarrollarme profesionalmente, he podido trabajar fuera de casa y continuar formándome, y he podido elegir qué quiero hacer con mi vida (cosa que no sé si mi madre ha podido hacer). Y lo más sorprendente de todo es que ella vive con alegría poder disfrutar de sus nietos y verlos crecer. Sin malas caras, desbordando cariño y ternura.
Vaya aquí mi homenaje a ese pilar fundamental de nuestro entramado social que son las abuelas. Gracias ama, y gracias a todas las amamas que tanto cariño y atenciones dedican a las generaciones futuras.
¿Y tú qué crees que pasaría si las mujeres hicieran huelga?
Bibliografía:
- Emakunde (2007): Las consecuencias del cuidado. Las estrategias de conciliación en la vida cotidiana de las mujeres y los hombres en la CAPV en https://www.emakunde.euskadi.eus/contenidos/informacion/publicaciones_informes/es_emakunde/adjuntos/consecu_cuid_concil_es.pdf
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