[Entrada
publicada originalmente el 20.06.2008 en el Blog de Inteligencia Emocional de
EITB, desaparecido el 01.07.2024]
“Cada uno de nosotros posee su propio cubo. El cubo se llena o vacía permanentemente en función de lo que otros nos dicen o nos hacen. Cuando nuestro cubo está lleno, nos sentimos bastante bien; cuando está vacío, fatal.
Cada uno de nosotros dispone también de un cucharón. Cuando empleamos nuestro cucharón para llenar los cubos de los demás -siempre que hacemos o decimos algo que potencie sus emociones positivas- también estamos llenando nuestro propio cubo. Cuando utilizamos nuestro cucharón para vaciar los cubos de los demás -siempre que hacemos o decimos algo que merme sus emociones positivas- nos vaciamos nosotros mismos.
Igual que las copas llenas a rebosar, un cubo lleno nos proporciona una perspectiva positiva y energías renovadas. Cada gota del cubo nos fortalece y nos refuerza nuestro optimismo.
Sin embargo, un cubo vacío enturbia nuestra mirada, socava nuestra energía y debilita nuestra voluntad. Por eso, cuando alguien se dedica a vaciar nuestro cubo nos duele.
De esta manera cada día nos encontramos ante una disyuntiva: podemos llenar los cubos de los demás o podemos vaciarlos. Se trata de una elección fundamental, capaz de afectar profundamente nuestras relaciones, nuestra capacidad de trabajo, nuestra salud y nuestra felicidad”.
Acabo de leer Cómo potenciar tus emociones positivas ¿Está lleno tu cubo? [Rath, Tom y Clifton, Donald D.; Empresa Activa; Barcelona, 2008] y me ha cautivado esta sencilla teoría del cucharón y el cubo (p.15). Creo que todos tenemos experiencias que refrendan esta teoría.
Cómo cambia la actitud de una persona según los mensajes que recibe. Cuánto más fácil es cosechar amabilidad si uno la siembra. Creo que pocas cosas hay más irresistibles que una sonrisa. Yo lo tengo comprobado. Cuando le sonríes a alguien, casi siempre, recibes una sonrisa. Además, sonreír hace que tu actitud cambie. Cuando voy a dar una clase, a hablar con alguien que me resulta difícil o cuando hago una llamada telefónica me obligo a mí misma a sonreír. Esa actitud se transmite y la otra persona la capta, aunque no te vea. A veces, incluso sonrío por la calle a quien no conozco, al conductor que me deja pasar en el paso de cebra, a quien me sujeta una puerta, a los niños con los que me cruzo etc. ¡Quién sabe si esa es la única sonrisa que reciben en el día! Y aunque no lo sea, nunca recibimos demasiadas sonrisas ni demasiadas palabras amables.
Ayer mismo he tenido una experiencia muy agradable y mi cubo se ha llenado de forma importante. Mis hijos están a punto de acabar el curso y les he preparado a cada una de sus maestras una sencilla presentación de powerpoint con fotos de mis hijos y sus amigos en los distintos cursos en lo que les han dado clase, junto con un mensaje de agradecimiento. Ayer recibí un correo de una de ellas en la que me decía: “Con la sorpresa habéis conseguido emocionarme, me hace muchísima ilusión ver que os habéis molestado en prepararme una sorpresa, este tipo de detalles son los que hacen que vaya a trabajar con una sonrisa. Espero que de aquí en adelante todo os vaya genial, gracias de corazón”.
Una palabra, una gesto, una sonrisa, un mensaje son gotas que contribuyen a llenar tu cubo y el de los demás ¿A qué esperas para mandar tus gotas?
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