[Entrada publicada originalmente el 17.06.2009 en el Blog de Inteligencia Emocional de EITB, desaparecido el 01.07.2024]
“Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos”. Antoine de Saint-Exupéry, El principito
Hace unos días mandaba desde aquí un abrazo y todo mi apoyo [post Abrazo a un amigo] a un amigo que lo estaba pasando mal. Hoy ese abrazo y ese apoyo son para un amigo que se casa.
Alfonso significa mucho para mí. Fue mi alumno y con el tiempo se ha convertido en un buen amigo. Yo le suelo decir que es mi hermano pequeño (su hermano tiene mi edad...). Hemos compartido muchas cosas y experiencias. No sé si lo sabe pero admiro de él su gran generosidad y disponibilidad. Nunca olvidaré que cuando murió mi padre él se ofreció, y así lo hizo, a traer a mi hermana a Bilbao desde Pamplona... son cosas que sólo hacen los buenos amigos...
Pero no sólo se casa, que ya de por sí es una aventura, sino que en su caso coinciden varias decisiones de gran envergadura. Se casa con una mexicana, deja su trabajo, se va a vivir a Monterrey (México) y a su nueva familia se suman los dos hijos preadolescentes de su prometida, Betty. ¡Es un valiente!... y lo digo como hermana mayor, madre y esposa. Creo que es consciente de las dificultades que entrañan tantos cambios y de tanto calado, sabe que el camino no será fácil... pero es lo que ha elegido. Y lo ha hecho por amor y desde el amor. ¡Bonita tarea! ¡Gran responsabilidad!
Creo que a los que le queremos sólo nos queda decir que respetamos su decisión y estamos ahí, aunque haya un océano de por medio, para apoyarle y acompañarle en este camino. ¡Alfonso no estarás solo!
“De nuevo Almitra preguntó: ¿QUÉ PIENSAS DEL MATRIMONIO?
Y Almustafá contestó:
Juntos habéis nacido y seguiréis así para siempre,
Aun cuando las blancas alas de la muerte disipen vuestros días,
y juntos, también, en la memoria de Dios.
Mas permitid que haya espacios en vuestra unión, y dejad que los vientos dancen entre vosotros.
Amaos el uno al otro, más no hagáis del amor una prisión: Es preferible que sea un inquieto mar entre las playas de vuestras almas.
Llenad el uno al otro la copa, mas no bebáis de una sola. De vuestro pan convidaos, empero, no comáis de la misma hogaza.
Cantad y danzad juntos, y sed alegres, pero dejad que cada uno esté solo,
Como lo están las cuerdas de un laúd, a pesar de estremecerse con la misma música.
Ofreceos el corazón, pero que cada cual sea su fiel guardián, Porque únicamente la mano de la Vida puede contener vuestros corazones.
Y erguíos juntos, mas no muy próximos: Las columnas del templo se plantan firmes y separadas, y el encino y el ciprés no crecen uno a la sombra del otro”.
Khalil Gibran, El Profeta
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