domingo, 21 de julio de 2024

Inteligencia Ética

 [Entrada publicada originalmente el 08.04.2009 en el Blog de Inteligencia Emocional de EITB, desaparecido el 01.07.2024]

Voy a compartir algunas ideas y reflexiones surgidas a partir de la conferencia que tuvo lugar el 31 de marzo de 2009 en el Kursaal de San Sebastián, en la que José Antonio Marina, filósofo, y José Félix Martí Massó, Jefe de Neurología del Hospital Donostia dialogaron sobre “Inteligencia emocional e inteligencia ética”, en el marco de los “Diálogos de Ética, Humanismo y Ciencia”, promovidos por la Diputación de Gipuzkoa, Osakidetza y Caja Laboral.

El concepto de inteligencia ha evolucionado mucho. Hace no demasiado se consideraba mayor demostración de inteligencia el ser capaz de resolver ecuaciones diferenciales que el tener buenas relaciones afectivas, construir una sociedad justa u organizar una familia feliz. Según el profesor Marina la inteligencia tiene que ver con la capacidad de resolver problemas teóricos, aquellos que se resuelven cuando conozco la solución, pero tienen más que ver con resolver problemas prácticos, aquellos que se resuelven cuando los pongo en práctica y esto es lo realmente difícil ya que entran en juego los miedos, las dudas, las inseguridades, etc. Y contaba un ejemplo realmente ilustrativo. A mediados del siglo pasado en China tenían un grave problema con las ratas. A los dirigentes se les ocurrió una solución teórica que parecía buena. Si cada ciudadano mataba 2 ó 3 ratas podían acabar con el problema. A todo el que llevara un cadáver de rata se le gratificaría. ¿Qué ocurrió? Que los campesinos llegaron a la conclusión de que les resultaba más rentable criar ratas y luego matarlas que cultivar arroz. Los fracasos vienen por no ser capaces de resolver los problemas prácticos. Todos conocemos personas que dan resultados muy buenos en los test de inteligencia pero que no son capaces de desenvolverse con normalidad en su vida cotidiana o que tienen serias dificultades para relacionarse con los demás ¿Realmente son tan inteligentes?

Siempre existe la pregunta sobre si la inteligencia es congénita. Existen factores hereditarios que son decisivos pero también hay otros que son ambientales, como la educación, la motivación o los hábitos saludables (comida sana, práctica habitual de ejercicio físico, etc.).

Según el profesor Marina la inteligencia emocional se debe dar en un marco más amplio que es la Inteligencia ética, y esto me parece fundamental. La inteligencia emocional se caracteriza por:

  1. capacidad de identificar y comprender bien el sentimiento que tengo, muchas veces se ha confundido, por ejemplo, celos y amor;
  2. capacidad de gestionar, modular, regular la emoción y la conducta;
  3. capacidad de identificar y comprender bien los sentimientos de los demás;
  4. capacidad de interactuar con los sentimientos de los demás;
  5. capacidad de motivarme a mí mismo y desarrollo del autocontrol, fundamental en la educación y en la búsqueda de la felicidad.

Pero sólo con esto no basta. La empatía es fundamental para la convivencia, pero es un arma de doble filo, se puede usar muy mal (veamos, por ejemplo, a los grandes dictadores, los timadores o los agitadores sociales). Además no podemos pensar sólo en desarrollar sentimientos agradables y evitar los desagradables porque eso nos puede llevar al narcisismo o a la intolerancia a la frustración. Por todo esto debemos hablar de la inteligencia ética.

El profesor Marina señaló los tres puntos que considera claves en la evolución de la especie y que marcan la diferencia con otras especies con las que compartimos mucho de nuestro mapa genético:

  • Momento en el que la especie es capaz de utilizar la función simbólica, cuando nos servimos de algo presente para utilizarlo cuando está ausente. Recordemos el caso de Anne Sullivan con Hellen Keller, que se quedó ciega y sorda a los 19 meses de edad.
  • Capacidad de controlar nuestra atención y nuestro comportamiento. Todos tenemos una atención automática, esa que se despierta cuando, por ejemplo, oímos un ruido fuerte e inesperado; pero somos capaces también de dirigirla a lo que queremos, por ejemplo el niño que es capaz de seguir las instrucciones de la profesora aunque no le interesen demasiado. Esta capacidad está muy determinada por el lenguaje. Todos nos hablamos a nosotros mismos constantemente. Nos preguntamos y nos respondemos, nos damos órdenes. Esto se debe a que hemos aprendido a manejar nuestro cerebro a través del lenguaje.
  • Cuando la especie hace el gran proyecto de “no quiero ser un animal listo, quiero ser una animal digno”. En la naturaleza impera la “ley del más fuerte”. Sin embargo, los humanos somos capaces de diseñar modos de vida nobles (aunque también podemos ser los seres más crueles). Reconocemos que todos los seres humanos, por el hecho de pertenecer a la especie y no por ser inteligentes, somos valiosos, tenemos un valor intrínseco.

El ser buenos, la inteligencia ética, el hacer un uso adecuado de nuestra inteligencia nos hace más felices. Este fue para mí el gran argumento del diálogo. La inteligencia nos debe ayudar a solucionar los problemas prácticos con los que nos encontramos y a hacerlo, además, no perdiendo de vista la dignidad, el valor intrínseco, de todo ser humano. Este es el camino para la felicidad.

Al final de la conferencia el profesor Marina habló sobre la Universidad de Padres, “iniciativa de la sociedad civil, liderada por Movilización Educativa, sin ninguna relación religiosa o política, y financiada por personas e instituciones privadas”. En la página web hay foros adaptados a las distintas edades. Me quedo con el lema de Movilización Educativa, “Para educar a un niño, hace falta la tribu entera”. La educación es un esfuerzo de muchos agentes que deben remar en la misma dirección para llegar a buen puerto. El problema que tenemos padres y madres es que nuestro hijos e hijas no vienen con manual de instrucciones y no siempre contamos con los recursos necesarios para educarlos bien. Este es un tema que lo dejo para otro post.

¿Está usted de acuerdo con que la inteligencia ética nos hace más felices?

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