El pasado 23 de marzo participé en GazteUp 2021, Jornada de Empleo y
Juventud, organizada por El Correo y Deusto Alumni con una charla que lleva por
título el de esta entrada, y que voy a resumir aquí. Mi punto de partida era invertir
un mensaje que nuestros y nuestras jóvenes suelen recibir habitualmente: “tienes
que estudiar algo que tenga salidas”. Lo
importante es pararse, mirar hacia dentro y escucharse.
Hay una pregunta que suelo hacer a mi alumnado de primero el primer día de clase de la asignatura: ¿Qué harías si el dinero no importara? La respuesta más frecuente, hay que tener en cuenta que es alumnado del Grado de Turismo, es viajar. Hay un vídeo muy sugerente con una locución de Alan Watts, filósofo británico conocido por popularizar y ‘traducir’ las filosofías orientales a nuestro contexto, en el que explica cómo suele lanzar esa pregunta. En el vídeo hay un mensaje que me parece muy importante: “Si dices que ganar dinero es lo más importante pasarás tu vida malgastando tu tiempo. Estarás haciendo cosas que no te gustan para seguir con una vida que consiste en hacer cosas que no te gustan. Lo que es estúpido. Es mejor tener una vida corta llena de cosas que te gusta hacer que una larga vida vivida de forma miserable. Si haces lo que realmente te gusta, no importa lo que sea, quizá puedas llegar a ser un maestro en eso”.
El 15 enero 2009 un Airbus A320 amerizó
en el río Hudson. Las imágenes dieron la vuelta al mundo, incluso hay una
película sobre el hecho (Sully).
Ric Elias iba en la primera fila de ese vuelo y en una charla TED cuenta 3 cosas que aprendí mientras mi avión se estrellaba. La primera de ellas es
que “Todo cambia en un instante”. Este es un hecho del que muchas veces no
somos conscientes hasta que nos azota la enfermedad, la muerte o una
catástrofe. No tenemos más que ver cómo cambió nuestra vida el 14 de marzo de
2020 cuando se decretó el estado de alarma en España. La segunda: “Hay que
eliminar la energía negativa de la vida y elegir ser feliz”. En ese momento en
el que todo cambia solemos caer en la cuenta de la cantidad de lastre que arrastramos
en nuestra vida: actividades y personas que no aportan e incluso que restan.
Día a día hay que elegir ser felices (a veces nos empeñamos en lo contrario). Y
la tercera: “Mi principal objetivo en la vida es ser un gran padre”. Este era
el sentido de Rick Elias. Cada uno tiene
que encontrar su sentido. Y nunca es tarde para hacerlo. Las prioridades se
pueden cambiar. Es cuestión de conectar con nuestro Para qué.
Hace unos años Mihály Csíkszentmihályi, una de las figuras relevantes de la psicología positiva, escribió Fluir (Flow): Una psicología de la felicidad (ver resumen aquí). “Flow o flujo es el estado mental en que la gente está tan absorta en la actividad que está haciendo que olvida todo lo demás. La experiencia en sí misma es tan gratificante que, aunque cueste un gran esfuerzo completarla, la haremos sin cuestionarlo”. Estamos en Flow cuando estamos tan absortos con la actividad que no queremos parar, que se nos va la noción del tiempo. Sabemos que estamos realizando un trabajo que nos llena y nos aporta cuando sentimos ese Flow, cuando no estamos pendientes de cumplir el horario. De no ser así, el trabajo puede acabar siendo como una pesada losa que llevamos a rastras. No es lo mismo que tu trabajo te eleve o que te hunda.
Hay un concepto japonés que es muy sugerente, Ikigai. Es tu razón de ser, lo que hace que tenga sentido levantarse cada mañana. Se da en ese punto en el que confluyen lo que amas, en lo que eres bueno, lo que necesita el mundo y por lo que te pueden pagar. Yo tengo la suerte de haber encontrado mi Ikigai. Cada mañana me repito a mí misma lo grande que es mi misión como docente, contribuyo a la formación integral de hombres y mujeres que en breve ejercerán su profesión.
En
todo este proceso es muy importante desarrollar nuestra inteligencia emocional que supone identificar (ser capaces de poner nombre, etiqueta), comprender (entender cómo funcionan las
emociones, qué efectos tienen), usar
(adoptar el estado de ánimo adecuado) y regular
(o gestionar; durante mucho tiempo la llamada ha sido a reprimir las emociones,
pero eso es una mala gestión de las mismas; se trata de interpretar y utilizar
la información que nos dan) tanto en uno
mismo como en los demás. De las cuatro habilidades la más difícil es la de
regular. Aunque en la medida que se identifica y se comprende, eso ayuda a regular.
En el ámbito de la gestión y la dirección
se suele distinguir entre hardskills (habilidades, conocimientos
y cualificaciones aprendidas y certificables) y softskills (rasgos de
personalidad, habilidades personales e interpersonales). En un interesante
artículo Josh Bersin señala que tenemos que dejar de hablar de softskills (habilidades blandas) porque esas son las powerskills (las habilidades que dan
poder). Optimismo, curiosidad, tenacidad, flexibilidad, integridad,
generosidad, alegría, amabilidad, etc. son habilidades complejas, que lleva
tiempo desarrollar y son las que marcan la diferencia en el ámbito laboral.
A
lo largo de esta entrada nos han acompañado unos dibujos. En este vemos la persona
detrás de ellos, Miryam Artola.
Ella se define como “Visual Practitioner& Facilitadora Visual”. Es la fundadora
y CEO de Muxote Potolo Bat SL, que cada
día regala un dibumensaje en las redes sociales. Miryam es un buen exponente de
lo que supone hacer de tu vocación tu profesión. Hace unos años dejó su trabajo
en una ONG para llevar adelante su Ikigai. Como ella dice en su página web: “A
base de rotulador, mucha, mucha Vida y una amplia paleta de colores nació
Muxote. Las dos somos yo y yo somos las dos… con alguna trampa, y algún trocito
de cartón”.
Para
terminar, me gustaría lanzar una invitación, otra pregunta, para mí misma y
para los demás ¿Y si trabajas todos los días… para transformar el mundo? Y todo
ello empezando por transformarte a ti mismo, a ti misma.