A veces la vida se te complica en un instante (había pensado
titular así esta entrada) y lo importante es tomar la decisión de no dejar que
la situación te robe la paz. Además, también hay providencias que te hacen recuperar
la sonrisa y te dan energía para continuar.
El domingo por la noche recibimos la llamada de que mi tía Montse,
hermana de mi aita, se había caído y le bajaban al Hospital de Basurto en
ambulancia. Ella vive sola en un pueblo de Burgos. Tiene 77 años, se quedó
viuda hace 12 años y no tiene hijos. El lunes le operaron para ponerle una
placa y unos tornillos y ayer le dieron el alta. Se va a quedar en mi casa el
tiempo necesario para que se pueda desenvolver bien.
Ayer el día fue una locura. Vine a la universidad. Salí un momento
para comprarle un pantalón de pata ancha. Di dos horas de clase. Fui corriendo al
hospital para ayudarle a vestirse y montarnos en el coche (mi hijo Xabi había
venido a recogernos). Ahí empezó la parte que ahora me parece chirene, pero
ayer me causó mucha alteración.
Al llegar a casa nos encontramos con algunos obstáculos difíciles
de superar. Y más estando bajo la curiosa mirada de tres mujeres que estaban
haciendo un alto en su jornada laboral. Mi tía no sabía utilizar las muletas y
se sentía muy insegura. Xabi y yo tampoco sabíamos qué hacer porque no quería
que le agarráramos para no hacerle daño. El primer obstáculo fue salvar la
acera. Ahí se quedó paralizada. Me acordé que en el maletero llevamos una silla
plegable de camping de Ander (lo que habré despotricado por llevarla). La
saqué, se sentó y con la ayuda de las tres mujeres que habían estado observando
la escena (por cierto, digna de convertirse en un éxito de Instagram o TikTok)
conseguimos entrar en el portal llevándola “a la silla de la reina”.
Agradecimos la ayuda prestada y Xabi y yo seguimos llevándola en la silla.
Llegó el siguiente obstáculo importante, los 7-8 escalones justo antes del
ascensor. Era desolador, no podíamos seguir llevándola en la silla entre los
dos. Todavía no me explico muy bien cómo, ella dijo que subía los escalones a
gatas… y lo hizo. En el rellano volvimos a sentarla en la silla, subimos en el
ascensor y llegamos hasta la puerta. Todavía nos quedaba llegar hasta el sillón
de la sala. En ese momento me vino muy bien el truco de desplazar cosas pesadas
con una alfombra.
Después llevé a Xabi a casa de sus aitites en coche, preparé la
comida, participé en el Claustro de Facultad y me fui a hacer unos recados.
Nunca me imaginé lo importante que puede ser para alguien una máscara de
pestañas, un perfilador y una sombra de ojos… (“Cariño, por favor, tráeme estas
cosas porque si me veo fea me voy a deprimir”).
Todavía faltaba un último obstáculo. Quien me iba a prestar una
silla de ruedas me dijo que me la traería a casa, pero se le complicó la tarde
y tuve que salir corriendo en coche para ir a recogerla… Afortunadamente, la
silla es muy ligera y lo suficientemente estrecha para poder moverla por casa y
atravesar las puertas. Qué bien nos hubiera venido por la mañana… Una gran
providencia disponer de esta silla…
Otra gran providencia me ha llegado esta mañana. Después de los
vaivenes de ayer hoy mis fuerzas no estaban al cien por cien. He recibido un
correo que me ha hecho cambiar la mirada. Una amiga me regalaba un mensaje
precioso con una canción que tenía olvidada…
Estos
versos de Rosana me han hecho conectar con el aquí y el ahora. Me han recordado
que este es el momento y hay que aprovecharlo… Sin duda, “llegaremos a tiempo”,
y más cuando no estoy sola en esta situación complicada.
No te
quedes aguardando a que pinte la ocasión
Que la vida son dos trazos y un borrón
[…]
Solo
pueden contigo si te acabas rindiendo
Si disparan por fuera y te matan por dentro
Llegaras cuando vayas más allá del intento
Llegaremos a tiempo, llegaremos a tiempo