lunes, 29 de junio de 2020

A vueltas con la @

Fuente: Olmo Campillo y Méndez Miras (2003: 14)

[He publicado esta entrada el 29.06.2020 en el Blog de Inteligencia Emocional de Eitb-desaparecido el 01.07.2024]

Los días 22-25 junio he asistido a las Jornadas online “Perspectiva de género en la docencia universitaria” organizadas por la Universidad de Extremadura. Han sido muy interesantes y se ha hablado desde distintas disciplinas. Me quedo con una de las sesiones en la que María Luisa Calero Vaquera, Catedrática jubilada de Lingüística General (Universidad de Córdoba), hizo la ponencia marco: “50 años de docencia e investigación sobre sexismo y lenguaje ¿En qué punto estamos?”. Me entusiasmó desde el primer momento porque llevo ya tiempo preocupada por utilizar un lenguaje no sexista, que no invisibilice a la mujer, que evite el ‘supuesto’ genérico masculino; y preocupada también por sensibilizar a mi alumnado y las personas con las que interactúo sobre el tema. Es una tarea ardua, agotadora y en la que, a veces sin darte cuenta, bajas la guardia y retrocedes. Y estoy hablando de algo que va mucho más allá del uso de la @ o del o/a. Es un tema que genera mucha polémica y opiniones, así como posiciones muy beligerantes en uno y otro sentido. En cuanto se habla del tema la polémica está servida… [Recomiendo este artículo en el que tres lingüistas debaten sobre el lenguaje inclusivo a raíz del “Informe sobre el lenguaje inclusivo en la Constitución” de la RAE].

Si queremos trabajar por la igualdad real de oportunidades, no podemos perder de vista la importancia del lenguaje. El lenguaje configura nuestra mirada, nuestra comprensión y nuestro modo de actuar. “Las lenguas no se limitan a ser un simple espejo que nos devuelve la realidad de nuestro rostro: como cualquier otro modelo idealizado, como cualquier otra invención cultural, las lenguas pueden llevarnos a conformar nuestra percepción del mundo e incluso a que nuestra actuación se oriente de una determinada manera” (Calero Vaquera, 1999: 11).

Las lenguas perpetúan una imagen concreta de la mujer que tiene mucho peso en el imaginario colectivo y en las relaciones sociales y que es necesario cambiar, también a través del lenguaje. “Los varones se apropiaron del idioma, como lo hicieron con el resto de las instituciones humanas y las manifestaciones culturales de los pueblos (la ley, la religión, la moral, la mitología, el arte, la ciencia…), y han perpetuado, sirviéndose de todas ellas y desde el origen de los tiempos, una imagen concreta de la mujer: ser inferior, despreciable y peligroso” (Calero Fernández, 1999: 79)

Alario et al. (1995: 35), todas pertenecientes a NOMBRA -Comisión Asesora sobre Lenguaje del Instituto de la Mujer- expresan que:
“Un uso del lenguaje que representa a las mujeres y a los hombres y que nombra sus experiencias es un lenguaje sensato:
    • No oculta
    • No subordina
    • No infravalora
    • No excluye
    • No quita la palabra a nadie ...”
¿Por qué no hacer todo lo que esté en nuestra mano por visibilizar y representar a todas las personas? Es cuestión de sensibilidad, de poner un poco de atención y de buscar alternativas. Señalo aquí algunas de las propuestas de cambio sugeridas por la Profesora Calero Vaquera en su intervención [algunas de ellas generan bastante controversia]:
  • Evitar el ‘presunto’ genérico masculino
    • Utilizando genéricos colectivos y términos abstractos: ciudadanía, alumnado…
    • Empleando otros recursos verbales y pronominales: en el medievo se vivía…
    • Usando la doble forma de la categoría género: los niños y las niñas…
    • Eliminando el determinante: profesionales de la medicina…
    • Sustituyendo el determinante/pronombre: cada docente tendrá que…
    • Feminizando las palabras donde el sistema lo permita: Licenciada, Graduada…
    • Utilizando en la escritura determinados signos inclusivos: @, X [esta propuesta es muy discutida por las personas expertas en lingüística].
  • Evitar los tratamientos discriminatorios:
    • Omitiendo el determinante ante apellidos de mujeres: (la) Caballé…
    • Evitando tratar familiarmente a las mujeres en contextos formales: señora, profesora… Pérez (no por el nombre de pila).
  • Otras propuestas más atrevidas (“terrorismo lingüístico”, aquí es donde quizá se produce mayor debate porque se da un mal uso de la lengua): portavoza, seres humanas, hablando en femenino aunque haya presencia masculina…
Y todavía habrá quien diga que se hace pesado, que cualquiera se siente representado(a) ante el genérico masculino… Yo hace tiempo que decidí que prefiero ser gramaticalmente incorrecta a que alguna persona no se sienta representada (aunque no siempre lo consigo). Las lenguas tienen un carácter evolutivo y se pueden cambiar si hay voluntad y modificamos los usos. ¿Te sumas a darle una vuelta a cómo utilizas el lenguaje y a introducir pequeños cambios?

Bibliografía
  • ALARIO, Carmen, Mercedes BENGOECHEA, Eulàlia LLEDÓ y Ana VARGAS (1995): Nombra en femenino y en masculino. Instituto de la Mujer (Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales), Madrid.
  • CALERO VAQUERA, Mª Luisa (1999): “Del silencio al lenguaje (Perspectivas desde la otra orilla)”. En: En femenino y en masculino. Cuaderno de Educación No Sexista nº 8, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales (Instituto de la Mujer), Madrid, pp. 7-11.
  • CALERO FERNÁNDEZ, Mª Ángeles (1999): Sexismo lingüístico. Análisis y propuestas ante la discriminación sexual en el lenguaje. Narcea, Madrid.
  • OLMO CAMPILLO, Gemma y MÉNDEZ MIRAS, Ana (2003). En dos palabras. En masculino y en femenino. Instituto de la Mujer (Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales), Madrid.

lunes, 1 de junio de 2020

Tu historia es para todos, forma parte de la melodía


[He publicado esta entrada el 01.06.2020 en el Blog de Inteligencia Emocional de Eitb-desaparecido el 01.07.2024]

Recientemente he visto el documental Ara Malikian. Una vida entre las cuerdas. Casi al final, mientras se ve y escucha una interpretación suya del Aria de la Suite nº 3 de Bach, recita las palabras que transcribo a continuación: [los puntos suspensivos corresponden a silencios]

“Es un poco raro para mí contar mi historia para otros. Pero quería hacerlo porque sé que en los momentos más difíciles de mi vida, cuando estaba desesperado, si hubiera escuchado a alguien contarme algo parecido me hubiera ayudado… Da igual en el momento que estés, guerra, muerte, dolor, tristeza, enfermedad, soledad, da igual… La vida puede ser transformada con tu pasión, con tu fe, con tu amor, con tu confianza, con tu dignidad… Todas las historias del mundo deberían ser contadas para que al escuchar con el corazón abierto los unos las historias de los otros nos ayudaremos a vivir… Cada historia es una partitura única y la suma de todas es la melodía de este mundo que llamamos tierra, es el sonido de esta gente que somos los humanos… Tu historia es importante. Sean cuales sean tus sueños, cree en ti. Defiende la mejor versión de ti. Con toda tu voluntad para conseguirlo. Porque tu ejemplo iluminará a tu gente, iluminará tu vida, a ti y hará que las cosas cambien… De las peores circunstancias se puede sacar oro. Si tú quieres, puedes” (Ara Malikian).

Tengo que decir que nunca volveré a escuchar de la misma forma esa aria, que es de una grandísima belleza y que hace vibrar todo mi ser. Estas palabras la acompañarán inevitablemente… Y hoy resuena especialmente “Todas las historias del mundo deberían ser contadas”.

Tengo un gran amigo a quien no veo mucho en persona, pero a quien llevo en mi corazón, y con quien comparto conversaciones muy profundas. Le recomendé el documental antes de haberlo visto yo misma y me dijo que la vida de Ara Malikian le recordaba la suya en algunos puntos. En nuestra última conversación, una de las más largas que he mantenido nunca por teléfono, le sugerí que escribiera su historia. “¿Para qué?”, me preguntó. “Para los tuyos, para que no se olvide”, le respondí.

Después de ver el documental confirmo una idea que tengo desde hace mucho tiempo: Todas las historias son importantes, y merecen la pena ser contadas, ya que forman parte de la melodía de la vida, de la humanidad. Y me surgen nuevas preguntas: ¿Veríamos igual a las personas si conociéramos sus historias? ¿Nos comunicaríamos mejor? ¿Crecería el entendimiento entre las personas? ¿Si conectáramos nuestros corazones y nuestras vidas habría tantos conflictos y tantas escaladas de los mismos? ¿Sería el mundo como lo vemos ahora si realmente comprendiéramos que todos formamos parte de la melodía de la vida?

Estoy convencida de que toda vida tiene sentido. Algunas vidas se tuercen, pero ¿no será porque no han tenido a quién escuchar y quiénes les escuchen de verdad? ¿No se podría haber hecho algo para hacer la diferencia? Os animo y me animo a que escuchemos la música en cada persona con la que nos encontramos y seamos conscientes de que también es parte de nuestra propia música. Si queremos, podemos.