“En el momento de nacer todos
adquirimos de alguna manera una ‘enfermedad terminal’ que aunque puede
prolongarse durante muchas décadas, no tendría que evitar el que nos diéramos
cuenta de que vivir es un asunto urgente” Alonso Puig (2011, p. 20)
Recientemente he leído el libro Vivir es un asunto urgente
del Dr. Mario Alonso Puig y me ha parecido muy sugerente. Quiero
compartir aquí las enseñanzas con las que me quedo.
Vivir y desarrollarnos es en sí una gran aventura; no hace
falta someterse a riesgos y poner la adrenalina al límite para vivir una vida plena y con sentido. Hace poco
recibí un vídeo que me envió una amiga en la que se lanzaba la pregunta:
¿Cuántos años tienes? La primera respuesta que me surge es 42. Sin embargo, el
protagonista del vídeo me respondería, esos son los que ya no tienes… Invita a
la reflexión… y a centrarse en el presente.
El estrés es
consustancial a la vida, no podemos eliminarlo, debemos aprender a
gestionarlo y para ello es fundamental comprender su naturaleza, sus orígenes, sus causas y las
consecuencias de no gestionarlo bien. Como señala el autor, una de las vías más
eficaces para obtener cambios de conducta es evidenciar las consecuencias de no hacerlo.
El estrés puede ser positivo (eustrés) o negativo (distrés).
El eustrés lanza toda una serie de
hormonas a nuestro torrente sanguíneo que mantienen nuestro interés, nos dan
sensación de vitalidad, nos invitan a explorar, nos ayudan a enfocarnos, nos
dan sensación de confianza, en definitiva, ponen nuestro motor a máximo
rendimiento. Pero nuestro cuerpo no
puede mantenerse a ese ritmo indefinidamente. Como máximo, al de 90 minutos
debemos recuperarnos para que no se dispare el distrés, que hace que nos irritemos, nos sintamos agotados,
perdamos concentración y memoria y la confianza se sustituya por miedo y
desconfianza. Nos sumergimos en una especie de completa oscuridad mental. Según
el Dr. Alonso Puig hay cuatro grandes
orígenes del distrés: 1) incapacidad de decir no sin sentirnos culpables;
2) no tener claras nuestras prioridades; 3) la falta de coraje para dar la cara
por nuestros valores; y 4) la dificultad para hablar con honestidad de nuestros
sentimientos y el esperar a que se dé el momento oportuno, que nunca llega.
Como señala el Dr.Alonso Puig hay experimentos que
demuestran, y es importante tomar nota, que cuando uno se siente capaz de responder a un desafío el organismo
empieza a producir neuropéptidos que son unos potentes analgésicos a la vez que
ayudan a anular el distrés. Por eso, es importante tener en cuenta que cuanto
más distresada esté una persona, y cuanto mayor sea el nivel de incertidumbre,
es fundamental de que se autoconvenza, y transmita a los demás, que existe una
salida, que es capaz de superarlo (aunque la tendencia ‘natural’ sea la
contraria). Muchas veces, cuando nos sentimos en un túnel sin salida el
causante no es la falta de recursos sino más bien un estado mental limitante, que nos hace entrar en un círculo vicioso
que nos lleva a recuperar en nuestra memoria sólo los registros negativos. Qué
importantes son los mensajes que nos lanzamos a nosotros mismos y qué poca
atención les prestamos. Si otro dijera de nosotros lo que a veces nos repetimos
nosotros mismos; o si nosotros dijéramos eso mismo de otras personas… “El lenguaje no sólo describe la realidad,
sino que además es capaz de crearla” (p.52). Para salir de esta situación
son fundamentales las emociones positivas, que van a ser la clave de la resiliencia, de la capacidad de
recuperarnos de las adversidades. Un símil de esta capacidad lo encontramos en
los juncos y el viento. “Nos
obsesionamos en defender la idea de lo
que somos en lugar de arriesgarnos a descubrir la imagen de aquello que
podríamos llegar a ser. La mayor parte
de nuestras inseguridades y de nuestras desesperanzas no son reales, son
aprendidas” (p. 68)
Cuando nos enfrentemos al miedo a lo desconocido, el peligro
o la incertidumbre podríamos: 1) Enfocarnos
en lo que podemos ganar en lugar de obsesionarnos por lo que podemos
perder; 2) Dedicar unos momentos al día para reflexionar sobre las ocasiones en las que hemos tenido éxito ante
los desafíos y la incertidumbre.
Existen tres grandes venenos muy perniciosos para nuestro
organismo si no sabemos controlarlos y contrarrestarlos: 1) la culpa, que lejos de movilizar para la
acción paraliza y nos vuelve manipulables; 2) la desesperanza, que se puede convertir en una actitud vital que se
extiende a todos los ámbitos de nuestra vida y es muy contagiosa; y 3) la humillación, que te hace sentir
inferior y te lleva a pensar que los demás también te ven así; y, además, nos
puede hacer evitar retos nuevos por miedo a no dar la talla.
¿Cómo salir de aquí? Conectando con el gran potencial y las
fuerzas que todos tenemos y no siempre desarrollamos; convenciéndonos de que podemos; confiando en nosotros mismos.
Para terminar quiero plantear una pregunta: ¿Qué eliges? ¿A quién alimentas, al lobo o
al águila?
“Mi interior es un campo de batalla.
Por una parte está el águila majestuosa, todas sus acciones están llenas de
verdad, de bondad y de belleza. El águila que vive en mí vuela por encima de
las nubes y aunque a veces baja a los valles, siempre deposita sus huevos en la
cima de las altas montañas. Pero dentro de mí, también vive un terrible lobo,
el representa mis bajezas, se sustenta sobre mis propias caídas y justifica su presencia
cuando dice que él también es parte de mí. El águila y el lobo luchan por
extender sus dominios a mis entrañas. ¿Quién ganará esta gran batalla? Ganará,
aquel a quien día a día YO alimente”.
- Alonso Puig, Mario (2011): Vivir es un asunto urgente. 7ª ed. (1ª ed. De 2008). Madrid: Aguilar
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