Viñeta
de Erlich, El País, 03/08/07
[Entrada publicada originalmente el 11.11.2009 en el Blog de Inteligencia Emocional de EITB, desaparecido el 01.07.2024]
Hace unos meses escribí un post “Construir un hogar con
ladrillos emocionales” en el que señalaba algunas conclusiones que me había
suscitado la lectura del libro Brújula para navegantes emocionales de
Elsa Punset (Madrid: Aguilar, 2008). Hoy quiero retomar un tema que ella
desarrolla y que se basa en la teoría del Dr. Gary Chapman sobre los cinco lenguajes del amor. Elsa
Punset lo aplica a la educación de los hijos pero creo que se puede extender a
todas nuestras relaciones.
En primer lugar hay que diferenciar el amor condicional (el que está basado en los logros o el rendimiento) del amor incondicional (aquel que acepta al otro por lo que es, no por lo que hace). Desde pequeños conocemos el amor condicional; ese que se basa en las expectativas, y en el que nos entrenan mediante regalos, recompensas o privilegios siempre que cumplamos dichas expectativas. De esta manera vamos desarrollando un autoconcepto en el que tiene mucho peso lo que los demás piensen de nosotros y nos transmitan. Sin embargo, todos necesitamos amor incondicional, una aceptación sana y sin condiciones por encima de nuestro atractivo físico, nuestras capacidades, nuestras limitaciones, nuestros errores o nuestros aciertos. El amor incondicional supone un respeto intrínseco de la persona, lo que no significa tolerar o apoyar cualquier acción o actitud, y contribuye al desarrollo de una autoestima saludable.
Hecha esta distinción hablemos de las cinco maneras básicas en las que las personas, según el Dr. Chapman, expresan y reciben amor: el contacto físico, el tiempo de calidad, los regalos, las palabras y los actos de servicio. Cada persona tiene uno o dos lenguajes con los que le resulta más cómodo expresar amor. Necesitamos que los demás también nos expresen amor en dicho lenguaje, y no sentiremos frustrados si no lo conseguimos. Lo ideal sería dar y recibir amor en todos los lenguajes porque así nos comunicaríamos más fácilmente con un mayor número de personas. Veamos cada uno de los lenguajes:
- El contacto físico: Es una de las formas más directas y sencillas de comunicación entre los seres vivos, porque no requiere palabras, y es especialmente importante cuando una persona está enferma o triste. Hay quien evita el contacto físico o lo reduce a lo imprescindible.
- El tiempo de calidad: Es aquel que se comparte sin presiones ni obligaciones, por puro placer, sin un objetivo que cumplir. Permite conversar y escucharse sin prisas. Ayuda a crear confianza y lazos emocionales.
- Los regalos: En la sociedad consumista que vivimos el regalo ha perdido parte de su sentido más noble. Además, es tentador, porque lo más sencillo es hacer regalos de forma indiscriminada para no utilizar los otros lenguajes o sustituirlos. Hay que dar y recibir regalos (que no necesariamente tienen que ser objetos frívolos o innecesarios) con espíritu generoso.
- Las palabras: A través de ellas explicitamos nuestra aprobación o desaprobación hacia los demás. Las palabras que decimos a los niños tienen un gran poder porque ellos creen que pensamos sinceramente todo aquello que decimos. Las palabras de amor y cariño, los elogios sinceros, se dicen casi sin pensar pero dejan una huella imborrable, independientemente de la edad.
- Los actos de servicio: Son algo que se hace, no por necesidad u obligación, sino de forma generosa para ayudarse a sí mismo o los demás. Los adultos pasamos gran parte de nuestra vida cuidando a los demás a través de estos actos de servicio, lo cual resulta física y emocionalmente exigente. Por esta razón, es útil parar de vez en cuando y recuperar el espíritu de cuidado en estos actos.
Esta teoría de los cinco lenguajes del amor me ha hecho caer en la cuenta de que yo utilizo mucho el lenguaje de los actos de servicio. Hacer cosas por los demás, cercanos o incluso desconocidos, me resulta fácil y gratificante. No me cuesta tener en cuenta a los demás, hacerles pequeños (o grandes) favores, hacer la vida más fácil a otros, aunque no siempre reciba lo mismo. Sin embargo, creo que mi marido no valora lo que yo hago. Cuando hago favores a otros o cuando me adelanto a hacer algo que creo que le puede ayudar intuyo que él lo interpreta como un intento de control por mi parte o un servilismo. Y a mí me duele, porque actuar así forma parte de mi naturaleza y creo que no es algo que deba cambiar (quizá con él sí...). Además, es algo que quiero que mis hijos vean y practiquen ¿Por qué resultará tan difícil expresar nuestro amor?
¿Y usted qué opina? ¿Cuál es su lenguaje o lenguajes preferidos?
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