[Entrada publicada originalmente el 01.03.2010 en el Blog de Inteligencia Emocional de EITB, desaparecido el 01.07.2024]
Preguntaba el monje: “Todas estas montañas y estos ríos y la tierra y las estrellas... ¿de dónde vienen?”
Y preguntó el Maestro: “¿Y de dónde viene tu pregunta?”
¡Busca en tu interior!
[De MELLO, s.j., Anthony (1982): El canto del pájaro. Bilbao: Sal Terrae, p.43]
Estoy viviendo una situación que nunca me hubiera imaginado.
Mi matrimonio se acaba después de 15 años, a los que hay que sumar casi diez de
noviazgo. Pertenezco a una familia muy creyente y he sido educada en valores
tradicionales. Cuando me casé lo hice con el convencimiento de que era para
toda la vida. Por eso este momento es especialmente duro. Además, no es que
haya habido terceras personas o problemas graves. Entendemos la familia de
forma diferente, tenemos visiones que se han vuelto irreconciliables. Nos
queremos y no queremos acabar haciéndonos daño ni a nosotros ni a nuestro
hijos. Esto último es lo que hace especialmente difícil la decisión. Nunca hubiera querido esto para mis hijos.
Tenía claro que no quería seguir como estábamos pero ahora siento una profunda tristeza... Ninguno de los dos hemos hecho un drama, ha sido civilizado... Pasa por delante de mis ojos mucha vida, muchos momentos, mis sentimientos y emociones están desbocados... Y siento un frío inmenso (literal). Estoy congelada como si algo hubiera dejado de funcionar dentro de mí...
Racionalmente sé que probablemente es lo mejor, pero estaba acostumbrada a la situación, había encontrado cierta comodidad en la misma, era lo conocido. Ahora vienen cambios importantes y lo desconocido... Me toca elaborar mi duelo y acompañar a mis hijos en el suyo. Tengo que recorrer mi camino de las lágrimas. “Hablar de la elaboración del duelo no parece un tema que nos remonte al disfrute, que nos remonte a la alegría, es un tema que tiene una arista que conecta, por supuesto, con el dolor. Este camino, el de las lágrimas, enseña a aceptar el vínculo vital que existe entre las pérdidas y las adquisiciones. Este camino señala que debemos renunciar a lo que ya no está y que eso es madurar” (Bucay, p.5)
Y en este camino tengo que soltar lastre, que desapegarme de muchas cosas, que enfrentarme a algunos miedos, que abrirme a nuevas posibilidades... “Elaborar un duelo es aprender a soltar lo anterior. Sin embargo, si tengo miedo de las cosas que vienen y me agarro de las cosas que hay, si me quedo centrado en las cosas que tengo porque no me animo a vivir lo que sigue, si creo que no voy a soportar el dolor que significa que esto se vaya, si voy a aferrarme a todo lo anterior...”. (Bucay, p.10)
Conozco racionalmente el proceso, ahora me queda superarlo. Bucay (p.23) hace la comparación de la elaboración del duelo con el proceso de cicatrización de una herida:
Herida = Duelo
Vasoconstricción = Incredulidad
Dolor agudo = Regresión
Sangrado = Furia
Coágulo = Culpa
Retracción del coágulo = Desolación
Reconstrucción tisular = Fecundidad
Cicatriz = Aceptación
¿Y en este momento cómo salir adelante? ¿Cómo elaborar el duelo de una forma constructiva? Veo dos caminos que habré de recorrer en paralelo. En primer lugar, como decía el ‘cuento’ del principio, tengo un importante camino hacia adentro. Debo mirar hacia mi interior y conectar con lo que soy. Debo reelaborar algunos de los aspectos que hasta ahora me definían en parte. Debo aceptar los cambios y mirarme con mucho cariño. Debo aprender de esta situación. El otro camino es el de apoyarme en mis amistades, el de pedir ayuda y dejarme querer y acompañar, pero siempre conectando con mi búsqueda interior y no escapando de ella.
[Las citas provienen de Bucay, Jorge: El camino de las
lágrimas. Disponible en https://formarse.com.ar/libros/Libros%20para%20descargar%20de%20maestros%20espirituales/El-camino-de-las-l%C3%A1grimas.pdf]
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