Una de mis actividades favoritas de las vacaciones es la
lectura. Durante el año leo normalmente sobre temas relacionados con mi
trabajo. Sin embargo, en verano opto por novelas. Quiero hacer una reflexión
sobre dos de las que acabo de leer. La primera es Pobre: Una vida de lucha por un
destino mejor de Katriona
O’Sullivan. Llegué a ella por una entrevista que hicieron a la autora en la
radio [escuchar aquí].
Es una novela biográfica que impacta de principio a fin: la tercera de cinco
hermanos, hija de padres toxicómanos, con un historial de abusos, madre a los
15 años, vivió un aborto para el que tuvo que salir de Irlanda… Los primeros
años de vida de Katriona O’Sullivan estuvieron marcados por la pobreza, la
violencia, el abandono y los prejuicios. Actualmente trabaja en la Universidad
de Maynooth; se doctoró en Psicología en el Trinity College. El libro me ha
conmovido desde la dedicatoria: “A mí misma cuando tenía siete años / Ven aquí,
no te preocupes”. Además, dada la posición que actualmente ocupa, me parece muy
valiente contar abiertamente su historia.
Como bien señala: “Como sociedad, nos encantan los relatos
del pobre que se hace rico y disfrutamos al ver a alguien triunfar gracias nada
más que a la perseverancia y la determinación. Pero la verdad es que las
historias no suelen ser tan sencillas. La mía, al menos, no lo es” (p. 287). Avanzar con la ‘mochila’ que tenía no fue
fácil. No contaba con un entorno que la sostuviera. Su avance no fue
progresivo y en algunos momentos de dificultad le resultó difícil nadar
contracorriente. “Si has vivido sometido al estrés y al caos durante toda tu
vida, esa es la corriente por la que tiendes a dejarte llevar, aunque termine
arrastrándote hasta el fondo (…) Estaba cómoda con el miedo y el fracaso.
Cuando estaba en mi peor momento, era lo que buscaba” (p.241).
Soy una absoluta convencida, basta con ver el título de este
blog, de que “creer es crear”. Es necesario imaginar, visualizar algo para
poder encaminarse hacia ello. A quien
vive en entornos de pobreza y privación le puede resultar complicado imaginar
otro futuro posible. “Mis sueños estaban limitados: en mi entorno nadie me
hablaba de la universidad, nadie la mencionó nunca. En el colegio, los
profesores tenían la esperanza de que los alumnos como yo terminasen la
secundaria y aprendiesen un oficio. (…) Años después, yo criticaría el
acorralamiento de los chavales pobres en los estudios profesionales y en
carreras técnicas de bajo nivel, y me impactaría enormemente la creencia
generalizada entre los educadores de que quienes han nacido en un entorno pobre
no tienen la inteligencia suficiente para participar en la formación
universitaria” (p. 216). Como añade un poco más adelante: “Ser pobre afecta a
todo lo que haces y todo lo que eres (…) Pobre para mí también era sentir que
no tenía valor. Era pobreza de mente, pobreza de estimulación, pobreza de
seguridad y pobreza de relaciones. El hecho de ser pobre influye en cómo te ves
a ti mismo, cómo confías y hablas, cómo ves el mundo y cómo sueñas” (p.293).
Para escribir el libro, Katriona O’Sullivan elaboró una
lista de todas las personas de su vida y reconoce que todas ellas le hicieron
lo que es ahora. Tiene claro que no
salió sola del pozo en el que estaba, sino que le sacaron de él. “Algunas
de las personas de esa lista me ayudaron a avanzar y otras me hicieron
retroceder. Algunas se quedaron a mi lado y otras me vieron alejarme. Empecé a
ver mi vida como una serie de rocas que permiten cruzar un río de orilla a
orilla. Hubo veces en las que no pensaba que pudiera dar el siguiente salto o
en las que ni siquiera veía la siguiente roca sobre la que saltar, y siempre
alguien apareció para enseñarme cómo hacerlo o indicarme adónde ir. Un par de
ellas prácticamente colocaron la roca justo delante de mí y me empujaron para
que saltase. Todas ellas vieron más allá de mis circunstancias. Vieron mi yo auténtico” (p.287). Me ha parecido
entrañable cuando comenta que cuando escuchó la canción Headlights de Eminem, inspirada en su madre que era adicta… “La
letra de la canción me llegó al corazón y llamé a mi madre” (p.281).
Algo que me ha tocado es cuando comenta, siendo ella muy
niña, la cara de asco y superioridad con las que en alguna ocasión les miraban
personas de los servicios sanitarios y sociales que se personaban en su casa
ante una sobredosis de sus padres. “A mi
juicio, la adicción es consecuencia de la historia familiar, los traumas, la
biología, el peso de las presiones y los juicios de la sociedad. La
adicción se pone en marcha a partir de un deseo: no el de consumir una
sustancia, sino el de escapar del dolor de los traumas y de las consecuencias
de la pobreza. Mi formación me ha enseñado que las áreas de nuestro cerebro
responsables del control conductual y del placer se activan de una manera
diferente dependiendo del entorno en el que nos hayamos criado” (p. 291). Como
señala más adelante, “vivimos en una sociedad profundamente desigual, y a los
grupos que sufren no se les puede culpar por completo de los valores de
referencia en los que se mantienen para sobrevivir. Contribuiría a romper el
círculo negativo que dejásemos de juzgar a las personas y diseñáramos políticas
para abordar las causas que están en el origen de la adicción” (p.292). Es
fácil caer en el juicio cuando miras desde el privilegio. Algo que en clase me
resulta muy complicado hacer ver al alumnado es la injusticia de la
meritocracia [recomiendo la lectura del artículo “La ilusión del mérito: percepciones sobre el esfuerzo y talento en el trabajo”].
Katriona O’Sullivan indica que las desigualdades y
disparidades van en aumento y que en este momento es más complicado que las
personas pobres puedan acceder a programas como el que permitió que ella
accediera a un título universitario. Con el tiempo ella trabajó en el equipo
del programa de acceso y constató que dicho programa, al igual que otros
similares, están concebidos con una mentalidad benéfica. “Esos programas piden
a los solicitantes que demuestren su pobreza, su desigualdad, su valía, su
motivación y su potencial. Y el sistema selecciona a aquellos que cree dignos
del ‘regalo’ de acceder a una educación” (p. 298). Volvemos al tema del
privilegio. Se está perdiendo mucho potencial porque no existe una verdadera
igualdad de oportunidades. “En el sistema educativo necesitamos equidad, no
igualdad. Si alguien no puede orientarse porque se está desmoronando el mundo a
su alrededor, debemos elevarlo por encima de las nubes que lo ofuscan (…) No es
casualidad que las personas de mi comunidad sean barrenderos, personal de
limpieza y trabajadores del sector servicios, mientras que las personas de
clase media sean médicos y abogados. Eso no se debe a una diferencia en la
inteligencia. Se debe a las oportunidades, el dinero y el apoyo. Las clases
medias nacen con esos tres elementos bajo el brazo; los pobres no tienen ni una
pizca de ninguno de los tres. Y la verdad es que nos estamos perdiendo mentes
brillantes que se quedan atrapadas en el pozo de la pobreza” (p.300).
Encuentro que la historia de Katriona O’Sullivan tiene
muchos puntos en común con la narrada en el segundo libro que quiero comentar, Tan
poca vida de Hanya Yanagihara. En este último se cuenta la historia de
cuatro amigos que se conocen en la universidad a lo largo de varias décadas.
Jude, uno de los protagonistas, quien fue abandonado de niño en un convento y
tiene una larga historia de abusos y malos tratos, es el centro de la historia.
Con el tiempo consigue salir de ese círculo, se hace abogado y tiene una
brillante carrera profesional. Pero está roto, se siente indigno por cosas que
hizo empujado por las circunstancias en su infancia y juventud. Su sufrimiento
es tan grande que sólo consigue aplacarlo autolesionándose. Sólo el dolor
físico consigue atenuar, al menos temporalmente, su dolor psíquico y emocional.
Hay heridas que es difícil, casi imposible, curar y que desde fuera es
complicado entender.
Me llevo un recordatorio importante, que ojalá se me grabe
muy hondo: toda persona tiene derecho a luchar
por un destino mejor, cada persona es terreno sagrado al que hay que acercarse
con cuidado y respeto. “El descalzarse cuando se pisa terreno sagrado es
común en muchas religiones. En las que provienen del judaísmo, tiene su origen
en el Libro del Éxodo, en el que Dios, desde una zarza ardiente, se dirige a
Moisés ordenándole: ‘Descálzate, porque el lugar en que estás es terreno
sagrado’ (Éxodo 3:5)” (CVXe, s.f.).
Referencias
- CVXe (s.f.). Tocar la herida con cuidado y respeto. https://cvx-e.es/cvxe/tocar-la-herida-con-cuidado-y-respeto
- EminemMusic (2014, 11 mayo). Eminem - Headlights (Explicit) ft. Nate Ruess [archivo de vídeo] https://www.youtube.com/watch?v=7bDLIV96LD4
- Grau-Grau, Marc (2023, 18 mayo). La ilusión del mérito: percepciones sobre el esfuerzo y talento en el trabajo. https://theconversation.com/la-ilusion-del-merito-percepciones-sobre-el-esfuerzo-y-talento-en-el-trabajo-190004
- O’Sullivan, Katriona (2025). Pobre. Una vida de lucha por un destino mejor. Barcelona: Editorial Planeta.
- Rneaudio (2025, 6 de julio). Economía de bolsillo. 'Pobre': la historia de éxitos y fracasos de O'Sullivan. https://www.rtve.es/play/audios/economia-de-bolsillo/pobre-historia-exitos-fracasos-osullivan-05-07-25/16653280/
- The Late Late Show (2023, 11 noviembre). Katriona O'Sullivan: Homeless to her Ph.D & incredible book 'Poor' | The Late Late Show [archivo de vídeo] https://www.youtube.com/watch?v=wnd8XWte3l0
- Yanagihara, Hanya (2024). Tan poca vida. 4ª edición (1ª 2016), 25ª reimpresión. Madrid: Lumen.
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