[He publicado esta entrada en el Blog de Inteligencia
Emocional de Eitb el 19.03.2017]
Resuenan en mí los versos de una canción de El último de la fila… “Si lo que vas a decir no es más bello que el silencio, no lo vayas a decir”. Llevo mucho tiempo reflexionando sobre la importancia de las palabras. En un post antiguo escribí:“Las palabras son armas de doble filo; a veces, incluso, armas arrojadizas…".
Los estudios del Centro para la Investigación Psicológica de Shenyang (China) con jóvenes que habían cometido crímenes mostraron que dichos crímenes tenían relación con el abuso emocional infantil que habían sufrido. Las palabras violentas pronunciadas por padres y maestros pueden tener consecuencias muy graves. En este vídeo se muestra, a través de las historias de 6 jóvenes, cómo las palabras pueden ser armas.
Como firme convencida que soy del Efecto Pigmalión creo en el poder de las expectativas que vertemos sobre otras personas. Éstas funcionan tanto en positivo como en negativo. Por eso es muy importante que cuidemos los mensajes que transmitimos, y más a aquellas personas que nos reconocen autoridad, que nos valoran y sobre las que más influencia tenemos. Los niños son especialmente sensibles, y por tanto vulnerables, a las palabras de sus padres y educadores.
Álvaro Pascual-Leone, investigador y profesor de Harvard señala: “Tu cerebro cambia con cada cosa que piensas, incluso aunque no la digas. (…) Estar vivo es una condena a que tu cerebro vaya cambiando hasta que te mueres. El reto es darse cuenta de que ese cambio del cerebro no necesariamente es bueno o malo para ti, simplemente forma parte de cómo funciona nuestro sistema. Todo es cuestión de saber cómo guiar esos cambios, cómo esculpir el propio cerebro, de rodearse de influencias que lleven a lo mejor para el individuo”. Si nuestro cerebro cambia con cada cosa que pensamos, qué importantes son los pensamientos y las palabras con las que lo alimentamos. Igual que cuidamos la comida que ingerimos debemos cuidar las ideas y pensamientos que elaboramos, así como las palabras que salen de nuestra boca. Para esto nos viene muy bien conocer y gestionar nuestras emociones, en especial la ira. La ira es una emoción muy intensa, que aumenta muy rápidamente y que nos puede hacer y decir cosas de las que luego nos podemos arrepentir. Como dice mi amigo Rogelio Fernández cuando subimos la espiral de la ira vamos dejando ‘muertos’ por el camino… y luego en el camino de bajada nos vamos encontrando ‘cadáveres’…
Y no sólo dañan las palabras que son ciertas, o tienen algo de verdad, también son muy dañinos y destructivos los chismes y rumores. Un artículo que he leído recientemente señalaba: “La lengua no tiene huesos y, sin embargo, es lo bastante fuerte para hacer daño y envenenar a través de chismes y rumores. Un virus letal que solo se aplaca cuando llega a oídos de la persona inteligente”. La próxima vez que te llegue un chisme, un rumor, una información no contrastada o que no sea oportuna… piénsalo dos veces antes de difundirla… Pasa el triple filtro de Sócrates… ¿Es verdad? ¿Es algo bueno? ¿Es útil? Si no pasa el triple filtro… ¿para qué contarlo?
Y no sólo dañamos a otros, también podemos dañarnos a nosotros mismos con palabras e ideas. A veces nos decimos cosas a nosotros mismos que no permitiríamos que otros dijeran. Como reflexión final dejo esta magnífica escena…
En el Día Internacional de las Mujeres he elegido como título
de esta entrada el lema de este año de la campaña de Emakunde del 8 de marzo de 2017y como imagen uno de los carteles de la
misma. Todos los años por estas fechas suelo trabajar en mi clase de Ética cívica y profesional el tema de
los Derechos Humanos. Dentro de este
tema dedico una atención especial a la igualdad
de oportunidades entre hombres y mujeres ya que creo que es clave para el
avance en el desarrollo de los derechos humanos. Y un tema que es especialmente
sensible es el de la violencia contra
las mujeres. Los datos hablan por sí solos:
Como señala Johan Galtung, uno de los sociólogos más
reconocidos en temas de paz, en su artículo “Violencia,guerra y su impacto Sobre los efectos visibles e invisibles de la violencia”: “Es posible que la violencia sexual no deje heridas
en el cuerpo, pero produce un trauma
irreversible en el espíritu. Lo mismo ocurre con todas las formas de
violencia corporal, ya que toda violencia es una violación, la invasión del
santuario que es la privacidad del cuerpo; y la violencia sexual lo es
doblemente”.
El 3 de febrero tuvo en la Universidad de Deusto, organizado por el Proyecto Inspira y la Plataforma Interdisciplinar de Género, el cine fórum sobre
The Hunting
Ground (El coto de caza), un documental que trata sobre el abuso
sexual en las universidades de Estados Unidos y que fue premiado en el Festival
de Sundance en 2015. Se
contó con la participación en el debate de Esther Oliver, de la Universidad de
Barcelona. Previamente a este documental, Kirby Dick (Director) y Amy Ziering
(Productora) habían realizado otro aclamado documental, The Invisible War, que trataba el tema de los
abusos sexuales dentro del ejército norteamericano (para ver el
documental pinchar aquí). The Hunting Groundes un documental duro, pero que
sitúa muy bien en una realidad común, aunque con distintos matices, en la
mayoría de lugares del mundo. Voy a compartir aquí algunas de las ideas y datos
que aparecieron tanto en el documental como en el posterior debate.
El comienzo es impactante… En las secuencias previas a
los créditos iniciales se ve la reacción de distintas jóvenes al recibir la
notificación de su admisión en la universidad elegida y el momento de su
llegada a la misma… El mensaje es casi siempre el mismo, “este es vuestro
momento”. Esas mismas jóvenes relatarán después que su experiencia en la
universidad no fue exactamente lo que esperaban….
Algunos datos que tomé sobre la
marcha… (se
refieren a las agresiones en los campus universitarios norteamericanos
exclusivamente)
El 88% de las agresiones no se denuncian
En 2012 el 48% de las universidades reportaron cero
agresiones sexuales
Un 8% de la población universitaria comete el 90% de las
agresiones
Normalmente los agresores son reincidentes y cometen 6
agresiones de media
Uno puede preguntarse por qué se denuncian tan pocos casos…
La explicación es sencilla… El proceso
es muy largo… y muy doloroso. Muchas
de las protagonistas relataban que el proceso fue más agobiante que la propia
agresión ya que fueron calumniadas y cuestionadas e incluso acosadas. Algunas
comentaban que les hacían preguntas del tipo: “¿Por qué no gritaste? ¿Habías
bebido?”… Y como alguna comentaba… “En ese momento te quedas quieta y te
quieres morir…”. Las denuncias que acaban en una expulsión o que tienen
consecuencias legales son un número insignificante. En algún caso el agresor
fue expulsado después de haberse graduado (¿¿¿????)… Sin embargo, algunas de
las mujeres agredidas dejan la universidad y sus sueños de hacer una carrera
universitaria. Es muy impactante el testimonio de un padre cuya hija se quitó
la vida después de haber sido agredida y no haber recibido apoyo, sino todo lo
contrario. En el documental también se ve la imagen pública que transmiten los
responsables de las instituciones, que choca con los hechos. También es muy
interesante el testimonio de quien fuera guarda de seguridad en una universidad
y dejara su puesto a la vista de la falta de apoyo y el trato que recibían
algunas mujeres que habían sido agredidas. Él relata que tenían instrucciones
de la dirección de que no se podía buscar e interrogar a jugadores de fútbol y
atletas. Además, en este largo proceso puede haber víctimas de segundo orden, personas que apoyan a quienes han
sufrido las agresiones y son despedidas. Es llamativo el caso de una profesora
a la que despiden el mismo día que recibe un premio a la excelencia como
profesora.
Una mención especial
merecen las fraternidades. Son lugares en los que suceden muchas de las
agresiones con la connivencia de sus miembros. En ellas el alcohol se utiliza
como arma para hacer más vulnerables a las mujeres. En algunas de las
fraternidades las pruebas de iniciación tienen que ver con dominar, e incluso
violentar, a mujeres. Algunas de las protagonistas del documental comentan que
hay una fraternidad cuyas siglas son Sigma Alpha Epsilon y que es conocida como
Sexual Assault Expected (Agresión Sexual Esperada). La pregunta sería y por qué
no se hace nada al respecto. Las fraternidades son unos grupos de poder muy
importantes. Las mayores donaciones que reciben las universidades provienen de
antiguos miembros de estas fraternidades. Hay una escena que me resultó
especialmente dura en la que se ve a los miembros de una fraternidad que van a
la puerta de una fraternidad en la que están mujeres recién incorporadas a la
universidad aclamando…
“No es sí
Sí es anal”
Si algo quiero destacar como positivo del documental es que las protagonistas se presentan como supervivientes
no víctimas. Dos de las protagonistas explican su proceso personal: de
víctimas a supervivientes, y de ahí a activistas. En un artículo
en el que se presentaba Bizirik
(se definen en su web así: “Somos una Asociación de mujeres sobrevivientes a la
violencia de género que hemos aprendido a usar nuestras alas para volar con (y
desde) la libertad y la igualdad”) hablaban en un sentido parecido: “Prefieren
que se resalte su capacidad de superación, de resiliencia, que son mujeres
valientes, fuertes y con coraje. El hecho de poner el foco en estas fortalezas
y no en la violencia a la que fueron sometidas es, a su juicio, una de las
mejores estrategias para debilitar y deslegitimar al maltratador. Al mismo
tiempo les convierte en un referente para las mujeres maltratadas”.
Algo que se señalaba en el documental y en lo que se
insistió en el debate es en la importancia de las redes de apoyo y solidaridad. En nuestro contexto existe RAMMAS (Red de Apoyo a
Mujeres Maltratadas por Asociaciones de Mujeres Supervivientes de Violencia). La comunidad es fundamental para prevenir y
también para romper la ley del silencio.
La violencia de
género es un problema de igualdad y la igualdad también empieza en mí…