lunes, 24 de septiembre de 2018

Palabras para el corazón


[He publicado esta entrada en el Blog de Inteligencia Emocional de Eitb el 24.09.2018]

El otro día presencié una de esas escenas que te encogen el alma, de esas en las que no sabes si es mejor intervenir o no. Opté por alejarme y no he parado de darle vueltas porque me invadieron la rabia y la tristeza.

Estábamos en la parada de autobús y llegaron un padre y un hijo adolescente de unos catorce o quince años. Ante un comentario del hijo sobre el peso de una de las bolsas que llevaban con compra el padre le empezó a insultar en un tono muy alto y no dejaba de gritar groserías. Al principio el hijo se defendía pero llegó un momento en que calló y se quedó cabizbajo. Desde fuera la reacción del padre era claramente desmedida y muy poco afortunada. Cuesta escuchar a un padre decirle a su hijo semejantes burradas y no intervenir… Llegó a decirle ‘eres el peor hijo’. Y no era sólo lo que decía sino la carga emocional con la que lo hacía… ¡Devastador! Las palabras son un arma de doble filo y hieren más que un cuchillo. Dejan cicatrices invisibles que el tiempo no cura y que nunca se sabe cuándo se pueden reabrir. ¡Qué fácil resulta atacar a alguien! ¡Qué sencillo herir a quienes más conocemos! Hace tiempo escribí sobre una foto que daba un sabio consejo… Antes de hablar piensa [THINK, por las iniciales de las palabras en inglés: T- ¿Es cierto?;  H- ¿Ayuda?; I- ¿Es inspirador? ¿Es positivo?; N- ¿Es necesario?; K- ¿Es amable?]. En el caso señalado todas las respuestas eran negativas… Entonces ¿para qué? Seguramente no había  un para qué  más allá de un desahogo… ¿Y el chaval? ¿Qué pudo aprender de esa situación? ¿Qué modelo de relación y comunicación estaba viviendo? No dejo de pensar…¡Qué mal se tenía que sentir!

En más de una ocasión he comentado que soy una firme convencida del Efecto Pigmalión, que habla sobre la fuerza que tienen sobre nosotros las expectativas que otros tienen y nos transmiten. Este efecto funciona tanto en positivo como en negativo, por eso es muy importante cuidar los mensajes que lanzamos, consciente o inconscientemente, con palabras y también con gestos. Los padres, las madres, así como las y los educadores,  jugamos un papel decisivo en la autoestima de nuestros hijos e hijas y en el desarrollo de sus destrezas. Todo ser humano es un diamante en bruto lleno de posibilidades. Hay que educar  la mirada para ver más allá de lo que las personas son e intuir qué pueden llegar a ser. Es terrible que quien se supone que te ama incondicionalmente te haga sentir pequeño, insignificante, e incluso malo...

Ahora que mis hijos ya no son unos niños echo la mirada atrás y de lo único que me arrepiento es de las veces en las que les he chillado sin control, las veces en las que mi frustración o cansancio ha hablado más alto que el amor que les tengo. Esas ocasiones en las que mi niña interior se ha descontrolado y ha perdido los papeles… Menos mal que he aprendido a morderme la lengua antes de decir algo que pueda dañar a otra persona. Aunque he de reconocer que no lo consigo al cien por cien. Eso sí, soy muy consciente de que es fundamental ser especialmente cuidadosa con las personas más cercanas ya que con ellas nuestros dardos son mucho más certeros y el daño es más profundo.

Cambiemos la perspectiva… Miremos de una forma nueva a las personas. Hablemos desde y para el corazón. Aprendamos a decir con convencimiento… Corre, vuela, no te detengas…

Primero el caballo y después el carro

[He publicado esta entrada en el Blog de Inteligencia Emocional de Eitb el 20.08.2018]


Es una suerte conocer a un autor y en este caso más. Hace unos meses Enrique Pallarés me regaló un ejemplar del libro cuya imagen abre esta entrada. El título es sugerente y la foto de portada más. Un vaso ¿medio lleno o medio vacío? Es un libro muy fácil de leer que propone pautas para afrontar problemas comunes y promover el bienestar personal. Es difícil no verse reflejada en sus páginas. Me voy a apoyar para esta entrada en el capítulo 6 que enseguida captó mi interés, “El caballo delante del carro”.

Conozco muchas personas que, por muy diversos motivos, pasan o han pasado por momentos difíciles (yo misma) y que poco a poco van aislándose, dejan de hacer aquello que les gusta y entran en lo que Pallarés (2013: cap.14) explica como espiral descendente: cuando la relación entre dos factores, hechos o fuerzas hace que una de ellas aumente la intensidad de la otra dando lugar a unas consecuencias cada vez más negativas. Hay muchos ejemplos de espirales descendentes: dolor y tensión muscular (yo que sufro bastante de lumbago sé de esto); culpabilidad o vergüenza e ira; insomnio y dormir durante el día; insomnio y preocupación por no dormir (no puedes dormir y no dejas de calcular las horas que te quedan para levantarte); ponerse colorado y advertirlo (esto es muy habitual al hablar en público); atracón y ayuno; estereotipos y prejuicios y distancia (actualmente está muy vivo el miedo a los inmigrantes). También hay espirales ascendentes (funcionan igual pero sus efectos son positivos): positividad y apertura mental o positividad y confianza.

Para romper la espiral descendente que se activa con un estado de ánimo bajo o con la depresión es bueno recordar que el caballo siempre va delante del carro. Hay que retomar o iniciar las actividades en vez de esperar a que el ánimo mejore. Dejar las actividades cuando uno tiene el ánimo bajo puede producir un alivio pasajero, pero agrava la situación a medio o largo plazo. Pallarés (2013: 37) ofrece una serie de orientaciones para salir de esa situación de ánimo bajo o depresión, para poner el caballo delante:
  • Elaborar una lista de las actividades que te resultaban agradables antes de esta situación.
  • Priorizar dichas actividades, clasificarlas para ver cuáles serían más fáciles de retomar.
  • Hay que empezar, sin dilación, por aquello que resulte más accesible. La procrastinación puede ser uno de los peores enemigos para salir de un bache.
  • Aplazar el sentir gusto o interés, al menos por un tiempo. Igual que cuando tenemos un problema de salud nos tomamos la medicina prescrita porque es eficaz para superarla, debemos retomar la actividad porque es bueno, aunque ahora no nos satisfaga.
  • Esperar pacientemente a los efectos positivos. No serán inmediatos y probablemente nos costará verlos. Perseverar y no ceder. Una pequeña historia personal: Tengo el menisco interior izquierdo roto. La traumatóloga me dijo que en lugar de operar íbamos a probar con rehabilitación. No fue hasta la sesión 28, de 30, que noté la mejoría. Y de momento no he necesitado la operación. Renegué mucho, sufrí cada sesión de rehabilitación, pero la mejoría llegó. Y me alegro de haber esperado. Pallarés (2013: cáp. 24) nos recuerda que al hablar de recuperación ( y también de crear un hábito) no debemos pensar en una línea ascendente y recta, sino en una ondulada y con mesetas. Los avances y retrocesos forman parte del proceso.
  • Ir paso a paso, sin forzar la marcha. No se trata de que el caballo vaya siempre al trote o al galope, basta con que no se detenga.
Escribiendo esta entrada he recordado un cuento de Anthony de Mello (La oración de la rana). Me parece una bonita imagen a recordar en los momentos bajos. A veces puede ser bueno dejarse llevar por la música. 
“Los judíos de una pequeña ciudad rusa esperaban ansiosos la llegada de un rabino. Se trataba de un acontecimiento poco frecuente, y por eso habían dedicado mucho tiempo a preparar las preguntas que iban a hacerle.
Cuando, al fin, llegó y se reunieron con él en el ayuntamiento, el rabino pudo palpar la tensión reinante mientras todos se disponían a escuchar las respuestas que él iba a darles.
Al principio no dijo nada, sino que se limitó a mirarles fijamente a los ojos, a la vez que tarareaba insistentemente una melodía. Pronto empezó todo el mundo a tararear. Entonces el rabino se puso a cantar y todos le imitaron. Luego comenzó a balancearse y a danzar con gestos solemnes y rítmicos, y todos hicieron lo mismo. Al cabo de un rato, estaban todos tan enfrascados en la danza y tan absortos en sus movimientos que parecían insensibles a todo lo demás; de este modo, todo el mundo quedó restablecido y curado de la fragmentación interior que nos aparta de la Verdad”.

Para terminar quiero dejar una melodía que muchos días me pongo para comenzar el día y empezar la actividad más allá de si estoy bien o mal de si me apetece o no hacer algo… Es un buen mantra “éste es el mejor momento”…


Bibliografía

  • Pallarés Molíns, Enrique (2013). Cómo sentirse mejor con la ayuda de anécdotas e imágenes. Bilbao: Ediciones Mensajero.

Etiquetas: Aprendizaje; Desarrollo Personal; Educacion emocional; Inteligencia emocional