viernes, 17 de febrero de 2023

La ruptura como camino de crecimiento


Recientemente un amigo me ha enviado una conferencia de Covadonga Pérez-Lozana que lleva por título Cómo superar una ruptura de pareja para que la viera y contrastáramos lo que en ella se dice. A continuación, voy a resumir aquellas ideas que me parecen más sugerentes para después hacer una lectura desde mi propia experiencia.

Cualquier separación es un desgarro, un fracaso, hay un duelo en toda regla (dicen que es similar al de la muerte de un ser querido, con la diferencia de que en la ruptura de pareja no dejamos ir, no soltamos). Ante una ruptura pasamos primero por una fase de negación (“no es posible”, “con todo lo que he hecho”…) y después de culpa (“Si hubiera…”, “si no hubiera…”, “hay algo en mí que no funciona”, “soy un fracaso”, “no voy a lograr tener pareja”, etc.).

Hay muchas creencias erróneas y mitos en la relación de pareja (ver al otro como príncipe-princesa, necesitamos encontrar nuestra media naranja para ser felices, para que sea buena un relación tiene que durar mucho, el amor para toda la vida…). Sin embargo, estamos en una relación para ser felices, no para aguantar (como decían nuestros mayores). Lo importante es vivir en presencia, en el aquí y el ahora, para poder disfrutar. El modelo de amor para toda la vida ya no sirve para el momento que estamos viviendo. El modelo preestablecido, el ideal social, es estar en pareja (si estás en pareja todo está bien en ti). Depende del momento vital en el que estemos puede que necesitemos estar solos.

Tendríamos que preguntarnos por el propósito de estar en pareja. Desde un punto de vista espiritual, podríamos decir que este propósito es ayudarnos a crecer, hacernos de espejo (para poder ver nuestras sombras y convertirlas en luz). La vida potencia que al estar juntos nos conozcamos y ambos nos sanemos. Un alma gemela no es alguien que te complementa, sino alguien que te va a sacudir, retar, mover. Nadie te da lo que no tienes en tu interior, pero te puede ayudar a descubrirlo. En esencia somos amor, pero se nos ha olvidado, nos hemos ido poniéndonos máscaras con el objetivo de recibir el amor y reconocimiento de los demás.

Cuando hemos vivido una experiencia de abandono de pequeños (real o no, pero la hemos vivido como tal) la vida necesariamente te va a poner un abandono, una ruptura de pareja en la edad adulta para tu sanación. La vida tiende al equilibrio. Necesito la experiencia para cruzarla y sanarme. En la época de nuestros abuelos estos procesos de crecimiento, a través de la relación de pareja, podía durar treinta o cuarenta años. Los aprendizajes les llevaban mucho más tiempo. Ahora el ser humano está despertando, estamos en la era de evolución de la conciencia. Ahora ese aprendizaje puede ser mucho más corto. Y cuando el aprendizaje está integrado, esa pareja ya no cumple su función, ha llegado el momento de soltar y seguir evolucionando. Como tenemos el sistema de creencias de nuestros mayores si rompemos una pareja nos sentimos mal, fracasados, defectuosos. Sin embargo, la ruptura es un proceso natural. Para algunas personas la pareja dura toda la vida, pero para otras no. Pensamos que si soltamos perdemos algo porque no confiamos en la vida y sus procesos. Cuando tenemos algún aprendizaje pendiente la vida nos lo vuelve a traer. Para aprender a amar una parte muy importante es aprender a soltar y a confiar en la vida y sus procesos.

Recapitulando, Covadonga hace los siguientes apuntes para superar una ruptura de pareja:

  • Mata la esperanza. No has perdido nada. Tenías que soltar. En lugar de llorar por lo perdido pregúntate qué aprendizajes puedes hacer.
  • Fluye, confía, conéctate con el ahora. Todo el sufrimiento es resistencia a la vida.
  • Deshazte de la culpa. Nada está mal en ti. Sé honesto, honesta, seguro que ya intuías que algo no funcionaba.
  • El propósito de una relación de pareja es la sanación. La vida te va a proveer de todas aquellas parejas que necesites para tu aprendizaje.
  • En pareja se aprenden unas cosas y en soledad otras (por ejemplo, integrar y gestionar nuestras emociones). Toda situación en la vida supone una oportunidad de sanación.
  • El hombre o la mujer de tu vida eres tú. Todas las relaciones son un reflejo de amor propio. 
  • Una ruptura de pareja es un evento neutro, no es ni bueno ni malo. Tú decides si lo ves como un fracaso o como una oportunidad para desarrollar relaciones desde la igualdad. Lo importante es aprender para no repetir patrones disfuncionales y poder evolucionar.

Paso a comentar la lectura que hago de estas ideas desde mi experiencia. Reconozco que me ha costado mucho desterrar los mitos mencionados más arriba, superar el ideal del amor romántico. He vivido en primera persona la idea errónea de “mi amor le cambiará”. Viví una relación de 25 años (10 de noviazgo y 15 de matrimonio). La herida tardó en cicatrizar y lo hizo con idas y venidas. Superé el miedo a “quedarme sola”. Aprendí que no se puede mendigar amor, que no había nada malo en mí, que no era una fracasada, que soy una persona completa, que si no estás atenta corres el peligro de repetir patrones, que la evolución pasa por quererme más y mejor, que la vida te da segundas (y más) oportunidades, que mis hijos están mejor si yo estoy bien, que solo se puede construir una buena relación desde el amor propio y el respeto a mí misma. Tardé en aprender, pero me ha merecido la pena. He ganado en autoestima y confianza. Estoy más capacitada para quererme bien y querer bien a otra persona, para construir relaciones desde la igualdad.

La vida te va poniendo en la vida las personas, no solo parejas, que necesitas para tu aprendizaje. Algunas personas están siempre, otras solo en algún periodo y otras van apareciendo en distintos momentos. Cada persona, cada encuentro te posibilita el crecimiento. Y eso da color a la vida.

Para terminar, unos versos de la canción de Rozalén La que baila para ti:

“Me desprendo de esta lanza

Que este odio es el que mata

Y la rabia también ata

Y ya es hora de dejarnos ir

 

Ya no seré yo

La que baile para ti”

Referencias



lunes, 6 de febrero de 2023

Sobre la resiliencia

 


[He publicado esta entrada en el Blog de Inteligencia Emocional de Eitb el 06.02.2023]

No es la primera vez que escribo sobre la resiliencia, hace años lo hice a raíz de una conferencia de Luis Rojas Marcos (ver Echaniz, 2011). En esta ocasión la entrada está inspirada por las ideas que me llevo del curso “¿Podemos ayudar a que nuestros estudiantes mejoren su resiliencia?”, impartido por Elsa del Pozo García, para el Servicio de Orientación Universitaria de la Universidad de Deusto. He de reconocer que me llevó al curso el interés por acompañar bien a mi alumnado, pero también el obtener ideas y pautas que me sirvan a mí.

La resiliencia podría definirse como la capacidad para resistir y recuperarse ante circunstancias adversas, bien de carácter personal o social. Una imagen que se suele utilizar para explicar la resiliencia es la de un muelle que se estira pero, una vez que ha cesado la fuerza que tiraba de él, vuelve a su lugar. Hay que decir que también hay muelles que no vuelven a su forma original, y, no obstante, siguen funcionando.

La resiliencia se puede entrenar, es fruto del aprendizaje, lo que requiere constancia y fortaleza. Se puede entrenar a cualquier persona en esta habilidad, aunque algunas tienen un mejor punto de partida (bien sea por sus características personales, porque cuentan con una buena red, etc.). Es un factor protector para el bienestar, ayuda a salir antes del dolor y el malestar. Hay una escena en El Rey León en la que Rafiki va acompañando a Simba en su camino de resiliencia.

En los seres humanos hay dos fuerzas opuestas que son fundamentales para crecer y avanzar: la Physis (da vitalidad y energía) y la Homeostasis (da estructura: significado, continuidad, predictibilidad, etc.). "Sin homeostasis no tendríamos estructura y sin physis no tendríamos estímulo". El éxito está en equilibrar ambas [para profundizar ver Erskine, 2011]. Y para acompañar a otras personas necesitamos conocer mínimamente la historia de la otra persona, desde una mirada genuina, incondicional, sin juicio. Y esto exige tiempo y escucha.

Veamos los siete pilares de la resiliencia que los psicólogos Wolin, S.J. y Wolin, S. desarrollaron en 1993 (ver Medina, 2021):

  • La introspección, la capacidad de preguntarse y darse respuesta a qué me impacta, por qué y cómo respondo.
  • La independencia, la capacidad de poner distancia ente uno mismo y los ambientes en los que se desenvuelve, la habilidad para tomar distancia.
  • La capacidad para relacionarse, de crear lazos significativos con otras personas.
  • La capacidad de iniciativa, que tiene que ver con exigirse y ponerse a prueba, de ejercer control sobre las situaciones (o sobre nuestra reacción ante las mismas).
  • El sentido del humor, encontrar lo cómico en la tragedia.
  • La ideología personal, la moralidad, el comprometerse de acuerdo a valores morales, discernir sobre lo bueno y lo malo. Actuar como uno cree que debe hacer ayuda a sublimar el dolor.
  • La creatividad puede contribuir a crear orden, belleza y finalidad donde había caos.

Existe una herramienta, “Círculo de influencia, círculo de preocupación”, de la que hablaba Steve Covey en Los 7 hábitos de las personas altamente efectivas (ver Apesteguia, 2017) que nos puede ayudar a desarrollar la resiliencia si aprendemos a centrarnos en aquello sobre lo que tengo algún tipo de influencia, que depende de mí (pensamientos, comportamientos, emociones y acciones), y dejo de preocuparme por aquello en lo que no tengo margen de actuación.

Para terminar, unos versos de una bonita canción de Diana Navarro, cuyo título, “Me amo y me acepto completamente”, sería bueno recitar a modo de mantra y grabárnoslo ‘a fuego’:

“Soy valiente por quererme, poco a poco soy más fuerte
En mis manos tengo el cambio, la tristeza ya es pasado
Tomo el mando estoy a salvo
Me amo y me acepto completamente”

Referencias