martes, 2 de julio de 2024

Inteligencia espiritual


[Entrada publicada originalmente el 11.05.2010 en el Blog de Inteligencia Emocional de EITB, desaparecido el 01.07.2024]

En estas líneas voy a compartir las enseñanzas que me llevé de la conferencia titulada “Inteligencia espiritual para un mundo nuevo”, impartida por Francesc Torralba el día 17 de febrero de 2010, enmarcada dentro del ciclo “¿Hacia una nueva era?” del Forum Deusto. El profesor Torralba es doctor tanto en Filosofía como en Teología; autor de numerosas publicaciones; actualmente es el director de la Cátedra Ethos de Ética Aplicada de la Universitat Ramon Llull. Inteligencia espiritual (Barcelona: Plataforma, 2010) es el título de su último libro.

¿Qué es la inteligencia espiritual? Howard Gardner al hablar de inteligencias múltiples (lingüística, lógico-matemática, espacial y visual, corporal-kinestésica, musical, interpersonal, intrapersonal, y naturalista) amplió el concepto tradicional de inteligencia. No basta con decir que alguien es inteligente, hay que matizar para qué es inteligente. Posteriormente Daniel Goleman popularizó, con gran eco incluso en el sistema educativo, el concepto de inteligencia emocional entendida como la capacidad de identificar emociones, expresarlas y canalizarlas (sobre todo las negativas, como pueden ser  los celos o el rencor) de modo que no nos dañemos a nosotros mismos o a otros. A principios del s.XXI Zohar y Marshall introducen el concepto inteligencia espiritual (con gran repercusión en el ámbito anglosajón, centroeuropeo, EE.UU. y Canadá) para referirse a la capacidad que tiene el ser humano de elaborar un tipo de preguntas que tienen que ver con el sentido último de la existencia y que no se explican con las otras inteligencias. Hay que matizar que estamos hablando de trascendencia, que no hay que identificarlo con una adscripción religiosa, con la pertenencia a un credo concreto. Además, esta necesidad universal que se puede canalizar de diferentes formas, permanece latente y sólo se desarrolla por interacción. Se puede hacer un símil con la capacidad lingüística. Aprendemos la lengua materna por mímesis. Empieza a articularse dependiendo de estímulos externos. Aprendemos a hablar porque tenemos capacidad para ello y porque nos han animado y estimulado a hacerlo. Por mucho que nuestra madre hubiera hablado a una piedra ésta nunca hablaría. También hay que indicar que este tipo de inteligencia no va asociado necesario a la instrucción; no es propio ni exclusivo de élites.

¿Cuáles son los poderes de la inteligencia espiritual? El profesor Torralba destacó cuatro. 1) La búsqueda del sentido. El ser humano quiere vivir una vida con sentido, con significado. Forma parte de la condición humana hacerse preguntas del tipo: ¿Qué hacemos aquí? ¿Para qué estamos? ¿Qué podemos esperar?; lo que no significa que tengamos respuesta o que sólo haya una. 2) La capacidad de distanciamiento. La inteligencia espiritual permite tomar distancia de la realidad (separarse sin separarse físicamente) para la crítica, para los actos libres, para el humor. El ser humano, a diferencia del animal que está atrapado en el medio, es capaz de tener un mundo propio. 3) El asombro. La experiencia de maravillarse, de pasmarse ante la realidad es propiamente humana, y puede ser provocada por la naturaleza, el arte, una composición musical, un rostro, etc. 4) El sentido de pertenencia al Todo. La autonomía personal está sacralizada. La persona espiritualmente inteligente capta aquello que está por encima de particularidades y singularidades; tiene la capacidad de sentirse uno con el gran Todo; lo que contribuye a desarrollar relaciones más armónicas. Los grandes maestros destacan por esto.

¿Cómo se cultiva la inteligencia espiritual? El profesor Torralba subrayó cuatro vías. 1) La práctica asidua de la soledad. La soledad buscada es un ámbito fundamental para plantearse preguntas; ahí es donde uno se tutea a sí mismo; donde se plantean temas como la vocación, la llamada, el proyecto de vida. El problema es que a veces genera sensación de vértigo (“¿qué hago yo aquí?”). 2) El ejercicio del filosofar, del pensar y dar que pensar. Cuando uno filosofa surgen los interrogantes, el asombro, una comprensión más profunda de las cosas, la conexión con uno mismo, etc. 3) Lo espiritual en el arte. Hay música que transporta, que por unos instantes te lleva muy lejos, te separa del mundo. Lo mismo ocurre con la contemplación a fondo de cualquier manifestación del arte; da qué pensar; no te deja en un estado neutro, te hace trascender. 4) La experiencia de fragilidad. Una situación crítica, la enfermedad, el envejecimiento, la muerte cercana despiertan la pregunta por el sentido, activan la inteligencia espiritual que no tiene por qué ser confesional.

¿Cuáles son los beneficios de la inteligencia espiritual? El profesor Torralba resaltó tres. 1) Profundidad en la mirada, frente al lamento muy extendido de la banalidad y la superficialidad; de la cultura de “usar y tirar”; del “zapping”, del salto continuo de un estímulo a otro porque la repetición aburre. 2) La autodeterminación, que tiene que ver con pensarse, con hacer de la vida un proyecto; y que exige esfuerzo, audacia de ir contracorriente, y la capacidad de relativizar el influjo ajeno. 3) La calidad de las relaciones. “Sólo se ve bien con el corazón; Lo esencial es invisible a los ojos” (Saint-Exupéry). La inteligencia espiritual tiene reflejo en las relaciones sociales. Ayuda a superar la mirada centrada en lo externo; busca lo esencial en las relaciones; se refleja en la conversaciones, se expresa en palabras; supera los tópicos y las habladurías.

¿Y qué ocurre cuando la inteligencia espiritual está atrofiada? Quizá la consecuencia más grave es el vacío existencial, la carencia de sentido, que puede derivar en vandalismo, violencia, formas inadecuadas de evasión, conductas autodestructivas, adicciones, etc. Los grandes creadores y los grandes maestros son personas con una intensa vida espiritual que se refleja en las obras. Lo que dejamos a las generaciones futuras tiene que ver con el cultivo de la inteligencia espiritual.

Acabaré con el comentario que el profesor Torralba hizo ante una pregunta. En su opinión, el gran error del sistema educativo, y no es sólo propio de nuestro contexto, es que considera que el ser humano es tridimensional: es bio, es psico (aspectos mentales y emocionales) y es social ¿Y la dimensión espiritual?

¿Y usted qué opina?

 


 

lunes, 1 de julio de 2024

Acompañamiento tutorial y sentido de la vida

 


El 27 de junio tuvimos la cita anual de la Jornada del Tutor organizada por el Servicio de Orientación Universitaria (SOU) de la Universidad de Deusto. Contamos con un ponente de lujo, Francesc Torralba, con la conferencia: “Acompañamiento tutorial y sentido de la vida”. El acto fue abierto (y cerrado) por la Vicerrectora de Comunidad Universitaria y de Agenda 2030, Aitziber Idígoras. El Director del SOU, Manuel Marroquin sj, nos dirigió unas palabras para recordarnos el papel fundamental del acompañamiento vital tanto en el proyecto profesional como personal del alumnado; la constatación de que es una labor no suficientemente reconocida y la filosofía de base del servicio: el humanismo trascendente. Compartiré las principales ideas que me llevo de la conferencia junto con algunas experiencias e ideas personales.

El profesor Torralba comenzó diciendo algo con lo que me sentí muy identificada (me imagino que el resto del público también). Nos pasamos la vida en el aula (donde exponemos) y en el despacho (donde escuchamos y normalmente no se habla del temario). A veces los recuerdos más valiosos para nuestro alumnado se dan en esas conversaciones difíciles (rupturas y perdidas no digeridas, desorientación, dudas, etc.) a puerta cerrada.

Desde el principio explicó que iba a hablar desde su experiencia personal y desde la experiencia de otras personas. Y nos presentó a tres pensadores que son sus grandes referencias para el tema que nos ocupa: 1) Paul Tillich, teólogo protestante, y su libro El coraje de ser. El proyecto persona de vida es propio, genuino. Nadie quiere se “el clon de…”. Pero para ello necesitamos a los demás. No somos “a pesar de” los demás, sino “gracias a” los demás. Parafraseando a Descartes, “Soy cuidado, luego existo”. 2) Rollo May psicólogo y psicoterapeuta existencialista estadounidense, y su libro The courage to create, en honor a su maestro, Paul Tillich. 3) Edith Stein, o sor Teresa Benedicta de la Cruz, y su idea de que formar es acompañar a una persona a devenir lo que está llamada a ser, no adoctrinar o teledirigir, para lo que es necesario discernir en silencio.

Uniendo los tres autores mencionados, el profesor Torralba nos presentó el mapa del acompañar. “La formación es un proceso infinito, nunca realizado del todo”. Actualmente tiene un doctorando de 92 años, que ha pasado toda su vida en un taller mecánico y ahora ha descubierto la filosofía. El tutor se va formando en interacción con el tutorando. Muchas veces cuando nos vienen a ver están rotos. Ahí se hace un pacto de empatía. Es necesario que el tutor o tutora sean humildes, no lo saben todo y no lo pueden todo. En ocasiones se siente una gran impotencia. La palabra tiene valor, pero a veces es impotente. Existen otros lenguajes que permiten expresar lo que sentimos.

Cuando los seres humanos nacemos estamos desorientados. Hace falta valor para asumir el reto de vivir. Actualmente se habla de la generación de cristal, personas con una baja tolerancia al fracaso. ¿Cómo se forma el carácter (ethos)? No podemos caer en la visión idílica del “todo va a ir bien”. Tenemos que ayudar al alumnado a desarrollar su proyecto con realismo sin ocultar los obstáculos, las tensiones. Existen inteligencias múltiples, cada persona tiene más desarrollada alguna, y también hay apoyos para hacerlas crecer. La pregunta clave es la pregunta por el sentido, y esa es una tarea genuinamente humana, no hay IA que nos pueda ayudar a encontrar la nuestra. Muchas veces llenamos nuestra vida de actividad para huir del vacío, pero eso no nos procura una vida plena. Tendremos que ayudar a quienes se nos acercan a digerir el fracaso y redirigir el proyecto de vida.

Descubierto el sentido podemos ayudarles a ver los pasos necesarios para hacerlo realidad. Muchas veces tienen una quimera, una imagen esperpéntica, de lo que es la profesión (influida, por ejemplo por las series de televisión).

El profesor Torralba señaló tres momentos clave en cómo concibe y practica el acompañamiento:

1. Autoconocimiento, que es el punto de partida. Hay quienes tienen una visión desenfocada, bien porque se subestiman o porque se sobreestiman. Es importante tener una imagen real de uno mismo, de una misma. ¿Tengo las capacidades, habilidades, recursos, etc. para este propósito? Hay muchos fracasos que son previsibles, que proceden de la carencia de autoconocimiento. Acompañar este proceso requiere de varios encuentros.

2. Autodeterminación. Se trata de dibujar un horizonte siendo conscientes de que los procesos exigen tiempo, algo no muy común en los tiempos de la inmediatez que vivimos. El éxito, la excelencia, nunca es casualidad, no es fortuita. La autenticidad tiene un precio, puede suponer que no visite la culpa o que tengamos que “salir de la autopista” y tomar un camino más estrecho y lento. Como tutores, como tutoras podemos decirles que ahí estaremos, a su lado.

3. Identificar los eslabones, el momento más pragmático, que en muchas ocasiones es un trabajo de la comunidad, implica a agentes diversos.

Y en todo este camino es imprescindible la ductibilidad, si no es fácil la ruptura emocional. “La rigidez es la muerte a la hora de dilucidar el proyecto personal de vida”. Hay que aclimatarse a contextos y escenarios no imaginados. Hay muchas cosas que son ajenas a la voluntariedad

Parafraseando a Romano Guardini, filósofo de referencia del Papa Francisco, “el ser humano es una obra de arte en proceso”… y nuestro papel es acompañar ese proceso sobre el pilar de la confidencialidad, que es lo que construye la confianza.

La conferencia del profesor Torralba trajo a mi memoria dos experiencias personales, de esas que te confirman que la tarea merece la pena… El curso pasado un alumno que no se había presentado en la convocatoria ordinaria acudió a la revisión, tal y como yo había indicado. Era un alumno de esos que conoces porque tiene dificultades desde el primer día, a pesar de hacerlo muy bien cuando se lo proponía. Estuvimos un rato largo charlando, sobre su trayectoria, sobre la vida, sobre sus aspiraciones… Cuando salió de mi despacho había tomado la decisión de hablar con sus padres y dejar la carrera. La persona que entró en mi despacho no era la misma que salió. Se había liberado de una carga. La pena que tengo es que no sé cómo acabó el tema, aunque tengo el convencimiento de que ahora estará mejor. La otra experiencia es muy reciente. Este curso he tutorado un TFG que me ha dado bastantes dolores de cabeza. Hemos tenido muchas más tutorías de las habituales. La alumna estaba muy desorientada… y muy desganada. Su actitud no ayudaba. No hacía caso a las sugerencias, no avanzaba… La tutoría para la devolución sobre el borrador final fue muy dura. Me puse muy muy dura con ella. Le dije que su trabajo tal y como estaba no era un TFG, que no había atendido a las sugerencias, etc. Reconozco que subí mucho el tono (hasta el punto de que al acabar el compañero del despacho de al lado me dijo: “Sonabas desesperada”). Le dije que la semana siguiente, antes de la entrega tendríamos una tutoría extraordinaria y que me enviara el trabajo con antelación. En esa reunión me dijo algo así: “Te agradezco que hayamos llegado hasta aquí y que el otro día fueras muy dura conmigo. Lo pasé muy mal, pero me he dado cuenta de que tenías razón en todo lo que me decías. Me vino bien la bronca”.

En el espacio de la tutoría no siempre se da un conexión profunda, pero nunca sabemos cuándo una conversación puede suponer un cambio en el rumbo de una persona...

Referencias