[He publicado esta entrada el 07.05.2018 en el Blog de Inteligencia Emocional de Eitb-desaparecido el 01.07.2024]
Preparando la charla me encontré con un titular que da qué pensar: “Si su hijo pertenece a la Generación F (de flojos), la culpa es de usted”. Muchas veces los padres y madres sobreprotegemos a nuestros hijos e hijas, queremos evitarles sufrimientos y lo que les estamos haciendo es impacientes, intolerantes, poco flexibles, tendentes a la radicalidad, con baja tolerancia a la frustración… Les mantenemos dentro de una burbuja de cuidados que es irreal y puede ser dañina. Lejos de prepararles para el mundo les hacemos creer que son tan especiales que son muy frágiles. Muchos se sienten y actúan como si fueran el ‘centro del universo’. Es muy buena una parodia que hay en la red de una entrevista de trabajo a una millenial.
En el portal Faros dan algunas pautas que aquí releemos para desarrollar el hábito, la actitud, de tolerar la frustración que es como un músculo, se desarrolla con el ejercicio:
- Dar ejemplo. Nuestros hijos e hijas aprenden más de lo que hacemos que de lo que decimos. Si nosotros actuamos con impaciencia o intolerancia ¿qué podemos esperar?
- No darles todo hecho. Muchas veces es más fácil y rápido darles las cosas hechas pero así no les dejamos aprender. A mí me suele gustar decir que no hay otra forma de aprender responsabilidad que en la práctica. Libertad y responsabilidad son las dos caras de la misma moneda.
- Educarles en la cultura del esfuerzo. Valoramos más aquello que nos ha supuesto un esfuerzo, aquello que hemos ‘sudado’. Cuando las cosas nos vienen dadas, ‘regaladas’, no siempre valoramos lo que suponen.
- No excusarles permanentemente. Recuerdo que cuando mis hijos eran más pequeños en más de una ocasión me han pedido que les hiciera un justificante por una falta o por una tarea no realizada. En eso he solido ser tajante: “No, es tu responsabilidad y eso supone que tú respondes de ello. Si no has hecho/ido, asume las consecuencias. Como dice la canción: Acción, reacción, repercusión”.
- No ceder ante sus rabietas. Ceder a una rabieta supone que el niño o niña te ha ganado la partida, y no es un buen aprendizaje sobre cómo se logran las cosas. No puedo evitar acordarme del genial anuncio de Vicks…
- Marcarles objetivos realistas y razonables. Los logros van generando confianza y seguridad en uno mismo. Por eso es importante que fijemos objetivos adaptados a la capacidad y madurez de nuestros hijos e hijas.
- Convertir la frustración en aprendizaje. No hay emociones buenas o malas, todas nos dan una información importante para nuestro aprendizaje y crecimiento.
- Enseñarles a ser perseverantes. La perseverancia es una gran virtud que forja carácter. Yo tengo una lema para mí que da nombre a mi blog personal, “Querer es Poder, Creer es crear”. Hay que tropezar y levantarse muchas veces para hacer algunos aprendizajes fundamentales.
- Enseñar a identificar el sentimiento de frustración cuando aparezca. La clave de la inteligencia emocional, parafraseando a Mayer y Salovey, está en Identificar, Comprender, Usar y Regular las emociones propias y ajenas.
- Enseñar al niño cuándo debe pedir ayuda. Es muy bueno hacer las cosas por uno mismo, ser autónomo; pero también es muy importante saber cuándo pedir ayuda porque nosotros solos no podemos enfrentar una situación o problema.
- Enseñarle técnicas de relajación. Saber acallar el cuerpo y la mente es de gran ayuda cuando nos encontramos ante una situación adversa. Nos ayuda a pensar y actuar con mucha más claridad y serenidad.
Para terminar un extracto de una conferencia de Carles Capdevilla en el que nos habla de Educar con cinco sentidos (1. Sentido común; 2. Sentido del ridículo; 3. Sentido del deber / responsabilidad; 4. Sentido moral y 5. Sentido del humor).
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