Cariño, no sé muy bien por dónde empezar a escribir estas líneas. Desde ayer bullen muchas ideas en mi cabeza y mis emociones están un poco alteradas. Espero poder transmitirte unas y otras de la mejor manera. Verás que se entremezcla mi voz como madre, como ciudadana y como profesora de ética (que es algo que tengo muy arraigado). Cuando vengas en vacaciones tendremos tiempo para hablarlo con calma y en persona.
Empiezo por las emociones, que se me han ido solapando unas con otras:
sorpresa, estupor, preocupación, indignación, enfado, tristeza, mucha tristeza,
sobre todo tristeza… Cada día desde que nacisteis hago una petición al cielo… a
Dios… a la vida… “Que mis hijos sean buenas personas” … Creo que no hay cosa
más importante para mí. Entiendo el éxito en la vida como ser una buena
persona, hacer lo que hay que hacer, aunque el contexto no favorezca.
Contribuir a dejar el mundo un poco mejor de lo que lo has encontrado… Recuerdo
una vez que estabas en el colegio, en una época en la que andabas muy revuelto
y tu comportamiento no era demasiado bueno, que antes de una reunión de padres
le dijiste a tu tutor: “Diles que somos buena gente”. No nos lo dijo, pero yo
sabía que el comentario era tuyo…
Hace mucho hice mía una máxima que escuché al que entonces era Rector del Tec:
“El bien es bien, aunque nadie lo haga; el mal es mal, aunque todos lo
practiquen”. Intento que esa máxima y la regla de oro (en positivo: “Haz a los
demás lo que quieras que te hagan”, o en negativo: “No hagas a los demás lo que
no quieres que te hagan”) orienten mis acciones. Y eso que quiero para mí es en
lo que he intentado educaros a vosotros, no solo con palabras sino con
acciones. Llevo mucho tiempo trabajando mis valores e intentando llevarlos a la
práctica. No siempre lo consigo, no soy ni mucho menos perfecta, pero pongo un
gran esfuerzo consciente en vivir lo que creo. Y si fracaso en el intento,
vuelvo a intentarlo… las veces que haga falta…
Como tú bien sabes actos, actitudes y carácter están íntimamente relacionados.
Cada acto, cada acción, puede ser catalogada como buena o mala. La repetición
de actos va conformando actitudes, predisposiciones para actuar. Y el conjunto
de nuestras acciones conforman nuestro carácter, o “modo de ser adquirido”, que
puede ser, en términos aristotélicos, vicioso (tiende hacia el mal) o virtuoso
(tiende hacia el bien). Cada uno vamos fijando nuestro carácter acción a
acción, decisión a decisión. Ayer me preguntabas: “¿Y eso me hace peor
persona?”. Claro que una mala acción no te convierte en una mala persona, pero
seguro que te aleja algo de la persona que quieres ser. Y no creo que nadie
quiera ser una mala persona. Siempre digo a mis alumnos y a mis alumnas que
espero que se les encienda una ‘alarma’ cada vez que digan la frase “Total… eso
no hace mal a nadie”. Muchas veces cuando pronunciamos esa frase nos olvidamos
de la persona más importante, cada uno de nosotros y de nosotras. Puede que una
acción no tenga consecuencias, o que no te pillen, o que nadie se entere… Pero
cada uno sabe cuando no ha actuado bien y eso afecta a la persona que cada uno
construimos, a ese carácter que vamos conformando acción a acción, decisión a
decisión.
Sé que algunas de mis ideas y mis valores te pueden parecer anticuados, que no
compartes (ni siquiera sé si entiendes) la fe que profeso… Sé también que no
estás de acuerdo con la sociedad, el sistema, el capital, las injusticias… pero
no cualquier medio vale para transformar el mundo. Importan los fines, pero no
te puedes desentender de los medios. ¿Te imaginas que todas las personas
actuaran de la misma manera? ¿Sería el mundo un lugar mejor? Acuérdate del
imperativo categórico de Kant: “Actúa de tal manera que tu conducta pueda ser
considerada una ley universal” (y la segunda formulación: “trata al ser humano
como un fin en sí mismo, nunca como un puro medio”).
Las normas y las leyes están para cumplirlas porque favorecen el buen
funcionamiento de la sociedad. Está claro que no todas las normas y leyes son
justas, pero que una norma o ley no sea justa no legitima que uno se salte
todas o que cumpla solo las que le interesan. ¿Sería mejor un mundo sin leyes y
normas? ¿Cómo se protegería a las personas más vulnerables? ¿Habría mayor
igualdad y justicia? Sinceramente, creo que no. Se puede luchar por cambiar las
normas y leyes, pero, vuelvo a lo de antes, no de cualquier manera. Relacionado
con esto, hay algo que me preocupa y es el tema de la escala y la oportunidad.
Quienes cometen delitos, quienes tienen comportamientos corruptos, quienes
atentan contra el bien común, normalmente no empiezan por grandes cosas.
Se empieza cometiendo pequeñas transgresiones, pero a medida que se sale
indemne y se tiene oportunidad y acceso a otros niveles, sube la escala de la
transgresión. Y luego no vale el “yo no quería”… Acuérdate de algo que os he
repetido muchas veces… “acción, reacción, repercusión”, responsabilidad en
acción.
Eres dueño de tu vida y de tus decisiones. Yo quiero, siempre he querido, lo
mejor para ti. No puedo obligarte a actuar como yo creo que se debe actuar,
pero tampoco puedo renunciar a decirte lo que pienso y cómo me siento… No puedo
dejar de preocuparme por ti porque me importa la persona que eres. Y siempre
con una premisa previa: “Te quiero por encima de todo y a pesar de todo”.
Ama
Es una carta que trasciende en tiempo y espacio a hijas, hijos, alumnas, alumnos, nuevas y anteriores generaciones que se cuestionan y quieren cambiar los sistemas de poder... me quedo con este escrito de ética y de libertad!!! gracias Aran por compartir Lumi
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