martes, 25 de noviembre de 2025

No podemos bajar la guardia

 

El 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Todavía hay quien se pregunta qué sentido tiene hacerlo. La respuesta está en los datos. Mientras exista violencia estructural contra las mujeres y las niñas hay que elevar la voz. “De acuerdo con los datos del Observatorio de la Violencia contra las Mujeres en Bizkaia, que integra información de la Diputación Foral y del Gobierno Vasco, hasta septiembre de 2025 la Ertzaintza registró 3.631 victimizaciones, lo que supone un 1,19 % más que en el mismo periodo del año anterior. La mayoría corresponden a violencia de pareja o expareja, seguidas de casos de violencia intrafamiliar, aunque el incremento más acusado vuelve a producirse en los ataques contra la libertad sexual, que crecen un 23,64 % respecto a 2024: de 258 casos entre enero y septiembre del año pasado a 319 en el mismo periodo de este año”. (Departamento de Empleo, Cohesión Social e Igualdad, 2025).

Por destacar un dato a nivel mundial: “Se calcula que, en todo el mundo, 840 millones de mujeres –casi una de cada tres– han sido víctimas de violencia física o sexual por parte de su pareja; de violencia sexual fuera de la pareja o de ambas al menos una vez en su vida (el 30 por ciento de las mujeres de 15 años o más). Esta cifra, que no incluye el acoso sexual, se ha mantenido prácticamente sin cambios en los dos últimos decenios” (ONU Mujeres, 2025).

Este año Emakunde ha elegido como lema de la campaña del 25N: “No es solo tu problema, es el nuestro”. Esto refuerza la idea de que este no es un problema de las mujeres, sino que toda la sociedad tiene que corresponsabilizarse en acabar con esta lacra y apoyar y acompañar a quienes la sufren o la han sufrido. En palabras de su directora, Miren Elgarresta: “las mujeres lo están contando como pueden, a pesar de la dificultad de hacerlo, por lo tanto, la pelota está sobre todo en el tejado de la sociedad, que debe responder, acompañar, comprender, ayudar, atender, sentir que este no es un problema personal de unas mujeres, sino un problema social” (Emakunde, 2025).

Con las nuevas tecnologías, además, surgen nuevas formas de violencia contra las mujeres con unas consecuencias igual de graves que la no virtual. “[El Ministerio del] Interior ha identificado hasta 12 tipologías de violencia digital contra las mujeres, entre ellas el troleo sexual, la pornovenganza o el deepfake sexual (…) Aunque se produzcan online, el acoso, las amenazas, los chantajes o la difusión de imágenes íntimas sin permiso, que se utilizan para dañar, controlar o humillar a la víctima, tienen consecuencias similares a la violencia no virtual (…) provocan miedo, ansiedad, aumento de las conductas suicidas y autolesivas, sensación de pérdida de control sobre la propia imagen y graves consecuencias sociales y personales” (EFE,2025).

Recientemente he leído un artículo de una compañera del campus de San Sebastián —una lectura más que recomendable— que recuerda la violencia que sufrieron las mujeres durante el franquismo y que termina de forma contundente: “Con Franco, las mujeres no vivían mejor, no, sino que estaban sometidas, sin derechos civiles, políticos ni laborales. Solo la democracia y el feminismo han hecho avanzar la igualdad: una sociedad justa no puede permitirse olvidar su pasado” (Gutiérrez, 2025).

No podemos bajar la guardia, ni podemos minimizar este problema social. Me gusta mucho el lema: “Ni una más”. He de reconocer que en algún momento he minimizado algunas formas de violencia contra las mujeres, pero hace tiempo que he caído en la cuenta de que yo también la he sufrido. Recuerdo con 12-13 años ir camino del colegio y encontrarme con un señor que hacía tocamientos. Era tan grande la vergüenza que nunca lo conté en casa, ni a mis compañeras. No ha sido hasta ahora que le he puesto nombre. Y esta es la cara menos dura del problema… Alcemos la voz y no paremos hasta que ninguna mujer o niña la sufra.

Referencias

 

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