[He publicado esta entrada el 04.05.2016 en el Blog de Inteligencia Emocional de Eitb-desaparecido
el 01.07.2024]
Tengo la suerte de haber estado del 26 al 29 de abril en
Loiola en una formación que se enmarca en un plan que dura cuatro años. El
segundo día trabajamos el tema de la reconciliación con Elías López sj, consultor del Servicio Jesuita a Refugiados (SJR) en el ámbito de la reconciliación. Le
acompañaba Manu Arrue sj, responsable de Paz y Reconciliación de la Diócesis de Bilbao.
Realizamos
un trabajo colaborativo en el que vimos qué se aporta a los procesos de paz y reconciliación
desde la espiritualidad ignaciana (espíritu ≡ aliento vital). Que nadie se asuste por el término… “La
espiritualidad ignaciana intenta ayudar a vivir la vida de una forma integrada”,
a la manera de Ignacio de Loiola.
Empezamos la mañana con el ejercicio de Mindfulness (atención plena) que aquí sintetizo:
El lugar… inmejorable, el jardín
que está detrás de la Basílica de Loiola. En un corro hicimos unos ejercicios
para trabajar la lateralidad y relajarnos. Después recibimos la invitación de
cerrar los ojos y dejarnos llevar para trabajar la atención plena, realizando
el siguiente recorrido:
Cada uno realiza tres
inspiraciones profundas con la invitación de soltar, relajarse y sentir el cuerpo
(las sensaciones que percibe).
Después cada uno respira a su
ritmo llevando la atención a la respiración. Si llega una distracción
practicamos las 2 R: no me Resisto; no
Retengo (esta pauta se mantiene durante todo el ejercicio).
Empezamos a respirar diciendo
mentalmente DENTRO al inspirar, FUERA al espirar. Así estamos un rato (de fondo
siempre las 2 R).
Después llevamos la atención al
silencio entre el DENTRO – FUERA y el silencio entre FUERA-DENTRO. Lo repetimos
varias veces para luego llevar la atención al silencio que SOY.
Dirigimos nuestra atención al
centro del silencio que SOY. Allí me encuentro una puerta. Me acerco, la miro y
la abro. Me lleva a mi jardín interior. Me fijo atentamente cómo es mi jardín,
qué veo, qué escucho… Me percato de que se oye el rumor de un riachuelo. Me
acerco y lentamente lo remonto hasta llegar al origen. Ahí está la FUENTE QUE
ME DA VIDA. Disfruto de la fuente, la observo, conecto con ella. Después de
disfrutar esa conexión voy abandonando poco a poco mi jardín interior…
Es difícil describir lo sentido
durante el ejercicio... Me faltan las palabras… Me sorprende mi jardín
interior. Me siento muy a gusto en él. Percibo mucha fuerza, mucha energía.
Según remonto el riachuelo veo rostros de personas, las personas de mi vida. Al
llegar a mi fuente de vida no puedo reprimir el llanto. Me embarga la emoción…
Al acabar el ejercicio y volver a la sala, dejando atrás la
naturaleza, hacemos nuestro primer registro del día (examen, que diremos más
adelante):
¿Qué siento aquí y ahora? La sensación corporal es liviandad, me
siento ligera; y el sentimiento es de gratitud.
¿A qué me mueve? Aparecen sin pensarlo tres verbos: amar, abrazar,
sonreír
Ese simple registro es de una gran profundidad y ayuda. Doy un paso atrás (conecto con mi
fuente de vida) para dar un paso
adelante (a qué me mueve, desde la positividad). Para superar conflictos es
fundamental hacer un análisis
contemplativo de la realidad, un análisis desde la fuente de vida. [Esta es
la vía para ganar en libertad interior, indiferencia,
dirá Ignacio: da un paso atrás; respira; haz silencio; conecta con tu fuente de
vida; entrega; agradece; da un paso adelante; transforma].
Una frase nos acompaña durante todo el día: “la inteligencia no está entre las orejas, sino entre narices”. La inteligencia es comunicativa, es fundamental incluir la voz del otro. A continuación reproduzco el mapa que construimos de forma colaborativa todas las personas asistentes después de responder a cuál es la primera palabra que relacionamos con reconciliación:
El contexto desde el que hablamos es el de la violencia que
existe a distintos niveles: personal, educativo, social, religioso, político,
ecológico, generacional, de género, etc. Hay que constatar, además, que las
redes de violencia son muy complejas. “RE-CON-CILIAR
≡ Volver – juntar – llamada”. Ha habido una ruptura porque ha habido una
injusticia que atenta contra la dignidad. Algo muy importante es discernir la
reconciliación según tiempos, lugares y
personas, para dar modo y orden
(éste es un concepto muy ignaciano y se refiere al cómo y al cuándo; al
procedimiento, la metodología, que debe de ser siempre personalizada y
acompañada). En los procesos de reconciliación siempre hay que poner una silla vacía, hay que pensar en quién
queda excluido. Hay que ‘interrumpir’ para que la narrativa no sea totalizante,
sino abierta y dialogada. El espacio es fundamental. Hay una vieja máxima
inglesa que dice “Where you stand,
depends on where you sit”. Dónde
tenemos puestos los pies determina; defendemos dependiendo de dónde estamos
sentados. Elías nos contó un testimonio conmovedor. Doña Socorro, una mujer
a la que conoció en Cúcuta (Colombia), era una desplazada interna del proceso
de reconciliación. Ella quería justicia pero no confiaba en la humana. En el
conflicto mataron a su marido, su hijo, su nieto, un hijo estaba encarcelado y
otro hijo desaparecido desde 2006. Ella veía que a cambio de verdad se podía
reducir la responsabilidad penal (así sucedió con el asesino de su hijo). Y
decía algo como: “¿Quién soy yo para perdonar? ¿Acaso puedo perdonar un dolor
tan grande? Lo pongo en las manos de Dios. Así se alivia algo el dolor y yo
algo también perdono…”. Doña Socorro es el ejemplo de que la reconciliación es
posible. Su hijo desaparecido apareció muerto. Le dio sepultura y ahora vuelve
a sonreír…
Para Ignacio el deseo es lo que marca a la persona. Una vez
se ha conectado con la fuente de vida hay que redefinir todo lo anterior. Una
persona que está en contacto con la fuente de vida gana en libertad interior.
En este proceso Ignacio da una gran importancia al Examen del día (es lo único que marca como obligatorio para los jesuitas). Se
trata de al final del día dar un paso atrás para conectar con la fuente de vida
y preparar el día siguiente.
Para transitar entre víctima y victimario hace falta
una pedagogía del perdón que Elías
López propone como la resultante de dos modelos en diálogo: 1) la justicia transicional (TARR, por su siglas en inglés) y 2) el sacramento del perdón
(no voy a profundizar aquí; dejo para quien quiera este artículo
de Elías).
Para terminar, una frase que me dio qué pensar… “Lo importante no es si estoy herida o no,
sino cómo toco la herida, desde dónde toco la herida”… Conectemos con nuestra
fuente de vida y desde ahí analicemos la realidad y sanemos las heridas…
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