martes, 7 de enero de 2014

La transitoriedad


El vídeo que incluyo al final, Existential Bummer, me he hecho reflexionar sobre algo que muchas veces he sentido. Más de una vez me he sorprendido con un toque de nostalgia en momentos vitales de gran felicidad y he querido aferrarme al momento en un intento de hacerlo durar para siempre. Al caer en la cuenta de que tus mayores algún día no estarán. Al contemplar al bebé dormido que alguna vez será, que ahora es, un adolescente rebelde. Al abrazar al compañero que quieres que te acompañe el resto del camino. Al disfrutar un encuentro con quien hace mucho que no ves. Al lograr un reto que parecía imposible... Todos estos momentos felices te recuerdan que la felicidad no durará siempre. Afortunadamente el dolor tampoco... Me viene a la cabeza un texto del Nuevo Testamento (Mt 17, 4): "Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús: -Señor, ¡qué bien se está aquí! Si te parece, armaré tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías". ¿Quién no ha deseado parar el tiempo en alguna ocasión para así congelar lo que sentimos y retenerlo, para grabarlo muy dentro y que no se nos olvide?

¡Qué difícil resulta, la mayoría de las veces, disfrutar del momento, del ahora! ¡Qué complicado llevar a la práctica el carpe diem! [En otra entrada escribí sobre el Aquí... Ahora...]. Me encanta observar a los niños pequeños. Ellos viven entregados al ahora. Lo disfrutan como si no hubiera otro momento. Poco a poco vamos perdiendo esa capacidad. Según nos vamos haciendo mayores muchas veces el pasado nos arrastra recordándonos en exceso experiencias y aprendizajes que nos dificultan disfrutar de lo que el presente nos brinda; o el futuro, como promesa de algo mejor, nos hace pasar por el presente de puntillas. Ocurre, además, que a medida que vamos acumulando vida somos cada vez más conscientes de que tenemos fecha de caducidad y de que no podemos luchar contra eso. Quizá lo único que valga, el único remedio infalible, es seguir el consejo de Mahatma Gandhi: "Vive como si fueras a morir mañana. Aprende como si fueras a vivir para siempre".

CONSUELO PARA LA TEMPORALIDAD
Somos como las plantas:
Nuestra piel es hoja y nervadura
de pasiones hermosas
Que bailan sin cesar.
Somos danza y danzar en el viento
es potestad de nuestras piernas sin raíces.
Todo cambia y nada permanece.
En el otoño, el follaje se desprende amarillo;
Llueve oro en el atardecer.
No habría vida sin muerte.
No seríamos cuanto somos
si la conciencia no guardara experiencias ajenas
que misteriosamente se aposentan
en el aire interior cuya esencia desconocemos.
Y, sin embargo, así como Blake dijo:
"La eternidad está enamorada de la fabricación del tiempo".
es inevitable enamorarse de la creación
y sentir el dolor de no ser inmortales.
 ¡Ven!
Abandona el rencor por lo incomprensible.
Porque la vida se alimenta de la vida,
hemos de arder en la pira funeraria sin perecer.
Cantos y mitos nos sobrevivirán,
como sobrevive el árbol
que talado y yerto me sirve de apoyo
para escribir esta reflexión.
La experiencia de la vida es la pasión de beberla
hasta la embriaguez.
Amar, cantar, decir versos hermosos
y luego
dormir.
Belli, Gioconda (2009, 1ª 1998): Apogeo. 6º edición. Madrid: Visor, p.43





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