miércoles, 3 de julio de 2013

Sobrevivir a un tigre


El sábado cogí en el videoclub la película "La vida de Pi" y la disfruté con mi hijo pequeño. Una delicia visual, una banda sonora preciosa, una exaltación de la fe y de la duda, un relato que invita a la reflexión...

La historia de Piscine Molitor Patel (Pi) es increíble, apasionante... Pi es un niño indio inquieto, con la pregunta sobre Dios siempre presente, que se confiesa hindú-católico-musulmán y es vegetariano. Se ha criado en el zoo que tiene su padre. En plena adolescencia, recién descubierto el amor, su familia decide trasladarse a Canadá. El barco en el que viajan naufraga y el sobrevive después de 227 días a la deriva en un bote salvavidas con la compañía de un tigre (Richard Parker). Inicialmente había también una hiena, una cebra y una orangutana que había perdido a su cría. Toda una aventura de autoconocimiento y de crecimiento... Me quedo con uno de los diálogos finales en los que Pi relata su "no despedida" del tigre, en el que habla sobre la necesidad de decir adiós, de cerrar ciclos, de dar las gracias...

"Me eché a llorar como un niño. No porque me abrumara el hecho de haber sobrevivido a mi terrible experiencia, aunque así fuera. Tampoco fue por la presencia de mis hermanos y hermanas, aunque este hecho me conmoviera. Lloraba porque Richard Parker me había dejado de forma tan poco ceremoniosa. ¿Cómo pudo estropear nuestra despedida de aquella manera tan terrible? Soy muy partidario de la cortesía, de la armonía del orden. Si está a nuestro alcance, debemos dar una forma significativa a las cosas. Por ejemplo, ¿te ves capaz de narrar esta historia tan embrollada en cien capítulos, ni uno más, ni uno menos? Mira, es una de las cosas que no soporto de mi apodo, que sea un número que nunca acaba.
En la vida, hay que concluir las cosas debidamente. Sólo entonces puedes soltarlas. Si no, te quedas con palabras que deberías haber dicho y que no dijiste, y el corazón se te llena de remordimiento. Ese adiós malogrado me sigue doliendo hasta el día de hoy. No sabes cuánto me arrepiento de no haberlo mirado por última vez en el bote salvavidas, de no haberlo provocado un poco para que me tuviera en mente. Ojalá se me hubiera ocurrido decirle… sí, lo sé, a un tigre, pero da igual. Ojalá le hubiera dicho: «Richard Parker, se ha acabado. Hemos sobrevivido. ¿Es increíble, verdad? Te debo más gratitud de la que pueda expresar. No lo hubiera conseguido sin ti. Así que me gustaría decírtelo formalmente: Richard Parker, gracias. Gracias por salvarme la vida. Ahora vete donde quieras. Durante casi toda tu vida sólo has conocida la libertad restringida de un zoológico. Ahora vas a conocer la restricción libre de la selva. Te deseo lo mejor. Cuidado con el Hombre. Nunca será tu amigo. Pero espero que a mí me recuerdes como amigo. Jamás te olvidaré, de eso puedes estar seguro. Siempre te llevaré en el corazón. ¿Ahora me bufas? Mira, nuestro bote acaba de llegar a la arena. Así que adiós, Richard Parker, adiós. Vete con Dios»" Martel (2003, capítulo 94).
  • Bibliografía: Martel, Yann (2003): Vida de Pi. Destino: Barcelona.



3 comentarios:

  1. felicidades, me encanta esa película y gracias por compartir sus reflexiones Dra Arantza

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  2. Gracias por el post Arantza!! Me gustó mucho. En casa hace un par de semanas vimos la película también y nos aportó mucho. Respecto a lo que comentas me resulta muy sugerente, sobre todo porque parece que nos fijamos mucho más en las entradas y las salidas tienden a quedar más descuidadas. Ciertamente las primeras impresiones son las que cuentan, pero creo que no son las únicas. Percibo que las salidas o los cierres que son temas tabú, asignaturas “hueso” de la vida que nos cuesta estudiar. Las rupturas, el final de la vida, incluso los despidos o finalizaciones contrato tan en boga hoy en día.. ¿Le ponemos la energía suficiente aunque sean temas difíciles y donde es muy fácil equivocarse? En este contexto de crisis oí decir a alguien: dime como despides a tu gente y te dirá como eres. Tal vez necesitemos escuelas para saber decir adiós.
    Por cierto, yo comprendí al tigre, tal vez le costara mirar hacia atrás porque realmente no se iba.. Yo intuí que el chico lo guardo en la jungla, en otro lugar dentro de sí mismo. Tal vez cerca de donde había salido.

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    1. Quizá nos cuesta decir adiós porque nos cuesta reconocer que el otro o la situación vivida nos ha enseñado, ha sido una oportunidad de aprendizaje y de crecimiento. Deberíamos ser capaces de decir adiós y gracias de corazón.

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