lunes, 28 de diciembre de 2020

Empatía y moralidad


[He publicado esta entrada en el Blog de Inteligencia Emocional de Eitb el 28.12.20]

Estoy leyendo un libro de Itziar Etxebarria Bilbao, Catedrática de Psicología Básica de la UPV-EHU, que me cautivó por el título: Las emociones y el mundo moral. Más allá de la empatía. Voy a resumir y comentar el capítulo dedicado a “La empatía y emociones derivadas”.

Hay dos concepciones de la empatía: 1) respuesta cognitiva, comprensión de los pensamientos, sentimientos, etc. de la otra persona (se fija en el proceso); 2) respuesta emocional ante la situación de la otra persona (se fija en el resultado del proceso). Los autores que se han fijado en la relación entre empatía y moralidad se decantan por la segunda concepción, y la mayor parte de los análisis se centran en el papel de la empatía ante el sufrimiento ajeno (aunque la empatía con el bienestar de las otras personas también tiene un gran valor moral). En este sentido se suele hablar de preocupación empática (empathic concern).

Como señala Etxebarria Bilbao (2020) la empatía tiene efectos positivos en el ámbito moral:

  • La empatía centrada en la víctima (preocupación empática) favorece conductas de ayuda, más allá de la búsqueda de un interés personal, la respuesta a un malestar personal (empatía centrada en uno mismo).
  • La empatía, que no es propiamente una emoción, es la fuente de diversas emociones morales, que pueden darse de forma combinada: compasión (que favorece la ayuda y consuelo de las víctimas); la indignación (que lleva frenar el daño a las víctimas); culpa (que conduce a reparar el daño, o si es anticipada, a inhibirse de hacer daño); cólera (que mueve a luchar contra las injusticias). Hay cierta base innata de moralidad, que incluso compartimos con muchos animales (véase el vídeo), y que puede estar presente incluso en situaciones muy desfavorables de socialización.
  • La empatía inhibe la agresión, aunque a veces el impulso agresivo es tan fuerte que no puede frenarlo (con la correspondiente culpa a posteriori). En las guerras se intenta anular los sentimientos de empatía hacia los enemigos mientras que en los procesos de resolución de conflictos se tratan de potenciar.
  • La empatía favorece el perdón. Aunque, paradójicamente, en ocasiones la empatía con la víctima impone el imperativo moral de no perdonar.
  • La empatía juega un papel importante en la distinción entre moralidad y convención. En la primera el bien o mal es independiente de la existencia de una norma social al respecto.
  • La empatía influye en los principios y los juicios morales: activa la idea de evitar dañar a otros y procurarles el bienestar; contribuye a la preferencia por los principios de necesidad e igualdad frente al de equidad (especialmente la basada en el producto); juega un papel fundamental en el juicio moral y la toma de decisiones.

A pesar de estas valiosas contribuciones la empatía tiene riesgos y limitaciones, reconocidas por la mayoría de los autores:

  • La sobre-activación o sobre-excitación empática, que hace que la preocupación empática se convierta en malestar personal y active defensas que hagan desaparecer todo lo que la empatía aporta.
  • La habituación. Ante un estímulo repetido la intensidad de la respuesta disminuye.
  • Los sesgos empáticos, entre los que destacan el de aquí y ahora (se empatiza con más facilidad con lo cercano frente a lo lejano; con lo que ocurre en el momento presente frente a lo que ocurra en el futuro); y el de familiaridad-semejanza (se siente mayor empatía hacia los familiares/cercanos o aquellas personas que se nos asemejan).
  • La fragilidad de la empatía. Los prejuicios raciales, culturales, etc., así como las ideologías pueden debilitar, e incluso anular la empatía. La psicopatía parcial o circunscrita es un fenómeno más común de lo que se piensa.

Por lo anteriormente señalado es muy importante educar la empatía, “transformar una simple respuesta natural, con todos sus riesgos y limitaciones, en una virtud. Se trata de pasar de lo que es a lo que debe ser: sentirse concernido no solo por los próximos, sino por cualquier ser humano (e incluso otros animales)” (Etxebarria Bilbao, 2020: 70), lo que exige subrayar la común humanidad y educar otras emociones que anulan la empatía (asco, miedo al diferente, odio al oponente, etc.).

Hace algún tiempo escribía en una entrada de blog que “La compasión es empatía en acción, va más allá de comprender el dolor del otro desde su situación, me mueve y me compromete. Es un sentimiento humano muy elevado que deberíamos cultivar desde la cuna. El mundo sería un lugar mucho más amable si hubiera más compasión” (ver entrada Compasión: empatía en acción). La imagen que abre esta entrada representa a la perfección lo que es la compasión, que la empatía no es solo una respuesta cognitiva, sino también emocional. Los niños y niñas son grandes maestros de lo que es la empatía, universal y libre de prejuicios. Tal vez deberíamos volvernos como niños y recuperar esa mirada limpia y compasiva.



Bibliografía





martes, 15 de diciembre de 2020

Desvelos de madre y educadora

 



Para que lo leas con calma...

Cariño, no sé muy bien por dónde empezar a escribir estas líneas. Desde ayer bullen muchas ideas en mi cabeza y mis emociones están un poco alteradas. Espero poder transmitirte unas y otras de la mejor manera. Verás que se entremezcla mi voz como madre, como ciudadana y como profesora de ética (que es algo que tengo muy arraigado). Cuando vengas en vacaciones tendremos tiempo para hablarlo con calma y en persona.

Empiezo por las emociones, que se me han ido solapando unas con otras: sorpresa, estupor, preocupación, indignación, enfado, tristeza, mucha tristeza, sobre todo tristeza… Cada día desde que nacisteis hago una petición al cielo… a Dios… a la vida… “Que mis hijos sean buenas personas” … Creo que no hay cosa más importante para mí. Entiendo el éxito en la vida como ser una buena persona, hacer lo que hay que hacer, aunque el contexto no favorezca. Contribuir a dejar el mundo un poco mejor de lo que lo has encontrado… Recuerdo una vez que estabas en el colegio, en una época en la que andabas muy revuelto y tu comportamiento no era demasiado bueno, que antes de una reunión de padres le dijiste a tu tutor: “Diles que somos buena gente”. No nos lo dijo, pero yo sabía que el comentario era tuyo…

Hace mucho hice mía una máxima que escuché al que entonces era Rector del Tec: “El bien es bien, aunque nadie lo haga; el mal es mal, aunque todos lo practiquen”. Intento que esa máxima y la regla de oro (en positivo: “Haz a los demás lo que quieras que te hagan”, o en negativo: “No hagas a los demás lo que no quieres que te hagan”) orienten mis acciones. Y eso que quiero para mí es en lo que he intentado educaros a vosotros, no solo con palabras sino con acciones. Llevo mucho tiempo trabajando mis valores e intentando llevarlos a la práctica. No siempre lo consigo, no soy ni mucho menos perfecta, pero pongo un gran esfuerzo consciente en vivir lo que creo. Y si fracaso en el intento, vuelvo a intentarlo… las veces que haga falta…

Como tú bien sabes actos, actitudes y carácter están íntimamente relacionados. Cada acto, cada acción, puede ser catalogada como buena o mala. La repetición de actos va conformando actitudes, predisposiciones para actuar. Y el conjunto de nuestras acciones conforman nuestro carácter, o “modo de ser adquirido”, que puede ser, en términos aristotélicos, vicioso (tiende hacia el mal) o virtuoso (tiende hacia el bien). Cada uno vamos fijando nuestro carácter acción a acción, decisión a decisión. Ayer me preguntabas: “¿Y eso me hace peor persona?”. Claro que una mala acción no te convierte en una mala persona, pero seguro que te aleja algo de la persona que quieres ser. Y no creo que nadie quiera ser una mala persona. Siempre digo a mis alumnos y a mis alumnas que espero que se les encienda una ‘alarma’ cada vez que digan la frase “Total… eso no hace mal a nadie”. Muchas veces cuando pronunciamos esa frase nos olvidamos de la persona más importante, cada uno de nosotros y de nosotras. Puede que una acción no tenga consecuencias, o que no te pillen, o que nadie se entere… Pero cada uno sabe cuando no ha actuado bien y eso afecta a la persona que cada uno construimos, a ese carácter que vamos conformando acción a acción, decisión a decisión.

Sé que algunas de mis ideas y mis valores te pueden parecer anticuados, que no compartes (ni siquiera sé si entiendes) la fe que profeso… Sé también que no estás de acuerdo con la sociedad, el sistema, el capital, las injusticias… pero no cualquier medio vale para transformar el mundo. Importan los fines, pero no te puedes desentender de los medios. ¿Te imaginas que todas las personas actuaran de la misma manera? ¿Sería el mundo un lugar mejor? Acuérdate del imperativo categórico de Kant: “Actúa de tal manera que tu conducta pueda ser considerada una ley universal” (y la segunda formulación: “trata al ser humano como un fin en sí mismo, nunca como un puro medio”).

Las normas y las leyes están para cumplirlas porque favorecen el buen funcionamiento de la sociedad. Está claro que no todas las normas y leyes son justas, pero que una norma o ley no sea justa no legitima que uno se salte todas o que cumpla solo las que le interesan. ¿Sería mejor un mundo sin leyes y normas? ¿Cómo se protegería a las personas más vulnerables? ¿Habría mayor igualdad y justicia? Sinceramente, creo que no. Se puede luchar por cambiar las normas y leyes, pero, vuelvo a lo de antes, no de cualquier manera. Relacionado con esto, hay algo que me preocupa y es el tema de la escala y la oportunidad. Quienes cometen delitos, quienes tienen comportamientos corruptos, quienes atentan contra el bien común, normalmente no empiezan por grandes cosas.  Se empieza cometiendo pequeñas transgresiones, pero a medida que se sale indemne y se tiene oportunidad y acceso a otros niveles, sube la escala de la transgresión. Y luego no vale el “yo no quería”… Acuérdate de algo que os he repetido muchas veces… “acción, reacción, repercusión”, responsabilidad en acción.

Eres dueño de tu vida y de tus decisiones. Yo quiero, siempre he querido, lo mejor para ti. No puedo obligarte a actuar como yo creo que se debe actuar, pero tampoco puedo renunciar a decirte lo que pienso y cómo me siento… No puedo dejar de preocuparme por ti porque me importa la persona que eres. Y siempre con una premisa previa: “Te quiero por encima de todo y a pesar de todo”.

Ama

 

 


lunes, 30 de noviembre de 2020

Educar es…

 

[He publicado esta entrada en el Blog de Inteligencia Emocional de Eitb el 30.11.20]


En lo últimos días han confluido dos hechos que me inspiran esta reflexión. Por un lado, he asistido al seminario “Diálogos sobre pedagogía ignaciana” impartido por el Rector de la Universidad de Deusto, José María Guibert, e inspirado en su último libro. Por otro, una conversación con una amiga que me contaba la situación que había vivido su hijo adolescente en el colegio y el desasosiego e indignación que le producía. 

Empiezo por esto último. Clase de gimnasia, 2º ESO, 13 años, hormonas revolucionadas, espacio algo más relajado que el aula cotidiana… Niños y niñas están corriendo siguiendo las indicaciones del profesor. El hijo de mi amiga va a la par que su amigo del alma. Seguramente no están concentrados al 100%... ¿Quién no se acuerda de las tonterías que se hacían con esa edad en cualquier contexto? El profesor detiene la clase, les increpa que no se están tomando en serio la actividad y les ordena lo siguiente: Tienen que correr persiguiéndose el uno al otro; quien alcance al otro se libra del castigo; y quien ‘pierda’ tendrá que quedarse el viernes por la tarde haciendo una tarea… Empiezan a correr. El resto de la clase jalea a los corredores. Al final, el hijo de mi amiga alcanza a su mejor amigo. ¿Se puede decir que ha ganado? ¿Cómo se siente? ¿Cómo se siente su amigo? ¿Qué es lo que ha aprendido? ¿Qué es lo que ha aprendido el resto de la clase?

No es difícil ponerse en la piel del hijo de mi amiga… Sentía desconcierto (¿qué es lo que me está diciendo? ¿por qué tengo que hacer esto?); vergüenza y humillación (la situación recuerda a una escena del Circo romano); rabia y frustración por tener que hacer algo que puede dañar a su amigo y a la relación; impotencia por verse obligado a cumplir unas órdenes difíciles de comprender, pero que de no cumplirlas podrían interpretarse como insubordinación; pena por saber que su amigo es menos rápido y va a ser él quien le atrape… Y todo esto ¿para qué? ¿Cuál es la intención educativa de esto?

Esto me lleva al libro de Guibert (2020, p.9) que comienza así: “Con este libro quiero presentar una reflexión sobre una de las actividades más nobles que existen en la humanidad: la educación. Preocuparse por el que no sabe, ayudarle a aprender y a crecer en su entorno, generar caminos de emancipación y de construcción compartida de la personalidad, acompañar senderos de discernimiento y maduración, etc. o cualquier rasgo que elijamos para describir la actividad educativa, son hitos preciosos que tocan lo más hondo de la fibra humana”. La labor de un docente es contribuir a la formación integral de las personas que tiene a su cargo, y va mucho más allá de transmitir unos conocimientos (en eso internet supera a cualquiera). Es preparar para la vida en todas sus dimensiones. “El deseo de hacer bien al educando y el amor a esa persona deben marcar o iluminar la acción educativa” (Guibert, 2020, p 11). Esta es una clave fundamental, la labor educativa debe estar inspirada en el amor. Puede resultar chocante hablar de amor en este contexto, pero es básico. En mi despacho tengo una lámina con la imagen que abre esta entrada y que me recuerda cada día que las huellas que debo dejar son huellas de amor; y las dejo con lo que digo y lo que hago.

Me gustaría terminar con la cita con la que abre su libro Guibert (2020) y que pertenece al Padre General de la Compañía de Jesús:

“La educación es un factor de desarrollo humano a través del cual se persiguen la justicia social, la reconciliación entre los seres humanos y con el medio ambiente, se promueve la paz y se detiene la violencia; se abren horizontes universales y trascendentes. Un ser humano educado sabe situar sus metas personales dentro de la búsqueda del bien común” Arturo Sosa, SJ

Cada educador, cada educadora tenemos una gran responsabilidad… Somos “guardianes de la llama”…

Bibliografía

Guibert, José María, SJ (2020). Para comprender la pedagogía Ignaciana. Bilbao: Mensajero



lunes, 2 de noviembre de 2020

Aprender, desaprender y reaprender

 


[He publicado esta entrada en el Blog de Inteligencia Emocional de Eitb el 02.11.2020]

Hay una frase de Herbert Gerjuoy, que Alvin Toffler popularizó al citarla en El shock del futuro, que da qué pensar: “Los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no sepan leer y escribir, sino aquellos que no sepan aprender, desaprender y reaprender”.

Recientemente, preparando una conferencia, me he reencontrado con un libro que leí hace muchos años, cuyo editor era Carlos Alemany y tenía un título muy prometedor, 14 aprendizajes vitales. Estos 14 aprendizajes comenzaban con “Aprender a desaprender” y terminaban con “Aprender a despedirse”. El reencuentro ha sido feliz y me ha hecho pararme y revisar qué aprendizajes de los señalados me han costado, me están costando, más. Voy a comentar dos de ellos.

Sin duda, el más difícil ha sido Aprender a decir ‘no’. Desde niña, por educación y también por carácter, he vivido muy pendiente de los deseos y necesidades de las demás personas. Me he desvivido por ayudar, cuidar y agradar. Muchas veces lo he hecho a costa de mis deseos y necesidades, a regañadientes y refunfuñando. Con el tiempo he ido aprendiendo que no se puede agradar a todo el mundo, que hay peticiones que son injustas, que hay personas que piden y nunca dan, que mis deseos y necesidades son importantes, que nadie da lo que no tiene (el amor y el cuidado empiezan por una misma). Afortunadamente, he avanzado en asertividad, un estilo de comunicación que se halla entre dos extremos: la pasividad y la agresividad. He aprendido a reclamar mis derechos, pensamientos y necesidades sin agredir (o al menos en ese camino estoy).

Destacaría también el Aprender a perdonarse a sí mismo y dejarse perdonar. Cada vez que, con intención o no, causamos un mal a otra persona también nosotros salimos dañados. “Ese sujeto, que se percata de su falta y la vive como culpa, tiene el peligro de quedar encerrado en el círculo de la culpabilidad de un modo patológico” (Masiá-Clavel, 2000:169). El perdón es liberador. No significa tolerar, disculpar u olvidar; ni dispensa de la responsabilidad y la obligación de reparar. Hay una cita que suelo mencionar en clase: “Cualquiera puede asumir una determinada responsabilidad sin sentirse culpable y, a la inversa, siempre hay quien prefiere regodearse con su sentimiento de culpabilidad sin sentirse responsable por la causa del mismo, pero lo suyo es que ambas nociones vayan de consuno y la culpa sea un síntoma de responsabilidad o que atender a las propias responsabilidades ahuyente cualquier asomo de culpabilidad por nuestra parte” (Aramayo, 2003: 15).

Para aprender y reaprender es fundamental desaprender que, como señala García-Monge (2000: 15), no es fácil por las siguientes razones: por la relevancia en nuestra vida de las personas que nos legaron algunos conocimientos y experiencias; por los beneficios, ya sean conscientes o no, experimentados por esas conductas aprendidas; por las emociones que quedaron grabadas de forma indeleble con cada uno de los aprendizajes; por los refuerzos que posibilitaron su consistencia y constancia; y también porque esos aprendizajes nos posibilitaron identidad y pertenencia. Hace falta mucha voluntad y humildad para dejar atrás lo que ya no sirve y adquirir conocimientos y hábitos nuevos.

Mariano Sigman, neurocientífico, nos recuerda el ‘umbral OK’ o el ‘umbral correcto’. Hay un punto en el que creemos haber llegado al máximo de nuestra capacidad de aprendizaje y nos estancamos. Es muy importante no dejar de esforzarnos y aspirar a mejorar. Siempre es un buen momento para aprender, desaprender y reaprender. Como dice el proverbio zen: “cuando el alumno está preparado, aparece el maestro”. No tenemos que autolimitar nuestro potencial, no hay límite para el crecimiento personal.

Bibliografía

  • Alemany, Carlos (Ed.). 14 aprendizajes vitales. 6º ed. Bilbao: Desclée de Brouwer.
  • AprendemosJuntos (2019, 17 de junio). Si te han dicho que no puedes aprender algo es mentira. Mariano Sigman, neurocientífico. [Archivo de vídeo]. Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=nR3cOPMY2aA
  • Aramayo, Roberto R. (2003). Culpa y responsabilidad como vertientes de la conciencia moral.  Isegoria, 29: 15-34
  • García-Monge, José A. (2000). Aprender a desaprender. En Carlos Alemany (Ed.). 14 aprendizajes vitales. 6º ed. Bilbao: Desclée de Brouwer, 13-22.
  • Masiá-Clavel, Juan (2000). Aprender a perdonarse a sí mismo y dejarse perdonar. En Carlos Alemany (Ed.). 14 aprendizajes vitales. 6º ed. Bilbao: Desclée de Brouwer, 167-182.


lunes, 5 de octubre de 2020

Emociones encontradas: sobre los hijos

 


[He publicado esta entrada en el Blog de Inteligencia Emocional de Eitb el 05.10.2020]

¿Qué padre o madre no ha pronunciado la frase “¡Cómo crece mi hijo/a!”? Verles crecer es una de las cosas que más consciente te hace del paso de tiempo. Un día parece que falta mucho tiempo para que emprendan el vuelo y al día siguiente les ves extender sus alas y tomar altura… Hace algo menos de un año publicaba una entrada, con ocasión de la partida de mi hijo mayor hacia su estancia Erasmus, que terminaba así:

“Te he dado raíces… He ‘cosido’ tus alas con jirones de mi alma. Soy el puerto en el que siempre podrás atracar… Pero ha llegado el momento de que despliegues tus alas y que vueles como estoy segura que sabes hacer… ¡Suerte Xabi!”

Hace unos días me volvía a despedir para una estancia más larga, un año, pero algo más cerca, Madrid. Esta vez ha sido un poco menos duro. No tuve que contener las lágrimas. Le despedí con una sonrisa. Estaba algo más preparada… si es que alguna vez se puede estar preparada para que un hijo se vaya de casa.

Son muchas, y de muy diverso tipo, las emociones que me invaden en este momento. Se solapan unas con otras (¡Así son las emociones…!) y me tienen un poco agitada. Me vienen a la cabeza unos versos de una canción de Andrea Bocelli y su hijo Mateo a la que dediqué otra entrada: “Que sigo dispuesto a amarte sin fin / Pero a cada paso que doy / Más te alejas tú”. Siento un amor que me desborda y me recuerda que tiene que hacer su camino; por otro lado, siento algo de tristeza porque no le voy a ver tanto y una pizca de añoranza de ese niño que siempre me quería tener cerca. No puedo negar que también siento un poco de miedo porque va a una ciudad que está más azotada por la pandemia y en la que acecha la sombra de que limiten la movilidad y eso impida que pueda venir en un tiempo largo. Sin duda estoy alegre porque esta vez le ha costado menos irse, no ha estado tan nervioso, no tenía cara de cachorrito asustado (eso me partió el corazón el año pasado al dejarle en el aeropuerto…). Además, está contento e ilusionado con el Máster que va a hacer y con el hecho de compartir piso con amigos. Eso me da mucha tranquilidad. Y quizá el sentimiento que predomina es el de orgullo. Le veo convertido en un adulto (aunque a veces algunos comportamientos digan lo contrario). Decidido, capaz de organizarse y administrar el dinero que hemos acordado que va a tener. Consciente del esfuerzo que supone estudiar fuera. Y lo más importante, con principios… Y por todo ello me siento satisfecha. Mi tarea era la de educar y, a pesar de muchos errores y cosas que podría haber hecho mejor, la he cumplido. La siembra está hecha, ahora queda recoger los frutos.

Mientras escribo estas líneas me llama mi hijo pequeño y me dice que “está bien pero que ha roto el coche”. Venía de un partido con dos compañeros de equipo y han tenido un accidente. Por un instante se para el mundo, me cuesta respirar… La mente me va a mil por hora. Me repito a mí misma: “Tranquila, todos están bien, también el conductor del otro coche”. Recibo unas fotos de cómo ha quedado el coche. Me invade el llanto porque soy consciente de lo que podía haber pasado. El tiempo se me hace eterno hasta que llega a casa… Me fundo en un abrazo liberador que se lleva toda la tensión contenida. Creo que pocas veces he sentido tanta gratitud.

La verdad es que les he llevado 9 meses en las entrañas, pero desde ese momento se me han instalado en la mente y el corazón y ocupan un espacio inmenso. Es lo que tiene ser madre… una tarea de 24 horas, 7 días a la semana y con una alta intensidad emocional…



lunes, 14 de septiembre de 2020

Educa la tribu

 

[He publicado esta entrada en el Blog de Inteligencia Emocional de Eitb el 14.09.2020]

El sábado 12, escuché una entrevista a Francesco Tonucci, reconocido pedagogo y dibujante cuyo pseudónimo es Frato, en la que le preguntaban por qué defiende que si los niños salen a la calle, ésta es más segura. Reproduzco su respuesta: “Los niños tienen esta capacidad de obligar a los adultos que se encuentran a hacerse cargo de ellos. Es que, a pesar de malos que somos, queremos a los niños”. Basa su respuesta en la experiencia comprobada en barrios marginales de Buenos Aires, a principios de los 2000. Allí donde los niños iban solos a la escuela la criminalidad bajaba a la mitad. La presencia de los niños en la calle no solo es “simpática, bella… consigue efectos que no se conseguirían ni con más policía ni con cámaras”. Tonucci es el creador del proyecto La ciudad de los niños, que tiene una red internacional en la que participan más de 100 ciudades en todo el mundo.   [Para escuchar esta parte de la entrevista pinchar aquí, a partir de 24’50’’].

He de reconocer que las palabras de Tonucci me conectaron, automáticamente, con una experiencia cotidiana. No siempre cruzo los semáforos en verde para peatones, pero el hecho de que haya un niño suele ser un freno para no hacerlo. Siempre me acuerdo del día que mi amigo Roge me preguntó cómo se pueden transmitir valores y yo le dije que se enseñan en la práctica, con el ejemplo. Los valores no se cuentan, se practican. Mis hechos hablan más alto de mis valores que mis palabras. El problema es que no hay una única fuente de influencia. Todas las personas tenemos múltiples influencias: nuestra historia, nuestros educadores, nuestros mayores, nuestros iguales, los medios de comunicación, las redes sociales, etc.

Resultan muy esclarecedoras las palabras de otro gran educador, José Antonio Marina: “Ni los padres, ni los docentes, ni siquiera la unión de las familias y las escuelas puede educar. Es la sociedad entera la que continuamente está educando - bien o mal - a través de interacciones múltiples y de múltiples canales. Por esta razón intento poner en funcionamiento una movilización educativa de la sociedad, que tiene dos lemas principales. El primero es un proverbio africano que dice: ‘Para educar a un niño, hace falta la tribu entera’. El siguiente, añade: ‘Para educar bien a un niño, hace falta una buena tribu’. Queremos explicar a los adultos que consciente o inconscientemente están transmitiendo a los niños y jóvenes patrones de conducta, cuyas consecuencias, después, van a horrorizarlos. Estamos intoxicando a nuestros jóvenes de irresponsabilidad, estamos dándoles una imagen del ‘todo vale’, de ‘coge el dinero y corre’, de ‘a vivir, que son dos días’”.

Ahora que estamos en el inicio de un curso extraño, complejo, con muchas incertidumbres en el que la responsabilidad individual y grupal son vitales para avanzar en la solución me surgen muchas preguntas: ¿Qué están viendo los niños y niñas? ¿Qué imagen estamos dando los adultos, y también los jóvenes? ¿Qué transmiten los y las responsables de todos los ámbitos? ¿Estamos siendo una buena tribu?



lunes, 17 de agosto de 2020

Si pudieras volver el tiempo atrás…


[He publicado esta entrada en el Blog de Inteligencia Emocional de Eitb el 17.08.2020]

Hace unos días escuchaba, después de mucho tiempo de no hacerlo, el tema Sueños de Diego Torres, cantautor y actor argentino, muy conocido, además, por Color esperanza. El vídeo comienza con una pregunta, que más de una vez me he hecho… Si pudieras volver el tiempo atrás ¿harías lo mismo?

Hacerse esa pregunta es una gran tentación porque encierra la ilusión de que cambiando una sola decisión cambiaríamos completamente el rumbo de nuestra vida… ¡Como si existieran máquinas del tiempo que nos permitieran volver a ese punto y ya todo sería perfecto! Ciertamente, hay momentos en los que tomamos decisiones de gran trascendencia o que pueden tener unas consecuencias muy relevantes. Hay elecciones que cruzan líneas de no retorno (como, por ejemplo, matar a una persona), pero cada acto y cada decisión nos marcan y nos modelan.

En clase de Ética, me gusta insistir en la relación entre actos, actitudes y carácter. Ninguna persona nace distinguiendo el bien del mal. Es algo que vamos aprendiendo por lo que nos enseñan nuestras personas de referencia y lo que vamos experimentando en carne propia. Desde el punto de vista de la ética, cada acto es importante y puede ser bueno o malo. Más importantes son las actitudes, que son predisposiciones que vamos desarrollando por la repetición de actos. Y lo verdaderamente significativo es cómo es nuestro carácter, esa segunda naturaleza, ese modo de ser adquirido que vamos construyendo con nuestras elecciones y que puede tender hacia el bien o hacia el mal.

Para mí, quizá sea por mi momento vital, el sueño más destacado es aquel en el que visualizo a la persona que quiero ser, que muestra la imagen con la que quiero que me recuerden quienes me hayan conocido. Me mueve más la pregunta: ¿Es así como quieres que te recuerden? ¿Esto te acerca a la persona que quieres ser? No se trata tanto de pensar cómo hubiera sido mi vida de haber elegido otros caminos, sino de ver cómo recorro el camino que me queda partiendo del lugar en el que estoy y teniendo siempre presente cuál es el ideal de persona al que quiero acercarme.

Me quedo con los versos finales de la canción…

Deja que tus sueños sean olas que se van
Libres como el viento en mitad del mar
Creo que la vida es un tesoro sin igual
De los buenos tiempos siempre quiero más
Deja que tus sueños sean olas que se van
Creo que la vida es un tesoro sin igual
Me dejo llevar.

 


lunes, 29 de junio de 2020

A vueltas con la @

Fuente: Olmo Campillo y Méndez Miras (2003: 14)

[He publicado esta entrada en el Blog de Inteligencia Emocional de Eitb el 29.06.2020]

Los días 22-25 junio he asistido a las Jornadas online “Perspectiva de género en la docencia universitaria” organizadas por la Universidad de Extremadura. Han sido muy interesantes y se ha hablado desde distintas disciplinas. Me quedo con una de las sesiones en la que María Luisa Calero Vaquera, Catedrática jubilada de Lingüística General (Universidad de Córdoba), hizo la ponencia marco: “50 años de docencia e investigación sobre sexismo y lenguaje ¿En qué punto estamos?”. Me entusiasmó desde el primer momento porque llevo ya tiempo preocupada por utilizar un lenguaje no sexista, que no invisibilice a la mujer, que evite el ‘supuesto’ genérico masculino; y preocupada también por sensibilizar a mi alumnado y las personas con las que interactúo sobre el tema. Es una tarea ardua, agotadora y en la que, a veces sin darte cuenta, bajas la guardia y retrocedes. Y estoy hablando de algo que va mucho más allá del uso de la @ o del o/a. Es un tema que genera mucha polémica y opiniones, así como posiciones muy beligerantes en uno y otro sentido. En cuanto se habla del tema la polémica está servida… [Recomiendo este artículo en el que tres lingüistas debaten sobre el lenguaje inclusivo a raíz del “Informe sobre el lenguaje inclusivo en la Constitución” de la RAE].

Si queremos trabajar por la igualdad real de oportunidades, no podemos perder de vista la importancia del lenguaje. El lenguaje configura nuestra mirada, nuestra comprensión y nuestro modo de actuar. “Las lenguas no se limitan a ser un simple espejo que nos devuelve la realidad de nuestro rostro: como cualquier otro modelo idealizado, como cualquier otra invención cultural, las lenguas pueden llevarnos a conformar nuestra percepción del mundo e incluso a que nuestra actuación se oriente de una determinada manera” (Calero Vaquera, 1999: 11).

Las lenguas perpetúan una imagen concreta de la mujer que tiene mucho peso en el imaginario colectivo y en las relaciones sociales y que es necesario cambiar, también a través del lenguaje. “Los varones se apropiaron del idioma, como lo hicieron con el resto de las instituciones humanas y las manifestaciones culturales de los pueblos (la ley, la religión, la moral, la mitología, el arte, la ciencia…), y han perpetuado, sirviéndose de todas ellas y desde el origen de los tiempos, una imagen concreta de la mujer: ser inferior, despreciable y peligroso” (Calero Fernández, 1999: 79)

Alario et al. (1995: 35), todas pertenecientes a NOMBRA -Comisión Asesora sobre Lenguaje del Instituto de la Mujer- expresan que:
“Un uso del lenguaje que representa a las mujeres y a los hombres y que nombra sus experiencias es un lenguaje sensato:
    • No oculta
    • No subordina
    • No infravalora
    • No excluye
    • No quita la palabra a nadie ...”
¿Por qué no hacer todo lo que esté en nuestra mano por visibilizar y representar a todas las personas? Es cuestión de sensibilidad, de poner un poco de atención y de buscar alternativas. Señalo aquí algunas de las propuestas de cambio sugeridas por la Profesora Calero Vaquera en su intervención [algunas de ellas generan bastante controversia]:
  • Evitar el ‘presunto’ genérico masculino
    • Utilizando genéricos colectivos y términos abstractos: ciudadanía, alumnado…
    • Empleando otros recursos verbales y pronominales: en el medievo se vivía…
    • Usando la doble forma de la categoría género: los niños y las niñas…
    • Eliminando el determinante: profesionales de la medicina…
    • Sustituyendo el determinante/pronombre: cada docente tendrá que…
    • Feminizando las palabras donde el sistema lo permita: Licenciada, Graduada…
    • Utilizando en la escritura determinados signos inclusivos: @, X [esta propuesta es muy discutida por las personas expertas en lingüística].
  • Evitar los tratamientos discriminatorios:
    • Omitiendo el determinante ante apellidos de mujeres: (la) Caballé…
    • Evitando tratar familiarmente a las mujeres en contextos formales: señora, profesora… Pérez (no por el nombre de pila).
  • Otras propuestas más atrevidas (“terrorismo lingüístico”, aquí es donde quizá se produce mayor debate porque se da un mal uso de la lengua): portavoza, seres humanas, hablando en femenino aunque haya presencia masculina…
Y todavía habrá quien diga que se hace pesado, que cualquiera se siente representado(a) ante el genérico masculino… Yo hace tiempo que decidí que prefiero ser gramaticalmente incorrecta a que alguna persona no se sienta representada (aunque no siempre lo consigo). Las lenguas tienen un carácter evolutivo y se pueden cambiar si hay voluntad y modificamos los usos. ¿Te sumas a darle una vuelta a cómo utilizas el lenguaje y a introducir pequeños cambios?

Bibliografía
  • ALARIO, Carmen, Mercedes BENGOECHEA, Eulàlia LLEDÓ y Ana VARGAS (1995): Nombra en femenino y en masculino. Instituto de la Mujer (Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales), Madrid.
  • CALERO VAQUERA, Mª Luisa (1999): “Del silencio al lenguaje (Perspectivas desde la otra orilla)”. En: En femenino y en masculino. Cuaderno de Educación No Sexista nº 8, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales (Instituto de la Mujer), Madrid, pp. 7-11.
  • CALERO FERNÁNDEZ, Mª Ángeles (1999): Sexismo lingüístico. Análisis y propuestas ante la discriminación sexual en el lenguaje. Narcea, Madrid.
  • OLMO CAMPILLO, Gemma y MÉNDEZ MIRAS, Ana (2003). En dos palabras. En masculino y en femenino. Instituto de la Mujer (Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales), Madrid.

lunes, 1 de junio de 2020

Tu historia es para todos, forma parte de la melodía


[He publicado esta entrada en el Blog de Inteligencia Emocional de Eitb el 01.06.2020]

Recientemente he visto el documental Ara Malikian. Una vida entre las cuerdas. Casi al final, mientras se ve y escucha una interpretación suya del Aria de la Suite nº 3 de Bach, recita las palabras que transcribo a continuación: [los puntos suspensivos corresponden a silencios]

“Es un poco raro para mí contar mi historia para otros. Pero quería hacerlo porque sé que en los momentos más difíciles de mi vida, cuando estaba desesperado, si hubiera escuchado a alguien contarme algo parecido me hubiera ayudado… Da igual en el momento que estés, guerra, muerte, dolor, tristeza, enfermedad, soledad, da igual… La vida puede ser transformada con tu pasión, con tu fe, con tu amor, con tu confianza, con tu dignidad… Todas las historias del mundo deberían ser contadas para que al escuchar con el corazón abierto los unos las historias de los otros nos ayudaremos a vivir… Cada historia es una partitura única y la suma de todas es la melodía de este mundo que llamamos tierra, es el sonido de esta gente que somos los humanos… Tu historia es importante. Sean cuales sean tus sueños, cree en ti. Defiende la mejor versión de ti. Con toda tu voluntad para conseguirlo. Porque tu ejemplo iluminará a tu gente, iluminará tu vida, a ti y hará que las cosas cambien… De las peores circunstancias se puede sacar oro. Si tú quieres, puedes” (Ara Malikian).

Tengo que decir que nunca volveré a escuchar de la misma forma esa aria, que es de una grandísima belleza y que hace vibrar todo mi ser. Estas palabras la acompañarán inevitablemente… Y hoy resuena especialmente “Todas las historias del mundo deberían ser contadas”.

Tengo un gran amigo a quien no veo mucho en persona, pero a quien llevo en mi corazón, y con quien comparto conversaciones muy profundas. Le recomendé el documental antes de haberlo visto yo misma y me dijo que la vida de Ara Malikian le recordaba la suya en algunos puntos. En nuestra última conversación, una de las más largas que he mantenido nunca por teléfono, le sugerí que escribiera su historia. “¿Para qué?”, me preguntó. “Para los tuyos, para que no se olvide”, le respondí.

Después de ver el documental confirmo una idea que tengo desde hace mucho tiempo: Todas las historias son importantes, y merecen la pena ser contadas, ya que forman parte de la melodía de la vida, de la humanidad. Y me surgen nuevas preguntas: ¿Veríamos igual a las personas si conociéramos sus historias? ¿Nos comunicaríamos mejor? ¿Crecería el entendimiento entre las personas? ¿Si conectáramos nuestros corazones y nuestras vidas habría tantos conflictos y tantas escaladas de los mismos? ¿Sería el mundo como lo vemos ahora si realmente comprendiéramos que todos formamos parte de la melodía de la vida?

Estoy convencida de que toda vida tiene sentido. Algunas vidas se tuercen, pero ¿no será porque no han tenido a quién escuchar y quiénes les escuchen de verdad? ¿No se podría haber hecho algo para hacer la diferencia? Os animo y me animo a que escuchemos la música en cada persona con la que nos encontramos y seamos conscientes de que también es parte de nuestra propia música. Si queremos, podemos.


domingo, 31 de mayo de 2020

Sobre la credibilidad y la confianza



El otro día tenía la radio puesta mientras estaba preparando la comida y escuché a una persona en una tertulia radiofónica repetir varias veces, a cuenta de los cambios en el modo de contabilizar las personas víctimas del COVID-19, que Fernando Simón había perdido la autoridad moral y científica… Esa opinión me revolvió, me incomodó muchísimo y creo que incluso me enfadó. Me parecieron unas palabras de una grandísima dureza, que dichas en el altavoz de la radio podían influir a muchísimas personas y que no tenían en cuenta ni a la persona ni a la situación. Antes de que empezara el estado de alarma se publicó un artículo con el título FernandoSimón, el hombre antipánico que a mí me acercó a la figura de este hombre que se ha ganado su condición de experto a pulso. ¡Qué rápido juzgamos a las personas y cuestionamos su valía y su credibilidad! Esto me hace pensar en la doble moral que está muy extendida: juzgamos y criticamos con dureza los errores o fallos de las demás personas, mientras que mostramos una gran indulgencia con los propios.

Mi indignación ha aumentado cuando he leído que se ha presentado una querella contra él “porhomicidio y por falsear el número de muertos”. Tengo muy claro el principio de que “a mayor poder, mayor responsabilidad”, pero aquí se está pidiendo una responsabilidad desmedida, más que la que se exige a cualquier representante político y que excede lo razonable... Aunque ya se sabe lo bien que viene tener un chivo expiatorio a quien dirigir la ira y la impotencia.

Stephen M.R. Covey (hijo de Stephen R. Covey, 'Los7 hábitos de la gente altamente efectiva'), experto en temas de confianza, liderazgo y cultura, presenta cuatro comportamientos clave para construir confianza y credibilidad en tiempos de incertidumbre: 1) Hacer frente a la realidad; 2) Transparencia, que hace que nos vean como reales, auténticos; 3) Ir de frente, decir la verdad, llamar a las cosas por su nombre; 4) Extender la confianza en tu gente, en tu equipo. Y añade que es fundamental demostrar a las personas que son importantes. Estoy completamente de acuerdo con la importancia de estos comportamientos, pero no se me escapa que cuando hablamos de la gestión de lo público y el bien común no hay absolutos. Si bien la ciudadanía tiene derecho a la información, eso no quiere decir que todas las personas tengan que saber todo en todo momento y a la vez. Somos testigos de las reacciones que produce el pánico… Quizá eso sea lo más difícil de gestionar en una crisis, la comunicación: qué información, cómo, cuándo y a quién se da.

Se exigen medidas rápidas, eficaces y contrastadas… Y eso es mucho pedir… A posteriori cualquiera puede ver que otra actuación diferente hubiera sido más acertada. SantiagoGarcía Cremades, el matemático y divulgador científico en RNE que predice con una tasa de error del 5% la cifra de personas fallecidas diarias por COVID-19, señala que  “El virus nos ha pillado a todos sin estrategias y por sorpresa, eso está claro. Lo que me gusta de los gobernantes en general es que aboguen por usar la evidencia científica, es lo único que nos puede ayudar ahora, la ciencia y la unidad social. Se ha visto cómo algunos dirigentes han abusado de su alta estima en sí mismos, obviando datos científicos y decidiendo sin consenso de expertos. Vamos, muchos han hecho de cuñaos, pero bien” (para leer la entrevista pinchar aquí). MartínBonfil Olivera, divulgador científico mexicano, explica muy bien que “una idea errónea muy común acerca de la ciencia es que está basada en certezas. En realidad, la ciencia es una disciplina en la que todo está, por principio, sujeto a discusión. La discusión crítica y la puesta a prueba de las explicaciones acerca de la naturaleza son la esencia misma de la labor científica” (para ver el artículo completo pinchar aquí).

Será mejor que dejemos el cuñadismo, “tendencia a opinar sobre cualquier asunto, queriendo aparentar ser más listo que los demás” (Fundeu), y cada uno y cada uno actuemos desde la preocupación por el bien común y la responsabilidad individual y colectiva… que aún tenemos mucho por demostrar. A falta de certezas, confiemos y seamos confiables…



lunes, 4 de mayo de 2020

Saldremos diferentes: sobre la solidaridad, la compasión y la confianza


[He publicado esta entrada en el Blog de Inteligencia Emocional de Eitb el 04.05.2020]

Estos días de recogimiento, de limitación de movimientos, de distancia física están suponiendo un gran reto. Para quienes nos dedicamos a la educación han supuesto un adaptarnos a la docencia en remoto de un viernes para un lunes… Vamos, hemos salido de la zona de confort de una patada… Pero también están sirviendo para buscar nuevos materiales, asistir a más conferencias y seminarios de lo habitual y poder dedicar un tiempo a la reflexión. Una pregunta me ronda constantemente y aparece en muchos foros y entrevistas: ¿Saldremos diferentes de esta situación?

Como señala Javier Melloni, SJ, lo que nos pasa a uno nos pasa a todos. Somos “una sola humanidad ejemplificada en múltiples individuos”. Nuestras vidas se parecen mucho. Tal vez, en lugar de poner nuestras fuerzas en salir las tenemos que poner en entrar más. Entrar en profundidad para que la sociedad que salga sea diferente. Y utiliza una imagen muy sugerente. En esta crisis nos pasará como a las plantas, que tienen un crecimiento isométrico; las ramas crecen en primavera en función de lo que las raíces han profundizado en invierno. Corremos el peligro de salir demasiado pronto y que no nos haya transformado lo suficiente. Hay varias lecciones importantes que podemos aprender: 1) Vulnerabilidad; 2) Podemos vivir más recogidos de lo pensado (lo que amplía nuestro espacio interior); 3) Solidaridad, nos hemos cuidado y atendido más unos a otros; 4) Tenemos que hacer una sociedad más austera. El reto está en asumir libremente lo que nos ha sido forzado, que convirtamos cualquier forma de confinamiento en un ejercicio libre de profundidad.  [Ideas tomadas de su charla La desescalada interior para una nueva vida].

Adela Cortina, en una entrevista  concedida al Centro de Ética Aplicada de la Universidad de Deusto, que lleva por título “Reflexiones sobre la crisis del Covid-19” aportó algunas ideas que van en la misma línea. En esta crisis nos hemos dado cuenta de gran cantidad de carencias de las que no nos habíamos percatado. Hay grupos que han actuado bien, hemos descubierto un gran fondo de solidaridad, pero también se han visto actuaciones que dejan mucho que desear, como la ‘gerontofobia’ que ha aflorado… ¿Cómo puede ser que miremos con prevención a los ancianos y se diga que se mueren las personas mayores y no pasa nada? Hay algo que ha cambiado. Esta crisis ha generado un dolor y un sufrimiento muy grande que perdurará. Además, se ampliarán las desigualdades que son injustas. Aquí las empresas pueden jugar un papel fundamental y generar aliados como nunca si actúan con lucidez, prudencia y justicia. La más elemental enseñanza de esta crisis, y su gran oportunidad, es retomar la enseñanza que está presente en tradiciones como la anarquista, la cristiana o la ilustrada: Las especies que sobreviven son las que viven del apoyo mutuo. Somos individuos en relación que nos necesitamos unos a otros porque somos vulnerables. Hay que recuperar la virtud de la compasión (padecer con) y evitar el sufrimiento de las otras personas comprometiéndonos con ellas. El compromiso mutuo es indispensable para la vida. Es una fuente de justicia, pero también de felicidad.

Esta idea de la solidaridad y la compasión me recuerda unas palabras de mi colega de ESADE, Josep M. Lozano (Facebook, 27 de abril): “Basta ya de hablar de distancia social. De lo que se trata es de distancia física. Distancia social ya la había antes del coronavirus, en nuestra pandemia de indiferencia y exclusión (que subsiste). Sólo nos falta legitimar ‘distancia social’ como algo positivo, que nos protege”.

Quiero terminar con una llamada a la confianza en palabras de un buen amigo, Jesús García.  La confianza alude a encordarnos, enlazarnos, ponernos de acuerdo. Cuando confiamos depositamos la seguridad en la otra persona. Y si va mal, confiaré en ella, no la juzgaré, no pensaré que me ha querido traicionar. Desarrollemos dinámicas de confianza. Este es un momento para confiar entre nosotros y en nosotros, como individuos y como sociedad.



lunes, 6 de abril de 2020

Fortaleza emocional en tiempos de tempestad


[He publicado esta entrada en el Blog de Inteligencia Emocional de Eitb el 06.04.2020]


El pasado 2 de abril asistí al webinar “Fortaleza emocional en tiempos de tempestad” impartido por el Dr. Mario Alonso Puig, reconocido médico, cirujano y conferenciante, y organizado por WOBI, World Of Business Ideas, que es un centro de contenido empresarial global. Voy a compartir las principales ideas del mismo que son una excelente brújula para los tiempos de incertidumbre que estamos viviendo. Empezó la conferencia con un potente mensaje: en los momentos más críticos, a pesar de la incertidumbre, suele salir de nuestro interior algo que nos permite darle la vuelta.

Aceptación frente a resignación. La resignación supone asumir lo que hay sintiéndose impotente para actuar. Puede generar desesperación. Nos hace víctimas absolutas de la situación. Cuando adoptamos una actitud pasiva algo le pasa a nuestro organismo que empieza a deteriorarse.

La propuesta es otra: “Tenemos que aceptar esta situación como si la hubiéramos elegido”. Suena paradójico porque en una situación de dolor, dificultad o incertidumbre la reacción más común parece ser la rebeldía, el enfado, la ira contenida (a lo que llamamos resentimiento). Es fácil caer en esos estados de resistencia, cuya consecuencia es que nos debilitamos física, mental y emocionalmente. En esos estados uno de los sistemas más atacados es el inmunológico. La aceptación supone relacionarnos con la realidad como si la hubiera elegido. El lenguaje puede jugar a nuestro favor o en nuestra contra. No genera las mismas reacciones ni conecta con las mismas experiencias hablar de cuarentena o confinamiento que de retiro. El Dr. Alonso Puig prefiere ésta última, aunque la realidad de estar en casa sea la misma. Cuando una persona asume que hay algo de valor a descubrir en una situación el sistema inmunológico se vuelve más agresivo y nuestro ejército natural (las células natural killer) entran en acción y se comen, literalmente, las células malignas.

Nos recordó que la parte del cerebro que más nos define como seres humanos es el área prefrontal, la que está detrás de la frente. Esta área es vital para: 1) las relaciones sociales (para interactuar); 2) prestar atención a lo esencial; 3) la creatividad, para aprender deprisa; 4) tomar decisiones. Esto se sabe por los estudios con personas que han sufrido traumatismos, hemorragias o tumores en esa zona. Y está comprobado que cuando una persona está muy tensa esa zona recibe menos sangre y, por lo tanto, funciona peor. La aceptación es la estrategia más inteligente. Sólo abrazando la situación podremos encontrar algo que compense el dolor y la dificultad.

¿Cómo podemos compensar la balanza?

Imaginemos que tenemos una balanza en la que en un platillo está toda la presión que sentimos en este momento (enfermedad, miedo, económica, soledad, estar lejos de tus seres queridos…). Tenemos que poner algo en el otro platillo que no sea impotencia porque eso nos hundiría en la tempestad. Tenemos que poner algo que nos haga seguir con esperanza. ¿Y qué podemos poner?
  1. Aceptación. Ya lo hemos mencionado. “Lo que se abraza se desvanece, lo que se resiste, persiste”.
  2. Cuidado del cuerpo. Tenemos que cuidarnos como nunca. El cuerpo tiene inteligencia somática. Tenemos que cuidar nuestro tubo digestivo (conviene hacer una dieta mediterránea baja en azúcar, el estrés aumenta la avidez por el azúcar). Y también tenemos que cuidar nuestro corazón y nuestra musculatura. Tenemos que movernos. El sedentarismo aumenta la ansiedad e incluso nos puede llevar a la depresión. Y tenemos que descansar y procurarnos un sueño de unas 7 u 8 horas, ya que el sistema inmunológico se vuelve más activo durante el sueño.
  3. Cuidado de la mente. Es muy importante cuidar el foco. Si todo el tiempo estamos oyendo noticias de muertos, infectados… eso empieza a ocupar todo y nos puede bloquear anímicamente. “Donde pongamos nuestra atención se hará más real para nosotros”. Está comprobado que después del 11-S quienes más revivieron las imágenes de la caída de las torres gemelas desarrollaron más síntomas de estrés postraumático. Tenemos que enfocarnos en las soluciones, cada uno y juntos; centrarnos en las oportunidades porque nuestro cerebro nos ayudará a lograrlo. Las palabras que usamos no son picotas, sino cerezas. Tenemos que usar palabras que nos traigan registros positivos porque eso mejora nuestro estado anímico y ponemos más peso en el platillo. Y tenemos que hacer todo lo posible por superar dos sesgos que se dan en estas situaciones difíciles: a) centrarnos en el pasado, lamentarnos por lo hecho o por lo dejado de hacer; b) proyectarnos en el futuro: ¿qué pasará? ¿qué haré? ¿cómo voy a…?  Estos sesgos nos hunden en la tempestad, aumentan nuestra sensación de impotencia. Donde mejor funciona nuestro cerebro y donde más centrado está es en el presente. Y podemos empezar por entrenarnos en centrarnos en el ahora durante 10 minutos al día, cerrando los ojos y fijándonos en las sensaciones de nuestro cuerpo.
  4. Cuidado del alma. Dr. Alonso Puig no habla de ningún credo religioso aunque abarca a todos los credos religiosos maduros (aquellos cuya base es el amor, el respeto, la ayuda…) y también a quienes no tienen ningún credo pero están convencidos de que el cuerpo es algo más que un conjunto de células. ¿Cómo se añade al platillo de la balanza desde esta dimensión? a) Ejercitando la gratitud, que reduce el miedo y protege al organismo de muchas formas; b) Cuidando de otros, saliendo de uno mismo, conectando con otras personas, ofreciendo cualquier cosa que pueda ser de utilidad, siendo comprensivos con la tensión de los otros; c) Atendiendo nuestra dimensión espiritual, en lugar de dejarnos atrapar por la desesperanza del sinsentido, abrirnos a la esperanza del misterio.
En definitiva, las batallas se libran fuera, pero se ganan dentro. Tenemos que aceptar la situación y cuidar nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestra alma. ¿Y como sociedad? Cuando un sistema se enfrenta a una situación muy diferente, muy estresante, pueden ocurrir dos cosas: 1) que se destruya o 2) que suba a un nivel de sofisticación mayor.


Volveremos a un mundo distinto. Una sociedad más sana física y mentalmente, más justa, más feliz, en la que predominará el reino del ser y no el del tener. Nos habrá servido para transformarnos en una sociedad de mucho más nivel. Que así sea.



lunes, 23 de marzo de 2020

Ya volverán los abrazos


[He publicado esta entrada en el Blog de Inteligencia Emocional de Eitb el 23.03.2020]

Escribo estas líneas, más bien las lloro, el sábado. Es el primer día que salgo del confinamiento para ir al súper y encontrarme en la cola con mi marido, después de una semana sin vernos. El lunes, cuando se publique esta entrada, se cumplirá nuestro primer año de matrimonio. Por decisión compartida cada uno sigue viviendo en su casa. El encierro lo estamos viviendo yo con mis hijos y él en su casa, a cinco minutos de la mía, a la que se mudó hace unos meses. Nos separa el catarro y la prudencia, ya que mis hijos y yo tenemos mocos y él está bien.

Creía que salir a la calle y verle me iba a animar ya que no salir me estaba empezando a pesar. No ha sido así… La calle infinitamente más vacía de lo habitual, la cola en la entrada del supermercado, los guantes, las mascarillas, las personas evitando cruzarse demasiado cerca, incluso evitando mirarse… me ha invadido una tristeza que me ha costado comprender y asimilar…

Me vienen a la cabeza unos versos de la canción Codo con codo de Jorge Drexler:
Ya volverán los abrazos,
los besos dados con calma,
si te encuentras un amigo
salúdalo con el alma.

Sonríe, tírale un beso,
desde lejos sé cercano,
no se toca el corazón
solamente con la mano.
Racionalmente sé que no se toca el corazón solo con la mano, que se puede saludar con el alma, que ya volverán los abrazos… pero ahí radica mi tristeza. En la falta de contacto. Me ha resultado desgarrador estar con mi marido y no poder darle un beso. No poder abrazarle. No poder dejarme abrazar… con uno de esos abrazos que recomponen el alma. Afortunadamente puedo apapachar a mis hijos. Apapachar, preciosa palabra que dicen que es la más bella en castellano [véase el vídeo]. Pero parece que no es suficiente… echo mucho de menos a toda mi gente… a la de todos los días y a la que veo menos pero que siempre está ahí.

Curiosa paradoja la que vivimos en este momento… para poder volver a estar cerca tenemos que mantenernos lejos. Me acuerdo mucho de una amiga que ha muerto recientemente y que pasó la última época de su vida aislada en un hospital… ¡Qué duro! Ver que se te escapa la vida y no poder estar con los tuyos. Seguramente esto le está sucediendo a la gente que está perdiendo la vida estos días. Están recibiendo los mejores cuidados posibles pero no les puede sostener la mano un ser querido…

No quiero que parezca que estoy desolada… llorar me limpia el alma y la mente y me hace reconectar. Me brotan los versos de una canción que me llena de energía… “Recuerda que tenemos sólo un viaje de ida / Y hay que darle gracias siempre a la vida”.


sábado, 21 de marzo de 2020

Mujeres y cooperativismo vasco mirando hacia Europa: construir una agenda compartida



El pasado el 10 de marzo, en el marco de la Facultad de Derecho de la Universidad de Deusto, el equipo de investigación EDISPe (Desarrollo Social, Economía e Innovación para las Personas ) y la Cátedra europea Jean Monet EUCLIPE (European Union Economic and Legal Integration for People), organizamos el evento: Mujeres y cooperativismo vasco mirando hacia Europa: construir una agenda compartida. El objetivo del mismo era “aglutinar a un colectivo con participación equilibrada de investigadoras y de cooperativistas vascas para co-construir una agenda de las temáticas relevantes en esta cuestión, consensuando una priorización que se convierta en la hoja de ruta de un Seminario Permanente Mujer y Cooperativas Vascas”. Contamos con una ponencia marco, con dos invitadas excepcionales, y después realizamos una dinámica de grupo para co-construir la agenda. Voy a compartir aquí algunas de las ideas que recogimos.

Malena Riudavents Suárez, Vicepresidenta de COCETA (Confederación Española de Cooperativas de Trabajo Asociado) y miembro del Comité de Equidad de Género de la Alianza Cooperativa Internacional (ACI),  destacó el hecho de que las mujeres en las cooperativas están en una posición mejor que en otras organizaciones ya que la igualdad está en el ADN del cooperativismo. “Estamos ante una fotografía difícil de ver en otras organizaciones”. Explicó cómo desde el Departamento de Mujer de COCETA se está trabajando en 3 vertientes: 1) Creación de empleo (con foco especial en atender a mujeres para salir de la economía sumergida); 2) Condiciones de trabajo, que benefician a todas las personas; 3) Participación en la gestión, para incorporar la mirada de las mujeres. En 2019 publicaron el estudio Las mujeres en las cooperativas de trabajo. Me quedo con una frase que dijo: “Las mujeres dan poder a las cooperativas y las cooperativas dan poder a las mujeres”.

Paloma Arroyo Sánchez, Directora de COCETA, nos recordó dos pensamientos de Don José María de Arizmendiarrieta (alma del movimiento cooperativo de Mondragón) que invitan a la reflexión:
"La posición de la mujer es, en toda sociedad,
la medida exacta de su nivel de desarrollo" (066)

"El mundo no se nos ha dado para contemplarlo,
sino para transformarlo" (235)
Así mismo, insistió en que las cooperativas son un modelo empresarial, no un modelo residual para aquellas personas que no tienen otra forma de integrarse. Son la piedra angular de otro modelo que ya existe: la Economía Social y Solidaria. Además, es una fórmula en la que se concilia más y en la que las condiciones laborales son mejores para todas las personas.

Compartió un sueño, una visión, muchas mujeres en las cooperativas tomando decisiones y cambiando la sociedad. Para conseguir que las mujeres lleguen a esos ámbitos de poder, en palabras de Paloma “igual hay que transgredir un poco, la democracia no tiene por qué ser un absoluto”.
Si tuviera que resumir lo vivido diría 3 palabras: Ilusión, compromiso y orgullo. Nos reunimos mujeres ilusionadas con el cooperativismo, orgullosas de sus valores y comprometidas con impregnar la sociedad de los valores cooperativos y empoderar a otras mujeres.

Fue un bonito ejercicio de sororidad. Una llamada a la transformación. Una declaración, un compromiso por juntas conseguir hacer del mundo un lugar mejor para todas las personas. Continuará…



lunes, 24 de febrero de 2020

Prioridades


[He publicado esta entrada en el Blog de Inteligencia Emocional de Eitb el 24.02.2020]

Empiezo a escribir estas palabras y mi cabeza va a mil por hora. Se me mezclan ideas y sentimientos. Tengo algo que me bulle dentro pero que no acabo de estructurarlo… Intentaré desentrañar esta maraña…

Recientemente aparecieron informaciones sobre la supuesta aprobación en los Países Bajos de una polémica pastilla letal para personas mayores de 70 años cansadas de vivir. Digo supuesta porque, en un momento en el que en España está sobre la mesa el debate de la eutanasia, surgió esta noticia cuyo único contenido veraz es que en el mencionado país se realizó un estudio sobre el tema (Molins Renter, 2020). Escuchar la noticia me produjo tristeza y preocupación. Releo algunas de las entradas que tengo escritas: El peso de la vida (sobre el suicidio) y  Algunas preguntas éticas sobre el final de la vida (sobre la despenalización de la eutanasia y el suicidio asistido). Creo que en estos temas las personas solemos reaccionar muy visceralmente y sin vislumbrar las dificultades y matices que entraña todo lo relacionado con el principio y el final de la vida. Me preocupa que las personas pierdan el sentido de la vida y es algo que puede pasar a cualquier edad, pero que parece que creemos que es automático cuando llega la vejez o la enfermedad.

Me topo con una noticia que recoge la carta de una enfermera de cuidados paliativos que ahora está enferma de cáncer y que me parece muy sugerente. Me quedo con esta idea: “Ayudemos a que nadie, en el momento del dolor, elija la muerte por falta de sentido y de soporte. Hay mucho por hacer y por aliviar y cualquiera podemos poner nuestro granito de arena para que la gente muera de manera natural y que esta opción no sea un sueño, sino una realidad. La eutanasia nunca será un fin natural, ni una muerte digna” (Requena Meana, 2020).

Creo que porque ya he entrado en una edad en la que se empieza a evidenciar que las fuerzas no son las mismas, una edad en la que el cuerpo no responde como antes y que ya te ignoran para muchas cosas… miro de forma muy diferente a las personas mayores. Visto cómo está organizada la vida, no resulta fácil ser mayor en un mundo de gente muy ocupada, centrada en sí misma y con una cultura de ‘usar y tirar’ muy arraigada. Las personas mayores necesitan tiempo, tiempo de calidad… Al igual que decimos de los niños y niñas. Está empezando a cobrar fuerza una iniciativa que puede ser muy beneficiosa y educativa para la sociedad, los programas intergeneracionales. “Todos sabemos que uno de los problemas de la sociedad actual es la falta de tiempo. Nos falta tiempo para todo, y ahí incluimos también a nuestras familias, y la confianza del parentesco hace que no prestemos suficiente atención a nuestros mayores. La ventaja del programa es precisamente esta: al no ser familiares, unos y otros se esfuerzan en cumplir con sus compromisos y ahí tiene especial importancia el seguimiento desde las organizaciones, para verificar que ambas partes están satisfechas con lo acordado previamente” (Rod, 2020). Algo en lo que tenemos que trabajar es en cómo hablamos a las personas mayores. Aunque estén en un momento de debilidad y fragilidad no debemos olvidar la vida y el camino que han recorrido. No podemos permitir que sientan que son un estorbo. [Hace años escribí una entrada al respecto, pinchar aquí]

A raíz de todo esto que me pasa por la mente decido releer un libro que es altamente recomendable, Martes con mi viejo profesor (Albom, 2003). Morrie Schwartz es el viejo profesor y el autor, Mitch Albom, fue su alumno en la universidad. Retoman la relación cuando el autor descubre que el profesor tiene esclerosis lateral amiotrófica (ELA) bastante avanzada. Y ahí comienza la última asignatura impartida por Morrie, “El Sentido de la Vida”. Cada martes, y con la enfermedad avanzando implacablemente, van tratando los grandes temas de la vida.
Reproduzco aquí un diálogo en el que están hablando sobre la muerte (Albom, 2003:49):
“—De modo que nos engañamos acerca de la muerte —dije yo.
—Sí. Pero existe un planteamiento mejor. El de saber que te vas a morir y estar preparado en cualquier momento. Eso es mejor. Así, puedes llegar a estar verdaderamente más comprometido en tu vida mientras vives.
—¿Cómo puede uno estar preparado para morir? —dije.
—Haz lo que hacen los budistas. Haz que todos los días se te pose en el hombro un pajarito que te pregunta: «¿Es éste el día? ¿Estoy preparado? ¿Estoy haciendo todo lo que tengo que hacer? ¿Estoy siendo la persona que quiero ser?»”
Seguramente el mejor modo de ordenar bien nuestras prioridades, de vivir una buena vida, de incluir a todas las personas es, en lugar de vivir de espaldas a la muerte, asumirla como lo que es… algo ineludible y necesario. Como dice Morrie, “Cuando aprendes a morir, aprendes a vivir” (Albom, 2003:50).

Bibliografía

lunes, 27 de enero de 2020

¿Llevamos la felicidad escrita en nuestros genes?


[He publicado esta entrada en el Blog de Inteligencia Emocional de Eitb el 27.01.2020]

En mi último cumpleaños una amiga me regaló un libro con un sugerente título, La vida en cuatro letras: Claves para entender la diversidad, la enfermedad y la felicidad. Su autor es CarlosLópez-Otin, biólogo molecular de la Universidad de Oviedo. La pregunta que abre esta entrada es el punto de partida del libro y surgió en un momento vital muy duro en el que el autor había perdido su Ikigai (sentido de la vida o propósito vital, que surge de la combinación de cuatro conceptos: pasión, misión, vocación y profesión).

Como señala López-Otín (2019, p. 30): "Probablemente, la larga historia de ignorancia humana sobre las claves científicas de la vida deriva del hecho de que la ciencia siempre ha generado miedo y desconfianza entre muchos humanos porque nos obliga a dejar atrás el pensamiento mágico para poder adentrarnos en lo desconocido". El libro se adentra en lo desconocido y hace un recorrido por los descubrimientos de la ciencia relacionados con la vida: La herencia y la identidad individual  escrita en las cuatro letras que conforman las bases internas del ADN (A-Adenina, C-Citosina, G-Guanina y T-Timina);  el origen común que tenemos todos los seres de este planeta… una bacteria; las mutaciones y los mecanismos de recuperación y reparación que tiene el cuerpo, que se puede saturar si el daño genómico es muy intenso o la frecuencia de éste es excesiva; la armonía de la vida, siempre en pugna con la entropía; la explicación de la enfermedad desde el genoma y los actuales tratamientos de las enfermedades así como la posible evolución de estas tratamientos; etc. López-Otín (2019, p. 203) concluye este recorrido señalando que “la ciencia nos aproxima a la verdad, pero no tiene los secretos del arte de la felicidad”.

 Me voy a detener en las cinco claves para la felicidad que aporta en el capítulo 13 (López-Otín, 2019, pp.179-201):
  1. Imperfección. Entender la vida supone aceptar la imperfección, que es la que nos hizo evolucionar a partir de los microbios. Y esto implica asumir la enfermedad y la muerte. No se puede tener todo bajo control.
  2. Reparación. Somos vulnerables y los genes protectores del genoma tienen una gran relevancia médica y biológica. A veces la reparación no puede ser directa y se actúa activando o inhibiendo las rutas bioquímicas de comunicación. Se podría hacer un paralelismo con la reparación de las heridas del alma, que nos hace recuperar la esperanza de la felicidad.
  3. Observación. Abrir los sentidos y prestar atención plena al mundo, a los demás y a nosotros mismos es fundamental. Vivir en el presente sin despreciar ni el pasado ni el futuro. Observar y escuchar nos ayuda a desarrollar la solidaridad, que es básica para la felicidad.
  4. Introspección. Es imprescindible dedicar un tiempo cada día al silencio, la reflexión a la meditación para así buscar con tranquilidad el sentido de la vida y acercarnos al bienestar emocional.
  5. Emoción. Si ponemos en el centro de la vida las emociones, esto ayuda a integrar las claves anteriores. Las emociones positivas pueden incluso compensar algunos daños biológicos.

Es importante cultivar emociones positivas y también pensamientos positivos. "La química que provoca la alegría y el amor hace que nuestras células crezcan, y la química que provoca el miedo hace que las células mueran. Los pensamientos positivos son un imperativo biológico para una vida feliz y saludable. Existen dos mecanismos de supervivencia: el crecimiento y la protección, y ambos no pueden operar al mismo tiempo" (Lipton, 2019). Según BruceLipton el 95% de lo que hacemos proviene de los programas mentales que tenemos grabados en los primeros siete años de vida y que actúan a un nivel subconsciente [véase esta entrevista]. Estos programas se pueden revertir en dos pasos: 1) reconociendo aquellas cosas con las que batallamos porque tenemos que dedicarles mucho esfuerzo para que sucedan (eso ocurre porque no están sustentadas por un programa mental; 2) introduciendo nuevos programas en el subconsciente, que aprende de dos maneras: a) hipnosis; por repetición (Fake it until you make it, fíngelo hasta que lo consigas).

La vida es un regalo que se nos ha dado y que tiene fecha de caducidad. Venimos con unas cartas dadas, pero podemos jugarlas y hacer la mejor partida posible. De poco sirve lamentarse de los genes que uno ha recibido. A cada uno le corresponde cultivar pensamientos y emociones positivas que contribuyan a eso aparentemente tan esquivo que es la felicidad…

Bibliografía