domingo, 18 de junio de 2023

Orgullo por el deber cumplido


[He publicado esta entrada en el Blog de Inteligencia Emocional de Eitb el 18.06.2023]

Escribo estas líneas para reivindicar una emoción que me embarga en esta momento y que es muy agradable, el orgullo, en el sentido de la acepción n.1 de la RAE: “Sentimiento de satisfacción por los logros, capacidades o méritos propios o por algo en lo que una persona se siente concernida”. Dediqué otra entrada a esta emoción, tras la lectura del libro Las emociones y el mundo moral (Etxebarria Bilbao, 2020), y en la misma argumentaba que la vergüenza, la culpa y el orgullo son tres buenas brújulas morales (Echaniz Barrondo, 2021). En concreto, el orgullo refuerza y favorece la conducta moral positiva.

¿Y qué me hace sentirme orgullosa en este momento? Son dos las razones que provocan este sentimiento y que podrían verse como las dos caras de una misma moneda, la de educadora. Hace tiempo escribía, y suscribo al 100%, “mi profesión y mi vocación es la de educadora, que es más que profesora. Educar es tocar una vida para siempre, o al menos tener el poder y la responsabilidad de hacerlo…” (Echaniz Barrondo, 2017).

Primera razón, una de las razones más poderosas que mueven mi vida, mis hijos. “La verdad es que les he llevado 9 meses en las entrañas, pero desde ese momento se me han instalado en la mente y el corazón y ocupan un espacio inmenso. Es lo que tiene ser madre… una tarea de 24 horas, 7 días a la semana y con una alta intensidad emocional…” (Echaniz Barrondo, 2020). Veo a dos adultos que van dando pasos firmes en la construcción de sus vidas. Uno ha hecho la apuesta por estudiar el doctorado y el otro acaba de terminar el Máster y en septiembre empieza a trabajar en una empresa que le ilusiona. Es muy grande el esfuerzo: los desvelos, las preocupaciones, el tiempo dedicado… pero cuando les ves desplegar sus alas la satisfacción es indescriptible.

Segunda razón, mis alumnos y alumnas, algunos de los cuales se quedan grabados con fuerza en mi mente y en mi corazón. Me siento una persona muy afortunada porque creo que he descubierto mi Ikigai, la razón por la que me levanto cada mañana, mi sentido de propósito, he podido hacer de mi vocación mi profesión (Echaniz Barrondo, 2022). Y te refuerza cuando recibes, al acabar el curso, un mensaje como este: “Como conclusión solo me queda agradecerte estos meses contigo, puesto que aparte de aprender y disfrutar de la asignatura también he aprendido de mí, hemos trabajado muchos temas desde el respeto, me has dado confianza para hablar en clase sobre mis opiniones, cosa que como ya te he comentado varias veces es complicado y más siendo una persona tan insegura… pero sí, te agradezco la cercanía y la confianza que has transmitido. Eres buena persona y buena profesora y no te lo digo como alumna sino como persona. Así que gracias, me acordaré siempre de estos meses y de ti”.

Estoy convencida que pocas vocaciones son tan grandes y satisfactorias como la de educadora. Tocar una vida es trascender y transformar el mundo en positivo. ¡Qué orgullo! ¡Qué responsabilidad!

Referencias

  • Etxebarria Bilbao, Itziar (2020). Las emociones y el mundo moral. Más allá de la empatía. Madrid: Editorial Síntesis.