viernes, 2 de septiembre de 2022

La mirada apreciativa


[He publicado esta entrada en el Blog de Inteligencia Emocional de Eitb el 29.08.2022]


 El Servicio de Orientación de la Universidad de Deusto organizó el 9 de junio de 2022 una nueva edición de la “Jornada del Tutor”, bajo el título: “La mirada apreciativa como recurso de la acción tutorial. En esta ocasión contamos con la presencia de un referente de la psicología humanista, la Dra. Ana Gimeno-Bayón. Psicoterapeuta y formadora desde hace más de treinta años, cofundadora, junto con el Dr. Ramón Rosal del Instituto Erich Fromm de Psicoterapias Integradoras Humanistas en Barcelona. En 2017 fue reconocida por la Sección de Psicoterapias Humanistas de FEAP (Federación Española de Asociaciones de Psicoterapeutas), como una de las seis personas pioneras de la psicología humanista en España. [Se puede ver aquí la conferencia]

Voy a reflejar aquí algunas ideas que me llevé y que sirven tanto para mi labor como tutora, como profesora, como madre y como educadora, en general.

Existen dos perfiles en el ejercicio de la tutoría: el humano, atiende al ser y estar (es más cercano) y el profesional, atiende al saber y saber hacer (es más distante). Si nos preguntamos cuál es mejor, la respuesta es: el que mejor se adapte a las necesidades de la persona que tenemos delante. Hay quien acude a una tutoría por problemas académicos, otras personas por algún problema personal, o puede que unos y otros se entremezclen. En cualquier caso, es necesaria la mirada apreciativa. La tarea del tutor o tutora es acompañar en el crecimiento hacia la autonomía. Ver no es lo mismo que mirar, y podemos mirar de formas diferentes con resultados muy distintos. Mirar a una persona es complejo, exige mucha profundidad. Nos comunicamos con la mirada. Además, tiene riesgos, uno de los cuales es el rechazo.

Existen miradas malas: la intimidante (asusta, da miedo), apabullante (la que ve a la otra persona como alguien a quien maravillar), la inconstante (proporciona emociones agradables pero no de forma sostenida), la sobreprotectora (no ve a la otra persona como autónoma), molesta (la otra persona es un obstáculo o un incordio), la rígida (la otra persona es como arcilla a modelar), la tímida (no vaya a ser que la otra persona capte mis contradicciones o sombras), la rechazante (ve a la otra persona como alguien que le quiere parasitar). Hay quien ve a la otra persona, pero no le mira, la ve como un objeto, no capta su complejidad, sus cualidades y sus limitaciones, sus aspiraciones y sus deseos.

Existen miradas despistadas, miradas apreciativas pero despistadas. Esto es algo habitual en las relaciones de ayuda. El problema es la falta de realismo y las expectativas desajustadas. Se transmite el mensaje de que “hemos de ser perfectos”: sé perfecto/perfecta, esfuérzate, complace, date prisa, sé fuerte… Estos mensajes llenan de tensión a la persona. Pensemos que alguien nos pide que doblemos en cuatro un folio de forma perfecta… Por mucho que lo intentemos es una tarea imposible. La presión por la perfección hace que nuestro inconsciente se rebele (se puede dar una venganza inconsciente). Puede ocurrir que la persona venga con estos mensaje incorporados. Frente a eso podemos dar mensajes liberadores:

Frente a…Mensaje liberador
“Sé perfecto/perfecta”“Está bien hacer las cosas bien y es humano cometer errores”
“Esfuérzate”“Lógralo, con o sin esfuerzo”
“Complace”“Complácete y elige cómo, cuándo y a quién complacer”
“Date prisa”“Tómate el tiempo que necesites, para conseguir la calidad que quieres”
“Sé fuerte”“Está bien mostrar la vulnerabilidad y pedir ayuda”

Existe también una buena mirada, la mirada apreciativa, que responde a algo que llevamos incorporado, el cooperar. El ser humano está programado para ser sensible a los demás. Supone mirar sin tensión, con empatía, ‘abrazando’ a la otra persona. Incluye un aspecto sensorial (se mira con los ojos y con todos los sentidos), un aspecto afectivo (supone implicarse, dolerse y alegrarse con la otra persona) y un aspecto intelectivo (reconocer una historia, una vida). Símil: es la mirada del abuelo o de la abuela (todo amor o comprensión), no la del padre o la madre (que miran con la tensión de la responsabilidad). Es la mirada de quien descubre un tesoro. Los ingredientes de la mirada apreciativa: aprecio, interés, respeto, sinceridad y empatía. Los resultados: mucha fecundidad, crecimiento personal y profesional.

Todas las personas necesitamos esa mirada apreciativa, esa que ve más allá de lo visible, esa que nos ayuda a querernos y permite que queramos a otras personas, esa que contribuye a nuestro crecimiento, que nos transforma.



Referencias