lunes, 16 de octubre de 2023

Sobre la fe en el ser humano y emociones que se contagian

 


[He publicado esta entrada en el Blog de Inteligencia Emocional de Eitb el 16.10.2023]

Me tengo por una persona vitalmente optimista, con una fe profunda en el ser humano. Sin embargo, a veces siento unas sacudidas internas que me hacen cuestionarme si todo será una invención; si no será un ejercicio vano de voluntad alimentar esa fe. Además, últimamente he notado que si alguna persona muy cercana se muestra desalentada, desganada o desesperanzada se me contagian con más facilidad esas emociones. Punset (2019) explica que estamos programados para imitarnos porque eso puede salvarnos; pero las emociones desagradables también son contagiosas y hay que ponerles límite, evitarlas, porque nos pueden llevar al fondo del pozo.

La verdad es que el contexto no ayuda mucho. Las noticias de las guerras, las muertes por violencia de género, las de personas migrantes que sólo buscan una oportunidad… Existe mucho sufrimiento que podría evitarse haciendo un esfuerzo de diálogo, de entendimiento, de empatía... En definitiva, si intentáramos tener una mirada humana profunda hacia las personas y las situaciones, más allá de las creencias y los intereses. Recientemente tenía un diálogo muy interesante con mi alumnado de 1º de Relaciones Internacionales sobre este tema y un alumno me preguntó si no creía que todo lo que hacía el ser humano era por interés. Es muy difícil responder a esta pregunta. Lo que es evidente es que el ser humano es capaz de realizar las acciones más sublimes y también de las más atroces.

Dándole vueltas a cómo evitar el pesimismo y el contagio de emociones desagradables he llegado a la conclusión de que hay dos vías excepcionales para conseguirlo. La primera de ellas es trabajar la interioridad, la conexión con lo más profundo, con la fuente de sentido. Como señala Rovetto (2021): “Vivir en la ermita interior, en el corazón espiritual (...) es una capacidad de darse cuenta de los distintos hechos que convergen en un mismo suceso y a la vez, mantener una cierta distancia de ellos. Se abre un espacio disponible que permite respirar en todo sentido y no ser avasallados por las reacciones que se produzcan en el medio, en la mente y en el cuerpo (…) Y esto debido a que la mente no es la herramienta adecuada para orientar nuestra vida. Si ponemos al mando a «la loca de la casa» nos encontramos con vidas plagadas de sufrimiento e inconsistencia”.

La segunda vía, que es complementaria, sería deshacernos de capas que hemos ido poniéndonos a medida que hemos ido transitando al mundo adulto: creencias, prejuicios, mandatos de género, ideología, intereses, etc. Se trataría de recuperar la mirada limpia del niño, de la niña, que nos habita y que ve más allá de las mencionadas capas y es capaz de empatizar con el ser humano que tiene enfrente sin filtros que distorsionan.

Para terminar, me sumo a los versos de El Jose:

Que alguien me diga dónde estoy

Por saber si no me he equivocado de planeta

Que alguien me diga quién soy yo

Nunca estoy seguro al despertarme de la siesta

Que alguien me diga que me ve

Para comprobar que aún no me han comido las sombras

Que alguien me diga que me cree

(…)

Quiero ser un niño ya no quiero ser mayor

Referencias

https://www.youtube.com/watch?v=ajt9VYHaGO4

miércoles, 4 de octubre de 2023

Dios ¿existe?

Los días 30 de septiembre y 1 de octubre unas 30 personas asistimos en Las Matas (Madrid) al encuentro organizado por el grupo de Diálogo de personas de creencias diversas del Movimiento de los Focolares [ver web] con el sugerente título: Dios ¿existe? Encuentro de diálogo entre personas de convicciones diversas.  Fueron unos días intensos y de gran profundidad por todo lo vivido y compartido.

Según el estudio de Ipsos “Global Religión 2023: Creencias religiosas alrededor del mundo” un 61% de la población mundial (44% en España) afirma que cree en Dios o en alguna fuerza superior, mientras que un 21% (32% en España) asegura no creer en nada (Ipsos,2023). Si tenemos en cuenta la teoría de la sabiduría de los grupos (ver Sánchez,2022), que nos dice que ante preguntas complejas se obtienen respuestas más rápidas y adecuadas en la medida en la que se pregunta a más personas, los datos del estudio parecen sugerir que en este momento no hay una respuesta clara a la pregunta de si Dios existe. Es más, podríamos incluso cuestionarnos si la pregunta es pertinente.  

La mañana del primer día dieron su respuesta a la pregunta que nos convocaba tres personas, una desde el ateísmo, otra desde el agnosticismo y otra desde la fe católica. Hagamos primero la distinción. Ateo es una persona “que no cree en la existencia de Dios (o dioses o divinidades) o que directamente lo niega”, mientras que una persona agnóstica “no afirma la existencia e inexistencia de Dios (o dioses), no tiene certezas para creer, pero al mismo tiempo considera que se trata de una cuestión que la capacidad humana no puede resolver, esto es, inherentemente incognoscible” (Sánchez,2023).

Respuesta desde el ateísmo

Miguel Ángel Royo nos dio su visión tomando como apoyo los argumentos del libro El alma del ateísmo de André Comte-Sponville, en el que se propone una espiritualidad sin Dios. Razones para no creer en la existencia de Dios:

  1. Debilidad de las pruebas de su existencia. Tradicionalmente se han utilizado tres pruebas de la existencia de Dios: a) Ontológica, Dios existe por definición, por esencia; b) Cosmológica, se parte de la existencia del mundo, y se dice que tiene que poder explicarse su existencia, tiene que haber una causa fuera de sí mismo; c) Físico-teológica, el mundo existe y tiene una complejidad inaccesible por lo que tiene que haber una inteligencia ordenadora.
  2. Carencia de experiencias de Dios. Los seres humanos nos escondemos por vergüenza o por miedo. ¿Qué razones podría tener Dios para ocultarse? Se suele argumentar que se oculta para respetar la libertad del ser humano. Ese argumento se puede rebatir. Si se nos oculta seríamos más libres que Dios y sus profetas porque ellos no pueden elegir no creer. Además, hay menos libertad en la ignorancia que en el conocimiento. Es más, que no se muestre parece incompatible con la idea de un Dios Padre.
  3. Una explicación incomprensible. ¿Cómo podemos explicar algo que no se entiende (el mundo, la vida, etc.) con algo que se entiende aún menos, que es Dios?
  4. La existencia del mal, su amplitud, su atrocidad, su desmesura, su banalidad. Este es el argumento más antiguo y más fuerte.
  5. La mediocridad del ser humano. Somos hijos e hijas de la tierra y eso se nota. Tenemos que ser más humildes (humus es la raíz del término humildad). Cuesta pensar que estemos hechos a imagen y semejanza de Dios.
  6. El deseo y la ilusión. ¿No resulta sospechoso que Dios se nos presente como la respuesta a nuestros mayores anhelos: no morir definitivamente, reencontrarnos con nuestros seres queridos, ser amados incondicionalmente, etc.?

Respuesta desde el agnosticismo

Jordi Illa contó su experiencia con el soporte del libro Inteligencia espiritual de Francesc Torralba [hace tiempo escribí una entrada sobre el mismo] cuya tesis es que existen un sentido espiritual, unas necesidades de orden espiritual que no se pueden desarrollar de otro modo que a través de la Inteligencia espiritual.

Explicó el modelo de tres capas, que a él le ha servido para situar su experiencia vital, en el que la Espiritualidad es la más profunda y común a todas las personas. Sobre ella estaría la Religiosidad que responde a la necesidad de sentirse unido a algo que trasciende. Y en último lugar estaría Confesionalidad que hace referencia a los ritos, rituales, dogmas, etc.

Nos presentó el vídeo en el que Carlos Blanco responde desde su posición agnóstica: “Lo que nosotros estamos diciendo de Dios es el límite de nuestra imaginación: el ser perfecto, autosubsistente (…) Todavía no somos capaces de imaginar algo mejor sobre Dios (…) Es el límite al que puede tender la mente humana, es lo máximo que tú puedes imaginar y razonar”. 

Respuesta desde la fe católica

Ita Pi empezó diciendo que elaborar su respuesta le supuso hacer un ejercicio de profundización importante. Ella tiene una creencia vital muy fuerte. A día de hoy diría que cree en un Dios sin rostro (sin una forma determinada), no por impersonal, sino porque ha ido cambiando su imagen con el tiempo. A medida que se ha ido alimentando de otras religiones y espiritualidades su creencia, recibida en primera instancia de su familia, se ha afianzado, se ha hecho más profunda. Siente algo muy bello que es que no sólo ella está en busca de Dios, sino que Dios también le busca a ella.

Vimos el vídeo en el que José Cobo y Javier Melloni dialogan con ocasión de la presentación del libro Dios sin Dios. Una confrontación. Resulta muy sugerente la invitación de Melloni a vivir desde Dios, buscando desde dentro, porque desde ahí es desde donde se abre el camino al otro, al hermano.

A las exposiciones siguió un diálogo muy profundo en el que cada persona reaccionó desde su experiencia y su momento vital: 

  • “Soy creyente en búsqueda… en proceso… en camino”.
  • “Más que una creencia es una experiencia… A veces siento y también hay períodos en los que no siento nada”.
  • “Este grupo ayuda a estar en una actitud de apertura y cuestionamiento”.
  • “No sé si existe Dios, pero igual se manifiesta a través de esta lágrima”.
  • “No soy creyente, pero sí existe el amor”.
  • “Soy agnóstico por prudencia intelectual, también comparto argumentos con el ateísmo. He llegado a un momento en el que no me pregunto si Dios existe”.
  • “Para mí, participar en este grupo ha supuesto una gracia grande. Me ha hecho aterrizar, profundizar”.
  • “Tengo la experiencia de sentirme sostenida, acompañada, por algo diferente de mi conciencia”.

Tuvimos también ocasión de trabajar el Decálogo para el diálogo de Iñaki Guerrero. Insistimos en la necesidad de ser valientes para afrontar conversaciones, la condición de que la otra persona quiera dialogar, la conveniencia de generar espacios de confianza y amistad para favorecer el diálogo, la importancia de la atención plena, la dificultad de escuchar sin juzgar o valorar, el riesgo de ser esclavos de nuestras ideas, convicciones o posiciones, etc.

Transconfesionalidad

La segunda mañana contamos con la aportación de Lucas Cerviño desde el otro lado del Atlántico y en un horario de madrugada para él. Empezó explicando cómo se ha dado un fenómeno de transformación de lo espiritual, una metamorfosis de lo sagrado. En los años 60-70 del siglo pasado se hablaba de la muerte de Dios, pero eso no se ha dado. Se ha pasado de poner el foco en el contenido de lo que se cree (creencia y transmisión) al sujeto que cree (experiencia, búsqueda). Nos encontramos ante un pluralismo de respuestas al sentido de la vida, una ruptura del monopolio de sentido de las religiones. Se da un mayor nivel de personalización, que no individualización. Estamos en un período en el que prima la autonomía del sujeto. Existen también otras dos claves que atraviesan de forma transversal el fenómeno: la ecología (interconexión) y la incorporación de lo femenino.

Propuso un matización al modelo de tres capas. Incluyó una capa más profunda, la interioridad, que es el núcleo al que toda espiritualidad tiene que responder. Existe el riesgo de muchas ofertas, muchas experiencias, que no conectan con la interioridad. La interioridad no es un encierro, un ejercicio de intimidad. Supone la conciencia de estar atravesados por lo infinito, por la inmensidad. Es donde surge la individualidad y la libertad; desde ahí brota la responsabilidad hacia los demás y lo demás; es un espacio vital para la felicidad humana, el lugar donde brota el ser únicos e irrepetibles. Si la Espiritualidad no conecta con la interioridad se convierte en intimismo, en consumismo. Si la religiosidad no conecta con la interioridad se transforma en fetichismo, magia. Si la confesionalidad no conecta con la interioridad se queda en ritualismo, moralismo.


El estar atravesados por el infinito tiene distintas cristalizaciones. La transconfesionalidad supone establecer un diálogo entre estas distintas cristalizaciones. Estamos llamados a hacer diálogos desde distintas formas de conectar con la realidad última. Se puede hablar de experiencias de comunión desde la reflexión y el diálogo. Podemos sentirnos un cuerpo, un nosotros, donde se mantiene la especificidad de cada uno.

Estamos llamados y llamadas a realizar un triple descentramiento: 1) Hacia el Misterio, la realidad última, lo que conecta con tu centro más profundo; 2) Hacia el prójimo, el otro distinto y diferente; 3) Percibir lo sagrado en la naturaleza, en la Creación, que tiene que ver con cómo me alimento, cómo uso los recursos, cómo consumo, etc.

Mi impresión y vivencias “fuera de programa”

Después del recorrido de los dos días tuve una intuición muy profunda. Probablemente el diálogo transconfesional sea la única vía para conseguir un entendimiento profundo. Conectar con la interioridad que nos habita y en la que habitamos nos lleva a transformar una realidad que nos duele. Es la forma de romper barreras y de transformar juntos. Si no, podemos caer en la acción por la acción o en el error de tratar de convencer a otras personas. Podemos dialogar y encontrar puntos de encuentro desde formas diversas de conectar con la realidad total, la realidad última.

Y no podemos olvidar los momentos de conversación informal, los paseos, la velada con pruebas por equipos, los momentos de poesía e imágenes con música. Las intuiciones y las preguntas que cada uno se llevó consigo. Me quedo con una frase que nos recordó Lucas del Papa Francisco: “Cada vez que nos encontramos con un ser humano en el amor, quedamos capacitados para descubrir algo nuevo de Dios” (Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, n.272).

Referencias