domingo, 28 de marzo de 2021

¿Y si?

 

El pasado 23 de marzo participé en GazteUp 2021, Jornada de Empleo y Juventud, organizada por El Correo y Deusto Alumni con una charla que lleva por título el de esta entrada, y que voy a resumir aquí. Mi punto de partida era invertir un mensaje que nuestros y nuestras jóvenes suelen recibir habitualmente: “tienes que estudiar algo que tenga salidas”. Lo importante es pararse, mirar hacia dentro y escucharse. 

Hay una pregunta que suelo hacer a mi alumnado de primero el primer día de clase de la asignatura: ¿Qué harías si el dinero no importara? La respuesta más frecuente, hay que tener en cuenta que es alumnado del Grado de Turismo, es viajar. Hay un vídeo muy sugerente con una locución de Alan Watts, filósofo británico conocido por popularizar y ‘traducir’ las filosofías orientales a nuestro contexto, en el que explica cómo suele lanzar esa pregunta. En el vídeo hay un mensaje que me parece muy importante: “Si dices que ganar dinero es lo más importante pasarás tu vida malgastando tu tiempo. Estarás haciendo cosas que no te gustan para seguir con una vida que consiste en hacer cosas que no te gustan. Lo que es estúpido. Es mejor tener una vida corta llena de cosas que te gusta hacer que una larga vida vivida de forma miserable. Si haces lo que realmente te gusta, no importa lo que sea, quizá puedas llegar a ser un maestro en eso”.

Por esta razón es de vital importancia hacerse preguntas. No se trata tanto de cuáles son las respuestas, que pueden variar, sino de hacerse las preguntas adecuadas, lo que tiene mucho de arte. Además, las respuestas siempre son personales. Las que se dan otras personas nos pueden inspirar, pero debemos encontrar las nuestras. Hay dos preguntas que a menudo solemos confundir: ¿Por qué? y ¿Para qué? Por qué nos remite a las razones, los argumentos. El ser humano es capaz de justificar casi cualquier cosa. Cuando tomamos una decisión o realizamos una acción siempre podremos encontrar alguna razón para hacerlo. Sin embargo, para qué nos conecta con el sentido, la finalidad profunda, y esa es la pregunta importante. Una lectura muy recomendable es El hombre en busca de sentido de Viktor Frankl.

El 15 enero 2009 un Airbus A320 amerizó en el río Hudson. Las imágenes dieron la vuelta al mundo, incluso hay una película sobre el hecho (Sully). Ric Elias iba en la primera fila de ese vuelo y en una charla TED cuenta 3 cosas que aprendí mientras mi avión se estrellaba. La primera de ellas es que “Todo cambia en un instante”. Este es un hecho del que muchas veces no somos conscientes hasta que nos azota la enfermedad, la muerte o una catástrofe. No tenemos más que ver cómo cambió nuestra vida el 14 de marzo de 2020 cuando se decretó el estado de alarma en España. La segunda: “Hay que eliminar la energía negativa de la vida y elegir ser feliz”. En ese momento en el que todo cambia solemos caer en la cuenta de la cantidad de lastre que arrastramos en nuestra vida: actividades y personas que no aportan e incluso que restan. Día a día hay que elegir ser felices (a veces nos empeñamos en lo contrario). Y la tercera: “Mi principal objetivo en la vida es ser un gran padre”. Este era el sentido de Rick Elias. Cada uno tiene que encontrar su sentido. Y nunca es tarde para hacerlo. Las prioridades se pueden cambiar. Es cuestión de conectar con nuestro Para qué. 


Hace unos años Mihály Csíkszentmihályi, una de las figuras relevantes de la psicología positiva, escribió Fluir (Flow): Una psicología de la felicidad (ver resumen aquí). “Flow o flujo es el estado mental en que la gente está tan absorta en la actividad que está haciendo que olvida todo lo demás. La experiencia en sí misma es tan gratificante que, aunque cueste un gran esfuerzo completarla, la haremos sin cuestionarlo”. Estamos en Flow cuando estamos tan absortos con la actividad que no queremos parar, que se nos va la noción del tiempo. Sabemos que estamos realizando un trabajo que nos llena y nos aporta cuando sentimos ese Flow, cuando no estamos pendientes de cumplir el horario. De no ser así, el trabajo puede acabar siendo como una pesada losa que llevamos a rastras. No es lo mismo que tu trabajo te eleve o que te hunda. 



Hay un concepto japonés que es muy sugerente, Ikigai. Es tu razón de ser, lo que hace que tenga sentido levantarse cada mañana. Se da en ese punto en el que confluyen lo que amas, en lo que eres bueno, lo que necesita el mundo y por lo que te pueden pagar. Yo tengo la suerte de haber encontrado mi Ikigai. Cada mañana me repito a mí misma lo grande que es mi misión como docente, contribuyo a la formación integral de hombres y mujeres que en breve ejercerán su profesión.

En todo este proceso es muy importante desarrollar nuestra inteligencia emocional que supone identificar (ser capaces de poner nombre, etiqueta), comprender (entender cómo funcionan las emociones, qué efectos tienen), usar (adoptar el estado de ánimo adecuado) y regular (o gestionar; durante mucho tiempo la llamada ha sido a reprimir las emociones, pero eso es una mala gestión de las mismas; se trata de interpretar y utilizar la información que nos dan) tanto en uno mismo como en los demás. De las cuatro habilidades la más difícil es la de regular. Aunque en la medida que se identifica y se comprende, eso ayuda a regular.

En el ámbito de la gestión y la dirección se suele distinguir entre hardskills (habilidades, conocimientos y cualificaciones aprendidas y certificables) y softskills (rasgos de personalidad, habilidades personales e interpersonales). En un interesante artículo Josh Bersin señala que tenemos que dejar de hablar de softskills (habilidades blandas) porque esas son las powerskills (las habilidades que dan poder). Optimismo, curiosidad, tenacidad, flexibilidad, integridad, generosidad, alegría, amabilidad, etc. son habilidades complejas, que lleva tiempo desarrollar y son las que marcan la diferencia en el ámbito laboral. 

A lo largo de esta entrada nos han acompañado unos dibujos. En este vemos la persona detrás de ellos, Miryam Artola. Ella se define como “Visual Practitioner& Facilitadora Visual”. Es la fundadora y CEO de Muxote Potolo Bat SL, que cada día regala un dibumensaje en las redes sociales. Miryam es un buen exponente de lo que supone hacer de tu vocación tu profesión. Hace unos años dejó su trabajo en una ONG para llevar adelante su Ikigai. Como ella dice en su página web: “A base de rotulador, mucha, mucha Vida y una amplia paleta de colores nació Muxote. Las dos somos yo y yo somos las dos… con alguna trampa, y algún trocito de cartón”.

Para terminar, me gustaría lanzar una invitación, otra pregunta, para mí misma y para los demás ¿Y si trabajas todos los días… para transformar el mundo? Y todo ello empezando por transformarte a ti mismo, a ti misma. 







lunes, 8 de marzo de 2021

8-M: Sobre las distopías

 


[He publicado esta entrada en el Blog del Centro de Ética Aplicada de la Universidad de Deusto el 08.03.2021]

Hace ya un tiempo una amiga me habló sobre una serie basada en una novela distópica y recientemente me he animado a verla. Al buscar la palabra distopía en la Real Academia de la Lengua aparece: “Representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana”. El cuento de la criada me está resultando tan inquietante como interesante. Despierta en mi rechazo, desagrado, incomodidad, indignación, curiosidad y otras muchas emociones entre las que destaca el desasosiego… ¿Podría llegar a ser algo más que una representación ficticia?

Se narra la vida en la República de Gilead, anteriormente Estados Unidos, que está bajo un gobierno totalitario de inspiración religiosa. Es una sociedad muy clasista y en la que apenas hay niños y niñas. Los estratos están muy diferenciados en sus funciones y normas y tienen un código de vestimenta: Están las criadas, mujeres fértiles que se asignan a las familias de clase alta para que los comandantes, altos cargos del gobierno, las fecunden bajo la connivencia de las esposas; las marthas son las que se ocupan de las tareas domésticas; las tías son quienes adoctrinan a las criadas y se encargan de supervisarlas; los ojos, hombres que espían por encargo del gobierno; los cazadores; las Jezabel, prostitutas que atienden a las élites en locales clandestinos. Las criadas pierden su nombre y adoptan el de su comandante (Defred, Dewarren, etc.); el nombre cambia cuando cambian de casa. El orden se mantiene por medio de la fuerza y el miedo. Las calles están militarizadas y contravenir las normas se castiga físicamente, incluso con la muerte. Las personas que se oponen al régimen son colgadas públicamente.

En la serie se pone de manifiesto claramente algo que ya sabía, la fragilidad de los derechos humanos y más los de las mujeres y otros grupos históricamente excluidos y discriminados. Soy consciente de que, a pesar de ser mujer, hablo desde el privilegio: blanca, europea, doctora en empresariales, profesora universitaria, propietaria, independiente económicamente, con una red relaciones y contactos importante, etc. Y desde ahí, voy a compartir algunas de las llamadas e impactos que he recibido al ver la serie.

Hay una imagen que es de una extrema dureza y que me remueve completamente. Los días del mes en los que las criadas son fértiles se produce a diario la “ceremonia”. Se reúnen todas las personas de la casa; el comandante saca una Biblia y lee el siguiente fragmento:

Al ver que no podía dar hijos a Jacob, Raquel tuvo envidia de su hermana, y dijo a su marido: «Dame hijos, porque si no, me muero».

Pero Jacob, indignado, le respondió: «¿Acaso yo puedo hacer las veces de Dios, que te impide ser madre?».

Ella añadió: «Aquí tienes a mi esclava Bilhá. Únete a ella, y que dé a luz sobre mis rodillas. Por medio de ella, también yo voy a tener hijos». Génesis 30: 1-3.

A continuación, el comandante, la esposa y la criada se dirigen al dormitorio. La esposa se sienta en la cama. La criada se tumba en la cama con los pies apoyados en el suelo y la cabeza en el regazo de la esposa, quien le sujeta las manos. El comandante de pie procede a intentar fecundar a la criada, lo que no deja de ser una violación ritualizada. El ambiente, la tensión, las emociones reprimidas no dejan indiferente. Más si se tienen presentes los datos sobre la violencia contra mujeres y niñas (véase ONUMujeres).

En la serie se van sucediendo escenas del presente y del pasado. Defred, la protagonista, que es la criada de los Waterford, en un momento alude a la fábula de La rana y el agua hirviendo para señalar que la sociedad no vio venir los cambios que se avecinaban. Tampoco la señora Waterford que ayudó a su marido a redactar las nuevas leyes de Gilead y se ve relegada a esposa sin posibilidad de hacer escuchar su voz y esperando a que “se obre el milagro” y su criada le dé descendencia. Su frustración y desesperación la descarga con crueldad en Defred. Una sociedad no puede presenciar impasible el recorte de derechos y libertades porque puede suceder que todo lo conquistado con el esfuerzo, la lucha e incluso la vida de muchas personas se desplome y tenga una difícil y dolorosa vuelta atrás.

Hay varias preguntas que me han ido surgiendo ¿Cabe ser feliz en una sociedad totalitaria? ¿Se puede disfrutar viendo la desigualdad arbitraria y el miedo institucionalizado que conduce irremediablemente a la corrupción? Probablemente habrá personas que confundan privilegios con méritos (invito a leer esta entrevista a Michael Sandel sobre la meritocracia) y quien permanezca impasible ante el sufrimiento otro ser humano, o puede que ni siquiera reconozca a ese otro como un ser con dignidad. No obstante, me niego a creer que sea posible doblegar por completo la voluntad de todo ser humano. Mientras quede un atisbo de consciencia de la dignidad, mientras no nos dejemos adormecer por la indolencia o la resignación hay esperanza de rebelión y cambio.

No quiero acabar sin hacer una alusión al tema elegido por OnuMujeres para el Día Internacional de la Mujer 2021: “Mujeres líderes: Por un futuro igualitario en el mundo de la Covid-19”. Nos encontramos en un momento histórico en el que muchas seguridades se han visto tambaleadas y se “ha puesto de relieve tanto la importancia fundamental de las contribuciones de las mujeres como las cargas desproporcionadas que soportan”. Ojalá sepamos estar a la altura de la historia como humanidad y seamos capaces de crear unas condiciones que hagan imposible que una distopía como la comentada se haga realidad y hagamos del mundo un lugar mejor para todas las personas.