lunes, 29 de abril de 2019

El muro de la indiferencia


[He publicado esta entrada el 29.04.2019 en el Blog de Inteligencia Emocional de Eitb-desaparecido el 01.07.2024]

No te hablo, no te veo, no te escucho… “Lo que se opone al amor no es el odio, sino la pura y simple indiferencia. Si te digo que eres un idiota, al menos te estoy reconociendo como ser humano, así la motivación sea odiarte y desestimar tus logros y virtudes, pero si no te dirijo la palabra, te aplico la ley del hielo o te ubico por debajo de mis umbrales perceptivos, te excluyo del universo. Despareces para mí y punto” (Redacción Editorial Phrònesis). Lo que voy a expresar en estas líneas se refiere a la relación de pareja. Merecería reflexión aparte lo que implica la indiferencia en el ámbito social.

Hay una viñeta que encontré hace tiempo y que refleja el punto al que llegan muchas parejas que han perdido la comunicación y la complicidad. Se soportan. Se han cogido la medida mutuamente. Incluso puede que se echaran de menos si no estuviesen juntos. Viven en una cómoda rutina que no supone grandes sobresaltos aunque tampoco aporta mucha vida.

A la indiferencia no se llega de un día para otro, no suele ser consecuencia de una mala decisión o de una decepción. Es un enemigo peligroso que se instala imperceptiblemente. Una pareja empieza una vida juntos con mucha ilusión y muchos proyectos. Todo por construir y mucha energía para hacerlo. La convivencia no es fácil ya que está llena de rutinas, de tareas y responsabilidades a compartir y en el día a día no es sencillo mostrar siempre la mejor cara. La intimidad hace que bajemos los filtros y las barreras, para lo bueno pero también para lo malo. Cuando llega la descendencia la vida se complica. Se multiplican las responsabilidades. El cansancio aumenta y muchas veces quien lo paga es la pareja que ya no tiene tiempo para dedicarse, para hablar sobre sueños e ilusiones, para comunicarse y fortalecer la relación. Gran parte de las conversaciones son sobre la intendencia, quién hace qué cuándo. Y las vidas van discurriendo en paralelo sin muchos puntos de encuentro de calidad… ¿Dónde ha quedado el proyecto de pareja? ¿Qué hay de las promesas que nos hicimos? ¿Cómo nos hemos convertido en dos desconocidos que resultan familiares? ¿Por qué comparto con otras personas ideas, sentimientos, proyectos que debería compartir con la persona que he elegido como compañera de vida pero que siento lejana?
Hay una expresión que se utiliza mucho… “castigar con el látigo de la indiferencia”… En mi opinión eso todavía tiene solución porque nos queda algún sentimiento hacia la otra persona. El problema es cuando hemos levantado poco a poco un muro de indiferencia que no nos deja ver el rostro de la otra persona, y no nos permite ni alegrarnos ni ‘dolernos’ con ella. ¿Qué se puede hacer?… “Cuando hay un diálogo verdadero, ambos lados están dispuestos a cambiar” (Thich Nhat Hahn, Premio Nobel de la Paz en 1967) ¿Por qué no construir puentes en lugar de muros? ¿Por qué no redescubrir el rostro del otro? Como dice la canción…
Si te veo amor del otro lado no voy a dudar
Todo lo que veo
Más todo lo que siento
Va a ser hermoso hacer un puente
Sobre el mar, sólo para vos

viernes, 5 de abril de 2019

Juntos volaremos… Construyendo memoria


Recientemente he escuchado una interesante charla del neurocientífico y neurólogo argentino Facundo Manes, quien ha dedicado una parte importante de su trayectoria profesional al estudio  del cerebro. En ella contaba cómo construimos nuestra memoria: “Cuando uno evoca una memoria, la memoria se hace inestable y se puede agregar nueva información. En cierta manera, la memoria humana es un acto creativo. Cada vez que evocamos una memoria, la podemos reconstruir, la podemos modificar. Y luego la guardamos, y lo que recordamos al otro día no es el hecho que vivimos, sino el último recuerdo”. Así mismo, citaba una frase del Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez: “La vida no es la que vivimos, sino cómo la recordamos para contarla”. Quiero compartir hoy un episodio muy grato de mi memoria reciente. Un relato que quiero que permanezca muy vivo y aliente mis pasos en adelante.
Hace un tiempo terminaba una de las entradas con más visitas que he escrito, Sobrevivir al Amor Zero, confesando que: “Doy fe también de que se puede encontrar a alguien con quien tener una relación de amistad, reciprocidad, cariño e intimidad; un auténtico compañero de camino; un compañero de alma”. El pasado 23 de marzo mi compañero de alma y yo reafirmábamos, libre y conscientemente,  delante de Dios y de la comunidad el camino juntos que iniciamos hace algo más de seis años. Ese día nuestros hijos e hijas fueron nuestros padrinos y madrinas. Ellos son el testimonio de nuestro camino previo y son asumidos como elementos clave de la nueva familia creada. No tengo palabras para expresar lo que se siente al entrar en la iglesia flanqueada por esos dos muchachotes a los que has dedicado muchos de tus desvelos mientras al fondo te espera quien quiere ponerle un bonito final a la sencilla historia de dos jóvenes que no se conocieron… Quizá lo que más se acerque a lo que sentía es una sensación de plenitud… un gozo sereno…
Elegimos un lema para el día de la boda, y como inspiración para nuestro matrimonio, “Juntos volaremos expandiendo nuestras alas” y lo representamos a través de dos mariposas, símbolo universal de transformación y evolución en la vida. Cada uno tenemos desplegadas nuestras alas, después de nuestro proceso personal de metamorfosis derivado de los avatares de la vida. Juntos aspiramos a llegar más lejos, a volar más alto, a acompañarnos mientras construimos la mejor versión de cada uno… Todo un reto que afrontamos con gran ilusión.
Atesoro en el corazón todo lo vivido ese día y en torno al mismo. Cada mensaje, cada felicitación, cada gesto, cada obsequio, cada detalle, cada sorpresa, cada muestra de cariño… las risas y sonrisas cómplices… la presencia de tantas personas queridas que son las teselas del mosaico de nuestras vidas… la alegría compartida… Hay palabras que se me han quedado grabadas a fuego: “si con algo me quedo de este día es con tu cara de felicidad”; “habéis hecho que vuelva a creer en el amor”…
He tardado varios días en asimilar y acoger todo lo vivido, en integrar tanto amor recibido. Mi corazón rebosa de agradecimiento. Me siento muy afortunada de tener una segunda oportunidad y tanta gente a mi alrededor que me acompaña y me sostiene.
Termino con la canción que le canté a mi marido en la ceremonia y que espero que sea la banda sonora de nuestra vida en común…
“Que estoy enamorada
Y tu amor me hace grande
Que estoy enamorada
Y qué bien, qué bien me hace amarte”