[He
publicado esta entrada el 12.01.2018 en el Blog de Inteligencia Emocional de
Eitb-desaparecido el 01.07.2024]
Recientemente he visto una película que me ha dado mucho qué pensar. Coco es una deliciosa película de Pixar que trata sobre el Día de Muertos (en 2008 la UNESCO inscribió estas celebraciones en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad). Es imprescindible para quienes nos fascina la cultura mexicana, la música, el colorido, las costumbres… Me quedo con una frase que un personaje le dice a Miguel en el mundo de los muertos… “Si no queda nadie que te recuerda en el mundo de los vivos desapareces de este mundo”. Al principio pensé titular esta entrada “El miedo al olvido”, ya que es un tema que ha salido en varias conversaciones que he mantenido últimamente. Este año, por primera vez, me ha pasado al cumplir años (hace ya unos meses) que he tenido la certeza de que seguramente he vivido más que lo que me queda por vivir. Además, me he hecho plenamente consciente de que mis capacidades físicas empiezan a ir cuesta abajo. Se empieza a hacer realidad algo que me dijo hace tiempo una gran amiga, mi “tercera madre”: “Aran, cuando a partir de los 40 te aparece un dolor ya no se quita”. Y junto a todo esto aparece una gran pregunta que a todos nos surge en algún momento: “¿Qué he hecho en mi vida? ¿Alguien me recordará cuando ya no esté?”.
Tim Urban, en una magnífica charla TED titulada “En la mente de un maestro procrastinador”, explica cómo funciona la mente de una persona procrastinadora. En la charla dice que todos y todas somos procratinadores en algunos aspectos o en alguna medida. El problema es cuando no hay fechas límite, ya que entonces no aparece un personaje fundamental: el Monstruo del Pánico (remito a la charla). Hay muchas cosas fundamentales en la vida como la familia, hacer ejercicio, cuidar de la salud física y psicológica, empezar/acabar una relación, etc. que no tienen plazo y en las que postergar las decisiones o acciones tienen un alto impacto negativo en nuestra felicidad.
Esto me recuerda los cinco grandes arrepentimientos al final de la vida que señala Bronnie Ware, enfermera australiana especializada en trabajo con personas moribundas:
“Ojalá hubiera tenido el coraje de hacer lo que realmente quería hacer y no lo que los otros esperaban que hiciera;
Ojalá no hubiera trabajado tanto;
Hubiera deseado tener el coraje de expresar lo que realmente sentía;
Habría querido volver a tener contacto con mis amigos;
Me hubiera gustado ser más feliz”.
Una amiga me recomendó un documental “ULU: Un Latido Universal”, que durante un tiempo se puede ver en internet. Como dice la página web del mismo “La película muestra en las pantallas un viaje, una experiencia, que permite ver y sentir algunas claves para los momentos de cambio y transformación de la actualidad. Desde una actitud creativa, en confianza, para transformar esta crisis, esta búsqueda de valor, en una historia de AMOR; tejida a través del guion inverso, donde todo transcurre a través de un hilo conductor”. Es muy enriquecedor escuchar el testimonio de personas muy diversas, todas con un cierto recorrido vital, hablando de lo que significa y lo que implica vivir de acuerdo con lo que su corazón les dice. Hace tiempo escribí sobre la inteligencia intuitiva del corazón, y de cómo llegar a la coherencia global desde la coherencia individual.
A veces me pregunto qué supone trascender a la propia vida. La respuesta es cada vez más clara para mí. Supone dejar un mundo mejor, una huella positiva, realizar actos de amor concreto, transformarme y transformar mi mundo. Más que tener miedo al olvido debemos elegir el amor, que el amor guíe nuestras acciones y decisiones porque, parafraseando a S. Juan de la Cruz, “al atardecer de la vida me examinarán del amor “.
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