Ya de vuelta en casa son muchas las emociones y momentos que
atesoro en mi corazón de un viaje que ha sido corto pero muy intenso. Me siento
muy afortunada y agradecida por todo lo vivido. En otra entrada me centraré en
lo relacionado con el curso.
El domingo nos fuimos en una excursión organizada en autobús
a Tequila. La guía era genial. Tenía frases estupendas: “Este autobús tiene
baño pero no lo vamos a usar porque el aire no circula. Si alguien tiene mucha
urgencia que diga y paramos”; “Lo que pasa en Tequila se queda en Tequila…
hasta que salga en el Facebook”; “El conductor se llama Rafa. Es ingeniero en
navegación terrestre… Las muchachas le llaman bombón”; “Ustedes acuérdense
únicamente de quién es su conductor… ¿Qué tal si después del tequila se les
olvida todo?”; cuando nos enseñaron las instalaciones de 3 Mujeres nos dijo “por
única vez en su vida sigan la luz al final del túnel”; “Si les gustó
recomiéndenme a sus amigos… y si no a sus enemigos”.
En las instalaciones de 3 Mujeres, después de ver el proceso
de elaboración, hicimos una cata al son de un mariachi… Sin palabras. Probamos
cuatro tipos de tequila, a cada cual mejor, y rompope (según internet “bebida
tonificante que se prepara con aguardiente, yemas de huevo batidas, leche,
azúcar, canela y vainilla”). En medio de un paisaje agavesco, la alegría, los
bailes y los cánticos se iban animando por momentos… “El que la pide la baila”.
Después comimos y visitamos la fábrica de José Cuervo. Impresionantes
instalaciones. Lo que más me llamaba la atención era el olor… Al cocer las ‘piñas’
de ágave en los hornos se desprende un olor dulce, pero no empalagoso, muy
agradable que está presente en todo el recorrido. Allí también catamos
distintas variedades de tequila… Debían de ser todos muy buenos porque no nos
afectaron demasiado. Tanto en un sitio como en otro nos dejaron clara la
diferencias entre el 100% ágave (que no hace daño) y el destilado, al que se le
añade azúcares y se utiliza para mezclas. El pueblo era pintoresco, muy
colorido y con muchos puestecitos. Incluso vimos a unos voladores de Papantla.
El campus del TEC era magnífico, lleno de zonas verdes, con
unas construcciones muy similares a las del campus de Monterrey, con muchas
zonas de comidas, instalaciones deportivas, piscina, oficinas de bancos, etc.
Lo más chocante… las hamacas, que estaban vacías porque ya se había terminado
el semestre. Me subí a una por primera vez en mi vida. La tarde del miércoles se celebraba la
ceremonia de graduación y había muchos preparativos. José Carlos, nuestro
estupendo anfitrión, nos contó que en el plan de riesgos del campus había
recogidos tres: 1) aviones (el campus linda con una base militar); 2) coyotes,
que en la noche se acercan en busca de comida; y 3) un león, que debe ser la
mascota de una casa en una de las colonias vecinas…
Uno de los días cuando llamé a mis hijos mientras
desayunábamos tuve la siguiente
conversación:
Yo – “Bueno cariño te dejo que
enseguida viene el taxi a recogernos al hotel”
Xabi – “Pero… ¿no estás en casa de
Lumi?”
Yo – “Cariño no estoy en Monterrey.
Estoy en Guadalajara. Con Lumi pero en Guadalajara”
Xabi – “Ahhhhhhh… lo de Guadalajara,
Guadalajara… (cantando)”
Yo – “Eso mismo. Dile a tu hermano
que se ponga”
Ander – “Hola ama”
Yo – “Cariño ¿sabes dónde estoy?”
Ander – “Mmmm… ¿Guadalajara?”
Yo – “¡Bien! Sabes dónde estoy”
Ander – “No te creas… he acertado
sin más”
En el vuelo de Guadalajara a Ciudad de México fui sentada
junto a una entrañable viejecita. No tardó mucho en preguntarme si era
mexicana. Cuando le dije que no contestó: “Ya decía yo que no tenía facha de
mexicana”. Me contó su vida: vivía en California, había ido al funeral de su
hermano, y antes de regresar iba a visitar a su otro hermano, tenía fibrosis
pulmonar (“Señorita no se asuste. Toso mucho pero no es contagioso”), había
trabajado dando clases de inglés… Cuando íbamos a aterrizar el avión pasó por
una zona de turbulencias. Se asustó y me cogió del brazo. Le di la mano y no la
soltó hasta que tomamos tierra (“Señorita es usted una buena persona… y no
quedan muchas”).
Y lo mejor del viaje… las risas, los tacos y el tequila con mi amigochix ¡Somos el Tandem Violeta Tequila!
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