martes, 2 de diciembre de 2025

Experiencias cercanas a la muerte

 

El pasado 27 de noviembre, Lori Thompson, Doctora en Psicología y especialista en cuidados paliativos —ver aquí su perfil—, impartió la Clase magistral “Experiencias cercanas a la muerte”, organizada por la Fundación Pía Aguirreche en la Universidad de Deusto.

He de reconocer que el tema de la charla me resultaba especialmente interesante. Siendo adolescente cayó en mis manos el libro Vida después de la vida, de Raymond A. Moody, Jr. Creo que ahí comenzó mi interés por la tanatología, el duelo, los cuidados paliativos y otros temas afines. Lo que podría parecer un gusto macabro, no ha hecho más que conectarme con la vida y animarme a vivir con consciencia todas sus etapas. Esta charla me aportó nuevos argumentos.

En la presentación de la ponente el Dr. Jacinto Bátiz —reconocido paliativista— señaló que el tema de la conferencia conecta con la necesidad de una continuidad, el deseo de que la vida no termine.

Lori Thompson inició su conferencia aludiendo a que no podemos hacer afirmaciones categóricas bajo la ilusión de que la ciencia tiene todas las respuestas —más bien está permanente descubriendo—. Suscribo que al tema de la charla hay que acercarse con apertura de mente.

Como indicó Lori, una Experiencia Cercana a la Muerte (ECM), según Moody, es: “cualquier experiencia perceptual consciente que tenga lugar en una situación cercana a la muerte”. Actualmente hay quienes prefieren hablar de Experiencia recordada de la muerte —Recalled Experience of Death (RED) — entendida como: “Una experiencia cognitiva y emocional específica que ocurre durante un periodo de pérdida de conocimiento en relación con un evento que amenaza la vida, incluido el paro cardíaco”.  

Las ECM ocurren en situaciones muy diversas: parada cardíaca, electrocución, cirugía cardíaca, coma, fiebre, accidentes de tráfico, trabajo de parto, asfixia, ahogamiento, hipoglucemia, etc.

Moody hace una lista con algunos de los factores comunes de las ECM: inefabilidad —dificultad para expresar lo vivido con palabras—, escuchar frases como: “ha muerto”, una sensación de paz como nunca antes se había sentido, determinados ruidos o sonidos, encontrarse en un túnel o espacio oscuro, visión del propio cuerpo desde fuera, encuentros con seres no físicos ­—personas conocidas ya fallecidas, seres religiosos, personas desconocidas, etc. —, revisión de la vida —atemporalidad, toda la vida puede pasar en muy poco tiempo—, revisitar experiencias desde la posición de otra persona —sin juicio, como aprendizaje—, llegar a una frontera —una especie de punto de no retorno cuya simbología puede cambiar según las culturas—, decidir volver o que otra persona les anime a hacerlo, pérdida del miedo a la muerte, contar con detalle cosas que sucedieron mientras no se era consciente, recibir comentarios negativos al contar la experiencia, sentir la experiencia como “más real que la realidad”, etc.

Ninguna ECM es completa, en el sentido de que no cuenta con todos los elementos mencionados. Hay un porcentaje pequeño de personas, en tono a un 4-5%, que hablan de la experiencia como negativa. Lori se preguntaba si las expectativas o el miedo interferirían en la experiencia, o incluso si no sería una señal de una necesidad de aprendizaje. Tampoco parece que las experiencias en los niños y niñas difieran mucho, salvando su capacidad de expresarlas —suele suceder que los niños y niñas que las han vivido maduran mucho tras la experiencia—. No se han encontrado correlaciones con la clase social, el sexo, el nivel de estudios, la profesión, el lugar de nacimiento, las convicciones religiosas, la salud mental, o el estado civil.

Lori contó cómo en los años 80s tuvo la suerte de conocer la experiencia, mientras era soldado en la Segunda Guerra Mundial, de Gordon Gatch, quien durante muchos años no se lo contó a nadie aparte de a su mujer [en el vídeo a partir de 49:15].  Gordon en un primer momento pensó: “¿Me habré muerto? ¿Qué tengo que hacer ahora?”. Después de relatar varios de los mencionados elementos dice que pensó en su mujer —estaba recién casado— y se dijo: “Tengo que vivir. ¿Qué tengo que hacer? Tendré que respirar…”. Gordon expresaba que después de la experiencia seguía siendo agnóstico, pero que se le había quitado el miedo.

Cabría preguntarse si las ECM se dan sólo en Occidente y si son un fenómeno nuevo. En La República de Platón se narra el mito de Er, un guerrero que muere en batalla pero regresa a la vida para contar su experiencia en el más allá. En la cultura tibetana existen los “delogs”, a quienes se les considera personas sabias y portadoras de mensajes para otras personas.

Las ECM se quedan muy grabadas en quienes las han experimentado. De hecho, el relato de las mismas apenas varía con el tiempo. La mayoría de las personas expresan haber sufrido un cambio radical en sus vidas, afirman haberse vuelto más espirituales (que no religiosos o religiosas), señalan que han crecido en empatía y han conectado con su propósito en la vida. Algo que llamó mucho la atención fue que Lori explicó que las investigaciones señalan que quienes han tenido estas experiencias asociadas a un intento de suicidio, normalmente no vuelven a intentarlo —a pesar de ser una experiencia gratificante—.

En el turno de preguntas hubo una, a mi modo de ver, especialmente relevante formulada por Enric Benito que tenía que ver con la recepción por parte de los profesionales de la salud de estas experiencias. Lori respondió que era muy importante acoger bien estos relatos, algo en lo que todavía hay mucho que mejorar. Relacionado con esto contó una anécdota de un foro en el que un médico que estaba en el público replicó de forma contundente que a él nunca le habían narrado algo así. Otra persona respondió: “Yo he sido paciente suyo y nunca se lo contaría”. ¡Qué importante… mantener la mente abierta, escuchar sin prejuicios y acoger incluso lo que nos supera! ¡Cuánto nos queda por entender qué es la consciencia!

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martes, 25 de noviembre de 2025

No podemos bajar la guardia

 

El 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Todavía hay quien se pregunta qué sentido tiene hacerlo. La respuesta está en los datos. Mientras exista violencia estructural contra las mujeres y las niñas hay que elevar la voz. “De acuerdo con los datos del Observatorio de la Violencia contra las Mujeres en Bizkaia, que integra información de la Diputación Foral y del Gobierno Vasco, hasta septiembre de 2025 la Ertzaintza registró 3.631 victimizaciones, lo que supone un 1,19 % más que en el mismo periodo del año anterior. La mayoría corresponden a violencia de pareja o expareja, seguidas de casos de violencia intrafamiliar, aunque el incremento más acusado vuelve a producirse en los ataques contra la libertad sexual, que crecen un 23,64 % respecto a 2024: de 258 casos entre enero y septiembre del año pasado a 319 en el mismo periodo de este año”. (Departamento de Empleo, Cohesión Social e Igualdad, 2025).

Por destacar un dato a nivel mundial: “Se calcula que, en todo el mundo, 840 millones de mujeres –casi una de cada tres– han sido víctimas de violencia física o sexual por parte de su pareja; de violencia sexual fuera de la pareja o de ambas al menos una vez en su vida (el 30 por ciento de las mujeres de 15 años o más). Esta cifra, que no incluye el acoso sexual, se ha mantenido prácticamente sin cambios en los dos últimos decenios” (ONU Mujeres, 2025).

Este año Emakunde ha elegido como lema de la campaña del 25N: “No es solo tu problema, es el nuestro”. Esto refuerza la idea de que este no es un problema de las mujeres, sino que toda la sociedad tiene que corresponsabilizarse en acabar con esta lacra y apoyar y acompañar a quienes la sufren o la han sufrido. En palabras de su directora, Miren Elgarresta: “las mujeres lo están contando como pueden, a pesar de la dificultad de hacerlo, por lo tanto, la pelota está sobre todo en el tejado de la sociedad, que debe responder, acompañar, comprender, ayudar, atender, sentir que este no es un problema personal de unas mujeres, sino un problema social” (Emakunde, 2025).

Con las nuevas tecnologías, además, surgen nuevas formas de violencia contra las mujeres con unas consecuencias igual de graves que la no virtual. “[El Ministerio del] Interior ha identificado hasta 12 tipologías de violencia digital contra las mujeres, entre ellas el troleo sexual, la pornovenganza o el deepfake sexual (…) Aunque se produzcan online, el acoso, las amenazas, los chantajes o la difusión de imágenes íntimas sin permiso, que se utilizan para dañar, controlar o humillar a la víctima, tienen consecuencias similares a la violencia no virtual (…) provocan miedo, ansiedad, aumento de las conductas suicidas y autolesivas, sensación de pérdida de control sobre la propia imagen y graves consecuencias sociales y personales” (EFE,2025).

Recientemente he leído un artículo de una compañera del campus de San Sebastián —una lectura más que recomendable— que recuerda la violencia que sufrieron las mujeres durante el franquismo y que termina de forma contundente: “Con Franco, las mujeres no vivían mejor, no, sino que estaban sometidas, sin derechos civiles, políticos ni laborales. Solo la democracia y el feminismo han hecho avanzar la igualdad: una sociedad justa no puede permitirse olvidar su pasado” (Gutiérrez, 2025).

No podemos bajar la guardia, ni podemos minimizar este problema social. Me gusta mucho el lema: “Ni una más”. He de reconocer que en algún momento he minimizado algunas formas de violencia contra las mujeres, pero hace tiempo que he caído en la cuenta de que yo también la he sufrido. Recuerdo con 12-13 años ir camino del colegio y encontrarme con un señor que hacía tocamientos. Era tan grande la vergüenza que nunca lo conté en casa, ni a mis compañeras. No ha sido hasta ahora que le he puesto nombre. Y esta es la cara menos dura del problema… Alcemos la voz y no paremos hasta que ninguna mujer o niña la sufra.

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sábado, 1 de noviembre de 2025

Cuidando y acompañando hasta el final


La Fundación Pía Aguirreche reunió el 15 de octubre de 2025 en el Auditorio Centenario de la Universidad de Deusto (Bilbao) a dos de los expertos en cuidados paliativos con mayor proyección internacional: KathrynMannix y Enric Benito. En este encuentro, que llevaba el título: “Cuidando y acompañando hasta el final”, y que se repitió al día siguiente en Madrid —el vídeo corresponde a este último—, entablaron un diálogo sobre las claves para vivir bien el final de la vida. Voy a recoger aquí algunas de las ideas que se compartieron y que me parecen especialmente sugerentes.

Enric Benito insistió en algunas ideas que ya le he escuchado y leído, pero que siempre es bueno recordar. Una buena muerte es una muerte aceptada y acompañada. Para ello hay tres tareas que realizar: 1) Aceptar lo vivido; 2) Conectar con lo querido, porque te sostiene de forma profunda; 3) Entregarse a lo pertenecido. Acompañar tiene premio, es una escuela de vida. La madurez moral y espiritual de una sociedad se mide en cómo se cuida a las personas más vulnerables. "Los vivos cierran los ojos de los muertos, pero los muertos abren los ojos de los vivos". Somos seres espirituales que tenemos una experiencia humana. Belleza, bondad y verdad es nuestro fondo más profundo. Tenemos un fondo sagrado al que podemos acercarnos. Ser humano es estar profundamente conectado con el fondo que te sostiene. No se trata de ritos.

El sufrimiento no tiene que ver con lo físico, sino con el distrés emocional, es dolor existencial. En el cuidar y acompañar es fundamental la presencia. Benito y Mindeguía (2021: 382) reconocen cuatro características principales en la presencia: 1) Apertura, conciencia abierta que permite percibir sin apropiarnos ni juzgar; 2) claridad, compuesta de lucidez y luminosidad; 3) ecuanimidad, que incluye imparcialidad, estabilidad y equilibrio; y 4) vitalidad, normalmente asociada a una sensación de alegría y gozo, que permite calidez en el encuentro. “A nivel relacional, la serenidad, confianza y paz interior que aporta el terapeuta en actitud de presencia es percibida por el paciente que, al sentirse escuchado, percibido, entendido y no juzgado, va naturalmente conquistando una experiencia de seguridad y confianza. Esta presencia relacional mutua también promueve la profundidad relacional, la seguridad y el proceso terapéutico de ambos”.

De la intervención de Kathryn Mannix destacaría las pautas para mantener conversaciones difíciles, conversaciones que nos intimidan (no sólo aquellas sobre la muerte, sino también las que tienen que ver con la enfermedad, las finanzas, la disciplina en una familia con adolescentes, etc.), y la invitación a no colocarnos la armadura, a no afrontarlas desde el modo lucha. Es evidente que son conversaciones delicadas en las que necesitaremos coraje, habilidades, paciencia, que nos harán sentir emocionales, o que harán que la otra persona se emocione. En lugar de la armadura, llevemos nuestra vulnerabilidad, nuestra ternura. Así, ambas partes colaboraremos, como en un baile. Y desde ahí las claves para llevar estas conversaciones: Invitar en lugar de insistir (“¿Podemos hablar sobre…?”); escuchar para comprender, no para responder o buscar soluciones; mantener la curiosidad (dar un espacio para llegar a lo profundo, para dar sentido a lo que ocurre); cuando nos compartan aquello que les angustia, reconocer su dolor, y esperar hasta que la persona esté preparada para compartir (uno de las mayores dificultades para afrontar estas situaciones es la prisa, la falta de tiempo); dejar que el silencio haga su trabajo (la persona está recordando, preguntándose, preocupándose, encajando las piezas del puzle, etc.); trabajo en equipo (“¿Quién más tiene que saber?”, “¿De quién necesito el permiso para compartirlo?”, “¿Quién más del equipo sanitario tiene que saber?”); cuidarse (cuidarnos para cuidar: no se puede dar indefinidamente, es importante saber decir que no, tenemos que dedicarnos tanta atención como procuramos a otras personas).

Cuidar y acompañar hasta el final puede ser un regalo, una escuela de vida. Nos puede brindar momentos de gran profundidad y la satisfacción de haber acompañado a otra persona en un momento clave. Merece la pena prepararse para hacerlo bien.

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lunes, 27 de octubre de 2025

De la relación al vínculo

Imagen tomada de: https://www.psicoactiva.com/blog/100-frases-la-confianza/

El pasado 10 de octubre asistí a un curso organizado por el Servicio de Orientación Universitaria de la Universidad de Deusto con el título “La construcción del vínculo en los procesos de acompañamiento”, impartido por Angela Pérez Burgos, Psicóloga y formadora del Modelo Relacional en el ámbito Social y Clínico. Voy a compartir lo aprendido que, en mi opinión, sirve tanto para el espacio tutorial, como para cualquier vínculo que queramos construir.

Empezamos el curso con una pequeña meditación a partir de la respiración. De esa forma conectamos con el “aquí y ahora”, intentando dejar de lado lo ajeno al curso. A continuación, un pequeño ejercicio de autoconocimiento -el mejor punto de partida tanto para el aprendizaje como para la construcción de vínculos; conocerme para conocer-. Cada persona señaló una fortaleza y un área de mejora en su labor tutorial.

La tutoría es un proceso de guía, de orientación. En principio está dirigida a mejorar el rendimiento académico, pero quien se nos acerca es una persona, con toda su trayectoria vital, no sólo un estudiante, una estudiante. Por eso debemos preguntarnos qué podemos hacer para que la relación fluya, cómo centrarnos en pasar de la relación al vínculo, cómo generar confianza y seguridad. Hay tres elementos a considerar: el tutor o tutora, el o la estudiante y la relación que fluye.

Es muy importante hacerme consciente de cómo estoy y cuál es mi estilo de comunicación que es fruto de mi historia personal -para poder adaptarlo al de la persona que acude a la tutoría-. Favorecemos que el vínculo avance en la medida que somos capaces de generar confianza y seguridad. También la flexibilidad lo facilita.

Es fundamental la presencia: estar accesibles, hacernos presentes, posibilitar espacios de encuentro. La calidad relacional depende de que la persona se sienta reconocida, escuchada, no juzgada. Esto tiene que ver con la normalización. Quien se nos acerca puede estar viviendo cosas por primera vez o cosas que quizá no esté gestionando bien. En esa situación ayuda el: “es lógico lo que te está pasando”, “hay más personas a las que les ocurre lo mismo”, aunque haya cosas que choquen con nuestra vivencia -es bueno preguntarnos cómo recibimos lo que la otra persona nos cuenta, cómo nos resuena- . Tiene que ver también con la validación. En ocasiones las personas vienen desbordadas, desanimadas, y puede ser lógico. Hay que entender y acoger ese malestar para poder afrontarlo. La presencia, la validación, la normalización se transmiten también sin palabras -cuidemos la comunicación no verbal-.

Tengamos en cuenta que sin la resonancia emocional, resonancia afectiva, no se da un espacio auténtico y relajado.  Debemos procurar dar un espacio de acogida, de protección, de esperanza, de escucha compasiva. Hay que dar tiempo y espacio para que la persona se desahogue, para que comparta. Una veces puede ser enfado, otras tristeza, también alegría… El “no es para tanto”, no ayuda en absoluto, es minimizar la vivencia de la otra persona. Puede ocurrir que no consigamos resonar, o no sepamos qué hacer. Siempre cabe el ofrecer, o sugerir, ayuda terapéutica.

A veces nos lanzamos a interpretar conductas. Es mejor preguntar de forma respetuosa, dar la posibilidad de que la persona se explique: “Te noto más…”, que no: “Cuéntame qué te pasa”. También podemos probar preguntando cómo está la persona con nosotros, con nosotras: “¿Cómo te está resultando la tutoría? ¿Hay algo que te gustaría cambiar?”.

Una reflexión a hacer es el uso del nombre propio dentro de la relación: “Buenos días, X”. Puede enriquecer la relación, hacer el vínculo más personal. Permanentemente debemos preguntarnos qué podemos poner dentro de la presencia que enriquezca la seguridad del espacio.

También debemos adaptar los ritmos internos. Cada persona lleva a la relación el cómo es: perfeccionista, con un estilo de liderazgo propio, con tendencia salvadora o a dar consejos…

Todas las personas tenemos una serie de necesidades relacionales que hay que tener presentes: a) tomar la iniciativa: hay quienes quieren dar el primer paso, pero también hay quienes valoran que sea la otra persona quien se acerque; b) seguridad, es necesario un espacio seguro, además, hay personas con experiencias vitales muy duras; c) acompañamiento/apoyo: hacer sentir que estamos presentes y disponibles para la otra persona, sin juicios ni valoraciones; d) validación: necesitamos que nos reconozcan, que nos vean, que nos cuiden; e) compartir experiencias: sentir que no somos las únicas personas que se sienten así, o las que les pasa determinada cosa; f) autodefinición: tiene que ver con la importancia de sentirnos únicos, de reconocer que tenemos características y necesidades propias, de quién soy y cómo me manifiesto en los distintos ámbitos de la vida; g) causar impacto: influimos, queramos o no, en otras personas; h) expresar afecto, amor, cariño, teniendo cuidado con las barreras físicas -no debemos actuar en función de nuestra necesidad de abrazar o tocar-.

Me quedo con una idea final: una relación de calidad humana puede transformar la vida de una persona. No sabemos ni cuándo ni cómo podemos influir en la vida de otra persona. Generemos vínculos que transforman y que nos transforman.

 

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miércoles, 1 de octubre de 2025

Reflexiones sobre un nuevo modelo económico y social

 

Fuente de la foto: Flickr dela Universidad de Deusto

El 29 se septiembre asistí en el Paraninfo de la Universidad de Deusto a la ponencia de apertura del BBK Bilbao Kultura Social Forum, a cargo del Profesor Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía 2001, bajo el título: “Reflexiones sobre un nuevo modelo económico y social”. La imagen al verle entrar apoyándose en un bastón, un poco encorvado, cambió completamente en cuanto empezó a hablar… pura energía. Hay una palabra que describe muy bien lo que me transmitió durante toda la conferencia: bonhomía. Voy a compartir algunas de las ideas que expuso.

Nos encontramos ante una crisis de deuda, pero también de desarrollo. Elon Musk, Jeff Bezos, han visto crecer sus fortunas de una forma descomunal. Sin embargo, hay salarios que se mantienen como hace 60 años. Un dato interesante es que China es el país donde más ha disminuido la pobreza.

El capitalismo neoliberal no es sostenible. No se ha cumplido la teoría de Adam Smith de la Mano invisible, que decía que la búsqueda del bien propio favorece el bien común. Es más, se generan muchos más beneficios cuando se explota a otras personas, y también al planeta. Ha aumentado el monopolio y la concentración empresarial, lo que ha erosionado el poder de la competencia. Y lo peor de todo es que las personas se han hecho más egoístas y centradas en el corto plazo, lo que cambia profundamente lo que la persona es, su esencia.

Tanto el sistema político como el económico no pueden funcionar sin buena información [cabe recordar que ganó el Premio Nobel por sus aportaciones a la teoría de los mercados con información asimétrica]. Sin buena información es el miedo el que gana. Las empresas tecnológicas y la IA roban información, lo que disuade de generarla a quienes lo hacen (periodistas, investigadores, agencias, etc.). Y surge una inquietante pregunta: ¿nos dirigimos hacia un mundo con mejor información? Hay que tener en cuenta un principio claro: “garbage in, garbage out” (si entra basura, sale basura).  Actualmente se está dando un “engagement through enragement” (compromiso a través de la indignación), una crítica a cómo operan muchas plataformas digitales y redes sociales. Además, la investigación que se está primando es la que conduce a una mejor publicidad (advertising).

Los fallos del modelo neoliberal han creado una tierra fértil para el autoritarismo. Los EE.UU. se han convertido en un aliado no fiable. Se están atacando las bases profundas de la democracia: la libertad de prensa, la libertad de discurso, la libertad académica, etc. Hay factores que contribuyen claramente a esto: la desindustrialización, en la que existe la promesa incumplida de que los mercados atenderán a quienes perdieran el empleo; el crecimiento de la desigualdad, que mina la solidaridad; el deterioro de los sistemas de información, que contribuye a la polarización y dificulta incluso llegar a los acuerdos más básicos.

Las instituciones que contribuyen a la verdad y al avance del conocimiento están siendo gravemente atacadas: universidades, centros de investigación, prensa, agencias de inteligencia. Los valores de la Ilustración están en serio peligro. Los desarrollos científicos que hicieron posible el progreso se ponen en cuestión. Los avances logrados en la organización social y en la democracia, antaño motores de cooperación, hoy se ven puestos en duda. Todo lo señalado tiene consecuencias económicas adversas.

¿Qué se puede hacer? Las reformas política y social se tienen que hacer a la vez. Hay que revertir el efecto pernicioso sobre la empatía que ha tenido el capitalismo. Las desigualdades crecientes hacen que quienes están del lado del privilegio ni siquiera sean capaces de entender la situación de quienes están en el lado opuesto. Es fundamental impulsar la acción colectiva. La principal lección de la era Trump, de la que tenemos que tomar buena nota en Europa, es que las instituciones democráticas son robustas, pero quizá no tanto como pensamos. En un mundo globalizado lo interno y lo externo están interconectados. Existen formas diferentes de hacer, que habría que potenciar. Por ejemplo, las cooperativas son un buen modelo y ejemplo de funcionamiento desde otros valores. Esto se vio claro en la crisis financiera de 2008. No podemos permitir que se desvaloricen las instituciones internacionales, ni que se pierdan los valores de la Ilustración. Y esto sólo se puede hacer desde la cooperación global (seguramente sin EE.UU.).  Después de asistir a la charla, mi conclusión es que no sólo es posible, sino que merece la pena, comprometerse por construir un mundo mejor. No nos podemos dejar llevar por la desesperanza.

 

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jueves, 25 de septiembre de 2025

Aprendiendo de los niños

Soy asidua a los eventos organizados por la Fundación Pía Aguirreche, cuyo objetivo fundacional es: “mejorar la vida de los pacientes en fase terminal”.  Hace muchos años, décadas ya, que tengo mucha afición e interés por el final de la vida y el duelo. El pasado 18 de septiembre acudí a la Clase magistral “Aprendiendo de los niños”, a cargo de Ricardo Martino Alba, Jefe de Sección Cuidados Paliativos Pediátricos en Hospital Infantil Universitario Niño Jesús (Madrid). Si el término “cuidados paliativos” hace removerse a muchas personas, cuando le añadimos el adjetivo “pediátrico” incomoda aún más. Pero, como bien dijo el ponente, los niños y niñas también se enferman y mueren, y es importante que lo hagan de la mejor manera posible y que no demos la espalda a esta realidad.

El Dr. Martino compartió, de una manera abierta, clara y accesible los aprendizajes que ha hecho a lo largo de su experiencia profesional como Pediatra, de sus grandes maestros, los niños y niñas a quienes ha tratado. En su opinión, los cuidados paliativos han cobrado visibilidad por dos motivos: 1) la pandemia del COVID, que a muchas personas les confrontó con la muerte —aunque no afectó especialmente a los infantes—; y 2) la ley de la eutanasia. A mediados de los 90 el Dr. Martino fue testigo de que en la anterior gran pandemia, la del VIH, los niños y niñas también morían, muchos de ellos habiendo perdido previamente a su padre, a su madre o ambos. Estos infantes necesitaban atención sanitaria, un hogar, una familia, etc. En ese momento las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl crearon un hogar, Casa Belén, para dar respuesta a esa necesidad y le pidieron ayuda. Empezó como Pediatra voluntario con dos principios: 1) que los niños y niñas no ingresaran; 2) que si tuvieran que morir, a poder ser, que fuera en casa. Así empezaron a construir unos paliativos informales que fueron cristalizando con el tiempo en un cuerpo de conocimiento y servicios adaptados, porque los niños y niñas no son pequeños adultos, tienen sus dinámicas propias.

La fragilidad es una condición esencial del ser humano, todas las personas en algún momento de nuestra vida dependemos de alguien que nos cuida. Es más, como señaló el Dr. Martino, “Un ser humano es más ser humano cuanto más depende de los demás y cuanto más cuida de los demás. El instinto de supervivencia no es individual, es comunitario”. A partir de este hecho fundamental, cabe preguntarse qué podemos aprender de los infantes.

Estos van cambiando con el tiempo y tanto ellos como sus familias tienen que adaptarse a esos cambios. A veces se diagnostican enfermedades ‘incompatibles con la vida’ durante el embarazo y “no es blanco ni negro, la vida es de colores” [automáticamente me vino a la mente la canción de Aida Bossa, Vida de colores]. Es importante cuidar lo que se dice, a veces, con el silencio se hace menos daño. La mayoría de los niños que están en cuidados paliativos no tienen cáncer, sino enfermedades con las que han nacido o se les ha diagnosticado en los primeros años de vida. Estas enfermedades suelen tener muchos problemas asociados, y suelen necesitar de cuidados paliativos durante años. Ante el diagnóstico de incurabilidad o irreversibilidad la pregunta habitual sueles ser: “¿Cuánto le queda?”. Sin embargo, lo importante es cómo va a vivir ese tiempo. Hay una verdad de Perogrullo: “Para morir hay que estar vivo”, la muerte es sólo un momento al final. Los cuidados paliativos se ocupan de personas que están vivas y su vida está condicionada por la enfermedad. Muchas veces la experiencia de la familia, aunque dolorosa, es que “paliativos nos ha salvado la vida” (Chocarro et al., 2025). [Sugiero leer el artículo “¿Por qué hacías tantas preguntas?”, escrito por un colega del Dr. Martino, Alberto García-Salido]

El Dr. Martino señaló que hay cosas que ha aprendido de los infantes que pueden servir para los cuidados paliativos de adultos. Se suele hablar de que se trata de “mejorar la calidad de vida del paciente”, pero eso es un concepto subjetivo que puede tener un significado diferente para el personal sanitario, las familias, los niños y niñas… Él se conforma con mejorar el bienestar de esos niños y niñas. También se suele hablar de “hacer control sintomático”. El síntoma es lo que el paciente te cuenta, signo es lo que el profesional puede percibir. Hay veces que por edad o capacidad el paciente no habla. Eso exige aprender a comunicarse con quien no habla. Igual no pueden explicarte lo bueno, pero sí tener experiencia de lo bueno. Los niños y niñas tienen una red de vínculos que los sostienen y que son quienes pueden trasladar los valores que ellos no pueden expresar, qué les sostienen, qué les hace bien (el método “Mamá canguro”, el control del exceso de luces, etc.).

El dolor es una experiencia subjetiva. El mismo estímulo puede provocar experiencias muy diferentes a dos personas. Los infantes, cuanto más pequeños, menos mienten. Aceptar el dolor es aceptar el avance de la enfermedad y eso es algo que a las familias les suele costar. Hay que poner atención a los signos. La pregunta recurrente es: ¿Qué es lo mejor para el niño o niña? ¿Cuál es su mejor interés?

Los infantes, al igual que las personas adultas, sufren por múltiples causas y hay que darles una atención integral. El problema es que no es el niño o la niña quien decide, otras personas lo hacen en su lugar. A todas la personas se les supone buena intención (benevolencia), pero no siempre coincide con una buena acción (beneficencia). Hay dos extremos que hay que evitar, el abandono, por un lado, la obstinación terapéutica, por otro.

Debe existir una atención centrada en la familia, atender al infante y ayudar a su familia. Pero, por ayudar a la familia no se puede maltratar al niño o la niña. Ante la pregunta: ¿Cuánto tarda en morir una persona?, el Dr. Martino suele responder: “Lo que tarde”. No se puede sacrificar al infante que no habla por la familia que sí lo hace. Ante la pregunta de: “¿Qué haría si fuera su padre (o su hijo)?”, no cabe otra cosa que no responder, o si se hace decir: “Si fuera mi padre (o mi hijo) yo no sería su médico”.

En la experiencia del Dr. Martino los infantes tienen menos problemas con la muerte que las personas adultas. Sus preguntas suelen tener un alcance limitado y las respuestas deben adaptarse al mismo. A veces se les aísla demasiado. Muchas veces los infantes, para proteger a sus progenitores a quienes ven sufrir, soportan un sufrimiento que no les corresponde.

A modo de resumen y para tomar buena nota, las tres reglas del Dr. Martino: "El niño es una persona, hay que buscar su mejor interés y la muerte ni se retrasa ni se adelanta" (Simón, 2025).

 

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miércoles, 3 de septiembre de 2025

Un destino mejor

 


Una de mis actividades favoritas de las vacaciones es la lectura. Durante el año leo normalmente sobre temas relacionados con mi trabajo. Sin embargo, en verano opto por novelas. Quiero hacer una reflexión sobre dos de las que acabo de leer. La primera es Pobre: Una vida de lucha por un destino mejor de Katriona O’Sullivan. Llegué a ella por una entrevista que hicieron a la autora en la radio [escuchar aquí]. Es una novela biográfica que impacta de principio a fin: la tercera de cinco hermanos, hija de padres toxicómanos, con un historial de abusos, madre a los 15 años, vivió un aborto para el que tuvo que salir de Irlanda… Los primeros años de vida de Katriona O’Sullivan estuvieron marcados por la pobreza, la violencia, el abandono y los prejuicios. Actualmente trabaja en la Universidad de Maynooth; se doctoró en Psicología en el Trinity College. El libro me ha conmovido desde la dedicatoria: “A mí misma cuando tenía siete años / Ven aquí, no te preocupes”. Además, dada la posición que actualmente ocupa, me parece muy valiente contar abiertamente su historia.

Como bien señala: “Como sociedad, nos encantan los relatos del pobre que se hace rico y disfrutamos al ver a alguien triunfar gracias nada más que a la perseverancia y la determinación. Pero la verdad es que las historias no suelen ser tan sencillas. La mía, al menos, no lo es” (p. 287). Avanzar con la ‘mochila’ que tenía no fue fácil. No contaba con un entorno que la sostuviera. Su avance no fue progresivo y en algunos momentos de dificultad le resultó difícil nadar contracorriente. “Si has vivido sometido al estrés y al caos durante toda tu vida, esa es la corriente por la que tiendes a dejarte llevar, aunque termine arrastrándote hasta el fondo (…) Estaba cómoda con el miedo y el fracaso. Cuando estaba en mi peor momento, era lo que buscaba” (p.241).

Soy una absoluta convencida, basta con ver el título de este blog, de que “creer es crear”. Es necesario imaginar, visualizar algo para poder encaminarse hacia ello. A quien vive en entornos de pobreza y privación le puede resultar complicado imaginar otro futuro posible. “Mis sueños estaban limitados: en mi entorno nadie me hablaba de la universidad, nadie la mencionó nunca. En el colegio, los profesores tenían la esperanza de que los alumnos como yo terminasen la secundaria y aprendiesen un oficio. (…) Años después, yo criticaría el acorralamiento de los chavales pobres en los estudios profesionales y en carreras técnicas de bajo nivel, y me impactaría enormemente la creencia generalizada entre los educadores de que quienes han nacido en un entorno pobre no tienen la inteligencia suficiente para participar en la formación universitaria” (p. 216). Como añade un poco más adelante: “Ser pobre afecta a todo lo que haces y todo lo que eres (…) Pobre para mí también era sentir que no tenía valor. Era pobreza de mente, pobreza de estimulación, pobreza de seguridad y pobreza de relaciones. El hecho de ser pobre influye en cómo te ves a ti mismo, cómo confías y hablas, cómo ves el mundo y cómo sueñas” (p.293).

Para escribir el libro, Katriona O’Sullivan elaboró una lista de todas las personas de su vida y reconoce que todas ellas le hicieron lo que es ahora. Tiene claro que no salió sola del pozo en el que estaba, sino que le sacaron de él. “Algunas de las personas de esa lista me ayudaron a avanzar y otras me hicieron retroceder. Algunas se quedaron a mi lado y otras me vieron alejarme. Empecé a ver mi vida como una serie de rocas que permiten cruzar un río de orilla a orilla. Hubo veces en las que no pensaba que pudiera dar el siguiente salto o en las que ni siquiera veía la siguiente roca sobre la que saltar, y siempre alguien apareció para enseñarme cómo hacerlo o indicarme adónde ir. Un par de ellas prácticamente colocaron la roca justo delante de mí y me empujaron para que saltase. Todas ellas vieron más allá de mis circunstancias. Vieron mi yo auténtico” (p.287). Me ha parecido entrañable cuando comenta que cuando escuchó la canción Headlights de Eminem, inspirada en su madre que era adicta… “La letra de la canción me llegó al corazón y llamé a mi madre” (p.281).

Algo que me ha tocado es cuando comenta, siendo ella muy niña, la cara de asco y superioridad con las que en alguna ocasión les miraban personas de los servicios sanitarios y sociales que se personaban en su casa ante una sobredosis de sus padres. “A mi juicio, la adicción es consecuencia de la historia familiar, los traumas, la biología, el peso de las presiones y los juicios de la sociedad. La adicción se pone en marcha a partir de un deseo: no el de consumir una sustancia, sino el de escapar del dolor de los traumas y de las consecuencias de la pobreza. Mi formación me ha enseñado que las áreas de nuestro cerebro responsables del control conductual y del placer se activan de una manera diferente dependiendo del entorno en el que nos hayamos criado” (p. 291). Como señala más adelante, “vivimos en una sociedad profundamente desigual, y a los grupos que sufren no se les puede culpar por completo de los valores de referencia en los que se mantienen para sobrevivir. Contribuiría a romper el círculo negativo que dejásemos de juzgar a las personas y diseñáramos políticas para abordar las causas que están en el origen de la adicción” (p.292). Es fácil caer en el juicio cuando miras desde el privilegio. Algo que en clase me resulta muy complicado hacer ver al alumnado es la injusticia de la meritocracia [recomiendo la lectura del artículo “La ilusión del mérito: percepciones sobre el esfuerzo y talento en el trabajo”].

Katriona O’Sullivan indica que las desigualdades y disparidades van en aumento y que en este momento es más complicado que las personas pobres puedan acceder a programas como el que permitió que ella accediera a un título universitario. Con el tiempo ella trabajó en el equipo del programa de acceso y constató que dicho programa, al igual que otros similares, están concebidos con una mentalidad benéfica. “Esos programas piden a los solicitantes que demuestren su pobreza, su desigualdad, su valía, su motivación y su potencial. Y el sistema selecciona a aquellos que cree dignos del ‘regalo’ de acceder a una educación” (p. 298). Volvemos al tema del privilegio. Se está perdiendo mucho potencial porque no existe una verdadera igualdad de oportunidades. “En el sistema educativo necesitamos equidad, no igualdad. Si alguien no puede orientarse porque se está desmoronando el mundo a su alrededor, debemos elevarlo por encima de las nubes que lo ofuscan (…) No es casualidad que las personas de mi comunidad sean barrenderos, personal de limpieza y trabajadores del sector servicios, mientras que las personas de clase media sean médicos y abogados. Eso no se debe a una diferencia en la inteligencia. Se debe a las oportunidades, el dinero y el apoyo. Las clases medias nacen con esos tres elementos bajo el brazo; los pobres no tienen ni una pizca de ninguno de los tres. Y la verdad es que nos estamos perdiendo mentes brillantes que se quedan atrapadas en el pozo de la pobreza” (p.300).

Encuentro que la historia de Katriona O’Sullivan tiene muchos puntos en común con la narrada en el segundo libro que quiero comentar, Tan poca vida de Hanya Yanagihara. En este último se cuenta la historia de cuatro amigos que se conocen en la universidad a lo largo de varias décadas. Jude, uno de los protagonistas, quien fue abandonado de niño en un convento y tiene una larga historia de abusos y malos tratos, es el centro de la historia. Con el tiempo consigue salir de ese círculo, se hace abogado y tiene una brillante carrera profesional. Pero está roto, se siente indigno por cosas que hizo empujado por las circunstancias en su infancia y juventud. Su sufrimiento es tan grande que sólo consigue aplacarlo autolesionándose. Sólo el dolor físico consigue atenuar, al menos temporalmente, su dolor psíquico y emocional. Hay heridas que es difícil, casi imposible, curar y que desde fuera es complicado entender.

Me llevo un recordatorio importante, que ojalá se me grabe muy hondo: toda persona tiene derecho a luchar por un destino mejor, cada persona es terreno sagrado al que hay que acercarse con cuidado y respeto. “El descalzarse cuando se pisa terreno sagrado es común en muchas religiones. En las que provienen del judaísmo, tiene su origen en el Libro del Éxodo, en el que Dios, desde una zarza ardiente, se dirige a Moisés ordenándole: ‘Descálzate, porque el lugar en que estás es terreno sagrado’ (Éxodo 3:5)” (CVXe, s.f.).

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lunes, 7 de abril de 2025

Testimonios que conciencian: la voz de las víctimas

 

El Centro de Ética Aplicada de la Universidad de Deusto organiza anualmente un Encuentro con víctimas de la violencia de motivación política, que, como señala Izaskun Sáez de la Fuente, “se enmarca en la opción de la Universidad por contribuir a la construcción de una cultura de paz que demanda un trabajo de conocimiento crítico de lo acontecido y la deslegitimación de la violencia desde el horizonte de la defensa de la dignidad y de los derechos humanos de todas las personas. Nada mejor que escuchar de primera mano a quienes han tenido que sufrir esa violencia en carne propia para mostrar con nitidez su injusticia e ilegitimidad”. En 2025 el Encuentro ha tenido lugar el 12 de marzo en dos sesiones. Una por la mañana con Mari Carmen Hernández, viuda de Jesús Mari Pedrosa (concejal del PP del Ayuntamiento de Durango asesinado por ETA en 2000); y otra por la tarde con Inés Núñez de la Parte, hija de Francisco Javier Núñez (profesor de matemáticas y víctima mortal de la violencia policial y parapolicial en 1977).

Este encuentro está dirigido al alumnado de Ética cívica y profesional, asignatura que se cursa en todos los grados de la universidad. Por segundo año consecutivo he acudido con mi alumnado tanto de Derecho Económico como de ADE. Impresiona ver el Auditorio lleno de jóvenes escuchando con atención una historia y unos hechos que no todos y todas conocen. Eran infantes cuando ETA anunció el cese definitivo de su actividad armada el 20 de octubre de 2011. Impresiona aún más el testimonio de quienes han sufrido en primera persona las consecuencias de actos que son totalmente injustificables, que atentan contra la dignidad humana y que han marcado con nitidez un antes y un después, hechos que cambiaron radicalmente sus vidas. Además, en ocasiones, sufren también la falta de reconocimiento por parte del entorno y las instituciones, como se refleja en la reflexión de uno de los asistentes:

 “Afortunadamente, parte de mi familia que ha sufrido este tipo de violencia injusta ha sido reconocida por la sociedad como víctimas, como es el caso de mi abuelo judío [fue víctima del Holocausto y de la Revolución Húngara de 1956], o mi tío abuelo Osmundo. Sin embargo, el conflicto en Macedonia que vivió mi abuela paterna sigue considerándose una situación ‘política’ y no una injusticia sin sentido. O mi otro tío abuelo, que sufrió un encarcelamiento injusto por parte del régimen de Franco, que tiene que ver cómo a día de hoy hay gente que debate la seriedad y los problemas que causó la dictadura franquista en nuestro país. Todavía queda mucho trabajo por hacer para que las personas que han sido víctimas de este tipo de ataques puedan ser reconocidas por lo que son, y no tengan que estar constantemente luchando por el reconocimiento de su sufrimiento, o que tengan que escuchar como hay gente que minimiza o directamente se burla de sus experiencias. El odio que todavía tienen que sufrir, a pesar de haber pasado ya por una experiencia que es difícil de imaginar, es en mi opinión una extensión del ataque político que sigue perdurando”. Alexander Fried Pérez, 3º ADE + FAB

Del testimonio de Mari Carmen yo destacaría su serenidad y su mensaje exento de odio y abierto a la reconciliación (en gran medida gracias a su fe cristiana). Del de Inés, su tesón y valentía para reclamar justicia para su padre, a pesar de las fuertes presiones sufridas durante muchos años. Esto último lo recoge muy bien uno de los alumnos presentes en la sesión:

"Me gustaría hacer hincapié en que estos hechos tan dramáticos que tanto han hecho sufrir a una familia que no tenía culpa de absolutamente nada en términos políticos ni de ninguna otra índole, han perdurado en el recuerdo de sus más allegados pero no en el de la sociedad debido a la falta de visibilidad, y que, en mi opinión, si no fuera porque, su hija gracias a su esfuerzo y tesón hoy en día tiene un puesto en el que le permite poder tener acceso a determinados recursos y contactos (que le han permitido honrar como se merecía desde un principio la memoria de su padre), desgraciadamente la gran mayoría del resto de las familias de las víctimas no se les brinda el recuerdo que merecen y se les olvida ante una pavorosa impunidad que a día de hoy perdura". Enrique del Amo Mecinas, 3º ADE + FAB

Testimonios en primera persona ayudan a repensar cuál es el servicio que deben prestar a la sociedad las profesiones para las que preparamos en la universidad. En este sentido es reseñable la aportación de esta alumna:

“Esta reflexión me deja una certeza incómoda pero necesaria: no basta con conocer las leyes, ni siquiera con saber aplicarlas. Lo que marca la diferencia es desde dónde se ejerce el derecho y para quién. Escuchar los testimonios de quienes han sufrido la violencia política me ha confrontado con la urgencia de una abogacía comprometida con algo más que la resolución de litigios. Me ha hecho entender que el derecho puede ser una forma de amparo, una voz para quienes no han tenido voz, y también una vía para sostener la dignidad allí donde ha sido negada. Como futura abogada, no quiero limitarme a encajar casos en estructuras legales, sino ser capaz de reconocer el dolor detrás de los expedientes y trabajar para que ese dolor no quede impune ni olvidado. Quiero contribuir a tejer justicia con memoria, con escucha, con humildad, sabiendo que reconciliar no es borrar, sino mirar de frente lo que pasó y construir, desde ahí, un futuro más habitable”. Aroa Montero Ceballos, 4º Derecho económico

Me gustaría terminar con una frase que dijo Inés: “Ninguna idea justifica el recurso a la violencia y la vulneración de Derechos Humanos”. Ejercicios de memoria y de justicia como el Encuentro relatado son fundamentales para que la historia no se repita. La voz de las víctimas no se debe ni acallar ni utilizar indebidamente.


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viernes, 4 de abril de 2025

Semillas de esperanza

El 2 de abril asistí a la actividad "Cine, Mujeres y Compromiso Social", enmarcada en la estrategia foral Emakumeak. Tras la intervención de Teresa Laespada, Diputada Foral de Empleo Cohesión Social e Igualdad, se proyectó el documental "Semillas de Kivu", Goya 2025 al Mejor Cortometraje Documental. A continuación la periodista Isabel León moderó una mesa coloquio con: Iván Miñambres (productor de “Semillas de Kivu”); Ana Gutiérrez (Zinemakumeak gara!) y Ainhoa Pérez Arrospide (Técnica de proyectos en KCD Kultura, Communication y Desarrollo). Voy a presentar algunas de las ideas que se compartieron en el acto, así como algunas reflexiones que he hecho a partir del mismo.

Cuando escuché el título del documental lo primero que me pregunté fue qué será Kivu. Kivu es una región del Congo, limítrofe con Ruanda, de una belleza paradisiaca, de una gran riqueza extractiva y que lleva 25 años guerra. Mantener la guerra y la violencia es la forma de romper el tejido social y permitir que el expolio se haga de forma libre.

En su discurso la Diputada aludió a una de mis citas favoritas: “Sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible a los ojos”, El principito, Antoine de Saint-Exupéry. El cine es herramienta denuncia, sensibilización y movilización. Una historia, un buen relato nos puede tocar de forma muy profunda y nos puede mover a actuar. Claramente nos puede llevar a la reflexión y la acción, incluso con relación a hechos que nos resultan lejanos.

Como empezamos a verlo cada vez más cerca, estamos tomando conciencia de que existen una cifra de contiendas sin precedentes desde la II Guerra Mundial. Una de las grandes conquistas de la Humanidad, los Derechos Humanos, están en serio peligro y muestran su fragilidad. A lo largo de la historia las mujeres han sido consideradas botín de guerra, un arma eficaz para destruir a las comunidades derrotadas. Esto deja secuelas más allá del fin del conflicto, tiene un efecto transgeneracional. El documental es un homenaje a las mujeres que han sufrido unos hechos muy dolorosos y ante los que han mostrado una gran resiliencia. Y lo hace de una forma muy bella y delicada, dándoles una voz que les ayuda a recuperar su dignidad. Me quedo con el testimonio de una de las mujeres que dice que ella no se irá con cualquier hombre, sólo con aquel que acepte a su hija, fruto de una violación, con todas las connotaciones y estigmas que esto supone en su cultura. Todo un signo de empoderamiento.

Hay una figura muy relevante en el documental, pero que no opaca a las verdaderas protagonistas (como explicó el productor, el documental iba a centrarse en él, pero se cambió el foco). El Dr. Denis Mukwege, congoleño, originario de Bukavu (capital de Kivu), galardonado en 2014 con el Premio Sájarov del Parlamento Europeo y en 2018 con el Premio Nobel de la Paz, reconstruyó el Hospital de Panzi en 1999 (fue destruido por la segunda guerra del Congo en 1998). En origen el hospital estaba pensado para luchar contra la mortalidad maternal, pero la primera mujer a la que atendieron había sido víctima de una brutal violación y presentaba lesiones muy graves. No fue la única. Pronto fueron llegando más. Tardaron poco en comprender que se encontraban ante una nueva patología, la violación como arma de guerra, a la que había que dar respuesta. El Hospital de Panzi, cuenta con 450 camas de las cuales 134 están reservadas a supervivientes de violencia sexual y mujeres que precisan atención ginecológica especializada.

Me quedo con la importancia de la diversidad de historias. No es cuestión sólo de conocer historias de mujeres, sino de aplicar una mirada diferente, de hacerlo con las “gafas violeta”, término acuñado por la escritora y activista feminista Gemma Lienas, que invita a “mirar al mundo desde una perspectiva crítica de género para ver y hacer evidentes las desigualdades y la violencia de género” (IMM, s.f.).

Como se señaló en el diálogo, el documental pide una segunda parte, el relato de las mujeres una vez que abandonan el Hospital de Panzi. En el diálogo Iván Miñambres, el productor, explicó cómo habían elegido el título. Los niños y niñas fruto de esas violaciones son la esperanza de un futuro diferente, son la semilla de la resiliencia.

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sábado, 8 de marzo de 2025

Historias que inspiran para coger la sirga

 


Este año he tenido la gran suerte de ser Jurado de los Premios Zirgari, que llevan su nombre en honor a las sirgueras de la ría de Bilbao, “aquellas mujeres trabajadoras que a finales del siglo XIX arrastraban a contracorriente las gabarras y otro tipo de embarcaciones con una cuerda o sirga desde El Abra hasta San Antón” (DFB, s/f). Y digo suerte porque me ha dado la oportunidad de conocer muchas historias inspiradoras que recuerdan la importancia y la necesidad de trabajar por la igualdad de oportunidades real, meta hacia la que lentamente vamos acercándonos, pero que parece no llegar nunca. Baste como dato lo señalado por el Foro Económico Mundial en su informe 2024 sobre la brecha de género: “Al ritmo actual de progreso, se tardará 134 años en alcanzar la plena paridad en 2158, es decir, dentro de unas cinco generaciones”. El año varía según la región del mundo, pero, de mantenerse, yo no lo veré. Además de ser lento, el avance es frágil. Lo vemos en situaciones como la pandemia en la que la brecha de género retrocedió una generación (FEM, 2021).

Afortunadamente no faltan mujeres, asociaciones y proyectos que trabajan de forma incansable por estrechar la brecha de género. Muestra de ello son las galardonadas de esta décima edición de los Premios Zirgari:

Premio Honorífico: Carmen Mijangos, “por su contribución a la investigación en química macromolecular y su incansable trabajo en favor de la igualdad en el ámbito académico y científico. Con una carrera que ha derribado barreras y ha abierto puertas a nuevas generaciones de investigadoras, Mijangos se ha convertido en un referente indiscutible en la lucha por la equidad en la ciencia” (DECSI, 2025) [ver semblanza y el discurso de Carmen Mijangos].

Premio a Entidad por la Igualdad: Mujeres con Voz (McV), “por su trabajo en la defensa de los derechos de las mujeres migradas. Su lucha contra la desigualdad estructural y su compromiso con el empoderamiento de las mujeres la han convertido en una organización esencial en el tejido social de Bizkaia” (DECSI, 2025) [ver página web y el discurso de Elizabet Gutiérrez Yax, representante de McV].

Premio a Proyecto por la Igualdad: Musika eta Zure Begirada (MZB), “innovador proyecto, impulsado por la Asociación eCivis, ha sido reconocido por su capacidad de sensibilizar a través de la música y el audiovisual. Su labor con adolescentes, a los que proporciona herramientas para cuestionar estereotipos de género y construir una sociedad libre de violencias, ha sido clave para su distinción en esta edición de los premios” (DECSI, 2025) [ver página web y el discurso de Sonia Prieto, representante de MZB].

Quiero destacar dos imágenes que me llevo de la Gala de entrega de premios por su gran fuerza evocadora. El comienzo, después de una breve presentación de Gurutze Beitia, la sala en silencio y a oscuras. Gospel Bilbao va entrando en fila y al ritmo de “Go Down Moses” (ver aquí), la voz de los esclavos y esclavas negros reclamando la dignidad, la libertad y los derechos. El final, la foto que abre esta entrada, mujeres comprometidas sujetando la sirga y caminando firmes hacia la igualdad (en mi mente al ritmo de “Go down Moses”) para todos y todas.


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