El 9 de octubre asistí a una conferencia que llevaba por
título: “¿Podremos vivir juntos?
Reconciliar contrarios en un mundo de conflictos”, y que era el acto
inaugural del curso del Centro Loyola de Bilbao. Fue impartida por Jacques Haers, sj, profesor de Teología en la Universidad de Lovaina y estudioso de la
globalización, la violencia y la paz, el cambio climático. Licenciado en
Matemáticas y Filosofía y Doctor en Teología. Voy a compartir aquí las
principales ideas que me llevé y algunas reflexiones. La conferencia se centró
en cuatro ideas.
1.Visión relacional de la realidad
Los seres humanos somos seres relacionales, no individuos
separados de otros seres y del mundo. Somos seres que también nos relacionamos
con nuestro propio ser. Somos mucho más que la suma de las moléculas que nos
componen. Estamos en encuentro con otras
personas antes de ser individuos. Y lo ilustró con dos historias personales
una de las cuales intentaré reproducir:
Se encontraba en la cola de pagar
de un supermercado. Allí había una señora mayor y detrás de ella una madre con
un niño de unos cinco años que estaba molestando a la señora porque le daba
golpecitos con el carro. La señora se quejó a la madre que respondió indignada:
“Mi Tomás hace lo que quiere, cuando quiere y como quiere”. Un hombre que también
estaba en la cola tomó un botellín de agua, se acercó al niño y le vacío el
botellín en la cabeza. La madre protestó enfadada y el hombre le contestó:
“Yo hago lo que quiero, cuando quiero y como quiero”.
Un sujeto que decide tiene que darse cuenta de la relación,
que es un nivel más fundamental que lo escogido. Ya somos relación antes de escoger.
El individuo es relación por su mera existencia. Sin embargo, estamos
habituados a ver la sociedad como un conjunto de individuos separados. Si
utilizamos la teoría de conjuntos, tenemos que darnos cuenta de que no hay
elementos sin conjunto, y que el conjunto más importante es el de toda la
realidad.
Si lo observamos desde un punto de vista de fe, la creación
es el conjunto en el que las relaciones construyen subjetividades. Estamos conectados en el sentido de ser
creados conjuntamente (alianza de destino). No podemos comportarnos como si
no estuviéramos en relación con el resto de la realidad.
Yo no puedo considerar ‘otros’ solamente a una parte, los ‘otros
otros’ ya están aquí, aunque tengan una alteridad diferente de la que me
gustaría. Aquí reside el gran reto, tratar a esos ‘otros otros’ con el mismo
respeto, derechos, etc. Hay identidades geográficas, de género, políticas, etc.
muy diferentes ¿Cómo construimos un bien común desde esa complejidad de
identidades? Una identidad en relación evoluciona, que no es lo mismo que decir
que sea relativa. Este hecho cobra mucha relevancia en el diálogo
interreligioso. La religión se puede vivir desde 3 perspectivas diferentes: 1) exclusivismo, sólo hay una fe verdadera
y se trata de convertir a los que no la profesan; 2) inclusivismo, reconozco en la otra fe matices de razón; 3) pluralismo, somos diferentes y tenemos
distintas opciones. En el diálogo interreligioso arriesgamos nuestra identidad
para redescubrirla en Dios que se nos ofrece de diferentes maneras. En
definitiva, participamos del mismo mundo, hay un plan que nos une.
2. Justicia restaurativa
Víctima y victimario viven en una comunidad herida y la
justicia restaurativa trata de ver si se puede construir una realidad de consolación,
si se puede transformar la realidad herida [Jean Schmitz,
experto en Prácticas Restaurativas, explica en este vídeo las diferencias
entre Justicia Punitiva y Justicia Restaurativa]. Esto supone un largo camino.
Incluso hay heridas que no se pueden sanar en esta vida. En estos procesos es
muy importante la figura de la persona mediadora, que es quien transmite la fe
en la posibilidad de un mundo reconciliado. Es una persona amiga que va a
hablar con ambas partes mostrándole a cada una el punto de vista de la otra y
que ayuda a buscar el modo de reparar. La reparación es una decisión conjunta,
un discernimiento en común para juntos construir una realidad reconciliada. La
parábola de Lázaro y el rico (Lc16, 19-26) es un buen ejemplo de lo que ocurre cuando no sanamos la
realidad. Cuando tanto Lázaro como el rico mueren la misma relación se repite
pero al revés. Las divisiones nos llevan a caminos sin salida. No se trata de buscar la verdad o la
falsedad sino aquello que da consolación. Es muy inspiradora esta historia
de la aldea de Rwimikoni, El pueblo ruandés donde asesinos y víctimas del genocidio viven en armonía.
Igualmente, es muy interesante esta charla TED de Daniel Reisel,
profesor del Univertity College of London: “La neurociencia de la justicia restaurativa”. En ella apuesta por programas de justicia
restaurativa como vía para “cambiar los cerebros” de quienes han cometido
crímenes, ayudándoles a desarrollar la empatía y así facilitar su
rehabilitación.
3. Encarnación
Para
transitar el camino de la reconciliación hay que trabajar desde la herida,
desde el saberse solidarios en el dolor. En la parábola de la mujer sirofenicia
(Mc 7, 24-30), en un primer momento Jesús le dice
que ella no es judía, pero reconoce la voz del padre en esta mujer y entra en
su herida. Al entrar en la herida se
puede hacer un cambio, se puede conseguir lo imposible de la
reconciliación.
4. La persona mediadora es quien cuida de la misión
Hay una misión que se nos ha dado y a la que queremos ser fieles: encaminar hacia la
reconciliación; empezar un camino que, a priori, parece imposible. Para los
cristianos esta misión es primariamente la de relacionarnos en Dios todos juntos, la creación entera; construir un mundo en
paz.
No solo podemos vivir
juntos sino que estamos llamados a transformar la realidad y construir la paz para
todas las personas, para toda la creación.
En el siguiente vídeo
(a partir del minuto 16) se puede ver la intervención, con el mismo título, de
Jacques Haers, sj el pasado 7 de octubre
en el acto inaugural del curso del centro de estudios Cristianisme i Justícia.
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