jueves, 4 de septiembre de 2014

Las seis caras del diálogo


Estas vacaciones, del 1 al 6 de agosto, estuve en Granada para vivir la Maripolis 2014 que tenía como lema "Mosaico de Fraternidad". La Mariapolis, ciudad de María, es la reunión estival del Movimiento de los Focolares, un espacio privilegiado para experimentar la fraternidad, que está abierto a toda aquella persona que quiera participar. Era mi segunda experiencia, ya que el año pasado estuve en la de la Seu de Urgell. Fueron unos días de gran intensidad. Nos juntamos cerca de 1000 personas de todas las edades y muy diversas procedencias. Cada día estaba presidido por un lema:
  • 2 agosto: "Un amor abierto a todos"
  • 3 agosto: "Un amor sin medida"
  • 4 agosto: "El amor que va y que vuelve"
  • 5 agosto: "Protagonistas de Fraternidad"
  • 6 agosto: "Mosaico de Fraternidad"
Quiero compartir aquí una reflexión sobre algo que tratamos el segundo día: las seis caras del diálogo. Dichas caras son:
  1. Mostrarnos abiertos al diálogo con todos. Todos tenemos nuestra visión, nuestras ideas, nuestras preferencias, nuestro bagaje... ¿Por qué no abrirnos a lo diferente, al diferente? Si siempre nos rodeamos de personas que opinan igual sólo veremos una parte... Nos puede pasar como en el cuento de los ciegos y el elefante ¿Por qué no superar el miedo a lo nuevo? ¿Por qué no abrir nuestra mirada a otras miradas para enriquecerla?
  2. Tomar la iniciativa y compartir nuestras visiones, ideas, comentarios, sugerencias, etc. ¿Por qué no dar el primer paso? ¿Por qué no superar miedos y vergüenzas y mostrarnos a otros? Todos somos únicos y tenemos mucho que aportar, siempre desde el respeto.
  3. Flexibilidad. Tenemos nuestras ideas y opiniones pero no somos esclavos de ellas. Debemos estar dispuestos a dejarlas ir, a cambiarlas, a enriquecerlas con la visión de otras personas. Ese es el camino del aprendizaje y el crecimiento personal. Una mente abierta está mejor dispuesta para el encuentro, el diálogo y la fraternidad.
  4. Respeto. Cada persona es un 'yo' con sus pensamientos, creencias, emociones, experiencias, etc. El respeto es la base del diálogo auténtico y la convivencia. La base para disfrutar una vida buena. Todas las personas son únicas y valiosas, un fin en sí mismas y no pueden ser tratadas, como decía Kant, como un puro medio. 
  5. Escucha. La escucha es una condición sine qua non para que exista comunicación, para poder establecer un diálogo, para poder entender al otro. Y se escucha no sólo con los oídos sino también con los ojos y el alma. Debemos estar atentos a lo que el otro dice y a lo que calla; a lo que expresa y lo que se mantiene latente... Por algo tenemos dos orejas (y dos ojos) y una boca...
  6. Los demás no son mis adversarios, sino personas que pueden pensar diferente y de quienes puedo aprender, si estoy abierta a ello. La mayoría de los 'juegos de la vida' no son de ganar-perder. La cooperación es fundamental y para ello hay que llegar al otro, hay que entenderle, hay que escucharle...
Vivir esto en un espacio como la Mariápolis es fácil, ahora es momento de vivir en el día a día el diálogo en nuestras relaciones y así ir poniendo las teselas de un verdadero mosaico de fraternidad... Practiquemos allí donde estemos la cultura del dar...


Y para terminar una preciosa versión del Magnificat, que presenta una admirable actitud de vida.




lunes, 1 de septiembre de 2014

Para qué sirve la ética


[He publicado esta entrada el 01.09.2014 en el Blog de Inteligencia Emocional de Eitb-desaparecido el 01.07.2024]

Cuando doy clases de ética, o una charla sobre el tema, me suele gustar terminar mostrando dos imágenes (un candado y una llave) y preguntando a la audiencia por qué piensan que he elegido dichas imágenes. Las respuestas suelen ser de lo más variopintas… La razón que suelo dar es que estamos acostumbrados a ver la ética como una serie de principios que suponen una carga, una mochila que no nos deja correr tan rápido como desearíamos… Pero se nos olvida una parte fundamental, la ética, los principios, son la llave para la felicidad, para construir la vida que queremos, para convertirnos en las personas que aspiramos a ser.

Acabo de terminar un libro de una gran experta en ética, a quien es una verdadera delicia escuchar en persona, Adela Cortina.  Se titula “¿Para qué sirve realmente la ética?” (Barcelona: Paidós, 2013). A continuación compartiré las ideas principales que he extraído de la lectura. LA ÉTICA SIRVE PARA:
  • “Abaratar costes en dinero y sufrimiento en todo aquello que depende de nosotros, e invertirlo en lo que vale la pena, sabiendo priorizar” (p.26). La crisis que todavía nos azota ha tenido mucho que ver con la falta de ética en muchos sectores, estamentos y niveles. Cuando la confianza y la integridad están en la base de las relaciones, de todo tipo, éstas son más sólidas y duraderas, además de ser el germen de un mundo diferente. 
  • “Intentar forjarse un buen carácter, que aumenta la probabilidad de ser felices y justos, al ayudar a estimar los mejores valores y optar por ellos” (p.46). Forjarse un buen carácter es la opción más inteligente en la búsqueda de la felicidad, y esto es válido también para las organizaciones y los pueblos. Cada uno vamos formando nuestro carácter (que tenderá hacia el bien o hacia el mal) acto a acto, decisión a decisión. Cada vez que en clase debatimos sobre un caso o situación suele haber un comentario bastante habitual: “Total… eso no hace daño a nadie”. A mí me suele gustar decir: “Cuidado con esa afirmación porque muchas veces nos olvidamos de la persona más importante… nosotros mismos. Eso que hago, he hecho o voy a hacer ¿me acerca o me aleja de la persona que quiero ser?”. 
  • “Para recordar que los seres humanos necesitamos ser cuidados para sobrevivir y que estamos hechos para cuidar a los cercanos, pero también para recordar que tenemos la capacidad de llegar hasta los lejanos, creando vecindarios nuevos. Para eso hace falta no sólo poder, sino también querer hacerlo” (p.72). La propensión a cuidar está inserta en nuestra naturaleza, es básica para mantener y reproducir la vida, y no es sólo cosa de mujeres. Exige, además, respeto por lo valioso y vulnerable, la Tierra y todos los seres vivos. Somos corresponsables del bienestar y bienser de otros, no sólo de nuestros cercanos. 
  • “Para recordar que es más prudente cooperar que buscar el máximo beneficio individual, caiga quien caiga, buscar aliados más que enemigos. Y que esto vale para las personas, para las organizaciones, para los pueblos y los países” (p.93). Los seres humanos estamos preparados no sólo para cuidar, sino también para cooperar. En la vida real la mayoría de los juegos son cooperativos. La figura del homo oeconomicus, que buscar maximizar las ganancias, debe sustituirse por la del homo reciprocans, que se mueve no sólo por el cálculo de ganancias, sino por las emociones y que es capaz de dar y recibir, así como de cooperar. Sentimientos como el de justicia son fundamentales en el quehacer económico, no sólo en el quehacer ético (véase el juego del ultimátum). No debemos olvidar que para conseguir la cooperación no basta la coacción legal, y que mecanismos como la vergüenza social puede ser un arma de doble filo. La vía más adecuada es la educación que es una tarea multiagente (escuela, familias, medios de comunicación, etc.).
  • “Para ser protagonista de la propia vida, autora del guion de la propia biografía, para construir con otros la vida compartida, sin permitir que nos la hagan. Para realizar un sueño, el de una sociedad sin dominación, en que todos podamos mirarnos a los ojos in tener que bajarlos para conseguir lo que es nuestro derecho” (p. 114). Los seres humanos, todos sin excepción, somos acreedores de unas ‘libertades básicas’ o ‘derechos civiles’. Son una conquista irrenunciable. Reclamar estos derechos implica, a su vez, comprometerse con la tarea de lograr dichos derechos para todos. La libertad no garantiza una buena vida; pero está claro que es difícil llamar ‘vida buena’ a la de personas que no tienen la opción de elegir. La lucha por la justicia ha ido de la mano de la lucha por la libertad tanto propia como ajena. Hay una cooperación que construye humanidad y otra que la destruye. 
  • “Para aprender a degustar lo que es valioso por sí mismo, para estrechar el vínculo con todos aquellos que son dignos de respeto y compasión” (p.127). La soledad radical es el mayor sufrimiento de un ser humano, ya que somos seres vinculados de raíz, no individuos que eligen unirse. Dos sentimientos son fundamentales en las relaciones humanas: 1) respeto a la dignidad (que es la base de los derechos humanos); y 2) compasión (sentimiento por el que padecemos con el que sufre y nos vemos urgidos a aliviar su dolor).
  • “Para ayudar a construir una democracia más auténtica, que sea gobierno del pueblo” (p.159). Una democracia comunicativa en la que hay verdadero pueblo, más que masa, que intenta crear una voluntad común en cuestiones de justicia por medio del diálogo sereno y la amistad cívica. 
No se me ocurre mejor modo de terminar esta entrada que las palabras con las que acaba su libro Adela Cortina: “¿Para qué sirve la ética? Para aprender a apostar por una vida feliz, por una vida buena que integra como un sobrentendido las exigencias de la justicia y abre el camino a la esperanza” (p.178).

¿Estás dispuesto, estás dispuesta a apostar por una vida feliz, una vida buena que incluye las exigencias de la justicia?

Os dejo un interesante vídeo que lleva por título “El cerebro ético: un atajo emocional ante dilemas”

El ahora y la eternidad…

Fuente: https://www.facebook.com/muxotepotolobat/photos_stream?tab=photos_stream

[He publicado esta entrada el 05.08.2014 en el Blog de Inteligencia Emocional de Eitb-desaparecido el 01.07.2024]

Rogelio Fernández comenzaba el ‘reencuentro’, en la entrada anterior, hablando de las emociones que guían este nuevo camino emprendido por el CIE (Consorcio de Inteligencia Emocional): ilusión y esperanza. Ambas son emociones de futuro, pero en mi opinión, iluminan el único tiempo que existe, el presente, que es sobre lo que voy a hablar en esta entrada. La necesidad de vivir aquí… ahora… es algo que me ronda desde hace un tiempo.

No sé si por efecto de la edad, la madurez, la experiencia, el paso del tiempo o qué sé yo… llega un momento en el que, consciente de que es mayor el tiempo que tienes por detrás que el que te queda por delante, caes en la cuenta de lo importante que es aprovechar el momento, carpe diem – que decían los latinos- y que muchas veces se ha malinterpretado como ‘hacer lo que uno quiera’.  Vivir aquí… ahora… no nos desresponsabiliza de las consecuencias de nuestros actos. Todo lo contrario, nos vincula profundamente con nuestra realidad y lo que la afecta y a quienes afecta.

Siempre es momento para conectar con el presente; da igual si hemos vivido un tiempo en el pasado (suele ser habitual en las personas de edad avanzada) o en el futuro (muchas veces cuando eres joven vives pensando en lo que pasará cuando…). A veces la vida te recuerda, bajo la forma de una enfermedad o una pérdida, que no se puede malgastar ni el tiempo ni la vida porque son finitos. Y eso que, a priori, se podría ver como una desgracia se convierte en una oportunidad de Vivir (con mayúsculas) en el aquí… ahora….

Los 5 ideales del Reiki, encarnan a la perfección la actitud de Vivir aquí… ahora…
  • Sólo por hoy, me libero de toda preocupación.
  • Sólo por hoy, me libero de todo enfado.
  • Sólo por hoy doy, las gracias por mis muchas bendiciones; honro a mis padres, profesores y ancianos.
  • Sólo por hoy, vivo mi vida honestamente.
  • Sólo por hoy respeto la Vida a mi alrededor bajo cualquier forma. 

Cada día, cada momento, tengo que renovar mi compromiso con la Vida y las personas. No se pueden hacer promesas “para toda la vida”, igual que no podemos castigar a un hijo “de por vida”. Hay un dicho en euskera que dice “gero gerokoak” (Y luego… luego se verá). Hay que ocuparse de los temas y los problemas, pero pre-ocuparse de poco ayuda; lo único que hace es desconectarnos del presente y generarnos ansiedad y tristeza. Un proverbio árabe nos lo recuerda claramente: “Si tiene solución, ¿por qué te preocupas? Y si no la tiene, ¿por qué te preocupas?”.

Si conseguimos Vivir aquí… ahora… seguramente seremos mucho más felices  porque sabremos aprovechar cada momento; porque no quedará un abrazo o un beso sin dar; un “te quiero”, un “gracias”, un “lo siento” sin decir; una llamada o una visita sin hacer; un correo sin enviar; una charla sin mantener…
Alguien con mucha sabiduría vital me decía hace poco: “la eternidad es un eterno presente”.


¿Dónde vives tú? ¿Estás conectado con el presente?

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