sábado, 7 de diciembre de 2013

Una vida bien vivida deja huella


Ayer tuve la suerte de compartir la mañana con la tía de una buena amiga, que es muy querida para mí. A sus 82 años cumplidos acaban de operarle para extirparle un tumor maligno. Siguiendo sus instrucciones, como al abrir vieron que el tumor estaba extendido a otros órganos cerraron sin hacer nada. Impresiona ver cómo alguien narra su enfermedad y afronta con paz y sosiego su muerte, que es algo más cercano que lejano. 

Una gran vida, que no quiere decir que haya estado exenta de dolor, se refleja en las huellas que va dejando y en cómo se llega al final de la misma. Cuando vas dejando huellas en otros no enfrentas el final solo; es más, la gente se desvive por acompañarte y mostrarte, aunque sea de forma mínima, lo mucho que has supuesto en su vida. Es una suerte poder decir con sencillez y humildad: "He vivido una buena vida y me ha llegado la hora". Impacta escuchar: "Cuando ayer llegué a casa teníais que ver el grito que di. Cuando salí para la operación pensé que no volvería. A poder ser quiero estar hasta el final en mi casa"; "Si vierais... todavía tengo que consolar a algunos de los que vienen a verme"; "Sólo he tratado de hacer la vida un poco más fácil a otros”; “Cuida de tu amiga que lo va a pasar muy mal cuando yo me muera" ... 

Una vida bien vivida se refleja en el rostro, yo diría que en la sonrisa; en una sonrisa serena, intensa, acogedora... muestra también de una vida interior rica, de una profunda espiritualidad. 

¡Gracias por el ejemplo!


1 comentario:

  1. Leer tu publicación,me genero un cumulo de reflexiones, quizas mayor compromiso de responsabilidad en cada huella que marco,las cuales deben ir impregnadas de humildad y fortaleza;ese serä un legado digno para mi descendientes cuando Dios tome nuevamente mi espiritu.

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