lunes, 30 de diciembre de 2024

Estilos de reciprocidad

 


Hace unos meses un amigo me regaló un libro con un título muy sugerente: Dar y recibir. Por qué ayudar a los demás conduce al éxito (Grant, 2023).

En este libro se hace una interesante reflexión sobre el éxito en el entorno laboral (aunque no sólo) y lo ilustra con numerosos ejemplos de personas concretas.  “Según la sabiduría convencional, la gente de éxito tiene tres cosas en común: motivación, capacidad y oportunidad. Si queremos alcanzar el éxito, necesitaremos una combinación de trabajo duro, talento y suerte […] En el trabajo, cada vez que interactuamos con otra persona, nos vemos obligados a elegir entre intentar conseguir el máximo valor posible, o contribuir con nuestro valor sin preocuparnos por lo que recibamos a cambio” (p.22). Grant incorpora un cuarto factor de éxito que tiene que ver con el estilo de reciprocidad dominante que cada persona tiene. Según la situación el estilo puede variar, pero todas las personas tenemos uno que está presente en la mayoría de las ocasiones.

Existen dos tipos de personas que se sitúan en extremos opuestos en cuanto a la reciprocidad. Por un lado tenemos a las personas receptoras, a quienes les gusta obtener más beneficio de lo que aportan. “Inclinan la reciprocidad a su favor y ponen sus intereses por delante de las necesidades de los demás. Los receptores creen que el mundo es un lugar competitivo, una auténtica jungla donde los unos devoran a los otros” (p.23). En el extremo opuesto tenemos a las personas donantes, quienes “inclinan la reciprocidad hacia el otro lado de la balanza y prefieren dar antes que recibir” (p.23). Y no estamos hablando de la relación que tienen con el dinero. Lo que diferencia a unas personas de otras son sus acciones y la actitud que tienen con el resto; cuál es el análisis coste-beneficio que realizan en cada situación. En el entorno laboral, en gran parte por miedo a ser consideradas ingenuas o débiles, aparece un tercer estilo: las personas equilibradoras, quienes “operan basándose en el principio de la justicia: cuando ayudan a los demás, se protegen a sí mismos porque buscan reciprocidad […] sus relaciones están regidas por un intercambio igualitario de favores” (p.24).

Según la experiencia de Grant las personas donantes se encuentran tanto en la parte inferior de la escalera del éxito como en la parte superior. Contrariamente a lo que se pueda pensar, las personas donantes no necesariamente son amables o altruistas; también son ambiciosas. Se diferencian en el modo alcanzar los objetivos. “Los donantes alcanzan el éxito de tal modo que se acaba produciendo un efecto dominó, que incrementa el éxito de todo el mundo a su alrededor” (p.30). Las personas donantes suelen construir entornos de confianza y acaban forjándose una buena reputación y creando unas relaciones que les ayudan a mejorar su éxito y el de su entorno. Se comportan de una forma exclusiva en cuatro áreas: el networking (crean redes de contactos potentes compartiendo generosamente sus conocimientos y enseñando sus habilidades sin preocuparse de lo que obtendrán a cambio; esto les proporciona una buena disposición a colaborar tanto por parte de sus vínculos fuertes -aquellas personas cercanas- como de sus vínculos débiles), la colaboración (“los donantes rechazan la idea de que la interdependencia sea débil. Los donantes suelen ver la interdependencia como una fuente de fortaleza, un manera de explotar las habilidades de un grupo para obtener un bien común más importante”, p.107), la evaluación (en lugar de evaluar el talento, se centran en encontrar el diamante en bruto oculto en todas las personas -efecto Pigmalión, ver Echaniz, 2016-) y la influencia (ganan prestigio a través de una comunicación sin fuerza, mostrando su vulnerabilidad y formulando preguntas).

¿Qué explica que algunas personas donantes se quemen (y se queden en la parte inferior de la escalera del éxito) mientras que otras florezcan (y se sitúen en la parte superior de dicha escalera)? Las primeras son altruistas (se sacrifican a sí mismas, se olvidan de su bienestar personal), mientras que las segundas son otristas (se preocupan tanto de los intereses de otras personas como de los propios). “Los donantes no se queman dedicando un exceso de tiempo y energía a la donación. Se queman cuando trabajan con personas necesitadas y son incapaces de ayudarlas de manera efectiva” (p.222). Aunque vaya contra la lógica, donar más, tener un impacto mayor, es lo que evita que las personas donantes se quemen y lo que las hace más resilientes. “Donar ayuda a aportar significado a nuestra vida, nos distrae de los problemas y nos ayuda a sentirnos valorados por los demás” (p.248). “Lo más inteligente es empezar como donante, puesto que las investigaciones demuestran que la confianza es difícil de construir y muy fácil de destruir. Pero en cuanto el donante detecta que alguien actúa claramente como receptor, tiene sentido alterar su estilo de reciprocidad y pasar a una estrategia equilibradora” (p.263). Me viene a la memoria la lección que mejor recuerdo de mis cinco años de Licenciatura, tercer curso, profesor de Psicología: “La confianza se da, siempre hay que confiar primero”.

Una idea muy interesante es la conveniencia de crear sistemas de donación generalizada, como pueden ser los anillos (o círculos) de reciprocidad (IBI, 2022). “Lo que cuenta es la conducta en sí. Si los receptores actúan beneficiando a los demás, aunque sus motivos sean egoístas en lugar de altruistas u otristas, están realizando contribuciones que perpetúan la donación como forma de intercambio” (p.323).

Un dato curioso que me ha hecho esbozar una sonrisa: “Los donantes suelen decantarse por carreras profesionales donde se perciben sueldos más bajos: están dispuestos a percibir sueldos inferiores a cambio de poder marcar la diferencia” (p.270). Hay un lema que tengo muy presente: “To teach is to touch a life forever” (enseñar es tocar una vida para siempre).

Este libro me ha hecho reflexionar sobre mi vida, mis relaciones y mis decisiones. Me ha reafirmado en la importancia de confiar y dar sin esperar a cambio, eso sí, sin olvidar mis propias necesidades. Me ha hecho repasar muchas caras y nombres de personas que he encontrado en el camino.

Ahora lanzo la pregunta que me hizo mi amigo antes de regalarme el libro: ¿Eres una persona donante o receptora?


Referencias





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