martes, 18 de junio de 2019

Lo que me hace levantarme cada mañana


[He publicado esta entrada en el Blog de Inteligencia Emocional de Eitb el 17.06.2019]


Imparto la asignatura La comunicación humana en el Título Universitario en Cultura y Solidaridad. Es un grupo que me encanta. Lo componen personas que vuelven a la universidad, o que acuden por primera vez, después de unos cuantos años de camino por la vida. Tienen una avidez por aprender y compartir que es muy gratificante. Al comienzo de una de las clases un ‘alumno’ (lo entrecomillo porque en esa clase todas las personas somos alumnas y maestras) me pidió presentar un proyecto en el que está muy comprometido y que creía podía interesar al resto de la clase (https://jubilacionactiva.eus/). Su presentación me dio pie a hablar de un tema que me parece fundamental, independientemente del momento vital en el que se esté, el proyecto de vida.
Hace ya un tiempo escribí una entrada que llevaba por título El proyecto de vida y el sentidoCada día veo más claro la importancia que tiene reflexionar y buscar el sentido de la propia vida. No podemos dejarlo al azar o las circunstancias, por más que éstas nos condicionen. Un proyecto de vida tiene que estar equilibrado y contemplar múltiples facetas: personal, social económica, familiar, laboral, etc.
Quiero compartir unas palabras de Viktor Frankl que nos invitan a replantearnos nuestra actitud ante la vida… La vida espera algo de nosotros y nosotras y nos corresponde aceptar el reto…
“Lo que de verdad necesitamos es un cambio radical en nuestra actitud hacia la vida. Tenemos que aprender por nosotros mismos y después, enseñar a los desesperados que en realidad no importa que no esperemos nada de la vida, sino si la vida espera algo de nosotros. Tenemos que dejar de hacernos preguntas sobre el significado de la vida y, en vez de ello, pensar en nosotros como en seres a quienes la vida les inquiriera continua e incesantemente. Nuestra contestación tiene que estar hecha no de palabras ni tampoco de meditación, sino de una conducta y una actuación rectas. En última instancia, vivir significa asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a los problemas que ello plantea y cumplir las tareas que la vida asigna continuamente a cada individuo” (Frankl, 1991, p.46).
Me voy a centrar en una de las facetas del proyecto de vida, que no la única, ni necesariamente la más importante, la laboral. Es una faceta que nos ocupa mucho tiempo durante un gran periodo de la vida. Muchas veces lo reducimos a una ocupación para ganarnos el sustento. Pero eso responde al por qué trabajamos, no el para qué. Al por qué el ser humano puede responder con bastante facilidad. Somos capaces de justificar casi cualquier cosa. Sin embargo, la pregunta difícil es el para qué. Esta nos remite al propósito, al sentido.
En una conversación con un amigo, este comentaba que a veces se le hace duro ir a trabajar porque en la organización se dan situaciones complejas, a veces incluso injustas. Sin embargo, en esos momentos de bajón recuerda que gracias a su trabajo algunas personas han podido acabar sus estudios (trabaja en un departamento de becas) y eso le hace recobrar el sentido. ¡Qué importante es conectar con el sentido del propio trabajo!
Mi querida amiga Lumi me preguntó recientemente: “¿Qué significa ser profesora para ti?”. Mi respuesta fue prácticamente inmediata: “Para mí ser profesora es tocar almas. Es contribuir a que mi alumnado sean mejores personas. Es compartir lo que sé y lo que soy…”. En mi despacho está pegado en la pared el tarjetón que reproduzco abajo y que preparé para un curso para profesorado en un colegio. Lo tengo a modo de recordatorio para mí, ya que lo veo constantemente, y de compromiso hacia quien entra por la puerta.
Alguna vez he pensado lo que me gustaría que pusiera en mi lápida: Amó, vivió, sintió e hizo todo lo posible para dejar un mundo mejor. Fue una buena persona y una buena profesora.
Bibliografía


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