lunes, 11 de marzo de 2019

Educar en el feminismo


[He publicado esta entrada el 11.03.2019 en el Blog de Inteligencia Emocional de Eitb-desaparecido el 01.07.2024]

Llevo mucho tiempo pensando y repensando el feminismo: qué supone y a quiénes atañe. Todos los años en la asignatura de Ética cívica y profesional incluyo, dentro del tema de los Derechos Humanos, varias sesiones en las que reflexionamos sobre la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. Sigue sorprendiéndome la reacción de la clase, las distintas sensibilidades y el grado de machismo que aún persiste. Recientemente he leído un ensayo breve de una inspiradora mujer, Chimamanda Ngozi Adichie, en el que responde a la pregunta que le hace una amiga de “cómo criar a su hija para que fuera feminista” (p.11). La niña se llama Chizalum. Voy a reaccionar aquí a algunos de los quince consejos que la autora aporta. Como madre de dos hijos varones y feminista convencida muchas veces me asalta la duda de si estaré educando a mis hijos en el feminismo. El feminismo no es cosa de mujeres…

«Si no les ponemos a nuestros hijos la camisa de fuerza de los roles de género les dejamos espacio para que alcancen su máximo potencial. […] No la valores de acuerdo con lo que debería ser una niña. Valórala pensando en la mejor versión de sí misma» (p.32). Hombres y mujeres hemos sufrido mucho, a lo largo de la historia, a consecuencia de lo que se espera de unos y otras. Y seguramente la humanidad ha perdido mucho talento por ello. Cuanto mejor es tratar a las personas con toda su potencialidad como el diamante en bruto que cada una lleva dentro… Puro Efecto Pigmalión. Cada persona debe aspirar a ser la mejor versión de sí misma.

En el arduo camino hacia la igualdad de oportunidades hay machismos invisibles o muy sutiles (véase lo que Luis Bonino llama micromachismos) que van en contra de la autonomía de las mujeres. «Cuidado con el peligro de lo que yo llamo Feminismo Light. Es la idea de la igualdad femenina condicional […] emplea analogías como ‘Él es la cabeza y tú el cuello’. […] Aún más preocupante, dentro del Feminismo Light, es la idea de que los hombres son superiores por naturaleza pero deben ‘tratar bien’ a las mujeres. […] recurre al lenguaje de la ‘permisión’» (p.36). El feminismo light es una forma de machismo invisible y muchas veces proviene de mujeres. Pero, como dice Agustina Rinaldi, se puede detectar y atacar.

Si realmente queremos avanzar en igualdad de oportunidades tenemos que repensar el poder. «Nos han condicionado tanto con que el poder es masculino que una mujer poderosa nos parece una aberración. Y como tal la vigilan. […] Juzgamos más duramente a las mujeres poderosas que a los hombres poderosos. Y el Feminismo Light lo hace posible» (p.40). Mi tesis doctoral fue sobre liderazgo femenino. Desde que la hice tengo el firme convencimiento de que uno de los temas clave en el liderazgo es el uso del poder. El liderazgo es servicio y para ampliar el poder hay que compartirlo. Esto pasa por cuestionar muchos prejuicios y estereotipos. Necesitamos modelos de mujeres poderosas que hacen un buen uso de su poder (y también de hombres).

«En la idea de que las mujeres necesitan ser ‘reverenciadas’ y ‘defendidas’ subyace una actitud de superioridad […] la premisa de la caballerosidad es la debilidad femenina» (p.48). He de reconocer que, por educación y tradición, me ha costado mucho hacerme consciente de esto. No se trata de educar en caballerosidad sino en un profundo respeto consciente de la dignidad e igualdad de todos los seres humanos.

Probablemente una de la enseñanzas que más daño nos ha hecho a las mujeres es la de la obligación de agradar, la importancia de encajar. Esto, seguramente, tiene mucho que ver con una gran dificultad que tenemos muchas mujeres, la de decir que no y expresar nuestros pensamientos y deseos. «Enseñamos a las niñas a gustar, a ser buenas, a ser falsas […] Muchas niñas dedican demasiado tiempo a tratar de ser ‘buenas’ con la gente que les hace daño. Muchas niñas piensan en los ‘sentimientos’ de quienes les agreden. Es la consecuencia catastrófica de la obligación de gustar» (p.58). Y tiene mucha relación con otro tema en el que también tenemos mucho que aprender y desaprender, la relación con nuestro cuerpo (y con el deseo), que está muy marcado por una dañina lacra, la vergüenza. «Dile que su cuerpo le pertenece a ella y solo a ella, que nunca debería sentir la necesidad de decir ‘sí’ a algo que no quiera o para lo que se sienta presionada. Enséñale que decir ‘no’ cuando ‘no’ le parece lo correcto es motivo de orgullo» (p.77).

Quienes atacan el feminismo, quién sabe si por desconocimiento o con alguna intención no muy confesable, nos venden la imagen de las feministas como unas mujeres ‘desnaturalizadas’. «No creas que criar a una feminista consiste en obligarla a rechazar la feminidad. Feminismo y feminidad no se excluyen mutuamente» (p.66). Del mismo modo se aferran a la tradición y a las normas sociales como si éstas fueran inamovibles y no como la creación humana que son. «Enseña a Chizalum que la biología es una materia interesante y fascinante, pero que no debe aceptarla como justificación de la norma social. Porque las normas sociales las crean los seres humanos y no hay ninguna norma social que no pueda cambiarse» (p.75). Y hay una creación muy relevante y que tiene importantes consecuencias para la vida, el lenguaje. Un lenguaje no inclusivo invisibiliza (véase este interesante artículo).

Quizá lo más importante para educar en feminismo es educar en la diferencia, que es una gran riqueza y oportunidad. «Háblale sobre la diferencia. Convierte la diferencia en habitual. […] Y no es para que sea justa o buena, sino simplemente para que sea humana y práctica. Porque la diferencia es la realidad de nuestro mundo» (p.88).

Para terminar quiero compartir la charla TED de Chimamanda Adichie titulada Todos deberíamos ser feministas en la que afirma algo con lo que no puedo estar más de acuerdo: «Feminista es un hombre o una mujer que dice: ‘Sí, hay un problema con el género tal como existe hoy, y hay que solucionarlo. Tenemos que hacerlo mejor’». Estoy orgullosa de ser feminista y luchar por un mundo mejor para todas las personas y espero estar educando en el feminismo ¿Y tú?


Referencias

Adichie, Chimamanda Ngozi (2017). Querida Ijeawele. Cómo educar en el feminismo. Barcelona: Literatura Random House.

1 comentario:

  1. Has escrito: "Estoy orgullosa de ser feminista y luchar por un mundo mejor para todas las personas y espero estar educando en el feminismo ¿Y tú?"
    Yo he procurado respetar el día de huelga. No he hecho compras, no he entrado en bares y he comido en casa lo preparado por mí. ¿Y tú?

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