[He publicado esta entrada el 21.12.2018 en el Blog de Inteligencia Emocional de Eitb-desaparecido el 01.07.2024]
Me reafirmo en mis palabras, no se debe mendigar amor. El amor te tiene que ayudar a ser la mejor versión de ti misma, si no, no es amor. Y lo digo ahora que pertenezco, como una amiga me dijo, al club de la segunda oportunidad y estoy “a punto” de volver a casarme, enamorada, convencida e ilusionada.
Me sorprende encontrarme con el escrito que hice poco después de separarme, un momento de gran oscuridad, y en el que me decía a mí misma, ¡Busca en tu interior!: “¿Y en este momento cómo salir adelante? ¿Cómo elaborar el duelo de una forma constructiva? Veo dos caminos que habré de recorrer en paralelo. En primer lugar, como decía el ‘cuento’ del principio, tengo un importante camino hacia adentro. Debo mirar hacia mi interior y conectar con lo que soy. Debo reelaborar algunos de los aspectos que hasta ahora me definían en parte. Debo aceptar los cambios y mirarme con mucho cariño. Debo aprender de esta situación. El otro camino es el de apoyarme en mis amistades, el de pedir ayuda y dejarme querer y acompañar, pero siempre conectando con mi búsqueda interior y no escapando de ella”. Creo que no estaría hoy en el punto que estoy si no hubiera seguido ese camino, si no hubiera aprendido a escucharme y a valorarme (lo que no quiere decir que siempre lo consiga) y si no hubiera tenido la ayuda y el acompañamiento de las personas que me quieren, en algunos momentos me sostienen y me hacen también de espejo.
Lo que durante un tiempo viví como un importante fracaso ha sido una de mis grandes lecciones de vida. Me enseñó el valor de la familia y de la amistad (dos de los grandes dones de la vida); el significado del amor (que empieza ineludiblemente por una misma); el amor como respuesta a cualquier pregunta (sobre todo la del sentido de la existencia); la fe como un camino con recovecos y momentos de desierto pero siempre abierto a la esperanza; el aquí y el ahora como único momento que nos pertenece… La vida es un gran regalo aunque a veces tenga un sabor amargo.
Estoy feliz con mi segunda oportunidad. Ahora sí tengo un compañero de camino y estoy en disposición de construir una verdadera comunidad de vida y amor. Y, como dice la canción, “seguiremos luchando hasta el final… no es tiempo para perdedores”.