viernes, 21 de febrero de 2014

Cuidar con caricias


El Dr. Jacinto Bátiz, jefe de la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital San Juan de Dios de Santurce ofreció el 12 de febrero de 2014, en el Centro Cívico Bidarte, la conferencia titulada: "Cuidar con caricias". El título de la conferencia coincide con el de un artículo de opinión publicado en El Correo Digital por el cual recibió el galardón de la VIII edición del Premio Reflexiones. Compartiré aquí las ideas extraídas de la misma.

Como contaba el autor, el artículo surgió de la reflexión a partir de la noticia sobre la creación de un robot, Paro, un bebé foca que respondía a las caricias de los humanos; una especie de mascota artificial que se demostró que cumplía funciones terapéuticas en casos de Alzheimer y Autismo. La gran pregunta es: "¿Es que no somos capaces de acariciar a nuestros enfermos y tenemos que inventar un robot para ello?". Seguro que ellos distinguen y prefieren nuestras caricias a las de cualquier robot, por muy perfecto que sea. 

Las manos son uno de los instrumentos comunicadores por excelencia. Las caricias traspasan la piel para llegar hasta lo más profundo del afecto. Está comprobado que quienes no recibieron caricias de sus padres y de su entorno: 1) tienen dificultad para dar y recibir afecto; 2) mantienen una postura corporal rígida; 3) son fríos y poco emotivos; 4) tienden a evitar el contacto físico, lo viven como algo 'sucio' o inapropiado; 5) desconfían de las personas, les cuesta sentirse queridos. Por el contrario, quienes sí han recibido caricias cuidan mejor de sus seres queridos y de otras personas. De aquí se puede extraer una importante lección: cuidemos con caricias a nuestros hijos e hijas para que ellos nos las den a nosotros o a otros cuando las necesitemos

Es muy habitual que las personas mayores se sientan inútiles o 'aparcadas'. Se sentirían mucho mejor si pudieran mecer, acompañar, contar historias o soñar juntos con niños. Y los niños también se beneficiarían de ello, explorarían las arrugas, estarían en contacto con personas que tienen tiempo de sobra, aprenderían a relacionarse con ellas, recibirían amor incondicional (ingrediente esencial para la vida)... En mi opinión muchas veces tenemos miedo de la edad, la enfermedad y el deterioro... como si fueran contagiosas y nos pudiéramos aislar de ellas; como si les pudiéramos ganar la carrera manteniéndonos alejados...

¿Cómo se puede cuidar con caricias a una persona con demencia? Lo primero hay que entender que es una enfermedad degenerativa y progresiva. Es como si el disco duro de la persona se empezara a estropear. Golpea el cerebro de la persona y el corazón de su familia. Pero las personas recuerdan el amor y el afecto. Reciben sin darse cuenta. Cuidarles exige paciencia, amor y buena voluntad. Precisan una mano que estreche la suya, un corazón que les cuide y una mente que supla la suya. Cuando el corazón biológico se estropea se puede restaurar. El corazón afectivo sólo precisa afecto, sonrisas, caricias y palabras amables. La comunicación es diferente si nos situamos a varios metros o nos colocamos a su lado y les tocamos. En ocasiones, como cuando la persona está en coma, el contacto puede ser la única expresión de cuidado que se puede dar. Los pacientes perciben diferente el tiempo que un médico pasa con ellos según la distancia a la que se coloque y la cercanía que muestre. Tratar con cariño al enfermo reconforta también a su familia. Según el Dr. Bátiz las personas van más a donde los curanderos que donde los médicos porque les tocan más. Los besos, las caricias, el contacto hacen que se sientan queridos; pesan más que las palabras que se las lleva el viento. De esa manera les transmitimos mejor el mensaje de que no están solos, que no les vamos a abandonar. Una indicación importante que el Dr. Bátiz da al personal sanitario es que cuando aseen a un enfermo hablen con él aunque no les entienda, que no hablen entre ellos de planes de fin de semana, cotilleos, etc.


¿Cómo hay que cuidar mientras llega la muerte? Para empezar hay que tener claro cuáles son las necesidades/derechos al final de la vida: alivio del dolor y de sus síntomas molestos; apoyo emocional y psicológico; estar acompañados; no morir solos; apoyo espiritual... Por todo ello:

  • Hay que acompañar, estar. Se debe pensar en cómo se siente el enfermo. Hay que tener claro que está más vulnerable; puede seguir esperando su curación; está más retraído física y emocionalmente; siente dolor (físico, emocional, social y espiritual) por su próxima muerte; sufre porque va a dejar a sus seres queridos. Muchas veces las personas buscamos cualquier disculpa para evitar el acercamiento o el contacto. Acompañar significa: dedicar tiempo; estar a su lado; visitarle con frecuencia (mejor que hacer visitas interminables); mostrarle respeto y compasión; expresar la disposición a apoyarle en lo que pueda ocurrir; respetar los momentos en los que quiera estar solo o en silencio; no forzar una conversación activa... En esa situación nuestra compañía es el mejor medicamento.  
  • Hay que tocar. El tacto transmite al enfermo calor, apoyo y solidaridad. Importa la forma de mirar, de dar la mano, el hablar a la altura del paciente (por ejemplo si está en una silla de ruedas o en la cama). Podemos: sujetar su mano; tocar su hombro; acomodar las almohadas; secar su frente; mojarle los labios. En definitiva, tratarle con amabilidad ya que eso es efectivo contra el temor y la ansiedad. El Dr. Bátiz suele decir al personal médico recién llegado: "Sabemos mucho de la enfermedad y nos hemos olvidado de que detrás hay personas. Ahora vamos a ver qué es una persona que tiene una enfermedad".
  • Hay que escuchar. Es muestra de respeto y apoyo. Una buena comunicación ayuda a controlar mejor el dolor, la ansiedad y la depresión. Además, sirve para saber qué necesita la persona. ¿Cómo hay que escuchar? Dejando a la persona que se desahogue cuando quiera; dedicando tiempo (el tiempo se mide de otra forma cuando llega el final y no siempre se dispone del tiempo que se quiere; además, la persona enferma aprende a distinguir lo importante de lo superficial); entendiendo el mal humor, la irritabilidad o el poco aguante de la persona.
  • Hay que contestar a sus preguntas. Tienen derecho a saber qué ocurre para así poder tomar decisiones y enfrentar mejor su futuro. Pero hay que tener tacto. Se debe responder de forma sencilla, gradual (que una respuesta provoque otra pregunta) y sin mentir (si mentimos minamos su confianza y puede provocar aislamiento).  

Mi conclusión es clara. Nada puede sustituir al calor y el afecto humano. Cuidemos con caricias a nuestros mayores, nuestros enfermos, nuestras parejas, nuestros hijos, nuestras amistades y las personas que tengamos cerca y así haremos del mundo un lugar mejor. 

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