[He publicado esta entrada el 16.10.2023 en el Blog de
Inteligencia Emocional de Eitb-desaparecido
el 01.07.2024]
Me tengo por una persona vitalmente optimista, con una fe profunda en el ser humano. Sin embargo, a veces siento unas sacudidas internas que me hacen cuestionarme si todo será una invención; si no será un ejercicio vano de voluntad alimentar esa fe. Además, últimamente he notado que si alguna persona muy cercana se muestra desalentada, desganada o desesperanzada se me contagian con más facilidad esas emociones. Punset (2019) explica que estamos programados para imitarnos porque eso puede salvarnos; pero las emociones desagradables también son contagiosas y hay que ponerles límite, evitarlas, porque nos pueden llevar al fondo del pozo.
La verdad es que el contexto no ayuda mucho. Las noticias de las guerras, las muertes por violencia de género, las de personas migrantes que sólo buscan una oportunidad… Existe mucho sufrimiento que podría evitarse haciendo un esfuerzo de diálogo, de entendimiento, de empatía... En definitiva, si intentáramos tener una mirada humana profunda hacia las personas y las situaciones, más allá de las creencias y los intereses. Recientemente tenía un diálogo muy interesante con mi alumnado de 1º de Relaciones Internacionales sobre este tema y un alumno me preguntó si no creía que todo lo que hacía el ser humano era por interés. Es muy difícil responder a esta pregunta. Lo que es evidente es que el ser humano es capaz de realizar las acciones más sublimes y también de las más atroces.
Dándole vueltas a cómo evitar el pesimismo y el contagio de emociones desagradables he llegado a la conclusión de que hay dos vías excepcionales para conseguirlo. La primera de ellas es trabajar la interioridad, la conexión con lo más profundo, con la fuente de sentido. Como señala Rovetto (2021): “Vivir en la ermita interior, en el corazón espiritual (...) es una capacidad de darse cuenta de los distintos hechos que convergen en un mismo suceso y a la vez, mantener una cierta distancia de ellos. Se abre un espacio disponible que permite respirar en todo sentido y no ser avasallados por las reacciones que se produzcan en el medio, en la mente y en el cuerpo (…) Y esto debido a que la mente no es la herramienta adecuada para orientar nuestra vida. Si ponemos al mando a «la loca de la casa» nos encontramos con vidas plagadas de sufrimiento e inconsistencia”.
La segunda vía, que es complementaria, sería deshacernos de capas que hemos ido poniéndonos a medida que hemos ido transitando al mundo adulto: creencias, prejuicios, mandatos de género, ideología, intereses, etc. Se trataría de recuperar la mirada limpia del niño, de la niña, que nos habita y que ve más allá de las mencionadas capas y es capaz de empatizar con el ser humano que tiene enfrente sin filtros que distorsionan.
Para comprobar que aún no me han
comido las sombras
Que alguien me diga que me cree
(…)
Quiero
ser un niño ya no quiero ser mayor
Referencias
El Publicista (2012, 8 de junio). 'Experimento comparte', de Shackleton para Acción Contra el Hambre (campaña) [archivo de vídeo] https://www.youtube.com/watch?v=ajt9VYHaGO4
Sesión de Micros Abiertos (2019, 30 septiembre). El Jose ft. Pedro Pastor y los Locos Descalzos - Ya no quiero ser mayor (acústicos SdMA) [archivo de vídeo] https://www.youtube.com/watch?v=X70fbCjP_lM
Los días 30 de septiembre y 1 de octubre unas 30 personas asistimos
en Las Matas (Madrid) al encuentro organizado por el grupo de Diálogo de personas de creencias diversas del
Movimiento de los Focolares [ver web] con el sugerente
título: Dios ¿existe? Encuentro de
diálogo entre personas de convicciones diversas. Fueron unos días intensos y de gran
profundidad por todo lo vivido y compartido.
Según el estudio de Ipsos “Global Religión 2023: Creencias
religiosas alrededor del mundo” un 61% de la población mundial (44% en España)
afirma que cree en Dios o en alguna fuerza superior, mientras que un 21% (32%
en España) asegura no creer en nada (Ipsos,2023). Si tenemos en cuenta la teoría de la sabiduría de los grupos (ver Sánchez,2022), que nos dice que ante preguntas complejas se obtienen respuestas más
rápidas y adecuadas en la medida en la que se pregunta a más personas, los
datos del estudio parecen sugerir que en este momento no hay una respuesta
clara a la pregunta de si Dios existe. Es más, podríamos incluso cuestionarnos
si la pregunta es pertinente.
La mañana del primer día dieron su respuesta a la pregunta
que nos convocaba tres personas, una desde el ateísmo, otra desde el
agnosticismo y otra desde la fe católica. Hagamos primero la distinción. Ateo
es una persona “que no cree en la existencia de Dios (o dioses o divinidades) o
que directamente lo niega”, mientras que una persona agnóstica “no afirma la
existencia e inexistencia de Dios (o dioses), no tiene certezas para creer,
pero al mismo tiempo considera que se trata de una cuestión que la capacidad
humana no puede resolver, esto es, inherentemente incognoscible” (Sánchez,2023).
Respuesta desde el
ateísmo
Miguel Ángel Royo
nos dio su visión tomando como apoyo los argumentos del libro El alma del ateísmo de André
Comte-Sponville, en el que se propone una espiritualidad sin Dios. Razones
para no creer en la existencia de Dios:
Debilidad de las pruebas
de su existencia. Tradicionalmente se han utilizado tres pruebas de la
existencia de Dios: a) Ontológica, Dios
existe por definición, por esencia; b) Cosmológica,
se parte de la existencia del mundo, y se dice que tiene que poder explicarse
su existencia, tiene que haber una causa fuera de sí mismo; c) Físico-teológica, el mundo existe y
tiene una complejidad inaccesible por lo que tiene que haber una inteligencia
ordenadora.
Carencia de
experiencias de Dios. Los seres humanos nos escondemos por vergüenza o por
miedo. ¿Qué razones podría tener Dios para ocultarse? Se suele argumentar que
se oculta para respetar la libertad del ser humano. Ese argumento se puede
rebatir. Si se nos oculta seríamos más libres que Dios y sus profetas porque
ellos no pueden elegir no creer. Además, hay menos libertad en la ignorancia
que en el conocimiento. Es más, que no se muestre parece incompatible con la
idea de un Dios Padre.
Una explicación
incomprensible. ¿Cómo podemos explicar algo que no se entiende (el mundo,
la vida, etc.) con algo que se entiende aún menos, que es Dios?
La existencia del mal,
su amplitud, su atrocidad, su desmesura, su banalidad. Este es el argumento
más antiguo y más fuerte.
La mediocridad del
ser humano. Somos hijos e hijas de la tierra y eso se nota. Tenemos que ser
más humildes (humus es la raíz del
término humildad). Cuesta pensar que estemos hechos a imagen y semejanza de
Dios.
El deseo y la
ilusión. ¿No resulta sospechoso que Dios se nos presente como la respuesta
a nuestros mayores anhelos: no morir definitivamente, reencontrarnos con
nuestros seres queridos, ser amados incondicionalmente, etc.?
Respuesta desde el agnosticismo
Jordi Illa contó
su experiencia con el soporte del libro Inteligencia espiritual de Francesc
Torralba [hace tiempo escribí una entrada
sobre el mismo] cuya tesis es que existen un sentido espiritual, unas
necesidades de orden espiritual que no se pueden desarrollar de otro modo que a
través de la Inteligencia espiritual.
Explicó el modelo de tres capas, que a él le ha
servido para situar su experiencia vital,
en el que la Espiritualidad es la
más profunda y común a todas las personas. Sobre ella estaría la Religiosidad que responde a la
necesidad de sentirse unido a algo que trasciende. Y en último lugar estaría Confesionalidad que hace referencia a
los ritos, rituales, dogmas, etc.
Nos presentó el vídeo en el que Carlos Blanco responde desde su
posición agnóstica: “Lo que nosotros estamos diciendo de Dios es el límite de
nuestra imaginación: el ser perfecto, autosubsistente (…) Todavía no somos capaces
de imaginar algo mejor sobre Dios (…) Es el límite al que puede tender la mente
humana, es lo máximo que tú puedes imaginar y razonar”.
Respuesta desde la fe
católica
Ita Pi empezó
diciendo que elaborar su respuesta le supuso hacer un ejercicio de profundización
importante. Ella tiene una creencia vital muy fuerte. A día de hoy diría que
cree en un Dios sin rostro (sin una forma determinada), no por impersonal, sino
porque ha ido cambiando su imagen con el tiempo. A medida que se ha ido
alimentando de otras religiones y espiritualidades su creencia, recibida en
primera instancia de su familia, se ha afianzado, se ha hecho más profunda.
Siente algo muy bello que es que no sólo ella está en busca de Dios, sino que
Dios también le busca a ella.
Vimos el vídeo en el que José
Cobo y Javier Melloni dialogan con ocasión de la presentación del libro Dios sin Dios. Una confrontación. Resulta
muy sugerente la invitación de Melloni a vivir desde Dios, buscando desde
dentro, porque desde ahí es desde donde se abre el camino al otro, al hermano.
A las exposiciones
siguió un diálogo muy profundo en el que cada persona reaccionó desde su
experiencia y su momento vital:
“Soy creyente en búsqueda… en
proceso… en camino”.
“Más que una creencia es una
experiencia… A veces siento y también hay períodos en los que no siento nada”.
“Este grupo ayuda a estar en una
actitud de apertura y cuestionamiento”.
“No sé si existe Dios, pero igual
se manifiesta a través de esta lágrima”.
“No soy creyente, pero sí existe
el amor”.
“Soy agnóstico por prudencia
intelectual, también comparto argumentos con el ateísmo. He llegado a un
momento en el que no me pregunto si Dios existe”.
“Para mí, participar en este
grupo ha supuesto una gracia grande. Me ha hecho aterrizar, profundizar”.
“Tengo la experiencia de sentirme
sostenida, acompañada, por algo diferente de mi conciencia”.
Tuvimos también ocasión de trabajar el Decálogo para el diálogo de Iñaki Guerrero. Insistimos en la necesidad
de ser valientes para afrontar conversaciones, la condición de que la otra
persona quiera dialogar, la conveniencia de generar espacios de confianza y
amistad para favorecer el diálogo,
la importancia de la atención plena, la dificultad de escuchar sin
juzgar o valorar, el riesgo de ser esclavos de nuestras ideas, convicciones o
posiciones, etc.
Transconfesionalidad
La segunda mañana contamos con la aportación de Lucas Cerviño desde el otro lado del
Atlántico y en un horario de madrugada para él. Empezó explicando cómo se ha
dado un fenómeno de transformación de lo espiritual, una metamorfosis de lo sagrado. En los años 60-70 del siglo pasado se
hablaba de la muerte de Dios, pero eso no se ha dado. Se ha pasado de poner el foco
en el contenido de lo que se cree (creencia y transmisión) al sujeto que cree
(experiencia, búsqueda). Nos encontramos ante un pluralismo de respuestas al
sentido de la vida,
una ruptura del monopolio de sentido de las religiones. Se da un mayor nivel de
personalización, que no individualización. Estamos en un período en el que
prima la autonomía del sujeto. Existen también otras dos claves que atraviesan
de forma transversal el fenómeno: la ecología (interconexión) y la
incorporación de lo femenino.
Propuso un matización
al modelo de tres capas. Incluyó una capa más profunda, la interioridad, que es el núcleo al que toda espiritualidad tiene que
responder. Existe el riesgo de muchas ofertas, muchas experiencias, que no
conectan con la interioridad. La interioridad no es un encierro, un ejercicio
de intimidad. Supone la conciencia de estar atravesados por lo infinito, por la
inmensidad. Es donde surge la individualidad y la libertad; desde ahí brota la
responsabilidad hacia los demás y lo demás; es un espacio vital para la felicidad
humana, el lugar donde brota el ser únicos e irrepetibles. Si la Espiritualidad
no conecta con la interioridad se convierte en intimismo, en consumismo. Si la
religiosidad no conecta con la interioridad se transforma en fetichismo, magia.
Si la confesionalidad no conecta con la interioridad se queda en ritualismo,
moralismo.
El estar atravesados
por el infinito tiene distintas cristalizaciones. La transconfesionalidad
supone establecer un diálogo entre estas distintas cristalizaciones. Estamos
llamados a hacer diálogos desde distintas formas de conectar con la realidad
última. Se puede hablar de experiencias de comunión desde la reflexión y el
diálogo. Podemos sentirnos un cuerpo, un nosotros, donde se mantiene la
especificidad de cada uno.
Estamos llamados y llamadas a realizar un triple descentramiento:
1) Hacia el Misterio, la realidad última, lo que conecta con tu centro más
profundo; 2) Hacia el prójimo, el otro distinto y diferente; 3) Percibir lo
sagrado en la naturaleza, en la Creación, que tiene que ver con cómo me
alimento, cómo uso los recursos, cómo consumo, etc.
Mi impresión y
vivencias “fuera de programa”
Después del recorrido de los dos días tuve una intuición muy
profunda. Probablemente el diálogo transconfesional sea la única vía para
conseguir un entendimiento profundo. Conectar con la interioridad que nos
habita y en la que habitamos nos lleva a transformar una realidad que nos
duele. Es la forma de romper barreras y de transformar juntos. Si no, podemos
caer en la acción por la acción o en el error de tratar de convencer a otras
personas. Podemos dialogar y encontrar puntos de encuentro desde formas
diversas de conectar con la realidad total, la realidad última.
Y no podemos olvidar los momentos de conversación informal,
los paseos, la velada con pruebas por equipos, los momentos de poesía e
imágenes con música. Las intuiciones y las preguntas que cada uno se llevó
consigo. Me quedo con una frase que nos recordó Lucas del Papa Francisco: “Cada vez que nos encontramos con un ser humano
en el amor, quedamos capacitados para descubrir algo nuevo de Dios” (Exhortación
Apostólica Evangelii Gaudium, n.272).