miércoles, 12 de abril de 2023

¿Derecho? ¿Deseo? ¿Privilegio?

Ironías de la vida… Es miércoles, 29 de marzo, y mientras desayuno para ir a mi clase de Ética cívica y profesional en el campus de San Sebastián las noticias destacan dos titulares muy diferentes sobre una misma realidad. Por un lado, la noticia de portada dela revista Hola que lleva por título: “Ana Obregón, madre de una niña” y en una letra bastante más pequeña “por gestación subrogada en Miami”.  El otro titular “Tres detenidos en Extremadura por un supuesto caso de vientre de alquiler” (Barrena,2023). Son diferentes los nombres, y en mi opinión con matices importantes, que recibe esta realidad: maternidad subrogada, gestación subrogada, gestación por sustitución, vientres de alquiler, explotación reproductiva, etc. Me gustaría presentar algunas de las cuestiones éticas que veo en esta situación.

La gestación por sustitución, entendida como “gestación convenida mediante un contrato, con o sin precio, en el que una mujer renuncia a la filiación materna del futuro hijo, a favor del contratante o de un tercero”, no es legal en España y para inscribir en el Registro Civil español  el nacimiento y filiación de un menor nacido en el extranjero a través de esta vía hace falta cumplir algunas condiciones (Gobierno de España, 2022). [Para profundizar en los aspectos legales sugiero el artículo de Albert (2017)].

La primera, y fundamental, cuestión ética que me viene a la cabeza es la vulneración de los derechos humanos. Por un lado, nos encontramos con los relativos a la madre gestante, que no es un mero ‘contenedor’, una incubadora, es una persona y no puede ser tratada como un medio, como un objeto. Además, no hay que olvidar que en el útero se produce un intercambio de células entre el bebé y la madre (microquimerismo). Habrá quien piense que lo hace voluntariamente, que lo ha elegido, Pero esto es muy cuestionable. Hay personas que viven en unas condiciones que les impulsan a hacer cosas que no harían en otro contexto o situación. Además, habría que ver las condiciones del contrato (por ejemplo, ¿qué pasa si la criatura muere o desarrolla alguna enfermedad en la más tierna infancia? ¿o si nace con alguna discapacidad?). Puede haber, incluso, quien aluda a que hay quienes lo hacen altruistamente y que por esa razón hay que regularlo. Sobre esto volveré más adelante. Por otro lado, están los derechos de la criatura nacida por esta vía. Claramente es la parte más débil y vulnerable y también se le está tratando como un objeto, como una mercancía. Habrá quien argumente que ese niño o niña va a vivir en unas buenas condiciones, pero no es que se le mejore la existencia, no es que a partir de ese momento vaya a mejorar su vida, sino que ha sido “encargado” para responder al deseo de unas personas. “El mito de la subrogación altruista no puede llevarnos a legalizar de manera irresponsable una actividad que afecta tan intensamente a los derechos de mujeres y niños y a nuestra propia autopercepción como seres humanos. Si se legaliza, me parece más honesto reconocer que se trata de dar cobertura legal a los deseos de los comitentes que hacerlo en nombre de un supuesto “altruismo” de las gestantes” (Albert, 2017: 195).

El 3 de marzo de 2023 se firmó en Casablanca (Marruecos) la Declaración para la Abolición Universal de la Gestación Subrogada, que, como señala Gas Aixendri (2023), “aboga por la abolición de la maternidad subrogada en lugar de por su regulación. Los firmantes sostienen que la gestación subrogada es intrínsecamente contraria a los derechos humanos de las mujeres y los niños, y que ningún marco legal puede hacerla aceptable. Se ha demostrado en diversos países que la legalización de algunas prácticas ha implicado el efecto denominado slippery slope –pendiente resbaladiza– que produce un aumento de las conductas que se desean evitar o reducir”.

Otra gran cuestión en juego es la mercantilización de la reproducción humana. Según el filósofo Michael Sandel hay tres claros ejemplos de lo que el dinero no debería comprar: “la conservación de las especies animales en peligro de extinción, la acogida de refugiados y la subrogación comercial de úteros” (Guerra Palmero y Villarmea,2019). Someter la reproducción humana a las leyes del mercado conlleva grandes riesgos. ¿Cualquier cosa puede ser comprada y vendida? La globalización hace que el mercado también lo sea, lo que implica que sea relativamente fácil saltarse las normas contando con el respaldo del dinero. Esta práctica claramente aumenta las desigualdades. Se puede caer fácilmente en los abusos, la explotación y el tráfico y trata de personas. Las mafias son rápidas en detectar las oportunidades de hacer negocio. ¿Los niños y niñas son un producto más? ¿Vamos a fijar una garantía? ¿Se van a desarrollar nuevas líneas de turismo relacionadas con la reproducción? Me vienen a la memoria dos noticias. Por un lado, al inicio de la invasión rusa a Ucrania (uno de los pocos países donde la maternidad subrogada es legal) se evidenció la vulnerabilidad de las madres gestantes y los niños y niñas nacidos por esa vía. Por otro, la de la disculpa pública que tuvo que hacer el Colegio Médico Colombiano por publicar un artículo, basado en los trabajos de una profesora de la Universidad de Oslo, en el que se proponía utilizar los cuerpos de mujeres con muerte cerebral para “ayudar a las parejas sin hijos” (Reynoso, 2023).

En el caso que inspira esta entrada veo una serie de agravantes. La edad, que sería una causa que en España le excluiría de poder acceder a la adopción. El estado psicológico y los motivos para esta maternidad subrogada. Un hijo o hija no tiene como misión cubrir vacíos o huecos dejados por otra persona. El hecho de que haya una exclusiva, que frivoliza el caso y manifiesta claramente la mercantilización. En un primer momento cabía la duda de quiénes eran el padre y la madre biológicos. Una semana después, y con otra exclusiva de por medio, se ha desvelado que el padre era el hijo de Ana Obregón, fallecido en mayo de 2022 (Sans, 2023). Este hecho también genera interrogantes éticos. Lo que está claro es que Ana Obregón está muy bien asesorada legalmente y evidencia claramente que el dinero es poderoso y no tiene muchos escrúpulos. Podríamos mencionar también un tema de ética periodística. A mí me genera muchas dudas comprar una exclusiva sobre este tema. Aquí habrá quien “argumente” que, si no lo hago yo, otro lo hará. El modo de presentar el problema también es muy cuestionable. La foto de portada (Ana Obregón saliendo del hospital en silla de ruedas con la niña en brazos y con la pulserita en la muñeca) “normaliza” algo que no lo es y apela a la ternura que suele producir la maternidad.

Animo a ver el vídeo que cierra esta entrada y lleva por título ¿Gestación subrogada o explotación reproductiva? (Luc Loren, 2021). En él participan Sindy Takanashi, madre, influencer y matriactivista, contraria a la explotación sexual, y Juan y Chris, activistas por la regulación de la gestación subrogada en España, y padres de dos hijos que son fruto de este método reproductivo, uno en México a través de una agencia y el segundo en Australia, sin intermediarios ni compensación económica. También puede ser de interés acceder a las informaciones publicadas en la página Stop vientres de alquiler.

Para terminar, vuelvo a las preguntas que dan título a esta entrada. ¿Qué es la maternidad? ¿Derecho? ¿Privilegio? ¿Deseo? Y una pregunta más, la maternidad subrogada ¿supone un avance o un retroceso en los Derechos Humanos? A mí me recuerda a la distopía El cuento de la criada, sobre el que he escrito anteriormente y me produce una gran desazón (Echaniz Barrondo, 2021).


Referencias