[He
publicado esta entrada el 14.03.2022 en el Blog de Inteligencia Emocional de
Eitb-desaparecido el 01.07.2024]
Cada uno de nosotros tenemos un
niño, una niña interior herida. Esta metáfora hace referencia a nuestra parte
más vulnerable y sensible, a todos los procesos que se han quedado parados, las
carencias y el dolor que vamos arrastrando y no nos deja desplegar todo nuestro
potencial. Coexiste con un niño, una
niña interior divina, que es nuestro núcleo sano, nuestro yo profundo y
auténtico (lleno de creatividad, belleza, entusiasmo, fuerza, etc.). A medida
que nos vamos desconectando del núcleo sano nos vamos adaptando a lo que las
demás personas creen que somos y vamos generando una máscara, un falso yo, que nos ayuda a estar en relación con los
demás. Para conectar con nuestro niño, nuestra niña, necesitamos un espejo
donde ver quiénes somos, un entorno seguro, de amor incondicional. [En este
vídeo de Victoria Cadarso se explica de forma sencilla qué es el niño interior,
pinchar aquí].
A través de una meditación guiada,
poniendo el foco en nuestro cuerpo, conectamos con el niño, esta niña, desde la
persona adulta compasiva que somos. Para
ello cada uno ‘buscó’ su lugar seguro. El mío lo tengo claro. Es la entrada
de mi casa, ‘mi cueva’, donde nada más llegar me desprendo de la mochila del
ordenador, los zapatos, el abrigo y con ellos me libero de parte de la carga
que he arrastrado a lo largo del día. Al terminar la meditación escribimos una
carta. Esta es mi carta:
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Querida Aran, [Aran es el nombre cariñoso de mi infancia, con el que me llaman mi familia y mis personas más cercanas]Estás y estarás conmigo. Sé que a veces tienes miedo y te sientes sola. Que sufres el dolor de la vida y del mundo, el dolor de una humanidad que no siempre se comporta como debe. Has sufrido golpes y cicatrices, pero has tenido y tienes una buena vida. Muchas personas se han cruzado en tu camino y te han dado lo mejor que tenían o podían. Me surge un mantra que quiero que recitemos juntas, yo a ti y tú a mí: Lo siento, perdóname, gracias, te amo. Te amo porque Te veo (eres y estás). Soy tú y eres yo. Juntas podemos transitar lo que nos queda del camino y podemos hacer que sea bueno para nosotras y para los demás. Me abrazas y te abrazo y nuestro corazón palpita al unísono.
Te veo [Te veo equivale a decir te reconozco, valoro tu existencia, abro mis ojos, mis oídos y mi mente para acercarme a ti]
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En el trabajo con nuestro niño, nuestra niña interior tenemos que aprender a relacionarnos con nuestro crítico interno, esa voces, mensajes y creencias limitantes que van reduciendo nuestro potencial. Es importante identificarlo (para poder poner distancia), reconocer su existencia y comprender que nos ha servido para cubrir las necesidades no cubiertas, para adaptarnos al entorno. Cuando lo hacemos consciente y lo ponemos al servicio de nuestra vocación, en lugar de al servicio de nuestro ego, se pone a nuestro favor.
Descubramos nuestras
partes heridas, acariciémoslas, mirémonos con cariño y sigamos adelante.
Tú, la persona más
rica de la Tierra,
te comportas como
un hijo pródigo;
por favor, regresa
a tu patrimonio.
Ofrezcámonos unos
a otros la felicidad y aprendamos
a habitar el
momento presente.
Alberguemos la
vida en nuestros brazos
y abandonemos el
olvido y la desesperanza.
Thich Nhat Hahn, El arte de cuidar a tu niño interior