[He publicado esta entrada el 09.04.2018 en el Blog de Inteligencia Emocional de Eitb-desaparecido el 01.07.2024]
Me gusta mucho la obra de Escher que abre esta entrada.
Encierra un gran simbolismo ¿Son ángeles o demonios? ¿Qué veo con mayor
facilidad? Todo el espacio está cubierto tanto con unos como con otros; el
límite de unos define los otros. Hay un tema al que le doy muchas vueltas, el
de la maldad. Aparece de forma recurrente en las clases de Ética cívica y
profesional que imparto. Recientemente he visto, por recomendación de una
alumna, la serie de cuatro episodios del programa Tabú de Jon Sistiaga sobre la
maldad. Se muestran sucesos de gran crueldad y se entrevistan a algunos de sus
protagonistas. Son muy recomendables aunque he de reconocer que me han dejado
un sabor de boca amargo… El ser humano
es capaz de los mayores actos de bondad pero también de grandes maldades, y en ocasiones sin ningún atisbo de culpa.
Y eso es inquietante…
Reproduzco aquí parte del testimonio de Miriam Lewin,
superviviente de la ESMA (Escuela Mecánica de la Armada, que funcionó durante
la última dictadura cívico-militar argentina –entre 1976 y 1983- como centro
clandestino de detención, tortura y exterminio):
Jon Sistiaga – “¿Para ti la maldad
es algo en lo que cualquiera de nosotros puede caer? Y peor ¿Es algo de lo que
cualquiera de nosotros puede salir?
Miriam Lewin - “A mí me pasó algo tremendo cuando fui
liberada. Y digo liberada porque mucho tiempo después recién pude, como decía
una compañera sobreviviente, sacarme la
capucha, ser realmente libre. Estar en el subterráneo en Buenos Aires mirar a
los ojos a la gente y decir: ¿quién de todos estos será capaz de torturar? Y si
me preguntás yo creo sinceramente que una buena parte de nosotros puede”.
Resulta perturbador pensar que cualquiera puede hacer daño. Pero
eso no puede hacernos pensar que existe un gen de la maldad, que hay un
determinismo. Existen perfiles de personalidad que parecen más proclives a
actos de maldad y crueldad, como puede ser el que viene determinado por la triada oscura (o personalidad Tríope), aquel que combina maquiavelismo (visión calculadora, utilitarista de las relaciones),
narcisismo (“personas egoístas, con
un sentido egocéntrico del derecho y con una autoimagen positiva, aunque poco
realista”) y psicopatía (personas
hábiles para meterse en la piel de los demás, lo que hacen para sus propios
intereses sin ninguna conciencia). Personas con esta triada oscura en su
versión más extrema pueden llegar a convertirse en despiadados criminales; pero
también se puede dar en versiones subclínicas, personas integradas que no
cometen crímenes pero pueden causar mucho dolor.
Hace diez años escribí una entrada sobre este tema que
titulé ¿Héroes o villanos?. Mantengo y me reafirmo en lo que allí decía. “Hay que trabajar
desde todos los ámbitos en dos vías: 1) la capacidad de empatía y 2) la sensibilidad
ética. Si perdemos o no tenemos suficientemente desarrollada la capacidad
de empatía no podemos descubrir el rostro del otro, no vamos a ser capaces de
ver en el otro una persona merecedora de respeto y acreedora de dignidad. Si yo
descubro el rostro del otro difícilmente me voy a poder abstraer de su dolor y
sufrimiento. Yo no puedo maltratar al otro si le veo como una persona que sufre
y siente como yo. Y en cuanto a la sensibilidad ética, creo que es fundamental
trabajar este aspecto para que a la hora de tomar decisiones y actuar nos
preguntemos por la bondad o maldad de nuestras acciones, por cuál es la acción
correcta. Muchas veces ni siquiera caemos en la cuenta de que algo está mal
porque ni siquiera nos lo hemos planteado”. A día de hoy añadiría un ingrediente: generar entornos, sociedades, en los que
predominen valores positivos: el cumplimiento de las normas, la cooperación, la
ciudadanía… Adolf Tobeña, Catedrático de Psiquiatría, habla de que en una
sociedad entorno a un 5% de personas se dedican a hacer el mal
sistemáticamente; entorno a un 20% no necesitan normas ni ojos que les vigilen;
y el 75% restante hace en función de lo que ve, de lo que predomina [para ver
el testimonio de este autor y otros expertos en el extracto que he realizado
del programa de Jon Sistiaga, pincha aquí]. La
educación emocional puede ayudar a desarrollar estos entornos positivos y hacer
que las personas elijan teniendo en cuenta tanto la parte emocional como la
racional.
Me resisto a quedarme con la banalidad del mal, frase
acuñada por la filósofa Hannah Arendt. Prefiero cantar con Rozalén por todos los hombres y mujeres buenos…
Me hace mantener la esperanza saber que hay personas que eligen ser ángeles porque
no me vale el pseudoargumento, la difusión de la responsabilidad, “todos lo
hacen, es lo normal”…
“Y el mundo está lleno de mujeres y hombres buenos.
Así que le canto a los valientes.
Que llevan por bandera la verdad.
A quienes son capaces de sentirse en la piel de los demás.
Los que no participan de las injusticias.
No miran a otro lado.
(…)
No le dedicaré más tiempo pues el mundo está lleno de mujeres
y hombres buenos.
Así que le canto a los coherentes.
A los humildes que buscan la paz.
A los seres sensibles que cuidan de otros seres y saben amar.”