[He publicado esta entrada el 15.02.2017 en el Blog de Inteligencia
Emocional de Eitb-desaparecido el 01.07.2024]
A raíz de varios artículos que he leído últimamente, como madre, que además lleva muchos años en el ámbito de la educación formal, me asalta una duda que es de lo más inquietante… ¿Estaré educando bien a mis hijos? Y por extensión, ¿estaré contribuyendo de una forma adecuada a la formación de mis alumnos y alumnas?
Simon Sinek, hablando de los milenials (también llamada generación Y), aquellas personas que nacieron entre principios de los 80 y el año 2000 aproximadamente, quieren un trabajo con sentido, quieren ‘aportar’ algo. Pero aunque lo consigan no son felices, y no lo tienen fácil en palabras de Sinek por cuatro razones, que se retroalimentan:
- Crianza. Tuvieron unas ‘estrategias fallidas de crianza”: se les dijo todo el tiempo que eran especiales; que podrían conseguir cualquier cosa sólo con que se lo propusieran; tuvieron premios no siempre porque los merecieran (y está demostrado que un premio pierde valor si no se merece); etc. Esto es fruto de lo que Marta Michel, Directora de Yo Dona, hablando de los niños del ‘porque yo lo valgo’ llama “padres helicóptero (sobrevuelan la vida de sus hijos para atender cualquier eventualidad) o madres apisonadoras (les allanan el terreno para que nunca tropiecen); dos versiones de lo mismo: protección máxima hasta límites ridículos”. En cuanto estos jóvenes llegan al mundo real todo esto se desmorona y afecta a su autoimagen. Aparentan fortaleza pero no la tienen. Actúan como si lo supieran todo pero no es así. Tienen una autoestima baja y no saben gestionar el estrés y la ansiedad.
- Tecnología. Esta generación creció con las redes sociales y los móviles. Son muy buenos poniendo filtros a las cosas, mostrando lo buena que es la vida aunque no lo crean. Son adictos a los ‘likes’, ya que generan dopamina y les hacen sentir bien. Sin embargo, a través de los móviles y las redes sociales no se crean relaciones profundas y significativas.
- Impaciencia. Crecieron en un mundo de recompensa instantánea. No han aprendido los mecanismos sociales de supervivencia. Para ellos prácticamente todo se puede obtener de forma instantánea. Pero las cosas importantes en la vida: amor, satisfacción laboral, fortaleza en las relaciones, alegría… exigen tiempo y no son predecibles.
- Ambiente. Estos jóvenes están entrando en ambientes corporativos en los que priman el corto plazo y las ganancias frente a las personas y eso no les ayuda a construir confianza ni a desarrollar habilidades sociales y de cooperación.
En un reciente artículo de El País, que llevaba por título “Sin educación emocional, no sirve saber resolver ecuaciones”, se reivindicaba la formación del profesorado en este ámbito ya que muchos problemas de las personas adultas derivan de una mala gestión de las emociones y acabamos de ver que los milenials tienen importantes carencias en este campo. Como se señala en el artículo, “los jóvenes con un mayor dominio de sus emociones presentan un mejor rendimiento académico, mayor capacidad para cuidar de sí mismos y de los demás, predisposición para superar adversidades y menor probabilidad de implicarse en comportamientos de riesgo -como el consumo de drogas-, según los resultados de varios estudios publicados por el GROP [Grupo de Investigación en Orientación Psicopedagógica]”.
Además podemos sumar a lo anterior el hecho de que por la búsqueda de lo políticamente correcto parece que estamos incluso dispuestos a olvidar la historia, lo que supone no saber de dónde venimos y hace cuestionarnos el a dónde vamos. En palabras de Javier Marías en un estupendo artículo titulado “Cuando los tontos mandan”, “el problema no es que haya idiotas gritones y desaforados en todas partes, exigiendo censuras y vetos, sino que se les haga caso y se estudien sus reclamaciones imbéciles. (…) Hoy no es nadie quien no protesta, quien no es víctima, quien no se considera injuriado por cualquier cosa, quien no pertenece a una minoría o colectivo oprimidos. Los tontos de nuestra época se caracterizan por su susceptibilidad extrema, por su pusilanimidad, por su piel tan fina que todo los hiere”.
Y lo peor de todo es que muchas luchas no sabemos hasta qué punto están orquestadas, no sabemos hasta qué punto estamos siendo si no manipulados sí dirigidos intencionadamente en una dirección. Martin Hilbert, experto en redes digitales, a raíz del uso del Big Data en la últimas elecciones presidenciales da una información que asusta: “Teniendo entre 100 y 250 likes tuyos en Facebook, se puede predecir tu orientación sexual, tu origen étnico, tus opiniones religiosas y políticas, tu nivel de inteligencia y de felicidad, si usas drogas, si tus papás son separados o no. Con 150 likes, los algoritmos pueden predecir el resultado de tu test de personalidad mejor que tu pareja. Y con 250 likes, mejor que tú mismo”.
Volviendo a mi pregunta inicial, creo que la mejor vía para educar a mis hijos y contribuir a la formación de mis alumnos y alumnas es recuperar dos principios claros de la educación: Amor y límites. Es importante dirigir una mirada amorosa, con un profundo respeto y un interés genuino que ayude a construir confianza y relaciones. Y todo ello en un marco de responsabilidad. No todo vale. Hay principios que nunca podemos olvidar, hay fronteras que no se pueden traspasar y para ello es fundamental desarrollar una mirada crítica que vaya más allá de lo evidente y que se haga cargo de las decisiones tomadas. Una mirada que vaya más allá del yo y se preocupe por el nosotros, por el todos (por el bien común).
Invito y me invito a aprender la siguiente lección para ser más humanos.